Castillos, misterio y felicidad

 

 

 

    Han pasado unos meses desde el viaje a Escocia y, al repasar algunas fotos, me doy cuenta que ha predominado un aura de misterio y magia. Pero también recuerdo aquellos días con nostalgia y con la agradable sensación de haber vivido algunas experiencias únicas.

 

     Carreteras estrechas que cruzan montañas, rodean lagos, cruzan lagos y rodean montañas, un laberinto a lomos de nuestra casa con ruedas que siempre terminaba en paisajes de ensueño. Recorriendo aquellas carreteras, para ir de una a otra y otra de las localizaciones que había seleccionado, ahora siento que el viaje estuvo pasado por un tamiz de misterio, tal vez por nuestro ritmo de viaje pausado.

 

     Solíamos levantarnos sobre las 6:30 de la mañana muy cerca de alguna de las localizaciones que tenía preseleccionada para el amanecer. Desayuno de campeones en la autocaravana, recién cocinado al fuego y, con las primeras luces, sesión de amanecer. Recorríamos trayectos que discurrían por paisajes bucólicos con algunas paradas en algunos de los sitios que nos gustaban. Un sándwich a media mañana para almorzar y poco después llegábamos a lugar elegido para el atardecer, si !!el atardecer comenzaba sobre las 14:00!!

 

     Cuando se ponía el sol solíamos salvar un trayecto hasta el lugar en el que parábamos la autocaravana para dormir cerca de la siguiente sesión de amanecer. Las tardes las pasábamos en la autocaravana, muy tranquilamente, al contrario de lo que solemos hacer con otros viajes que se nos puede llegar olvidar comer y beber. Una cerveza, cena y listos para dormir y comenzar temprano al día siguiente.

 

     Para mi esta foto es el fiel reflejo de aquellos días en los que nuestra soledad, las largas noches, el misterio de los castillos, los paisajes bucólicos y la tranquilidad fueron el común denominador de un viaje inolvidable a Escocia.

      

 


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Fetichismo fotográfico

 

 

 

    La fotografía despierta pasiones, no se puede negar, pero la práctica es un mundo distinto para cada uno de los que nos lanzamos a la aventura con una cámara entre las manos. La foto que ilustra este artículo puede parecer un paisaje montañoso cualquiera, pero tiene detrás una historia de emociones intensas, te cuento.

 

     Este lugar es el valle de Tafraoute, en el Antiatlas marroquí, una zona muy remota entre las montañas que requiere al menos un día para llegar y otro para salir. En un viaje de dos semanas recorriendo Marruecos por libre no es tan descabellado incrustarlo en el itinerario. Desde un punto de vista fotográfico no es un lugar que pueda ofrecer  unos resultados extraordinarios, analizados desde una perspectiva objetiva pero, aquí viene el fetiche: no puedo resistirme a los paisajes graníticos, por eso, cuando leí que había un valle de granito rosa en Marruecos, sabía que iba a disfrutarlo demasiado.

 

     Fotografío recurrentemente en el Espinazo, en Extremadura, suelo ir a Gredos; una de mis mejores experiencias fotográficas ha sido el Spitzkoppe de Namibia, me lo he pasado como un enano en la Pedriza madrileña... todos los sitios que me resultan más atractivos están ligados al granito. Lo he pensado y es mi fetiche fotográfico, para mí, sobrepasa lo mundano y cuando tengo un paisaje granítico frente a mi cámara, las sensaciones que me invaden entran en un plano sobrenatural. Por eso, el día que tenga delante al Ben Amira o el Capitán el orgasmo fotográfico está asegurado.

 

      

 


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¿Cuánto tiempo necesita una foto?

 

 

   Si os planteo el reto de pensar cuánto tiempo requiere una foto es muy probable que comencéis a sumar a la factura la planificación (si es que la hacéis), viajes y trayectos a pie, el tiempo en el lugar e incluso, algunos añadiréis a la cuenta el tiempo de edición y postprocesado. Al preguntar por el tiempo de una foto me refiero exclusivamente a al tiempo que se necesitáis, tu subconsciente y tu, para llegar a un resultado. 

 

   Lo más sencillo es planificar, desplazarse, disparar, volver, editar y listo; pero en este proceso hay un tiempo muy variable y en que me gustaría indagar y el es tiempo que transcurre desde que llegas a un lugar, a un encuadre, una foto... desde que realizas el primer disparo hasta que lo agotas, por lo general, porque has obtenido el mejor resultado posible.

 

   Lo que más me sorprende al reflexionar sobre ese tiempo que hay unos factores que son muy variables en cada persona y en cada momento de esa persona. Dos fotógrafos en un mismo lugar con las mismas condiciones ambientales y un equipo fotográfico exactamente igual nunca van a agotar ese encuadre en el mismo momento ¿Quién terminará antes? influye como se encuentre (hambre, sueño, frío... cualquier factor que pueda alterar la concentración), su voluntad para trabajar en esa foto, el tiempo del que dispone (si vas en grupo y comienzan a marcharse el resto...) pero lo que más me interesa está más adentro por lo general terminará el que tenga menos bagaje fotográfico: su subconsciente tendrá un registro mayor al que recurrir para seguir innovando.

 

   Para mi, este es uno de los aspectos más mágicos de la fotografía, que hay algo que está dentro de ti que tiene que conectar de algún modo con lo que tienes delante. Las capacidades, influenciadas por una infinidad de factores, que cada cual tiene para conectar sus conocimientos con lo que fotografía creo que sería la definición más pura de creatividad o, más bien, capacidad creativa.

 

 


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Mis 9 favoritas del 2022

 

 

     Son sólo 9 imágenes, pero tienen la capacidad de transportarme de vuelta a los miles de kilómetros en carreteras y caminos, decenas de noches bajo las estrellas, frío, lluvia, el calor insufrible del desierto... pero sobre todo son capaces de recoger las memorias del año más intenso que recuerde, en cuanto a viajes y fotografía se refiere.

 

     Si tengo que resumir en dos palabras este 2022 lo tengo clarísimo: Land Rover. Nuestro Discovery camper ha sido el protagonista indiscutible de los viajes de este año. Las escapadas por la península han sido incontables: Duratón, Alentejo, Costa Occidental asturiana, Cantabria, Urbasa, Bosques de León, Costa vasca... y es posible que alguna me quede atrás. Pero la corona la tienen dos grandes viajes "Overlander". El primero de ellos por la costa Azul francesa, Provenza, Piamonte, Alpes, Suiza y vuelta; y el segundo, una vuelta de 5.000 km por Marruecos incluyendo las zonas más remotas del desierto. Me cuesta creer que el obturador continúe vivo después de los miles de disparos de este año, pues la guinda del pastel ha sido Escocia en noviembre, un viaje puramente fotográfico en autocaravana en el que he tenido la oportunidad de disfrutar de paisajes en los que me dolía el dedo de tanto disparar (también un poco por el frío).

 

    Pues aquí cierro el año fotográfico, no sin antes mencionar mi malogrado dron, que debe seguir encallado en un risco de la provincia de León, pero que antes de irse me ha dejado varios miles de fotos, una de ellas tiene cabida en esta selección. Afronto el 2023 con la sencilla esperanza de que, si es la mitad de bueno para mi que el 2022, ya será un gran año.

 

     Espero que os guste esta selección que con tanto cariño he preparado, muchas gracias por leerme.

 

 

 

 


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La última foto con mi dron

 

    Podría haber sido una sesión como cualquier otra, pero no, aquella tarde parecía que estaba destinada a ser la última tarde con mi dron. Fin de semana por los bosques del norte de la provincia de León y para el dron tenía preparada una sesión en la hoces de Vegacervera, un precioso cañón excavado por el río en un prominente monte calizo.

 

     La sesión en la hoces me dejó sin habla nada más comenzar, las tomas de vídeo eran tremendas: entre las paredes de roca  seguía al coche por la carretera sinuosa que recorre el fondo del cañón. El sol se colaba desde el fondo para crear un juego de luces que destacaba por el claroscuro pero suavizado por la luz que refleja la roca blanca de las paredes, la sesión me iba a dejar material de vídeo y fotos de un nivel buenísimo.

 

     Al final del cañón paramos para planificar la última toma, el dron pasaría entre dos curvas del cañón para intensificar la sensación de dramatismo grabando cerca de las paredes. Seguí la regla de oro al volar un dron marcha atrás: antes debes haber pasado hacia adelante y, sin desviar la trayectoria, realizar el vuelo hacia atrás. Cometí un error fatal.

 

     Justo antes de comenzar a volar hacia atrás, después de haber seguido la regla, moví el mando en un descuido pero volví a colocarlo en la misma posición, o al menos eso creía yo. Un minúscula desviación en el eje provocó que 100 metros más atrás se tradujera en que el dron se había desviado varios metros de su trayectoria hacia delante y chocó contra la pared. Es una sensación horrible ver la imagen del dron dar vueltas mientras intuyes que a 100 metros cae rodando pared abajo. El dron quedó enganchado en unas ramas (tal como se ve en la foto de abajo) y allí es posible que siga dos semanas después. Trataron de rescatarlo al día siguiente unos escaladores, pero no hubo suerte.

 

     Después de 200 horas de vuelo y más de 1000 fotos allí se separó mi camino con ese pequeño aparato. Parece mentira que pueda llegar a establecerse un vínculo emocional con una máquina inanimada pero ese dron ha sido el responsable de materializar mis ilusiones fotográficas y haberlo perdido de ese modo me deja un hueco creativo muy importante. 

 


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Con los pies en la tierra

 

 

     Todavía me cuesta creer que haya tanta gente que ignora que a sólo unas horas tenemos un paraíso para la aventura que se llama Marruecos. Recién llegado, aún me cuesta bajarme de la nube y poner los pies en la tierra, aún sigo en esa burbuja de evasión, libertad y horizontes infinitos; aún sigo con la mente a 1000 por hora tratando de resolver los inconvenientes que nos surgían cada día, días en los que sabíamos dónde comenzábamos pero no sabíamos dónde acabaríamos.

 

     Cuando planeamos el viaje por Marruecos teníamos clara cual era la primera premisa: no definir una ruta, simplemente resaltar en nuestro mapa los lugares más destacados e investigar un poco sobre cada uno de ellos para dejar que el resto vaya surgiendo de manera espontánea. En un lugar en el que las distancias no se miden en kilómetros, si no en tiempo, es fundamental no depender de un plan para que el plan sea perfecto.

 

     Han sido días de cansancio, calor (mucho calor) e, incluso a veces, incertidumbre; pero todas estas emociones empequeñecen ante los inmensos horizontes del desierto, las luces de tormenta en el Atlas, la bondad que te transmiten algunas personas que te cruzas en el camino y, sobre todo, la sensación de libertad: ese momento en el que no sabes cuántos días llevas viajando, cuantos te quedan ni qué día de la semana o del mes estás, es cuando realmente desconectas de la monotonía. 

 

 

 

    Hace sólo unos días estábamos durmiendo bajo las estrellas en medio del desierto de Erg Chegaga, cruzando Iriki subidos a la baca a toda velocidad, ensimismados con las manadas de camellos, burros, addax, gacelas... hemos conectado de algún modo con el aislamiento de los pueblos más remotos del alto Atlas, nos hemos puesto a prueba a temperaturas de hasta 45 grados y también hemos puesto a prueba a nuestro coche conduciendo durante más de 10 horas seguidas cruzando pedregales y campos de dunas. Todo lo bueno nos lleva a recuerdos agradables pero todo lo malo nos enseña a apreciar los pequeños lujos cotidianos como una botella de agua fría en la nevera o una ducha. Nuestros cuerpos han vuelto a lo cotidiano, pero nuestros corazones aún siguen suspensos en la libertad, la evasión y la aventura de estos días por los lugares más remotos de Marruecos.

 


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Cómo y cuándo fotografiar el arco de Mesquitero

 

 

     Lo cierto es que conseguí llegar al arco, muestra de ello es esta foto. Una foto a media mañana, una luz tan penosa que casi no se me ocurren condiciones peores, pero lo importante es la lección que me traigo: con la mar no hay margen de error, la marea marca cuando y cómo; el arco de Mesquiteros es el ejemplo ideal para esto.

 

     Sabía que hay un paso en el acantilado que sólo queda accesible con la marea a un nivel determinado. Con las mareas vivas y un índice muy alto de mareas sabía que se complicaba la cosa, además, estas mareas coinciden con el amanecer y atardecer, aún así me aventuré a ir. Al llegar allí vi pude ver como era imposible pasar a medida que el sol se acercaba al horizonte, esto es lo que llamo sufrimiento fotográfico, tener un acontecimiento extraordinario frente a tus narices y no poder fotografiarlo. Lo peor de todo era darme cuenta que por la mañana tampoco iba a poder pasar para el amancer, las indicaciones sobre las mareas de mi amigo Senén Cadenas se cumplian casi al minuto.

 

     Fotografié el crepúsculo, cuando apenas se podía intuir el arco recortado contra el cielo nocturno, allí me encontré a Marcus Medwed, que se ha venido desde Alemania en su autorcaravana para pasar 3 semanas fotografiando la costa norte de la península. A la mañana siguiente algo parecido, con el sol en lo alto pasé para conocer el sitio de día, pero al amanecer me encontré a otro pobre que había intentado llegar y no había podido.

 

     De vuelta a casa no dejaba de darle vueltas y me parecía muy cruel planificar un viaje y no poder hacer la foto por no contar con la información suficiente. Por eso, lo primero que creo que hay que tener en cuenta es dónde está el arco, límite de mareas, cuál es el paso y dónde dejas el coche en la zona de la playa de Campiecho:

 

 

 

    Pero mucho más importante que esto es saber cuándo se puede cruzar el punto en el que el acantilado corta el acceso. Para ello hay que saber que el paso queda libre en una marea de +0.25 m aproximadamente (si está subiendo no te arriesgues porque quedas atrapado 6 horas y si hay temporal tal vez no lo cuentes). Con esta premisa he calculado para los próximos meses cuándo queda el acceso libre y he contrastado esta información con la franja en la que se pueden encontrar luces favorables del amanecer y atardecer. Para ello he realizado la siguiente tabla: 

 

     Su interpretación es muy sencilla, por ejemplo, en la columna de la izquierda buscas el día que quieres fotografiar el arco: el 11 de septiembre. Ese día tienes luces favorables desde las 7:00 h a las 8:30 h pero la marea no te va a permitir pasar hasta las 8:00 h, vas a estar muy justo ¿verdad? Ese mismo día para el atardecer lo tienes un poco mejor pues las luces favorables comienzan a las 20:00 h el paso se abre a las 20:30 h. Pero si realmente quieres tener la certeza que puedes pasar debes hacerlo con las "mareas muertas".

 

     Para consultar las mareas yo siempre utilizo tablademareas.com, es muy sencillo y te muestra de forma visual la curva que toma la marea a lo largo de cualquier día, recuerda que para que puedas pasar la línea debe estar (aproximadamente) por debajo de cero. Esta información la contrastas con cualquier web que te indique la hora de puesta, salida de sol y amanecer/náutico (al menos) y ya tienes las herramientas para que no se te frustre una bonita sesión fotográfica en uno de los puntos estrella de nuestra costa.

 

 


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Los paisajes del corazón de Europa

 

 

     No puedo comenzar diciendo que el recorrido que seguimos fuera improvisado, viajamos con nuestro Land Rover camper y esto requiere en muchas ocasiones tener que programar (aproximadamente) dónde paramos a dormir. También sabíamos que queríamos ver la costa Azul francesa, tal vez Valensole en la Provenza, también tenía ganas de volver a Suíza... el resto fue improvisación y recurrir a los miles de localizaciones que tengo guardadas.

 

     El día que comenzamos realizamos una tirada larga hasta Pau, en el sur de Francia para dormir en el Bôis du Commander (Bosque del comandante pero mola más como suena en francés). A la mañana siguiente salimos temprano para llegar, en nuestro primer día real de aventura a visitar Arlés, la mítica ciudad de los pintores impresionistas, y el parque natural de Camargue, un paraíso para la observación de aves, especialmente flamencos. No sabíamos dónde pasar esa noche y vimos que nos quedaba cerca el parque natural de Alpilles y digo con casi total seguridad que ha sido el lugar más idílico en el que hemos pasado una noche en todo el viaje.

