Cada vez que salgo a fotografiar aprendo una nueva lección. El día que realicé esta imagen aprendí que es imposible concentrarse para fotografiar el atardecer después de caminar por Gredos casi 30 kilómetros en pleno verano.
El cansancio había hecho mella en mi estado de ánimo y cuando llegué al atardecer al lugar desde el que realicé esta imagen no disponía ni de tiempo ni de ganas de esforzarme en localizar.
Había planeado fotografiar el Cabeza Nevada desde la Garganta del Pinar. En esta garganta pueden encontrarse algunas de las mejores perspectivas de la montaña y contaba con que aún quedaran algunos piornos florecidos. Eso fue lo que me encontré, pero al llegar allí, en lugar de pasarme media hora dando vueltas cámara en mano para encontrar un buen primer término y el mejor ángulo, me trepé a una roca, me senté, planté el trípode y esperé a que el sol fuera cayendo.
Al menos aquel día regresé a casa con la experiencia de haber pasado un buen día en la naturaleza y además traje conmigo un montón de ideas para volver, pero fotos que realmente me gusten... pocas.
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