 

 

 

     Tercer día y tocaba el turno del parque nacional de Calanques, sitio que nos decepcionó: primero por la masificación y, segundo, por las amplias expectativas que teníamos. Decidimos continuar por la costa azul para llegar a la zona de Tolón, más concretamente a la playa de Estagnol, y esta si fue interesante: unas rocas preciosas para fotografiar y una playa idílica típica mediterránea: agua turquesa, arena blanca y grandes pinos alrededor. 

 

     Desde costa Azul hicimos una pequeña inmersión en la Plateau de Valensole para visitar los populares campos de lavanda. Desde que tengo uso de razón fotográfica quería tener frente a mi cámara estos campos y la verdad es que no decepcionaron, es imposible describir con palabras las sensaciones que se viven allí porque hay un factor que las letras o las imágenes no pueden reflejar con fidelidad: el olor a lavanda que invade el ambiente. La zona es muy agradable y las posibilidades para dormir eran muchas, nos apartamos a un bosque para seguir fotografiando a la mañana siguiente.

 

 

 

 

     Dejamos Valensole para avanzar por la costa, visitar Mónaco y retirarnos a dormir a Tende, en el Parque Nacional de Mercantour. No es un centro turístico de primer nivel pero el valle de río Roya, del que seguramente no habrás oído hablar en la vida parecía anclado en el tiempo, es como volver a los años 50. Agreste, genuino y con un aire de misterio que hizo que la experiencia en esta zona fuera especialmente intensa.

 

     Un derrumbamiento en un puente del valle del Roya hizo que tuviéramos que desandar camino para tratar de llegar al Piamonte y Turín por la costa pero esto nos permitió disfrutar de algún pueblo más de costa como San Remo. Turín nos decepcionó, poco que decir, con lo que tras una fugaz visita nos fuimos a pasar la noche más horrible de camper que recuerde: rodeados de campos de arroz, edificios tétricos abandonados, arañas del tamaño de un puño, millones de mosquitos tigre por todas partes... pero entre aquel infierno se erguían las ruinas del templo de la Madonna delle Vigne.

 

 

     Cansados de calor, insectos y noches tórridas decidimos orientar la siguiente etapa hacia el norte y el increíble lago Orta nos recibió con una zona camper increíble, monumentos, un pueblo tan acogedor como genuino y la bucólica isla San Giulio. Nos recreamos en el lago, casi más que en ningún otro sitio del viaje para la mañana siguiente afrontar el trayecto más complejo para nuestro Land Rover adulto: atravesar los Alpes. Lo hicimos por el paso de San Bernardino y lo cierto es que, incluyendo dos paraditas técnicas para disfrutar las vistas, se nos hizo sencillo. Pasamos la tarde en Liechtestein, su capital Vaduz, visita exprés pues tampoco da para mucho para terminar en una granja a orillas del lago suizo de Lucerna para pasar la noche.

 

     Aunque los días nos estaban cundiendo éramos conscientes que Suiza era nuestro último país, pero aún quedaba mucho camino por recorrer en este pequeño gran país. Visitamos Lucerna y nos dirigimos a Interlaken y de ahí a Kandesteg para coger el teleférico a Oeschinesee, lugar mágico que visité en mi infancia y que me trae grandes recuerdos. Pasamos la noche en un bosque cercano a Interlaken para consultar la meteo y decidir que el día siguiente pasaríamos el Fulka pass y visitaríamos el glaciar Aletsch, y así fue.

 

 

     Me equivoqué de teleférico, el mejor es el de Fiesch, sin embargo con el de Betten tuvimos la oportunidad de quedarnos a los pies del pico Bettmerhorn y subir los últimos metros hasta su cumbre. Vistas increíbles del glaciar y vuelta en un teleférico atestado de turistas. Bajamos por el valle hasta Martigny, un valle repleto de viñedos y con una luz de atardecer preciosa que se colaba entre las cumbres más altas de los Alpes. Al anochecer llegamos a Gruyéres, si, el pueblo del queso, que no sólo tiene una gran oferta gastronómica, si no que además es realmente encantador. Pasamos la noche en un bosque cercano al pueblo para repetir visita a la mañana siguiente. Tras Gruyéres pusimos rumbo a Berna, la capital, visita nostálgica a la ciudad en la que pasé varias temporadas de mi infancia y al caer la tarde nos fuimos dormir a orillas del lago Neuchatel, esto se acaba. 

 

     Nos quedaba el último día, o visto de otra manera, el día que emprendíamos la vuelta. Por la mañana visitamos las Gorges de L'Areuse y me sucedió una de las cosas más extrañas que he vivido en mi vida. El sitio es idílico, el río se encajona en un estrecho cañón de bosque atlántico, eso en otoño tiene que se una gozada pero aquel día nos encontramos varias señales (una de ellas de un chico que se había matado allí hacía pocos meses) que nos indicaron que no parecía buena idea estar allí. Visitamos el monasterio de Rommanmotier-Envy y de ahí nos fuimos a comer y dar un baño al lago Ginebra. Y llega el final, o el principio de la apoteósica vuelta de unos 1500 km hasta casa.

 

 

 

     Con tantos días rodando por sitios tan fotogénicos tengo que decir que muy mal se tiene que dar para no hacer alguna captura memorable. Me traigo algunas fotos buenas, pero sobre todo grandes recuerdos y la satisfacción de haber disfrutado una experiencia única, nómada y encantadora.


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El mes de las flores

 

 

     Algunas veces con más entusiasmo que otras, cada año por estas fechas retomo la recopilación de especies para mi herbario fotográfico. Este año, en lo que a la parte fotográfica se refiere, apenas he recopilado media docena de especies, el verdadero trabajo no está detrás de la cámara, si no detrás de la pantalla del ordenador para identificar la especie recopilada. Por eso me he lanzado a renovar las plantillas y a incluir una nueva categoría de fichas que, tengo que reconocer, que me resulta muy motivadora. Esta nueva plantilla, manteniendo la estética y la estructura general, incluye algunas novedades con respecto a la anterior:

 

 

 

1. A las categorías existentes de Cultivo, Forestal, Fungi, Herbáceas y Jardinería se incluye la de Botánico. Esta categoría, que podría incluirse en la de jardinería, prefiero diferenciarla para incluir especies que se encuentran en colecciones de Jardines Botánicos y centros de investigación, para de ese modo dejar la categoría jardinería exclusivamente para aquellas especies cultivadas en el ámbito doméstico o público exclusivamente con fines ornamentales.

 

 

2. He tenido constancia que, aunque no han llegado a ser con fines comerciales, hay algunas fichas de mi herbario que se han usado en el ámbito público sin citar la fuente y sin autorización. Mi única motivación a la hora de realizar este trabajo es la de disfrutar del proceso de creación, sin embargo, quiero dejar presente que si alguien quiere compartir el contenido debe informar y citar la fuente.

 

3. La estructura de la etiqueta se ha modificado para dejar espacio a más información. Especialmente en las fichas de botánico no tiene sentido hacer referencia a "Hábitat y protección"; considero más correcto hacer referencia al hábitat originario e incluir información sobre el Botánico o institución en la que se ha recolectado la especie.

 

4. ¿Cómo no? se trata de un herbario fotográfico y, como tal, debe aportar información sobre la técnica fotográfica (amigos aficionados a la fotografía que lo han consultado han echado de menos información en este sentido). Por eso, aunque sea información muy escueta, en una línea cuento el equipo y los ajustes básicos seleccionados para una de las imágenes, sin entrar en detalles sobre técnica o edición.

 

5. En la mayoría de las más de 130 fichas realizadas antes de esta modificación de la plantilla, las dos líneas reservadas para el apartado "Usos" me resultaban insuficientes. Esta modificación de la plantilla me permite incluir una línea adicional.

 

6. Por último, no tenía sentido realizar una serie basada en una cifra límite: el herbario comenzó con un principio y un final limitado a 120 fichas, pero me aportó tal satisfacción trabajar en él que me planteé alimentarlo cada año, aunque fuera con media docena de fichas. Esta referencia de ficha incluye la numeración seriada de tres dígitos 4 dígitos correspondientes a la fecha de realización de la ficha en formato AAMM, el código ISO de tres cifras que identifica al país, y tres letras que me permiten realizar una clasificación generalizada en mi archivo en función de los clados suprafamiliales: Angiosperma, Gimnosperma, Pteridofita...

 

Puedes consultar mi herbario en el siguiente enlace:

 

 https://www.pablossanchez.com/herbariofotográfico

 


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El oxígeno de las aventuras

 

 

     Me ha costado muchos años y mucho esfuerzo aprender que el mundo no se acaba porque las cosas no salgan como las habías planeado. Antes de comenzar un viaje puedes tener en mente varias fotografías que es muy probable que nunca llegues a hacer. Muchas veces serán causas ajenas, otras propias pero siempre hay un denominador común: la imprevisibilidad. Y me atrevo a afirmar que, aquello mismo que te deja sin conseguir las fotos que habías planeado, es lo mismo que te ayuda a encontrar las que no esperabas.

 

     Hemos hecho una escapadita de tres días por el centro de Portugal con nuestro Land Rover camper. Comenzamos por Tomar, Sintra, Cabo da Rocha, visita fugaz a Lisboa, Carrasqueira y la zona megalítica de Évora. Un plan de vértigo para pocos días en los que, además, tenía encajadas dos sesiones de atardecer: una en la famosa praia da Ursa, al oeste de Lisboa y otra en los muelles de Carrasqueira. Ni una ni otra sesión pude fotografiar.

 

     Para acceder a praia da Ursa se requiere un esfuerzo considerable: hay bajar el acantilado hasta el nivel del mar. Me atrevería a insistir en que mis cálculos estaban bien hechos, pero cuando llegamos el aparcamiento ¡faltaban 3 horas para que se pusiera el sol! ¿qué había fallado? debí hacerme un lío con nuestro reciente cambio de hora y el huso horario diferente de Portugal. La consecuencia fue renunciar a hacer esperar a Jenny esas 3 horas, más lo que se alargara la sesión tras la puesta de sol, más la vuelta de la subida del acantilado.

 

     A los muelles de Carrasqueira llegábamos por los pelos, con el tiempo justo para sacar la cámara para empezar a disparar, pero no pudo ser. A sólo 10 minutos del destino tuvimos que hacer una parada fisio-técnica en la cuneta, tras la cual, al volver a arrancar el coche se negó. En un primer momento no me preocupó demasiado, era el típico día gris plomizo que no prometía nada excepcional. Me equivocaba, mientras seguíamos tratando de arrancar al más puro estilo Sainz-Moya, el cielo se teñía de naranja intenso, las fotos que hubiera conseguido hubieran sido realmente espectaculares.

 

     Ya no sufro por estas cosas, se que lo realmente interesante es lo que te encuentras fortuitamente: el convento abandonado de la foto, un lugar que pudimos recorrer durante horas y en el que perdimos la noción del tiempo. No revelaré su localización para que los dueños no corten la entrada los visitantes esporádicos que se dejan caer por allí. Todo en el viaje forma parte de la vivencia: lo que planeas y no sale, pero sobre todo lo que no planeas y sale, y ese encuentro fortuito es la chispa que mantiene viva la llama de la aventura y la búsqueda de nuevas experiencias.

     

 


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Caminar por el filo

 

 

     Desde que comencé a cortar las primeras maderas, para camperizar el Land Rover Discovery con el que estamos viajando últimamente, surgieron las dudas con respecto a la legalidad vigente para pasar la noche en el coche. La normativa es muy extensa y se vuelve realmente compleja si tenemos en cuenta que está regulado a nivel autonómico. Por otra parte está la percepción popular sobre el mundo camper, en este sentido las opiniones varían desde los que lo ven como un modo de viajar más sostenible hasta los que nos demonizan tachándonos de ilegales.

 

     Hace pocos días nos dejamos caer por la zona de las hoces del Duratón en Segovia. La belleza del parque natural, el rico patrimonio de esa parte de la provincia de Segovia y la abundancia de montes y caminos públicos hace de esta zona un paraíso para los amantes del camper. Llegamos cerca del parque cuando caía el sol y "montamos campamento" a la orilla de un camino en un pinar. Cena tranquila, unas cervezas y un paseo a la luz de la luna llena para visitar el mirador del convento de la Hoz por la noche.

 

     A la mañana siguiente tenía en mente una foto desde esa misma localización, volví a recorrer el camino hasta el mirador y allí estaba aparcada una furgo camper (y pernoctando puesto que tenían las zapatillas a los pies de la puerta trasera), debió llegar en mitad de la noche pues cuando volvimos sobre la 1 de la madrugada no había ningún coche en el aparcamiento. Al llegar al mirador por la mañana era un auténtico espectáculo ver a los buitres posados en lo alto de la pared del cañón. Peleaban, volaban, pillaban térmicas, volvían a posarse ¡y todo esto a menos de 100 metros de mi!

 

     Al terminar la sesión volví a por Jenny para que pudiera ver a los buitres pero, para nuestra sorpresa, en lugar de buitres estaban las dos personas que habían pasado la noche en la furgo camper, a pesar del cartel que prohibía expresamente el paso para no molestar a la fauna. Era evidente que los buitres revoloteaban esperando que su posadero quedara libre de intrusos (puede verse uno de ellos en la esquina superior izquierda de la foto).

 

     La cuestión a la que quiero llegar es que viajar en modo camper requiere una dosis extra de civismo, cuando pernoctas de manera irregular, en una zona no habilitada o, incluso, como es este caso, te importa más tu experiencia (y la foto para Istagram) que respetar las normas del espacio natural que visitas, estás perjudicando a todos los que viajamos de este modo, tratando de ceñirnos a la estricta normativa que nos ahoga; normativa que, por otra parte, será cada vez más restrictiva mientras anden sueltos estos incivilizados ciber-aventureros de fin de semana que se pasan todo por su santo arco. 

     

 


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Creer en las casualidades

 

 

     Puedes pasar mil veces por un mismo sitio y no te fijas en los detalles, pasas de largo, absorto en tus pensamientos como si estuvieras aislado en una burbuja que te impide observar lo que tienes alrededor. Eso me ocurre en muchas ocasiones cuando salgo a correr: los mismos caminos, los mismos baches, charcos... e incluso te cruzas más o menos a la misma hora con las mismas personas.

 

     Un día como cualquier otro, pasando por el mismo sitio por el que paso varias veces todas las semanas, me llamó la atención una extraña acumulación de piedras a un lado del camino. Me acerqué y descubrí que se trataba de algo más complejo, premeditado y, sobre todo, enigmático. Lo recorrí y me recreé en su estructura durante un par de minutos en los que empezaron a surgir preguntas como ¿quién? ¿porqué? ¿cuándo? Pero sobre todo ¿Cómo será desde el arriba?

 

    Para dar respuesta a la última de estas preguntas me fui con el dron y las pilas bien cargadas a dar un vuelo por la zona ¿Cuál fue mi sorpresa? a lo lejos observé en lo alto de la colina una persona que acarreaba piedras. Lo que pensé que era una contrucción finalizada y abandonada en realidad no lo era, seguía viva y allí estaba Ricardo Nicolás, su creador. Durante la sesión de fotos con el dron compartimos charla, me contó cuando, porqué y, sobre todo, cuál era el verdadero significado de su obra.

 

     Siempre he sentido un vínculo especial con este tipo de manifestaciones artísticas, conocidas en el mundo académico como Landart. Me parece que están rodeadas de misterio, son algo espiritual que conectan al hombre directamente con el medio, curiosamente, no he sido el único al que le ha transmitido buenas sensaciones el lugar en el que está construido el Observatorio Vida Libre, tal como lo llama Ricardo Nicolás. Detenerme un instante en lo alto de esa colina cuando salgo a correr me ha aportado algo más que recuperar el aliento ¿pueden ser las vistas? es posible, pero es cierto que ese día descubrí que, por algún motivo, se trata de un sitio especial para muchas de las personas que pasamos por allí. 

 

    Las casualidades existen: Ricardo Nicolás se moría de ganas por observar su obra desde el aire y allí aparecí yo con mi dron. Mis incógnitas sobre aquella misteriosa construcción parecía que nunca iban a obtener respuesta y allí estaba su creador esperándome para contarme los detalles más íntimos de este lugar tan especial.

 

     

 


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Hacer volar la imaginación

 

 

     Hace más o menos un año que contaba por aquí cuales eran mis primeras impresiones con mi dron Dji Mini 2, pues bien, hasta ahora, en todo este tiempo no he encontrado una idea que me motive o un proyecto sobre el que trabajar. Durante el último mes ya he hecho más sesiones y fotos que en todo el año anterior ¿qué me ha motivado a fotografiar con el dron? ¿en qué consiste este proyecto?

 

     Desde hace varios años revolotean por mi cabeza imágenes de campos de cultivo invernales, no nos vamos a engañar: el invierno es muy largo y dónde resido habitualmente hay campos por todas partes, aprovechar estas circunstancias significaría encontrar un filón para fotografiar. Por otra parte ahí tenía el dron aparcado, pero lo que me despertó interés fue recopilar las fotos del 2021 y encontrar que una de las más trascendentes era una cenital de un campo de cultivo.

 

     He coqueteado con la abstracción en varias ocasiones pero ahora, cuando el dron sube por encima de los 100 metros y pongo la cámara en posición vertical, el campo se convierte en un lienzo que parece sacado de los sueños más profundos del propio Kandinsky. Ver las formas caprichosas de las parcelas del campo y como se mezclan en una sinfonía de colores sólo hace que me abstraiga y mi imaginación vuele durante los 20 minutos que dura la batería del dron.

 

 



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Mis 9 favoritas del 2021

 

 

     Si hay algo que para mi caracteriza este año y me ha marcado realmente es el comienzo de "el gran proyecto": la preparación de un vehículo que me permita viajar a cualquier sitio y me de libertad. Tenemos prácticamente finalizada la preparación y camperización de un Land Rover Discovery con el objetivo principal de poder viajar a África de manera autónoma, espero poder materializar ese sueño el próximo año, mientras tanto, el hecho de haber estado inmerso en el proyecto de adaptación y mejora del vehículo me ha limitado el tiempo que he podido dedicar a la fotografía, pero aún así, este 2021 ha sido un año muy interesante para mi desde el punto de vista fotográfico.

 

     Ha habido otra gran incorporación a mis posibilidades fotográficas, desde finales de 2020 he comenzado a fotografiar con el dron. Lo cierto es que, a pesar de las oportunidades que ofrece, apenas lo he incorporado a mi rutina fotográfica y no he planeado sesiones exclusivas encaminadas a este tipo de fotografía, a pesar de ello he conseguido varias fotos de calidad más que aceptable dentro de mis exigencias.

 

     Durante los primeros meses del año se dieron las condiciones idóneas para recorrer la sierra de Gredos y Candelario en varias ocasiones. No se trataba de salidas fotográficas estrictamente hablando, pero estar en un espacio natural de tal belleza con la cámara en la mano siempre va a dar como resultado encontrar buenas oportunidades fotográficas.

 

     El gran viaje de este año ha tenido como destino Egipto. El mayor potencial del país del Nilo es la milenaria riqueza cultural de su patrimonio arquitectónico, pero además esconde dos de los mayores tesoros naturales que siempre he soñado con visitar. El primero es el desierto Blanco, un punto de visita indispensable en este país. Desde que tengo uso de razón fotográfica era un sueño que tenía que cumplir en algún momento de mi vida pasar una noche en ese desierto tan maravilloso. El segundo tesoro natural en Egipto es el mar Rojo, un punto de biodiversidad marina de los más importantes del planeta.

 

     Más allá de eso hemos realizados dos viajes "inaugurales" con el Land Rover camper, en el primero de ellos recorrimos los Pirineos por la vertiente francesa. Allí visite varias localizaciones nuevas pero también volví a otros viejos conocidos como Iraty o el valle de Ansabere, un lugar realmente extraordinario pero que se me resiste para conseguir alguna foto que pase mis criterios mínimos. El segundo viaje era un destino que llevaba en mi lista de pendientes varios años: buscar lince en libertad en la zona de Andújar.

 

     Termina el año con la germinación de lo que será el proyecto más importante de mi trayectoria en el mundo de la fotografía (aún no puedo contar nada de nada). Ha sido un año en el que he conseguido algunas fotos de nivel más o menos aceptable, pero creo que en general, a pesar de los viajes y salidas fotográficas el resultado no ha estado a la altura de las grandes posibilidades que he tenido. Si fotográficamente no ha sido un año especialmente productivo, ha supuesto el punto de partida y despegue de mis proyectos fotográficos más ambiciosos.

 

Espero que disfrutes de esta selección que con tanto cariño he preparado, gracias por tu visita.

 

 

Luces y sombras del desierto Blanco.

Rayo de sol en el templo de Abydoss.

Riscos de la garganta de Bohoyo.

Arco de Arno en Otoño.

Perdido en el laberinto de hayas.

Atardecer en la sierra de Candelario.

Bosque mágico de Iraty.

Contemplando el universo en el desierto Blanco.

Alpenglow en As Torris.



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Buscando linces en Andújar

 

    Volvemos a la carretera y el viaje comienza con la incertidumbre sobre cómo nos afectará el frío en nuestro 4x4 camper. Las temperaturas para las noches de comienzos de diciembre en la zona de la sierra de Andújar eran bajas, muy tímidamente superarían los cero grados. El primer trayecto lo realizamos sin paradas, llegamos bien entrada la noche y dormimos junto al río Rumblar, la antesala de Andújar, donde la mañana siguiente amaneció con frío y niebla.

 

     El objetivo del viaje era observar al lince ibérico en libertad. El optimismo, que estaba muy empoderado por las instrucciones de amigos que habían estado en la zona, poco a poco se fue desvaneciendo a lo largo de la primera jornada de búsqueda. Tiramos la toalla cuando el crepúsculo apenas nos permitía distinguir sombras entre las ramas de los árboles, abandonábamos la zona lince pero un grupo de personas en el arcén nos indicaba algo muy claro: estaba por allí.

 

     Ni más ni menos que cuatro ejemplares acababan de pasar por allí. A más de 100 metros, cuando con mi propia vista apenas podía distinguir una sombra, con el ISO alto de la cámara pude fotografiar dos ejemplares. Sólo fueron unos segundos, pero la emoción estaba por las nubes al haber tenido frente a mi al fantasma de nuestros bosques, el felino más amenazado del planeta.

 

     Este encuentro no nos hizo más que ponernos los dientes largos y, a la mañana siguiente, pusimos rumbo a la zona en la que lo vimos el día anterior. La búsqueda fue infructuosa en esa segunda jornada, tal vez si hubiéramos esperado al crepúsculo podría haber habido suerte pero teníamos otros planes para ese viaje. Cruzamos el parque natural de la sierra de Andújar de sur a norte para observar las grandes manadas de ciervos y gamos, la experiencia de tener un gran macho a escasos metros y que te mire directamente hizo que se nos olvidara por un momento lo escurridizo que era el lince.

 

     Dejamos Andújar atrás y buscamos una buena zona para pernoctar, no podía faltar la hoguera para calentarnos y cocinar una deliciosa cena, a la brasa todo sabe mejor. Con las primeras luces del siguiente día y envueltos en una densa niebla partimos dirección Cáceres, dónde teníamos una cita con José María Benítez en el centro de recuperación de fauna Los Hornos, en Sierra de Fuentes. Allí vive Nautilus, un lince retirado del programa de cría en cautividad por un problema genético, aunque no hay nada como poder ver este animal en libertad, la mirada directa, profunda y penetrante de este animal tiene la capacidad de cortarte la respiración por momentos. 

 

 


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Porqué nunca me convertí en fotógrafo profesional

 

 

 

 

     Muchas personas cuando ven que haces buenas fotos y, sobre todo, cuando le transmites la pasión que sientes por la fotografía, te lanzan la eterna pregunta: — ¿Porqué no te dedicas a esto? Ante esta cuestión la respuesta la tengo más o menos clara, pero primero necesito contarte qué hice hace unos días.

 

     Como tantas veces que salgo a fotografiar me levanté a las 5 de la mañana, me vestí para la ocasión y un buen trayecto en coche para llegar a Urbasa. Allí elegí una zona que ya conozco pero que tenía ganas de explorar más a fondo. Con el color del otoño en pleno auge, el tiempo de perros ideal para este tipo de fotos y con todo el día por delante fotografiando en el bosque, las horas se convirtieron en minutos.

 

     Pasé el día literalmente perdido por el Laberinto de Katarri entre hayas, rocas, musgo y niebla. Volví al coche con la tarjeta de la cámara bien cargadita de buenas fotos, las baterías agotadas y esa inexplicable sensación de satisfacción por haber pasado un día increíblemente bueno para fotografiar.

 

     ¿Porqué nunca he querido ser fotógrafo profesional? es posible que jamás volvería a tener días como este, de hacer fotos cuando, dónde y cómo me apetece. En 2015 trabajaba con varios clientes y estaba en el camino para desvincularme de mi actividad laboral para dar el paso hacia la profesionalización en fotografía. Por una parte los ingresos no parecían proyectarse hacia niveles que me pudieran satisfacer y, por otra parte mucho más importante, la fotografía comenzaba a convertirse en una obligación, perdiendo así parte del significado que tenía para mi hasta ese momento.

 

     Cuando algo ocupa un lugar tan importante en tu vida, como es para mi la práctica de la fotografía de naturaleza, creo que es importante protegerla: si me hago profesional y la fotografía pasa a ser una obligación, dejándome de aportar esos valores emocionales y personales, estaría perdiendo una parte importante de mi. Proteger lo que significa para mi la fotografía y lo que me aporta es el verdadero motivo por el que nunca he querido convertirme en fotógrafo profesional.

 

 


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¿Cómo vas con lo de cumplir tus sueños?

 

 

 

     A la mayoría de las personas les resulta demasiado fácil ponerse excusas sobre porqué no está haciendo nada para cumplir sus sueños. Un coche, un tipo de casa, familia, viajes... todos, cuando comenzamos a tener uso de razón, empezamos a plantearnos unos objetivos que, en la mayoría de las ocasiones terminamos por dejar en el olvido y preferimos seguir una vida lineal, estándar y, en ocasiones, ajena a nuestros principios.

 

     Aunque parezca demasiado idealista, mi primer sueño, cuando comencé a madurar, fue realizar una travesía en bicicleta desde España hasta Kamchatka, Rusia ¿Porqué? no recuerdo bien los motivos y, ahora, desde el tipo de vida que llevo y aunque ese sueño no forme parte de mis prioridades me pregunto una y otra vez porqué, con 20 años, sin obligaciones y con la remota posibilidad que tenía para hacerlo ¿porqué no lo intenté?

 

     En esa época surgieron otros sueños, el primero y en el que más ilusión he puesto ha sido en encontrar a mi pareja ideal, alguien con quien compartir todo, lo que viene siendo una compañera de vida, en eso he tenido toda la suerte que he podido tener y sigo viviendo día a día en ese sueño. Pero, además, surgieron otros pequeños y grandes sueños: desde visitar los grandes monumentos de la humanidad como el Taj Mahal o Angkor hasta realizar un trek por el Himalaya hasta Namche Bazaar o fotografiar en el remoto desierto Blanco de Egipto.

 

     Estas líneas, además de para hacer autoexamen de conciencia (y consciencia), sirve para plantear la situación a quien lo lea: si tienes algún sueño por cumplir no dejes que lo cotidiano te aleje demasiado de la posibilidad de alcanzarlo. Se realista y plantéate los más accesibles primero, la enorme satisfacción en el momento de cumplirlo y la recompensa del recuerdo son sensaciones muy placenteras, esto lo digo sólo un mes después de cumplir uno de mis sueños, con el recuerdo muy fresco de pasar la noche fotografiando en el desierto Blanco.

     


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Dejarse llevar por un desconocido

 

 

    Con la maletas aún a medio deshacer comienzo a escribir estas primeras líneas sobre el que ha sido, sin lugar a dudas, el viaje más complicado que haya realizado jamás: se trata de Egipto. Casi todo el mundo identifica indudablemente este destino con pirámides y la milenaria cultura egipcia, quién conoce un poco más tal vez haga referencia al crucero por el Nilo parando de templo en templo. Pero estos "convencionalismos", si se me permite la expresión,  no son mi estilo.

 

     Cuando viajo a un destino extranjero, especialmente en países en los que la cultura en tan diferente a la mía, me gusta salir de los circuitos turísticos; por lo general el Ministerio de Asuntos Exteriores suele dar una serie de recomendaciones que son totalmente opuestas a tener la oportunidad de integrarte, si existe alguna posibilidad, con la gente de ese lugar. 

 

     La mayoría de personas que visitan Egipto flotan sobre la superficie de una cultura profundamente rica, se mantienen en una burbuja de confianza, seguridad y confort para evitar a toda costa que asome el miedo, fundado o infundado por el desconocimiento y la desconfianza. Esta es la mayor barrera, la del desconocimiento, el miedo a "cualquier cosa" pero siempre, siempre, la experiencia me ha demostrado, y he podido comprobar en otras personas, que el hecho de conocer los peligros reales te hace: por una parte tener la confianza de que algo puede pasar o no, y por otra estar preparado y saber evitar el peligro real.

 

     Mi viaje a Egipto se ha salido de todos los estándares y, cuanto más me he alejado de estos, más profunda y enriquecedora ha sido la experiencia: dejarte llevar por un buscavidas que te ofrece cualquier cosa que te pueda llamar la atención con el único objetivo de obtener una recompensa económica puede ser interpretado como una molestia, un riesgo o un peligro, pero también supone una oportunidad. Mientras recorríamos una parte poco turística del bazar Jan el-Jalili en la zona antigua de Cairo nos "asaltó" uno de estos buscavidas ofreciéndonos una lista interminable de productos y servicios, pero hubo uno que me llamó la atención: visitar una antigua mezquita que no está abierta a turistas.

 

     Una mezquita con 700 años sobre sus muros que parecía sacada de una historia de Las mil y una noches: piedra y mármol negro, pasadizos estrechos y oscuros, madera que parecía llevar allí una eternidad... cualquier detalle que observamos mientras recorríamos ese lugar nos parecía transportar a una época lejana en la que la mezquita, ahora olvidada entre calles sucias y bulliciosas, ofrecía un remanso de paz y espiritualidad a los fieles.

 

     Terminamos subiendo al minarete: unas escaleras de caracol tan estrechas como oscuras se abrían en lo alto a un destartalado balcón de madera, que me ofreció la que para mi ha sido la mejor panorámica sobre Cairo. Espero no olvidar nunca las sensaciones que me invadieron al contemplar la trágica decadencia que se extendía ante mi, aquella extensión casi infinita de tejados constituía un paisaje tan decrépito que rozaba lo sublime, por suerte, creo que si observo esta foto y cierro los ojos puedo transportarme durante un instante a lo alto de aquel minarete para revivir aquella profunda experiencia.

 


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Una vuelta a Pirineos

 

    Desde enero hasta agosto he estado trabajando en la camperización de un Land Rover Discovery. La idea es viajar a África con él pero las circunstancias tanto personales como fronterizas (no quiero nombrar el maldito C**id) no eran las ideales, por eso decidimos hacer un recorrido de aproximadamente 1.500 km para explorar bosques y valles de los pirineos franceses. 

 

     Hay que comenzar desde la base que se trata de un coche muy pesado y con unos años a la espalda, por lo que la velocidad no es su fuerte. Salimos de casa al caer la noche para tratar de recortar camino y, a la mañana siguiente avanzar hasta dónde comenzaban las localizaciones que queríamos visitar, en Foix, al este de los Pirineos franceses. Dormimos esa primera noche en un punto indefinido entre Burgos y Logroño, una pista que entraba al bosque, un kilómetro hacia dentro y ese fue nuestro primer campamento ya casi entrada la madrugada.

 

     La comodidad de la noche no nos permitió madrugar mucho. La camperización no es gran cosa: tableros de madera de okume que forman módulos que encajan para formar cama o dos asientos; cojines de espuma de alta resistencia y viscoelástica; todo bastante sencillo y casero pero tras esa primera noche nos dimos cuenta que era realmente cómodo. Segundo día de camino en el que llegamos hasta Foix, pero los puertos de montaña fatigaban el coche y pasamos casi todo el día en la carretera, pocas paradas y pasando de largo por los sitios marcados para llegar casi de noche a nuestro destino.

 

     El tercer día de nuevo fue una constante de carretera para llegar de noche al aparcamiento del circo de Ansabere, en Lescún, y aquí es dónde comenzó la parte encantadora del viaje recorriendo puertos de montaña, espacios naturales y pueblos realmente encantadores. Disfrutamos de una sensación de libertad plena, caminando por los bosques, al despertar junto a un arroyo, desayunar con los primeros rayos de sol y sin otra preocupación que disfrutar del momento. 

 

     Hemos aprendido que el valor que aporta el viajar de este modo es que puedes hacerlo sin destino, sin poner metas, sin puntos de interés por los que pasar de manera obligada, esto solo hace que enturbiar la experiencia que se vuelve sublime cuando disfrutas de cada segundo. Os dejo esta pequeña galería que representa parte de las experiencias vividas aquellos días.

 

 


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El "hype" de las primeras fotos

 

    Desconozco si es un mal común a todos los que practicamos la fotografía pero en mi caso tengo que afirmar que la excitación con los resultados cuando pruebo algo nuevo en fotografía es muy grande, pasan los días y te das cuenta de lo mediocre que es lo que has hecho.

     

     Recuerdo la primera vez que probé un gran angular, un degradado e incluso un polarizador, esas primeras fotos con esos efectos que me recordaban a las que hacían mis ídolos americanos me parecían tan extraordinarios que me hubiera atrevido a hablarle al propio Galen Rowell de tú a tú si lo hubiera tenido frente a mi. Desconozco si hay algún nombre técnico o algo desarrollado sobre lo que considero una clara alteración de la percepción, pero, como he dicho, en fotografía creo que es algo bastante común.

 

     He estado varios años dándole vueltas a la idea de comprar un paramotor para realizar fotografía aérea, al final lo dejé en el olvido. Comenzaron después a llegar los drones, pero no los consideraba máquinas con los requisitos mínimos para fotografía (a mi parecer). Hace casi un año que tengo un dron, captura RAW y, aunque las carencias son muy marcadas, creo que puede estar a la altura para desarrollar algunos trabajos que encajen en sus limitaciones ópticas y técnicas. Desde que tengo el dron apenas he fotografiado con él, el poco tiempo que le he dedicado ha sido, fundamentalmente, prácticas de vuelos y probar, probar, probar...

 

     No sería la primera vez que me pasa, que la tarjeta de la cámara se me quede en el lector o las baterías en el cargador. Llegar a la localización y no poder fotografiar es un chasco, pero, por suerte, en la mochila estaba ese pequeño aparato volador. Dediqué una sesión exclusiva a fotografiar con el dron y, como me ha pasado con otras fotos que he hecho desde el aire, lo innovador del punto de vista cenital, lo extraordinario de obtener unos resultados nuevos, me ha hecho entusiasmarme (creo que) excesivamente con los resultados ¿Es esa alteración de la percepción en la que valoras excesivamente tus fotos? ¿otra vez?

 

 


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¿Cuánto cuesta una foto?

 

    Desde que sales de casa puedes poner en marcha tu tacógrafo particular, contar gasolina, equipo, material... cuanquier cosa cuantificable, pero la foto que aparece en este artículo casi me cuesta algo que no se puede cuantificar: la vida. No exagero cuando digo que me considero muy afortunado por poder estar escribiendo estas líneas, pero hace un par de días la combinación de montaña, tormenta eléctrica y trípode estuvo muy cerca de desencadenar un desastre.

 

     Amenazaba tormenta,  no lo voy a negar, con sus avisos amarillos de AEMET incluídos, pero una hora antes de salir de casa estuve muy atento a la imágen satétite a través de sat24.com para ver cómo evolucionaban las tormentas. Se estaban desarrollando dos focos principales: uno en el límite de provincias de Cáceres y Badajoz, unos 200 kilómetros al sur de mi destino y otra unos 100 km al norte, en el entorno de la ciudad de Salamanca. Todo apuntaba que la tormenta permanecería en las zonas llanas.

 

     En Hoyamoros el sol se cuela transversalmente en el circo paleoglacial duante muy pocos días antes y después del solsticio de verano, esta luz transversar tenía en mente combinarla con el climax de la floración del piorno. El pasado día 12 de junio era el día perfecto, todo encajaba, además las luces de tormenta de las zonas llanas podían ser el complemento ideal. El destino estaba fijado, comenzamos a caminar con esperanza por lograr el objetivo pero mirando de reojo los relámpagos y truenos a lo lejos.

 

     Todo parecía bucólico, sol, tormentas, flores... llegué al destino y tuve la sensación que las tormentas de Extremadura habían avanzado hacia el norte y comenzaban a llegar al sistema Central, mal asunto. Monté trípode, en lo que lo hice el cielo se volvió plomizo y todo se oscureció en cuestión de minutos. Primeros disparos y encuadres de prueba, como el que podéis ver arriba y me sorprendió el primer trueno, valoramos la situación y vemos unas "mammatus" sobre nuestras cabezas que acojonan al más valiente, tan cerquita que teníamos la sensación que podíamos tocarlas si estirábamos el brazo hacia arriba. Otro trueno y notamos como nos retumba el pecho. Hacia el coche parecía que el cielo estaba más despejado, no valoramos la situación lo suficiente y decidimos poner pies en Polvorosa para arriesgarnos a ir hacia el coche. Error.

 

    En pocos minutos estábamos en medio de un auténtico infierno: en la montaña, terreno despejado, trípode a la espalda y los relámpagos empezaban a tocar tierra. El resto del trayecto hasta el coche fue una sucesión de incertidumbre, los relámpagos impactaban cada vez más cerca, truenos, granizo... mi único pensamiento era "el siguiente cae sobre nosotros, seguro".

 

     Cometimos error tras error, fuimos imprudentes e irresponsables, pero sobre todo afortunados. Las posibilidades de que nos cayera uno de los rayos en aquellas circunstancias no creo que fueran menores al 50%. Tal vez los rayos impactaron contra los hitos metálicos de algunas cumbres, los restos de los remontadores de una pista de esquí abandonada hace años, o simplemente aquel no era nuestro día. Tengo claro el dicho que tantas veces he escuchado a mis maestros: ninguna foto cuesta tu vida, pero es imposible pensar con la lucidez necesaria en algunas situaciones extremas. 

 


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Un recuerdo a Juan Santos

 

    Improvisado y con apenas un par de horas frente al ordenador esta primavera planeamos un "Road trip" por España de vértigo. Tres días, 1.200 kilómetros y unos 20 lugares a visitar; pero entre visita y visita me encontré con algo que no esperaba: un campo de amapolas que irremediablemente me recordó a Juan Santos.

 

      Para quienes no le conozcáis os invito a que visitéis su web, dejo el enlace bajo estas líneas, pero espero contar con su permiso para recordar en unas líneas su trabajo fotográfico y cómo influyó en mi. Le conocí casi con los primeros pasos que daba El Paisaje Perfecto, en el 2015, colaboró estrechamente con el blog, en un primer momento como "consejero" y posteriormente con la edición de artículos. Siempre tenía una palabra amable que ofrecer y, sin esperar nada a cambio, me regaló varios consejos que cambiaron mi rumbo fotográfico para siempre.

 

     El legado fotográfico que nos dejó es refinado, meticuloso y muy elegante. Reinventando el estilo clásico de Adams con personalidad pero su carrera fotográfica se terminó casi de manera repentina; unos años después sigo convencido de que si la enfermedad no se hubiera llevado a Juan Santos y hubiera estado entre nosotros un par de décadas más podría haber escrito una página destacada en la historia de la fotografía de nuestro país.

 

     Admiraba a Juan Santos y sigo admirando su recuerdo cada primavera, cuando me cruzo con un campo de amapolas. Las personas que nos regalan su experiencia, trabajo y amabilidad son las que, por un motivo u otro dejan huella. Te envío un fuerte abrazo, Juan, allá donde estés.

 


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El mejor mal tiempo

 

    Después de haber soportado sobre mi cabeza decenas de chaparrones en la montaña, a estas alturas tenía muy claro que no me apetece volver a pasar el día fuera de casa para regresar con la ropa empapada de lluvia y la tarjeta de la cámara vacía. Durante la estación invernal, en las montañas del sistema central de la península, cuando hace mal tiempo es mal tiempo de verdad y empieza a perder fuerza la expresión del libro de Eduardo Blanco "Fotografiar con mal tiempo, Un buen momento".

 

     En nuestra última aventura por la montaña tuve la suerte de acordarme de no mirar cómo estaría el tiempo, nos fuimos "a lo loco". Poco antes de comenzar a caminar consulté la previsión para el día y era excepcionalmente mala, de lo que deduje que ese día sería casi imposible sacar la cámara. Por lo general, con el tiempo de borrasca las cumbres se cubren completamente de nubes que no dejan de descargar agua: mal porque no se ve la montaña y mal porque una jornada bajo el agua se vuelve muy dura.

 

     Para nuestra sorpresa comenzamos a caminar y no llovía, un chubasco ligero y volvía a parar durante al menos una hora. Las nubes, que suelen mantener las cumbres ocultas, se arremolinaban y parecían deslizarse entre ellas; mientras en el whatsapp leía "en toda la mañana no ha parado de llover" que escribía alguien que estaba en la vertiente sur. En ese momento se me encendió la bombilla, lo he tenido delante durante años y no lo había visto. No es lo mismo una borrasca que llega desde el norte que una que llega desde el sur, y no son las mismas las de invierno que las de primavera u otoño. Hay mal tiempo, y creo que he dado con la clave para encontrar el mejor mal tiempo para fotografiar esta zona.

 


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Mis 9 favoritas del 2020

 

     Termina un año imprevisible, de cambios, en el que nada ha sido lo que esperábamos. En mente tenía viajes a Egipto, Turquía, Perú... de echo, a sólo un día de reservar los vuelos para ir a Egipto, comenzó el confinamiento de marzo; y el 2020 se ha convertido en el año más extraño para fotografiar paisaje de todos los que he vivido. A lo largo de los meses hemos acatado las restricciones para salir a fotografiar cuándo y dónde se ha permitido, pero eso no ha sido impedimento para que la mayoría hayamos encontrado en la naturaleza una vía de escape a una situación excepcionalmente compleja. 

 

     Una y otra vez me choco contra la realidad para darme cuenta que cada experiencia es enriquecedora (no sólo fotografiar en el desierto Blanco, Capadocia o el Machu Picchu) y llegar la conclusión, tanto como resignarme, a que la mejor foto de paisaje no está tanto determinada por el lugar como por nosotros mismos y las condiciones del momento. Un año sin viajar ha sido la oportunidad ideal para explorar la ribera del Tormes a su paso por Salamanca; necesitas enfrentarte a una situación como esta y haber comenzado un proyecto fotográfico concreto para descubrir que a dos minutos de casa, y en plena ciudad, tienes un pequeño oasis fotográfico. 

 

     He tratado de exprimir las localizaciones de la provincia y la región, he realizado una "expedición" con Fiti (mi burro) para pasar dos días en la sierra del Espinazo y fotografiar el cometa Neowise. Este año también me ha permitido reordenar todos los proyectos fotográficos que tenía abiertos, realizar una galería retrospectiva... creo que quien opine que fotográficamente es un año muerto es porque no ha puesto lo suficiente de su parte. Si una puerta se cierra es una oportunidad para buscar una nueva salida y comenzar a trabajar en los proyectos fotográficos del 2021.

 

Espero que disfrutes de esta selección que con tanto cariño he preparado, gracias por tu visita.

 

 

Luces de tormenta en los acantilados de Gueirúa.

Pino sobre el mar de nubes.

Amanecer en la playa de Gueirúa.

Flores de erizón con estrella Polar.

Atrapado en el bosque.

Remolino de hojas en la garganta de Muñogrande.

Árboles escarchados.

Atardecer de invierno en la catedral de Salamanca.

Últimas luces en la sierra del Espinazo.



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He preguntado qué foto os gusta más y este es el resultado

       Recopilando las fotos que he hecho en 2020 que más me han gustado, a la hora de repasar las que hice en un amanecer en la playa de Gueirúa, Asturias, me surgió una duda: cuál de estas dos imágenes era mejor. De toda la sesión, son las dos mejores y, aunque a simple vista son parecidas parece es evidente que en la 1 (izquierda) el cielo tiene mucho protagonismo, mientras que en la 2 (derecha) es el primer término lo más destacable de la foto. 

 

     Al no encontrar un argumento de peso que me hiciera decidirme por una u otra me propuse consultarlo por redes sociales para conocer la opinión de los demás y ver qué opinaba el resto. Pregunté por Twitter, Instagram y Facebook y los votos obtenidos han sido los siguientes:

 

Foto 1: 24 votos

Foto 2: 23 votos

 

     Con este equilibrio está claro que no hay nada que realmente haga destacar a una sobre la otra por lo que creo que la decisión, además de en mi mismo, hay que buscarla en los argumentos aportados en los comentarios. Lo que más destaca de la primera es, sin duda, el equilibrio de los elementos, en la segunda es una composición muy "correcta", tal como dice Alberto Tormo:

     Tal como había observado, el primer plano guía muy bien la mirada hacia la imagen y transmite mucho mejor la sensación de lugar, tanto Jep Flaqué, David López y Yarky Moguel lo indican en sus comentarios:

     Sin embargo, hay otros comentarios que argumentan todo lo contrario, indicando que ese primer término tiene demasiado peso visual. Hay estudios que indican que en este tipo de paisajes dos tercios de la imagen sean ocupados por el primer término puede ser una proporción muy correcta. Paco Pulido indica que al ser una zona demasiado blanca se queda con el peso visual de la imagen:

     Cuando hice esta fotos, aunque estén numeradas como 1 y 2 lo cierto es que cronológicamente están realizadas al contrario. Comencé disparando la 2 y, al observar que el cielo estaba ganando color e interés decidí variar la composición situando el horizonte prácticamente centrado para dar protagonismo al cielo en general sin cortar la nube de la izquierda arriba en la imagen 1. Por lo tanto la imagen 1 es una evolución de la 2 durante la sesión. Esto lo comenta David Frutos:

     Pero hay un comentario que se inclina por la imagen 1 que ha sido el que me ha hecho decidir que prefiero esa imagen sobre la 2, y es el tiempo potencial que puede llegar a atrapar la vista del espectador:

     Pero hay un factor que no se ha mencionado sobre la imagen 1 y su "mensaje", que es lo que creo que hace que sea una foto mucho más completa que la 2 y es que su mensaje es mucho más completo. Con el paisaje natural hay cierta complicación en plasmar yuxtaposiciones (elementos o características opuestas o enfrentadas) y en la foto 1 hay una clara yuxtaposición entre la parte superior con tonos pastel, formas suaves y ligeras de las nubes confrontadas con la parte inferior, más oscura sin color, rocas contrastadas con las líneas de la espuma: suave-tosco / delicado-rudo.

 

     La mayoría de las personas que vean esta foto en redes creo que van a considerar mejor la 2, sin embargo creo que es muy "obvia", primer término con protagonismo, agujas icónicas de un lugar conocido y cielo coloreado. Pero una imagen que se va a ser observada en una pantalla de móvil durante unos segundos necesita de un elemento menos obvio y más llamativo para llamar la atención (la nube), si esta consigue capturarte creo que el potencial de la imagen 1 es mayor para tocar un poquito más la sensibilidad del espectador.

 

     Muchas gracias a todos por vuestros votos y opiniones.


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Mi DJI Mini 2

 

   Hace muy poco, y casi sin esperármelo, me encontré entre mis manos esta pequeña maravilla de la tecnología, el DJI Mini 2. Aunque nunca he sido partidario de opinar sobre productos es cierto que en esta ocasión no puedo resistirme, este pequeño aparato me ha conquistado (fotográficamente hablando). Voy a contar qué me ha parecido en mis primeras salidas fotográficas, aunque tengo que comenzar diciendo que mi experiencia haciendo "reviews" de productos se limita a otro artículo y este, por lo que todo lo que escribo se centra únicamente en una opinión subjetiva y un planteamiento muy básico de lo que analizo. 

 

     Lo cierto es que hace años que tenía ganas de grabar y fotografiar con un dron, desde que hace años ayudara a un amigo con el rodaje de un documental para el que utilizó un DJI Phantom, comencé a sentir atracción hacia este tipo de aparatos. Poco a poco fue cayendo en el olvido hasta que nuestros últimos proyectos nos han hecho plantearnos la posibilidad de adquirir uno. Dadas las circunstancias el modelo ideal ha sido el DJI Mini 2.

 

     ¿Porqué este modelo? ligereza: cabe en un bolsillo y pesa menos de 250 gr., en travesías de muchas horas o incluso días sería inviable cargar con los modelos superiores. Legalidad: dadas sus dimensiones hay menos restricciones sobre los lugares y circunstancias en las que puedes volar. Prestaciones: con vídeo en 4K y foto con RAW tiene todo lo que buscamos, pero a esto hay que sumar compensación de exposición, ajuste de proporciones de imagen y zoom (digital). Precio: es ligeramente inferior a los modelos siguientes.

 

     ¿Qué es lo que no tiene? para mi, lo único que podría ser destacable y que le falta frente a modelos superiores es la detección de obstáculos laterales y el vídeo a 60 fps (a 4K el máximo es 30 fps). Más allá de esto es posible que una resistencia al viento mayor sería deseable pero hay que ser realistas y la estabilidad que tiene dado su peso y tamaño resulta casi increíble. Tengo que señalar que el "gimball" hace un salto extraño cuando está en picado y el dron el movimiento, una especie de salto que parece ser común a todos los dispositivos (no es un fallo propio del mío).

 

     Teniendo precaución y evitando volar en un momento de fuertes rachas de viento el dron se ha comportado de manera estable en todo momento: las tomas de vídeo han sido fluidas , tanto con los recorridos preestablecidos como otros que he comenzado a ensayar. Fotográficamente es tan sencillo como que lo colocas a la altura y perspectiva que quieres y haces la foto, listo. La sensación es que a pesar de que su precio pueda parecer elevado, el nivel de tecnología que adquieres es muy superior a lo que pagas.

 

     Cuando llevas tantos años fotografiando a ras de suelo y, cuando buscas una perspectiva diferente, trepas a cualquier lugar para obtener un encuadre mejor, el hecho de comenzar a fotografiar desde el aire te abre las puertas a un mundo nuevo por descubrir. Creedme, la perspectiva que ganas sobre el paisaje te lleva a otro nivel fotográfico y tengo que reconocer que, ese aire fresco a nuevos planteamientos fotográficos es lo que destaco por encima de todo.

 

     ¿Lo recomiendo para fotografía de paisaje? realmente si ¿creo que es el modelo óptimo para fotografía? tendría que probar otros modelos pero al menos de este no echo nada de menos que tenga constancia que tengan los demás, supongo que con el tiempo el software incluirá un mayor control sobre la imagen que capturamos: contraste, temperatura de color, dominantes, nitidez... opciones creativas desde el punto de vista fotográfico.

      


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Fotografiando otra realidad

 

 

      Desde que un concepto aparece por primera vez en nuestra mente hasta que lo representas y analizas pueden transcurrir décadas, ese es mi caso con las fotos de las que hoy escribo (y después con estas líneas). Hay algunos cuadros cuyo contenido ha dejado una impronta en mi percepción, una marca casi invisible, un ejemplo muy representativo para mí es la "Vista del jardín de Villa Medici" de Velázquez. Os voy a contar cómo he vinculado el concepto que ha creado en mi esta obra y cómo ha evolucionado ese concepto en la serie fotográfica que aquí presento.

 

     Más allá de su relevancia y lo que representa en la historia del arte, este cuadro ha conseguido desarrollar en mi un concepto que, a lo largo de mi vida, he ido percibiendo en muchos otros lugares. Este concepto, que generalmente surge de una percepción subconsciente de lo que nos rodea, lo podría definir como "arquitectura delegada" o "arquitectura degradada" (no lo confundamos con abandono), pero ¿Qué significa esto? vamos a observar con detalle el cuadro.

 

     El elemento más destacado del cuadro es una serliana, combinación de arcos característica de los grandes palacios renacentistas y neoclásicos. Estos arcos están cegados con tablones de madera irregulares y destartalados; a la derecha, entrecortada y direccionada hacia el exterior probablemente pudiera ser una escultura del dios griego Hermes. Sobre la balaustrada una mujer extiende una sábana y frente a los arcos dos soldados parecen charlar de cuestiones cotidianas. Con respecto a la vegetación, los setos están recortados y cuidados pero a los pies de estos la forma y el color del trazo es irregular lo que me hace pensar que crecen plantas espontáneas y el mantenimiento del jardín del palacio no es continuado y regular; esto lo encontramos también los cipreses: una de las ramas se desprende a la izquierda de la balaustrada y en general crecen desordenadamente, lo que nuevamente me lleva a pensar que no hay cuidados culturales que les haga mantener su función estética y recreativa. Incluso la luz es difusa y, al fondo, tras las nubes, el cielo parece oscurecerse.

 

     Todo lo que veo en el cuadro me lleva a un momento en el que el gran palacio renacentista no mantiene el estatus y la relevancia que un día tuvo. Lo realmente significativo de este concepto de degradación no es lo formal, sino una degradación política, social y económica vinculada a una obra arquitectónica. No me refiero a ruina o abandono, es un cambio vinculado al uso.

 

     Esta idea la percibí por primera vez con este cuadro, pero de un modo totalmente subconsciente. A lo largo de los años este concepto se ha cruzado en mi camino en multitud de ocasiones: visitando el castro de Coaña, frente a lo que parecía ser el edificio más importante, la residencia nobiliaria o palacio dentro del poblado, la transcendencia que tuvo aquella construcción ahora está relegada a un elemento arquitectónico más dentro del castro que recorren turistas. Otro ejemplo es la imagen de la izquierda: los jardines del palacio de Sotofermoso. Cuando observé esta imagen por primera vez me causó un fuerte impacto, estado ruinoso de un ostentoso elemento arquitectónico en un ambiente rural extremeño y que en la actualidad sirve para poco más que apoyar vallas de uso ganadero o de la construcción.    

 

 

     De nuevo, durante una visita turística al convento de San Esteban, en Salamanca, me volví a encontrar con este concepto de "degradación". El recorrido turístico nos muestra la relevancia histórica, eclesiástica y social vinculada al edificio, su transcendencia durante el periodo de influencia e intercambio cultural en Latinoamérica desde el comienzo de la época colonial. El contraste es llamativo: pasillos que han recorrido personajes históricos ahora los recorren visitantes que pagan su entrada (y, evidentemente, la comunidad eclesiástica actual); en las salas que se tomaron decisiones que cambiaron el rumbo de la historia hoy se repiten audiovisuales modelados para que el público consiga comprender la importancia de este lugar.

 

     Al llegar a la sacristía del convento, de nuevo esa percepción: ostentosas casullas de seda con bordados dorados, muy degradadas, expuestas en vitrinas. En las paredes espejos picados, deformados y deteriorados en los que ahora los turistas se hacen "selfies". De repente el reflejo de esos espejos me mostró ese concepto de degradación arquitectónica que percibí dos décadas antes al ver por primera vez la obra de Velázquez y aquí encontré la oportunidad para desarrollar y representar ese concepto en una serie fotográfica.

 

     Son fotografías realizadas al reflejo de los espejos de la sacristía, busco una perspectiva que me permita encuadrar elementos arquitectónicos de la sala; zonas en sombra e iluminadas, estos elementos los represento nítidos pero deformados por el espejo y con las picaduras desenfocadas manchando y degradando esa nitidez. Con las fotos de ese reflejo borroso y deformado de la disciplinada arquitectura renacentista he conseguido representar de manera subjetiva el concepto de degradación arquitectónica, esa "Otra realidad".

 


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Encontrar lo que no buscas

 

    Si hay algo que me produce una sensación placentera a la hora de fotografiar son esos momentos de absoluta evasión de la realidad. Al aplicar ciertas técnicas y estar completamente inmerso en un proceso creativo puedo llegar a pasar horas completamente abstraído, con todos mis sentidos puestos en las fotos que estoy haciendo. Cuando algo te "despierta" y vuelves a la realidad, ese momento de transición desde la pura concentración a tu realidad podría ser algo parecido al Nirvana, es como si la mente volviera a nacer. Por desgracia, al instante vuelves a darte cuenta que estás mojado, hace frío, es tarde, tienes hambre, el coche está en reserva ¿habré perdido las llaves? ...

 

    Admito que estos momentos de concentración no son fáciles de conseguir y cada día me cuesta más alcanzarlos pero, por lo general, suelen ser muy fructíferos en cuanto a resultados. Llegar a un sitio y hacer la foto obvia está bien, pero siempre esperas encontrar lo que no estás buscando, esto me pasa con mucha frecuencia. La mayoría de las veces encuentras fotos que podrían acabar en la papelera, pero resulta curioso que tengas que fotografiar concentrado, evadido de la realidad, desde lo más profundo de tu subconsciente para hacer fotos que jamás te imaginarías que harías tu.

 


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Mi top 10 de bosques para el otoño

 

    Fotográficamente hablando, llega uno de los momentos más excitantes del año ¿el otoño? si. Pero tanto como el otoño, me encanta ese momento de hacer planes para fotografiarlo. Comienzas a hacer memoria de los bosques de los que más has disfrutado, otros que tienes en mente pero que nunca has estado y nuevas propuestas que surgen por el camino. Por eso, este año he querido hacer un pequeño recopilatorio de, entre los que conozco, cuales son los 10 mejores bosques para fotografiar el otoño.

 

     Llegar a un bosque en el momento de clímax del color otoñal es una experiencia que nos llena la mente (y la tarjeta de memoria). Desde hace años no falto a mis citas otoñales para conseguir buenos momentos entre la soledad del bosque, y de camino alguna que otra buena foto. De entre todos los lugares que he visitado, y otros que tengo en mente visitar creo que los mejores bosques de la península ibérica en otoño son:

 

1. Urederra, Baquedano (Navarra)

2. Vegabaño, Soto de Sajambre (León)

3. Saja-Besaya, Bárcena Mayor (Cantabria)

4. Hayedo de La Biescona, Colunga (Asturias)

5. Bosque de la Honfría, Linares de Riofrío (Salamanca)

6. Hayedo de la Pedrosa, Riaza (Segovia)

7. Castañar de Ojesto, San Martín de Trevejo (Cáceres)

8. Castañar de El Tiemblo, El Tiemblo (Ávila)

9. Selva de Oza, Siresa (Huesca)

10. Garganta de Bohoyo, Bohoyo (Ávila)

 

     ¿Tienes planes fotográficos para este otoño? ¿Cuál de estos bosques has visitado? ¿Cuál te gusta más? Deja tu comentario, justo aquí debajo.

 

 


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La playa del ¿Silencio?

 

    Para muchos, los primeros pasos que dan en el mundo de la fotografía están ensombrecidos por darle más importancia al lugar que a la foto. En esa circunstancia me encontraba la primera vez que fui a este lugar, la playa del Silencio. Parece que, si quieres que tu trabajo adquiera notabilidad y sea respetado, necesitas cumplir una serie de requisitos no-fotográficos. Entre estos requisitos, diría que uno de los más relevantes es la importancia que se le da a los lugares populares.

 

     Si tus aspiraciones fotográficas son grandes no te puedes permitir el lujo de que alguien hable de un lugar y no haber estado allí (y de paso contar una batallita). No eres nadie en esto de la fotografía de paisaje si no has estado en Islandia o Feroe, dando por supuesto que has visitado más veces Río Tinto, Barrika, Gueirúa y Urederra que a tu familia. Y, si aspiras a ser un Ansel Adams milenial de manual, ya has estado (y, por supuesto, vas el próximo año) a Dolomitas, Yosemite, Torres del Paine, Dead Vlei... (#noteselaironia).

 

     Respeto cualquier posición y planteamiento en lo que a fotografía se refiere pero, creo que hay cosas que se nos van las manos. Hace una semana estuve por Asturias, volví a la playa del silencio y ha cambiado muchísimo. Coches por todos lados, miradores abarrotados, gente, gritos, gritos, gritos,.... de todo menos lo que le da nombre: silencio. Observo un patrón que se repite: aparcar, mirador, "selfie" y siguiente; esto no es más que el reflejo de una actitud materialista y superficial con los lugares en general y la fotografía en particular.

 

     ¿Dónde nos dejamos la satisfacción personal? la mayoría de la gente en la fotografía se preocupa más del perfil público que de los valores que nos puede aportar el hecho de realizar la fotografía en sí, ese momento, cuando disparas, haces algo relevante si lo haces tú mismo, no lo que esperas que vean los demás. Mira, observa, ama y luego pulsa el disparador. Y un poquito de silencio, por favor.

 

 


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Castillos, misterio y felicidad

 

 

 

    Han pasado unos meses desde el viaje a Escocia y, al repasar algunas fotos, me doy cuenta que ha predominado un aura de misterio y magia. Pero también recuerdo aquellos días con nostalgia y con la agradable sensación de haber vivido algunas experiencias únicas.

 

     Carreteras estrechas que cruzan montañas, rodean lagos, cruzan lagos y rodean montañas, un laberinto a lomos de nuestra casa con ruedas que siempre terminaba en paisajes de ensueño. Recorriendo aquellas carreteras, para ir de una a otra y otra de las localizaciones que había seleccionado, ahora siento que el viaje estuvo pasado por un tamiz de misterio, tal vez por nuestro ritmo de viaje pausado.

 

     Solíamos levantarnos sobre las 6:30 de la mañana muy cerca de alguna de las localizaciones que tenía preseleccionada para el amanecer. Desayuno de campeones en la autocaravana, recién cocinado al fuego y, con las primeras luces, sesión de amanecer. Recorríamos trayectos que discurrían por paisajes bucólicos con algunas paradas en algunos de los sitios que nos gustaban. Un sándwich a media mañana para almorzar y poco después llegábamos a lugar elegido para el atardecer, si !!el atardecer comenzaba sobre las 14:00!!

 

     Cuando se ponía el sol solíamos salvar un trayecto hasta el lugar en el que parábamos la autocaravana para dormir cerca de la siguiente sesión de amanecer. Las tardes las pasábamos en la autocaravana, muy tranquilamente, al contrario de lo que solemos hacer con otros viajes que se nos puede llegar olvidar comer y beber. Una cerveza, cena y listos para dormir y comenzar temprano al día siguiente.

 

     Para mi esta foto es el fiel reflejo de aquellos días en los que nuestra soledad, las largas noches, el misterio de los castillos, los paisajes bucólicos y la tranquilidad fueron el común denominador de un viaje inolvidable a Escocia.

      

 


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Fetichismo fotográfico

 

 

 

    La fotografía despierta pasiones, no se puede negar, pero la práctica es un mundo distinto para cada uno de los que nos lanzamos a la aventura con una cámara entre las manos. La foto que ilustra este artículo puede parecer un paisaje montañoso cualquiera, pero tiene detrás una historia de emociones intensas, te cuento.

 

     Este lugar es el valle de Tafraoute, en el Antiatlas marroquí, una zona muy remota entre las montañas que requiere al menos un día para llegar y otro para salir. En un viaje de dos semanas recorriendo Marruecos por libre no es tan descabellado incrustarlo en el itinerario. Desde un punto de vista fotográfico no es un lugar que pueda ofrecer  unos resultados extraordinarios, analizados desde una perspectiva objetiva pero, aquí viene el fetiche: no puedo resistirme a los paisajes graníticos, por eso, cuando leí que había un valle de granito rosa en Marruecos, sabía que iba a disfrutarlo demasiado.

 

     Fotografío recurrentemente en el Espinazo, en Extremadura, suelo ir a Gredos; una de mis mejores experiencias fotográficas ha sido el Spitzkoppe de Namibia, me lo he pasado como un enano en la Pedriza madrileña... todos los sitios que me resultan más atractivos están ligados al granito. Lo he pensado y es mi fetiche fotográfico, para mí, sobrepasa lo mundano y cuando tengo un paisaje granítico frente a mi cámara, las sensaciones que me invaden entran en un plano sobrenatural. Por eso, el día que tenga delante al Ben Amira o el Capitán el orgasmo fotográfico está asegurado.

 

      

 


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¿Cuánto tiempo necesita una foto?

 

 

   Si os planteo el reto de pensar cuánto tiempo requiere una foto es muy probable que comencéis a sumar a la factura la planificación (si es que la hacéis), viajes y trayectos a pie, el tiempo en el lugar e incluso, algunos añadiréis a la cuenta el tiempo de edición y postprocesado. Al preguntar por el tiempo de una foto me refiero exclusivamente a al tiempo que se necesitáis, tu subconsciente y tu, para llegar a un resultado. 

 

   Lo más sencillo es planificar, desplazarse, disparar, volver, editar y listo; pero en este proceso hay un tiempo muy variable y en que me gustaría indagar y el es tiempo que transcurre desde que llegas a un lugar, a un encuadre, una foto... desde que realizas el primer disparo hasta que lo agotas, por lo general, porque has obtenido el mejor resultado posible.

 

   Lo que más me sorprende al reflexionar sobre ese tiempo que hay unos factores que son muy variables en cada persona y en cada momento de esa persona. Dos fotógrafos en un mismo lugar con las mismas condiciones ambientales y un equipo fotográfico exactamente igual nunca van a agotar ese encuadre en el mismo momento ¿Quién terminará antes? influye como se encuentre (hambre, sueño, frío... cualquier factor que pueda alterar la concentración), su voluntad para trabajar en esa foto, el tiempo del que dispone (si vas en grupo y comienzan a marcharse el resto...) pero lo que más me interesa está más adentro por lo general terminará el que tenga menos bagaje fotográfico: su subconsciente tendrá un registro mayor al que recurrir para seguir innovando.

 

   Para mi, este es uno de los aspectos más mágicos de la fotografía, que hay algo que está dentro de ti que tiene que conectar de algún modo con lo que tienes delante. Las capacidades, influenciadas por una infinidad de factores, que cada cual tiene para conectar sus conocimientos con lo que fotografía creo que sería la definición más pura de creatividad o, más bien, capacidad creativa.

 

 


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Mis 9 favoritas del 2022

 

 

     Son sólo 9 imágenes, pero tienen la capacidad de transportarme de vuelta a los miles de kilómetros en carreteras y caminos, decenas de noches bajo las estrellas, frío, lluvia, el calor insufrible del desierto... pero sobre todo son capaces de recoger las memorias del año más intenso que recuerde, en cuanto a viajes y fotografía se refiere.

 

     Si tengo que resumir en dos palabras este 2022 lo tengo clarísimo: Land Rover. Nuestro Discovery camper ha sido el protagonista indiscutible de los viajes de este año. Las escapadas por la península han sido incontables: Duratón, Alentejo, Costa Occidental asturiana, Cantabria, Urbasa, Bosques de León, Costa vasca... y es posible que alguna me quede atrás. Pero la corona la tienen dos grandes viajes "Overlander". El primero de ellos por la costa Azul francesa, Provenza, Piamonte, Alpes, Suiza y vuelta; y el segundo, una vuelta de 5.000 km por Marruecos incluyendo las zonas más remotas del desierto. Me cuesta creer que el obturador continúe vivo después de los miles de disparos de este año, pues la guinda del pastel ha sido Escocia en noviembre, un viaje puramente fotográfico en autocaravana en el que he tenido la oportunidad de disfrutar de paisajes en los que me dolía el dedo de tanto disparar (también un poco por el frío).

 

    Pues aquí cierro el año fotográfico, no sin antes mencionar mi malogrado dron, que debe seguir encallado en un risco de la provincia de León, pero que antes de irse me ha dejado varios miles de fotos, una de ellas tiene cabida en esta selección. Afronto el 2023 con la sencilla esperanza de que, si es la mitad de bueno para mi que el 2022, ya será un gran año.

 

     Espero que os guste esta selección que con tanto cariño he preparado, muchas gracias por leerme.

 

 

 

 


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La última foto con mi dron

 

    Podría haber sido una sesión como cualquier otra, pero no, aquella tarde parecía que estaba destinada a ser la última tarde con mi dron. Fin de semana por los bosques del norte de la provincia de León y para el dron tenía preparada una sesión en la hoces de Vegacervera, un precioso cañón excavado por el río en un prominente monte calizo.

 

     La sesión en la hoces me dejó sin habla nada más comenzar, las tomas de vídeo eran tremendas: entre las paredes de roca  seguía al coche por la carretera sinuosa que recorre el fondo del cañón. El sol se colaba desde el fondo para crear un juego de luces que destacaba por el claroscuro pero suavizado por la luz que refleja la roca blanca de las paredes, la sesión me iba a dejar material de vídeo y fotos de un nivel buenísimo.

 

     Al final del cañón paramos para planificar la última toma, el dron pasaría entre dos curvas del cañón para intensificar la sensación de dramatismo grabando cerca de las paredes. Seguí la regla de oro al volar un dron marcha atrás: antes debes haber pasado hacia adelante y, sin desviar la trayectoria, realizar el vuelo hacia atrás. Cometí un error fatal.

 

     Justo antes de comenzar a volar hacia atrás, después de haber seguido la regla, moví el mando en un descuido pero volví a colocarlo en la misma posición, o al menos eso creía yo. Un minúscula desviación en el eje provocó que 100 metros más atrás se tradujera en que el dron se había desviado varios metros de su trayectoria hacia delante y chocó contra la pared. Es una sensación horrible ver la imagen del dron dar vueltas mientras intuyes que a 100 metros cae rodando pared abajo. El dron quedó enganchado en unas ramas (tal como se ve en la foto de abajo) y allí es posible que siga dos semanas después. Trataron de rescatarlo al día siguiente unos escaladores, pero no hubo suerte.

 

     Después de 200 horas de vuelo y más de 1000 fotos allí se separó mi camino con ese pequeño aparato. Parece mentira que pueda llegar a establecerse un vínculo emocional con una máquina inanimada pero ese dron ha sido el responsable de materializar mis ilusiones fotográficas y haberlo perdido de ese modo me deja un hueco creativo muy importante. 

 


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Con los pies en la tierra

 

 

     Todavía me cuesta creer que haya tanta gente que ignora que a sólo unas horas tenemos un paraíso para la aventura que se llama Marruecos. Recién llegado, aún me cuesta bajarme de la nube y poner los pies en la tierra, aún sigo en esa burbuja de evasión, libertad y horizontes infinitos; aún sigo con la mente a 1000 por hora tratando de resolver los inconvenientes que nos surgían cada día, días en los que sabíamos dónde comenzábamos pero no sabíamos dónde acabaríamos.

 

     Cuando planeamos el viaje por Marruecos teníamos clara cual era la primera premisa: no definir una ruta, simplemente resaltar en nuestro mapa los lugares más destacados e investigar un poco sobre cada uno de ellos para dejar que el resto vaya surgiendo de manera espontánea. En un lugar en el que las distancias no se miden en kilómetros, si no en tiempo, es fundamental no depender de un plan para que el plan sea perfecto.

 

     Han sido días de cansancio, calor (mucho calor) e, incluso a veces, incertidumbre; pero todas estas emociones empequeñecen ante los inmensos horizontes del desierto, las luces de tormenta en el Atlas, la bondad que te transmiten algunas personas que te cruzas en el camino y, sobre todo, la sensación de libertad: ese momento en el que no sabes cuántos días llevas viajando, cuantos te quedan ni qué día de la semana o del mes estás, es cuando realmente desconectas de la monotonía. 

 

 

 

    Hace sólo unos días estábamos durmiendo bajo las estrellas en medio del desierto de Erg Chegaga, cruzando Iriki subidos a la baca a toda velocidad, ensimismados con las manadas de camellos, burros, addax, gacelas... hemos conectado de algún modo con el aislamiento de los pueblos más remotos del alto Atlas, nos hemos puesto a prueba a temperaturas de hasta 45 grados y también hemos puesto a prueba a nuestro coche conduciendo durante más de 10 horas seguidas cruzando pedregales y campos de dunas. Todo lo bueno nos lleva a recuerdos agradables pero todo lo malo nos enseña a apreciar los pequeños lujos cotidianos como una botella de agua fría en la nevera o una ducha. Nuestros cuerpos han vuelto a lo cotidiano, pero nuestros corazones aún siguen suspensos en la libertad, la evasión y la aventura de estos días por los lugares más remotos de Marruecos.

 


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Cómo y cuándo fotografiar el arco de Mesquitero

 

 

     Lo cierto es que conseguí llegar al arco, muestra de ello es esta foto. Una foto a media mañana, una luz tan penosa que casi no se me ocurren condiciones peores, pero lo importante es la lección que me traigo: con la mar no hay margen de error, la marea marca cuando y cómo; el arco de Mesquiteros es el ejemplo ideal para esto.

 

     Sabía que hay un paso en el acantilado que sólo queda accesible con la marea a un nivel determinado. Con las mareas vivas y un índice muy alto de mareas sabía que se complicaba la cosa, además, estas mareas coinciden con el amanecer y atardecer, aún así me aventuré a ir. Al llegar allí vi pude ver como era imposible pasar a medida que el sol se acercaba al horizonte, esto es lo que llamo sufrimiento fotográfico, tener un acontecimiento extraordinario frente a tus narices y no poder fotografiarlo. Lo peor de todo era darme cuenta que por la mañana tampoco iba a poder pasar para el amancer, las indicaciones sobre las mareas de mi amigo Senén Cadenas se cumplian casi al minuto.

 

     Fotografié el crepúsculo, cuando apenas se podía intuir el arco recortado contra el cielo nocturno, allí me encontré a Marcus Medwed, que se ha venido desde Alemania en su autorcaravana para pasar 3 semanas fotografiando la costa norte de la península. A la mañana siguiente algo parecido, con el sol en lo alto pasé para conocer el sitio de día, pero al amanecer me encontré a otro pobre que había intentado llegar y no había podido.

 

     De vuelta a casa no dejaba de darle vueltas y me parecía muy cruel planificar un viaje y no poder hacer la foto por no contar con la información suficiente. Por eso, lo primero que creo que hay que tener en cuenta es dónde está el arco, límite de mareas, cuál es el paso y dónde dejas el coche en la zona de la playa de Campiecho:

 

 

 

    Pero mucho más importante que esto es saber cuándo se puede cruzar el punto en el que el acantilado corta el acceso. Para ello hay que saber que el paso queda libre en una marea de +0.25 m aproximadamente (si está subiendo no te arriesgues porque quedas atrapado 6 horas y si hay temporal tal vez no lo cuentes). Con esta premisa he calculado para los próximos meses cuándo queda el acceso libre y he contrastado esta información con la franja en la que se pueden encontrar luces favorables del amanecer y atardecer. Para ello he realizado la siguiente tabla: 

 

     Su interpretación es muy sencilla, por ejemplo, en la columna de la izquierda buscas el día que quieres fotografiar el arco: el 11 de septiembre. Ese día tienes luces favorables desde las 7:00 h a las 8:30 h pero la marea no te va a permitir pasar hasta las 8:00 h, vas a estar muy justo ¿verdad? Ese mismo día para el atardecer lo tienes un poco mejor pues las luces favorables comienzan a las 20:00 h el paso se abre a las 20:30 h. Pero si realmente quieres tener la certeza que puedes pasar debes hacerlo con las "mareas muertas".

 

     Para consultar las mareas yo siempre utilizo tablademareas.com, es muy sencillo y te muestra de forma visual la curva que toma la marea a lo largo de cualquier día, recuerda que para que puedas pasar la línea debe estar (aproximadamente) por debajo de cero. Esta información la contrastas con cualquier web que te indique la hora de puesta, salida de sol y amanecer/náutico (al menos) y ya tienes las herramientas para que no se te frustre una bonita sesión fotográfica en uno de los puntos estrella de nuestra costa.

 

 


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Los paisajes del corazón de Europa

 

 

     No puedo comenzar diciendo que el recorrido que seguimos fuera improvisado, viajamos con nuestro Land Rover camper y esto requiere en muchas ocasiones tener que programar (aproximadamente) dónde paramos a dormir. También sabíamos que queríamos ver la costa Azul francesa, tal vez Valensole en la Provenza, también tenía ganas de volver a Suíza... el resto fue improvisación y recurrir a los miles de localizaciones que tengo guardadas.

 

     El día que comenzamos realizamos una tirada larga hasta Pau, en el sur de Francia para dormir en el Bôis du Commander (Bosque del comandante pero mola más como suena en francés). A la mañana siguiente salimos temprano para llegar, en nuestro primer día real de aventura a visitar Arlés, la mítica ciudad de los pintores impresionistas, y el parque natural de Camargue, un paraíso para la observación de aves, especialmente flamencos. No sabíamos dónde pasar esa noche y vimos que nos quedaba cerca el parque natural de Alpilles y digo con casi total seguridad que ha sido el lugar más idílico en el que hemos pasado una noche en todo el viaje.

 

 

 

     Tercer día y tocaba el turno del parque nacional de Calanques, sitio que nos decepcionó: primero por la masificación y, segundo, por las amplias expectativas que teníamos. Decidimos continuar por la costa azul para llegar a la zona de Tolón, más concretamente a la playa de Estagnol, y esta si fue interesante: unas rocas preciosas para fotografiar y una playa idílica típica mediterránea: agua turquesa, arena blanca y grandes pinos alrededor. 

 

     Desde costa Azul hicimos una pequeña inmersión en la Plateau de Valensole para visitar los populares campos de lavanda. Desde que tengo uso de razón fotográfica quería tener frente a mi cámara estos campos y la verdad es que no decepcionaron, es imposible describir con palabras las sensaciones que se viven allí porque hay un factor que las letras o las imágenes no pueden reflejar con fidelidad: el olor a lavanda que invade el ambiente. La zona es muy agradable y las posibilidades para dormir eran muchas, nos apartamos a un bosque para seguir fotografiando a la mañana siguiente.

 

 

 

 

     Dejamos Valensole para avanzar por la costa, visitar Mónaco y retirarnos a dormir a Tende, en el Parque Nacional de Mercantour. No es un centro turístico de primer nivel pero el valle de río Roya, del que seguramente no habrás oído hablar en la vida parecía anclado en el tiempo, es como volver a los años 50. Agreste, genuino y con un aire de misterio que hizo que la experiencia en esta zona fuera especialmente intensa.

 

     Un derrumbamiento en un puente del valle del Roya hizo que tuviéramos que desandar camino para tratar de llegar al Piamonte y Turín por la costa pero esto nos permitió disfrutar de algún pueblo más de costa como San Remo. Turín nos decepcionó, poco que decir, con lo que tras una fugaz visita nos fuimos a pasar la noche más horrible de camper que recuerde: rodeados de campos de arroz, edificios tétricos abandonados, arañas del tamaño de un puño, millones de mosquitos tigre por todas partes... pero entre aquel infierno se erguían las ruinas del templo de la Madonna delle Vigne.

 

 

     Cansados de calor, insectos y noches tórridas decidimos orientar la siguiente etapa hacia el norte y el increíble lago Orta nos recibió con una zona camper increíble, monumentos, un pueblo tan acogedor como genuino y la bucólica isla San Giulio. Nos recreamos en el lago, casi más que en ningún otro sitio del viaje para la mañana siguiente afrontar el trayecto más complejo para nuestro Land Rover adulto: atravesar los Alpes. Lo hicimos por el paso de San Bernardino y lo cierto es que, incluyendo dos paraditas técnicas para disfrutar las vistas, se nos hizo sencillo. Pasamos la tarde en Liechtestein, su capital Vaduz, visita exprés pues tampoco da para mucho para terminar en una granja a orillas del lago suizo de Lucerna para pasar la noche.

 

     Aunque los días nos estaban cundiendo éramos conscientes que Suiza era nuestro último país, pero aún quedaba mucho camino por recorrer en este pequeño gran país. Visitamos Lucerna y nos dirigimos a Interlaken y de ahí a Kandesteg para coger el teleférico a Oeschinesee, lugar mágico que visité en mi infancia y que me trae grandes recuerdos. Pasamos la noche en un bosque cercano a Interlaken para consultar la meteo y decidir que el día siguiente pasaríamos el Fulka pass y visitaríamos el glaciar Aletsch, y así fue.

 

 

     Me equivoqué de teleférico, el mejor es el de Fiesch, sin embargo con el de Betten tuvimos la oportunidad de quedarnos a los pies del pico Bettmerhorn y subir los últimos metros hasta su cumbre. Vistas increíbles del glaciar y vuelta en un teleférico atestado de turistas. Bajamos por el valle hasta Martigny, un valle repleto de viñedos y con una luz de atardecer preciosa que se colaba entre las cumbres más altas de los Alpes. Al anochecer llegamos a Gruyéres, si, el pueblo del queso, que no sólo tiene una gran oferta gastronómica, si no que además es realmente encantador. Pasamos la noche en un bosque cercano al pueblo para repetir visita a la mañana siguiente. Tras Gruyéres pusimos rumbo a Berna, la capital, visita nostálgica a la ciudad en la que pasé varias temporadas de mi infancia y al caer la tarde nos fuimos dormir a orillas del lago Neuchatel, esto se acaba. 

 

     Nos quedaba el último día, o visto de otra manera, el día que emprendíamos la vuelta. Por la mañana visitamos las Gorges de L'Areuse y me sucedió una de las cosas más extrañas que he vivido en mi vida. El sitio es idílico, el río se encajona en un estrecho cañón de bosque atlántico, eso en otoño tiene que se una gozada pero aquel día nos encontramos varias señales (una de ellas de un chico que se había matado allí hacía pocos meses) que nos indicaron que no parecía buena idea estar allí. Visitamos el monasterio de Rommanmotier-Envy y de ahí nos fuimos a comer y dar un baño al lago Ginebra. Y llega el final, o el principio de la apoteósica vuelta de unos 1500 km hasta casa.

 

 

 

     Con tantos días rodando por sitios tan fotogénicos tengo que decir que muy mal se tiene que dar para no hacer alguna captura memorable. Me traigo algunas fotos buenas, pero sobre todo grandes recuerdos y la satisfacción de haber disfrutado una experiencia única, nómada y encantadora.


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El mes de las flores

 

 

     Algunas veces con más entusiasmo que otras, cada año por estas fechas retomo la recopilación de especies para mi herbario fotográfico. Este año, en lo que a la parte fotográfica se refiere, apenas he recopilado media docena de especies, el verdadero trabajo no está detrás de la cámara, si no detrás de la pantalla del ordenador para identificar la especie recopilada. Por eso me he lanzado a renovar las plantillas y a incluir una nueva categoría de fichas que, tengo que reconocer, que me resulta muy motivadora. Esta nueva plantilla, manteniendo la estética y la estructura general, incluye algunas novedades con respecto a la anterior:

 

 

 

1. A las categorías existentes de Cultivo, Forestal, Fungi, Herbáceas y Jardinería se incluye la de Botánico. Esta categoría, que podría incluirse en la de jardinería, prefiero diferenciarla para incluir especies que se encuentran en colecciones de Jardines Botánicos y centros de investigación, para de ese modo dejar la categoría jardinería exclusivamente para aquellas especies cultivadas en el ámbito doméstico o público exclusivamente con fines ornamentales.

 

 

2. He tenido constancia que, aunque no han llegado a ser con fines comerciales, hay algunas fichas de mi herbario que se han usado en el ámbito público sin citar la fuente y sin autorización. Mi única motivación a la hora de realizar este trabajo es la de disfrutar del proceso de creación, sin embargo, quiero dejar presente que si alguien quiere compartir el contenido debe informar y citar la fuente.

 

3. La estructura de la etiqueta se ha modificado para dejar espacio a más información. Especialmente en las fichas de botánico no tiene sentido hacer referencia a "Hábitat y protección"; considero más correcto hacer referencia al hábitat originario e incluir información sobre el Botánico o institución en la que se ha recolectado la especie.

 

4. ¿Cómo no? se trata de un herbario fotográfico y, como tal, debe aportar información sobre la técnica fotográfica (amigos aficionados a la fotografía que lo han consultado han echado de menos información en este sentido). Por eso, aunque sea información muy escueta, en una línea cuento el equipo y los ajustes básicos seleccionados para una de las imágenes, sin entrar en detalles sobre técnica o edición.

 

5. En la mayoría de las más de 130 fichas realizadas antes de esta modificación de la plantilla, las dos líneas reservadas para el apartado "Usos" me resultaban insuficientes. Esta modificación de la plantilla me permite incluir una línea adicional.

 

6. Por último, no tenía sentido realizar una serie basada en una cifra límite: el herbario comenzó con un principio y un final limitado a 120 fichas, pero me aportó tal satisfacción trabajar en él que me planteé alimentarlo cada año, aunque fuera con media docena de fichas. Esta referencia de ficha incluye la numeración seriada de tres dígitos 4 dígitos correspondientes a la fecha de realización de la ficha en formato AAMM, el código ISO de tres cifras que identifica al país, y tres letras que me permiten realizar una clasificación generalizada en mi archivo en función de los clados suprafamiliales: Angiosperma, Gimnosperma, Pteridofita...

 

Puedes consultar mi herbario en el siguiente enlace:

 

 https://www.pablossanchez.com/herbariofotográfico

 


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El oxígeno de las aventuras

 

 

     Me ha costado muchos años y mucho esfuerzo aprender que el mundo no se acaba porque las cosas no salgan como las habías planeado. Antes de comenzar un viaje puedes tener en mente varias fotografías que es muy probable que nunca llegues a hacer. Muchas veces serán causas ajenas, otras propias pero siempre hay un denominador común: la imprevisibilidad. Y me atrevo a afirmar que, aquello mismo que te deja sin conseguir las fotos que habías planeado, es lo mismo que te ayuda a encontrar las que no esperabas.

 

     Hemos hecho una escapadita de tres días por el centro de Portugal con nuestro Land Rover camper. Comenzamos por Tomar, Sintra, Cabo da Rocha, visita fugaz a Lisboa, Carrasqueira y la zona megalítica de Évora. Un plan de vértigo para pocos días en los que, además, tenía encajadas dos sesiones de atardecer: una en la famosa praia da Ursa, al oeste de Lisboa y otra en los muelles de Carrasqueira. Ni una ni otra sesión pude fotografiar.

 

     Para acceder a praia da Ursa se requiere un esfuerzo considerable: hay bajar el acantilado hasta el nivel del mar. Me atrevería a insistir en que mis cálculos estaban bien hechos, pero cuando llegamos el aparcamiento ¡faltaban 3 horas para que se pusiera el sol! ¿qué había fallado? debí hacerme un lío con nuestro reciente cambio de hora y el huso horario diferente de Portugal. La consecuencia fue renunciar a hacer esperar a Jenny esas 3 horas, más lo que se alargara la sesión tras la puesta de sol, más la vuelta de la subida del acantilado.

 

     A los muelles de Carrasqueira llegábamos por los pelos, con el tiempo justo para sacar la cámara para empezar a disparar, pero no pudo ser. A sólo 10 minutos del destino tuvimos que hacer una parada fisio-técnica en la cuneta, tras la cual, al volver a arrancar el coche se negó. En un primer momento no me preocupó demasiado, era el típico día gris plomizo que no prometía nada excepcional. Me equivocaba, mientras seguíamos tratando de arrancar al más puro estilo Sainz-Moya, el cielo se teñía de naranja intenso, las fotos que hubiera conseguido hubieran sido realmente espectaculares.

 

     Ya no sufro por estas cosas, se que lo realmente interesante es lo que te encuentras fortuitamente: el convento abandonado de la foto, un lugar que pudimos recorrer durante horas y en el que perdimos la noción del tiempo. No revelaré su localización para que los dueños no corten la entrada los visitantes esporádicos que se dejan caer por allí. Todo en el viaje forma parte de la vivencia: lo que planeas y no sale, pero sobre todo lo que no planeas y sale, y ese encuentro fortuito es la chispa que mantiene viva la llama de la aventura y la búsqueda de nuevas experiencias.

     

 


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Caminar por el filo

 

 

     Desde que comencé a cortar las primeras maderas, para camperizar el Land Rover Discovery con el que estamos viajando últimamente, surgieron las dudas con respecto a la legalidad vigente para pasar la noche en el coche. La normativa es muy extensa y se vuelve realmente compleja si tenemos en cuenta que está regulado a nivel autonómico. Por otra parte está la percepción popular sobre el mundo camper, en este sentido las opiniones varían desde los que lo ven como un modo de viajar más sostenible hasta los que nos demonizan tachándonos de ilegales.

 

     Hace pocos días nos dejamos caer por la zona de las hoces del Duratón en Segovia. La belleza del parque natural, el rico patrimonio de esa parte de la provincia de Segovia y la abundancia de montes y caminos públicos hace de esta zona un paraíso para los amantes del camper. Llegamos cerca del parque cuando caía el sol y "montamos campamento" a la orilla de un camino en un pinar. Cena tranquila, unas cervezas y un paseo a la luz de la luna llena para visitar el mirador del convento de la Hoz por la noche.

 

     A la mañana siguiente tenía en mente una foto desde esa misma localización, volví a recorrer el camino hasta el mirador y allí estaba aparcada una furgo camper (y pernoctando puesto que tenían las zapatillas a los pies de la puerta trasera), debió llegar en mitad de la noche pues cuando volvimos sobre la 1 de la madrugada no había ningún coche en el aparcamiento. Al llegar al mirador por la mañana era un auténtico espectáculo ver a los buitres posados en lo alto de la pared del cañón. Peleaban, volaban, pillaban térmicas, volvían a posarse ¡y todo esto a menos de 100 metros de mi!

 

     Al terminar la sesión volví a por Jenny para que pudiera ver a los buitres pero, para nuestra sorpresa, en lugar de buitres estaban las dos personas que habían pasado la noche en la furgo camper, a pesar del cartel que prohibía expresamente el paso para no molestar a la fauna. Era evidente que los buitres revoloteaban esperando que su posadero quedara libre de intrusos (puede verse uno de ellos en la esquina superior izquierda de la foto).

 

     La cuestión a la que quiero llegar es que viajar en modo camper requiere una dosis extra de civismo, cuando pernoctas de manera irregular, en una zona no habilitada o, incluso, como es este caso, te importa más tu experiencia (y la foto para Istagram) que respetar las normas del espacio natural que visitas, estás perjudicando a todos los que viajamos de este modo, tratando de ceñirnos a la estricta normativa que nos ahoga; normativa que, por otra parte, será cada vez más restrictiva mientras anden sueltos estos incivilizados ciber-aventureros de fin de semana que se pasan todo por su santo arco. 

     

 


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Creer en las casualidades

 

 

     Puedes pasar mil veces por un mismo sitio y no te fijas en los detalles, pasas de largo, absorto en tus pensamientos como si estuvieras aislado en una burbuja que te impide observar lo que tienes alrededor. Eso me ocurre en muchas ocasiones cuando salgo a correr: los mismos caminos, los mismos baches, charcos... e incluso te cruzas más o menos a la misma hora con las mismas personas.

 

     Un día como cualquier otro, pasando por el mismo sitio por el que paso varias veces todas las semanas, me llamó la atención una extraña acumulación de piedras a un lado del camino. Me acerqué y descubrí que se trataba de algo más complejo, premeditado y, sobre todo, enigmático. Lo recorrí y me recreé en su estructura durante un par de minutos en los que empezaron a surgir preguntas como ¿quién? ¿porqué? ¿cuándo? Pero sobre todo ¿Cómo será desde el arriba?

 

    Para dar respuesta a la última de estas preguntas me fui con el dron y las pilas bien cargadas a dar un vuelo por la zona ¿Cuál fue mi sorpresa? a lo lejos observé en lo alto de la colina una persona que acarreaba piedras. Lo que pensé que era una contrucción finalizada y abandonada en realidad no lo era, seguía viva y allí estaba Ricardo Nicolás, su creador. Durante la sesión de fotos con el dron compartimos charla, me contó cuando, porqué y, sobre todo, cuál era el verdadero significado de su obra.

 

     Siempre he sentido un vínculo especial con este tipo de manifestaciones artísticas, conocidas en el mundo académico como Landart. Me parece que están rodeadas de misterio, son algo espiritual que conectan al hombre directamente con el medio, curiosamente, no he sido el único al que le ha transmitido buenas sensaciones el lugar en el que está construido el Observatorio Vida Libre, tal como lo llama Ricardo Nicolás. Detenerme un instante en lo alto de esa colina cuando salgo a correr me ha aportado algo más que recuperar el aliento ¿pueden ser las vistas? es posible, pero es cierto que ese día descubrí que, por algún motivo, se trata de un sitio especial para muchas de las personas que pasamos por allí. 

 

    Las casualidades existen: Ricardo Nicolás se moría de ganas por observar su obra desde el aire y allí aparecí yo con mi dron. Mis incógnitas sobre aquella misteriosa construcción parecía que nunca iban a obtener respuesta y allí estaba su creador esperándome para contarme los detalles más íntimos de este lugar tan especial.

 

     

 


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Hacer volar la imaginación

 

 

     Hace más o menos un año que contaba por aquí cuales eran mis primeras impresiones con mi dron Dji Mini 2, pues bien, hasta ahora, en todo este tiempo no he encontrado una idea que me motive o un proyecto sobre el que trabajar. Durante el último mes ya he hecho más sesiones y fotos que en todo el año anterior ¿qué me ha motivado a fotografiar con el dron? ¿en qué consiste este proyecto?

 

     Desde hace varios años revolotean por mi cabeza imágenes de campos de cultivo invernales, no nos vamos a engañar: el invierno es muy largo y dónde resido habitualmente hay campos por todas partes, aprovechar estas circunstancias significaría encontrar un filón para fotografiar. Por otra parte ahí tenía el dron aparcado, pero lo que me despertó interés fue recopilar las fotos del 2021 y encontrar que una de las más trascendentes era una cenital de un campo de cultivo.

 

     He coqueteado con la abstracción en varias ocasiones pero ahora, cuando el dron sube por encima de los 100 metros y pongo la cámara en posición vertical, el campo se convierte en un lienzo que parece sacado de los sueños más profundos del propio Kandinsky. Ver las formas caprichosas de las parcelas del campo y como se mezclan en una sinfonía de colores sólo hace que me abstraiga y mi imaginación vuele durante los 20 minutos que dura la batería del dron.

 

 



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Mis 9 favoritas del 2021

 

 

     Si hay algo que para mi caracteriza este año y me ha marcado realmente es el comienzo de "el gran proyecto": la preparación de un vehículo que me permita viajar a cualquier sitio y me de libertad. Tenemos prácticamente finalizada la preparación y camperización de un Land Rover Discovery con el objetivo principal de poder viajar a África de manera autónoma, espero poder materializar ese sueño el próximo año, mientras tanto, el hecho de haber estado inmerso en el proyecto de adaptación y mejora del vehículo me ha limitado el tiempo que he podido dedicar a la fotografía, pero aún así, este 2021 ha sido un año muy interesante para mi desde el punto de vista fotográfico.

 

     Ha habido otra gran incorporación a mis posibilidades fotográficas, desde finales de 2020 he comenzado a fotografiar con el dron. Lo cierto es que, a pesar de las oportunidades que ofrece, apenas lo he incorporado a mi rutina fotográfica y no he planeado sesiones exclusivas encaminadas a este tipo de fotografía, a pesar de ello he conseguido varias fotos de calidad más que aceptable dentro de mis exigencias.

 

     Durante los primeros meses del año se dieron las condiciones idóneas para recorrer la sierra de Gredos y Candelario en varias ocasiones. No se trataba de salidas fotográficas estrictamente hablando, pero estar en un espacio natural de tal belleza con la cámara en la mano siempre va a dar como resultado encontrar buenas oportunidades fotográficas.

 

     El gran viaje de este año ha tenido como destino Egipto. El mayor potencial del país del Nilo es la milenaria riqueza cultural de su patrimonio arquitectónico, pero además esconde dos de los mayores tesoros naturales que siempre he soñado con visitar. El primero es el desierto Blanco, un punto de visita indispensable en este país. Desde que tengo uso de razón fotográfica era un sueño que tenía que cumplir en algún momento de mi vida pasar una noche en ese desierto tan maravilloso. El segundo tesoro natural en Egipto es el mar Rojo, un punto de biodiversidad marina de los más importantes del planeta.

 

     Más allá de eso hemos realizados dos viajes "inaugurales" con el Land Rover camper, en el primero de ellos recorrimos los Pirineos por la vertiente francesa. Allí visite varias localizaciones nuevas pero también volví a otros viejos conocidos como Iraty o el valle de Ansabere, un lugar realmente extraordinario pero que se me resiste para conseguir alguna foto que pase mis criterios mínimos. El segundo viaje era un destino que llevaba en mi lista de pendientes varios años: buscar lince en libertad en la zona de Andújar.

 

     Termina el año con la germinación de lo que será el proyecto más importante de mi trayectoria en el mundo de la fotografía (aún no puedo contar nada de nada). Ha sido un año en el que he conseguido algunas fotos de nivel más o menos aceptable, pero creo que en general, a pesar de los viajes y salidas fotográficas el resultado no ha estado a la altura de las grandes posibilidades que he tenido. Si fotográficamente no ha sido un año especialmente productivo, ha supuesto el punto de partida y despegue de mis proyectos fotográficos más ambiciosos.

 

Espero que disfrutes de esta selección que con tanto cariño he preparado, gracias por tu visita.

 

 

Luces y sombras del desierto Blanco.

Rayo de sol en el templo de Abydoss.

Riscos de la garganta de Bohoyo.

Arco de Arno en Otoño.

Perdido en el laberinto de hayas.

Atardecer en la sierra de Candelario.

Bosque mágico de Iraty.

Contemplando el universo en el desierto Blanco.

Alpenglow en As Torris.



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Buscando linces en Andújar

 

    Volvemos a la carretera y el viaje comienza con la incertidumbre sobre cómo nos afectará el frío en nuestro 4x4 camper. Las temperaturas para las noches de comienzos de diciembre en la zona de la sierra de Andújar eran bajas, muy tímidamente superarían los cero grados. El primer trayecto lo realizamos sin paradas, llegamos bien entrada la noche y dormimos junto al río Rumblar, la antesala de Andújar, donde la mañana siguiente amaneció con frío y niebla.

 

     El objetivo del viaje era observar al lince ibérico en libertad. El optimismo, que estaba muy empoderado por las instrucciones de amigos que habían estado en la zona, poco a poco se fue desvaneciendo a lo largo de la primera jornada de búsqueda. Tiramos la toalla cuando el crepúsculo apenas nos permitía distinguir sombras entre las ramas de los árboles, abandonábamos la zona lince pero un grupo de personas en el arcén nos indicaba algo muy claro: estaba por allí.

 

     Ni más ni menos que cuatro ejemplares acababan de pasar por allí. A más de 100 metros, cuando con mi propia vista apenas podía distinguir una sombra, con el ISO alto de la cámara pude fotografiar dos ejemplares. Sólo fueron unos segundos, pero la emoción estaba por las nubes al haber tenido frente a mi al fantasma de nuestros bosques, el felino más amenazado del planeta.

 

     Este encuentro no nos hizo más que ponernos los dientes largos y, a la mañana siguiente, pusimos rumbo a la zona en la que lo vimos el día anterior. La búsqueda fue infructuosa en esa segunda jornada, tal vez si hubiéramos esperado al crepúsculo podría haber habido suerte pero teníamos otros planes para ese viaje. Cruzamos el parque natural de la sierra de Andújar de sur a norte para observar las grandes manadas de ciervos y gamos, la experiencia de tener un gran macho a escasos metros y que te mire directamente hizo que se nos olvidara por un momento lo escurridizo que era el lince.

 

     Dejamos Andújar atrás y buscamos una buena zona para pernoctar, no podía faltar la hoguera para calentarnos y cocinar una deliciosa cena, a la brasa todo sabe mejor. Con las primeras luces del siguiente día y envueltos en una densa niebla partimos dirección Cáceres, dónde teníamos una cita con José María Benítez en el centro de recuperación de fauna Los Hornos, en Sierra de Fuentes. Allí vive Nautilus, un lince retirado del programa de cría en cautividad por un problema genético, aunque no hay nada como poder ver este animal en libertad, la mirada directa, profunda y penetrante de este animal tiene la capacidad de cortarte la respiración por momentos. 

 

 


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Porqué nunca me convertí en fotógrafo profesional

 

 

 

 

     Muchas personas cuando ven que haces buenas fotos y, sobre todo, cuando le transmites la pasión que sientes por la fotografía, te lanzan la eterna pregunta: — ¿Porqué no te dedicas a esto? Ante esta cuestión la respuesta la tengo más o menos clara, pero primero necesito contarte qué hice hace unos días.

 

     Como tantas veces que salgo a fotografiar me levanté a las 5 de la mañana, me vestí para la ocasión y un buen trayecto en coche para llegar a Urbasa. Allí elegí una zona que ya conozco pero que tenía ganas de explorar más a fondo. Con el color del otoño en pleno auge, el tiempo de perros ideal para este tipo de fotos y con todo el día por delante fotografiando en el bosque, las horas se convirtieron en minutos.

 

     Pasé el día literalmente perdido por el Laberinto de Katarri entre hayas, rocas, musgo y niebla. Volví al coche con la tarjeta de la cámara bien cargadita de buenas fotos, las baterías agotadas y esa inexplicable sensación de satisfacción por haber pasado un día increíblemente bueno para fotografiar.

 

     ¿Porqué nunca he querido ser fotógrafo profesional? es posible que jamás volvería a tener días como este, de hacer fotos cuando, dónde y cómo me apetece. En 2015 trabajaba con varios clientes y estaba en el camino para desvincularme de mi actividad laboral para dar el paso hacia la profesionalización en fotografía. Por una parte los ingresos no parecían proyectarse hacia niveles que me pudieran satisfacer y, por otra parte mucho más importante, la fotografía comenzaba a convertirse en una obligación, perdiendo así parte del significado que tenía para mi hasta ese momento.

 

     Cuando algo ocupa un lugar tan importante en tu vida, como es para mi la práctica de la fotografía de naturaleza, creo que es importante protegerla: si me hago profesional y la fotografía pasa a ser una obligación, dejándome de aportar esos valores emocionales y personales, estaría perdiendo una parte importante de mi. Proteger lo que significa para mi la fotografía y lo que me aporta es el verdadero motivo por el que nunca he querido convertirme en fotógrafo profesional.

 

 


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¿Cómo vas con lo de cumplir tus sueños?

 

 

 

     A la mayoría de las personas les resulta demasiado fácil ponerse excusas sobre porqué no está haciendo nada para cumplir sus sueños. Un coche, un tipo de casa, familia, viajes... todos, cuando comenzamos a tener uso de razón, empezamos a plantearnos unos objetivos que, en la mayoría de las ocasiones terminamos por dejar en el olvido y preferimos seguir una vida lineal, estándar y, en ocasiones, ajena a nuestros principios.

 

     Aunque parezca demasiado idealista, mi primer sueño, cuando comencé a madurar, fue realizar una travesía en bicicleta desde España hasta Kamchatka, Rusia ¿Porqué? no recuerdo bien los motivos y, ahora, desde el tipo de vida que llevo y aunque ese sueño no forme parte de mis prioridades me pregunto una y otra vez porqué, con 20 años, sin obligaciones y con la remota posibilidad que tenía para hacerlo ¿porqué no lo intenté?

 

     En esa época surgieron otros sueños, el primero y en el que más ilusión he puesto ha sido en encontrar a mi pareja ideal, alguien con quien compartir todo, lo que viene siendo una compañera de vida, en eso he tenido toda la suerte que he podido tener y sigo viviendo día a día en ese sueño. Pero, además, surgieron otros pequeños y grandes sueños: desde visitar los grandes monumentos de la humanidad como el Taj Mahal o Angkor hasta realizar un trek por el Himalaya hasta Namche Bazaar o fotografiar en el remoto desierto Blanco de Egipto.

 

     Estas líneas, además de para hacer autoexamen de conciencia (y consciencia), sirve para plantear la situación a quien lo lea: si tienes algún sueño por cumplir no dejes que lo cotidiano te aleje demasiado de la posibilidad de alcanzarlo. Se realista y plantéate los más accesibles primero, la enorme satisfacción en el momento de cumplirlo y la recompensa del recuerdo son sensaciones muy placenteras, esto lo digo sólo un mes después de cumplir uno de mis sueños, con el recuerdo muy fresco de pasar la noche fotografiando en el desierto Blanco.

     


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Dejarse llevar por un desconocido

 

 

    Con la maletas aún a medio deshacer comienzo a escribir estas primeras líneas sobre el que ha sido, sin lugar a dudas, el viaje más complicado que haya realizado jamás: se trata de Egipto. Casi todo el mundo identifica indudablemente este destino con pirámides y la milenaria cultura egipcia, quién conoce un poco más tal vez haga referencia al crucero por el Nilo parando de templo en templo. Pero estos "convencionalismos", si se me permite la expresión,  no son mi estilo.

 

     Cuando viajo a un destino extranjero, especialmente en países en los que la cultura en tan diferente a la mía, me gusta salir de los circuitos turísticos; por lo general el Ministerio de Asuntos Exteriores suele dar una serie de recomendaciones que son totalmente opuestas a tener la oportunidad de integrarte, si existe alguna posibilidad, con la gente de ese lugar. 

 

     La mayoría de personas que visitan Egipto flotan sobre la superficie de una cultura profundamente rica, se mantienen en una burbuja de confianza, seguridad y confort para evitar a toda costa que asome el miedo, fundado o infundado por el desconocimiento y la desconfianza. Esta es la mayor barrera, la del desconocimiento, el miedo a "cualquier cosa" pero siempre, siempre, la experiencia me ha demostrado, y he podido comprobar en otras personas, que el hecho de conocer los peligros reales te hace: por una parte tener la confianza de que algo puede pasar o no, y por otra estar preparado y saber evitar el peligro real.

 

     Mi viaje a Egipto se ha salido de todos los estándares y, cuanto más me he alejado de estos, más profunda y enriquecedora ha sido la experiencia: dejarte llevar por un buscavidas que te ofrece cualquier cosa que te pueda llamar la atención con el único objetivo de obtener una recompensa económica puede ser interpretado como una molestia, un riesgo o un peligro, pero también supone una oportunidad. Mientras recorríamos una parte poco turística del bazar Jan el-Jalili en la zona antigua de Cairo nos "asaltó" uno de estos buscavidas ofreciéndonos una lista interminable de productos y servicios, pero hubo uno que me llamó la atención: visitar una antigua mezquita que no está abierta a turistas.

 

     Una mezquita con 700 años sobre sus muros que parecía sacada de una historia de Las mil y una noches: piedra y mármol negro, pasadizos estrechos y oscuros, madera que parecía llevar allí una eternidad... cualquier detalle que observamos mientras recorríamos ese lugar nos parecía transportar a una época lejana en la que la mezquita, ahora olvidada entre calles sucias y bulliciosas, ofrecía un remanso de paz y espiritualidad a los fieles.

 

     Terminamos subiendo al minarete: unas escaleras de caracol tan estrechas como oscuras se abrían en lo alto a un destartalado balcón de madera, que me ofreció la que para mi ha sido la mejor panorámica sobre Cairo. Espero no olvidar nunca las sensaciones que me invadieron al contemplar la trágica decadencia que se extendía ante mi, aquella extensión casi infinita de tejados constituía un paisaje tan decrépito que rozaba lo sublime, por suerte, creo que si observo esta foto y cierro los ojos puedo transportarme durante un instante a lo alto de aquel minarete para revivir aquella profunda experiencia.

 


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Una vuelta a Pirineos

 

    Desde enero hasta agosto he estado trabajando en la camperización de un Land Rover Discovery. La idea es viajar a África con él pero las circunstancias tanto personales como fronterizas (no quiero nombrar el maldito C**id) no eran las ideales, por eso decidimos hacer un recorrido de aproximadamente 1.500 km para explorar bosques y valles de los pirineos franceses. 

 

     Hay que comenzar desde la base que se trata de un coche muy pesado y con unos años a la espalda, por lo que la velocidad no es su fuerte. Salimos de casa al caer la noche para tratar de recortar camino y, a la mañana siguiente avanzar hasta dónde comenzaban las localizaciones que queríamos visitar, en Foix, al este de los Pirineos franceses. Dormimos esa primera noche en un punto indefinido entre Burgos y Logroño, una pista que entraba al bosque, un kilómetro hacia dentro y ese fue nuestro primer campamento ya casi entrada la madrugada.

 

     La comodidad de la noche no nos permitió madrugar mucho. La camperización no es gran cosa: tableros de madera de okume que forman módulos que encajan para formar cama o dos asientos; cojines de espuma de alta resistencia y viscoelástica; todo bastante sencillo y casero pero tras esa primera noche nos dimos cuenta que era realmente cómodo. Segundo día de camino en el que llegamos hasta Foix, pero los puertos de montaña fatigaban el coche y pasamos casi todo el día en la carretera, pocas paradas y pasando de largo por los sitios marcados para llegar casi de noche a nuestro destino.

 

     El tercer día de nuevo fue una constante de carretera para llegar de noche al aparcamiento del circo de Ansabere, en Lescún, y aquí es dónde comenzó la parte encantadora del viaje recorriendo puertos de montaña, espacios naturales y pueblos realmente encantadores. Disfrutamos de una sensación de libertad plena, caminando por los bosques, al despertar junto a un arroyo, desayunar con los primeros rayos de sol y sin otra preocupación que disfrutar del momento. 

 

     Hemos aprendido que el valor que aporta el viajar de este modo es que puedes hacerlo sin destino, sin poner metas, sin puntos de interés por los que pasar de manera obligada, esto solo hace que enturbiar la experiencia que se vuelve sublime cuando disfrutas de cada segundo. Os dejo esta pequeña galería que representa parte de las experiencias vividas aquellos días.

 

 


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El "hype" de las primeras fotos

 

    Desconozco si es un mal común a todos los que practicamos la fotografía pero en mi caso tengo que afirmar que la excitación con los resultados cuando pruebo algo nuevo en fotografía es muy grande, pasan los días y te das cuenta de lo mediocre que es lo que has hecho.

     

     Recuerdo la primera vez que probé un gran angular, un degradado e incluso un polarizador, esas primeras fotos con esos efectos que me recordaban a las que hacían mis ídolos americanos me parecían tan extraordinarios que me hubiera atrevido a hablarle al propio Galen Rowell de tú a tú si lo hubiera tenido frente a mi. Desconozco si hay algún nombre técnico o algo desarrollado sobre lo que considero una clara alteración de la percepción, pero, como he dicho, en fotografía creo que es algo bastante común.

 

     He estado varios años dándole vueltas a la idea de comprar un paramotor para realizar fotografía aérea, al final lo dejé en el olvido. Comenzaron después a llegar los drones, pero no los consideraba máquinas con los requisitos mínimos para fotografía (a mi parecer). Hace casi un año que tengo un dron, captura RAW y, aunque las carencias son muy marcadas, creo que puede estar a la altura para desarrollar algunos trabajos que encajen en sus limitaciones ópticas y técnicas. Desde que tengo el dron apenas he fotografiado con él, el poco tiempo que le he dedicado ha sido, fundamentalmente, prácticas de vuelos y probar, probar, probar...

 

     No sería la primera vez que me pasa, que la tarjeta de la cámara se me quede en el lector o las baterías en el cargador. Llegar a la localización y no poder fotografiar es un chasco, pero, por suerte, en la mochila estaba ese pequeño aparato volador. Dediqué una sesión exclusiva a fotografiar con el dron y, como me ha pasado con otras fotos que he hecho desde el aire, lo innovador del punto de vista cenital, lo extraordinario de obtener unos resultados nuevos, me ha hecho entusiasmarme (creo que) excesivamente con los resultados ¿Es esa alteración de la percepción en la que valoras excesivamente tus fotos? ¿otra vez?

 

 


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¿Cuánto cuesta una foto?

 

    Desde que sales de casa puedes poner en marcha tu tacógrafo particular, contar gasolina, equipo, material... cuanquier cosa cuantificable, pero la foto que aparece en este artículo casi me cuesta algo que no se puede cuantificar: la vida. No exagero cuando digo que me considero muy afortunado por poder estar escribiendo estas líneas, pero hace un par de días la combinación de montaña, tormenta eléctrica y trípode estuvo muy cerca de desencadenar un desastre.

 

     Amenazaba tormenta,  no lo voy a negar, con sus avisos amarillos de AEMET incluídos, pero una hora antes de salir de casa estuve muy atento a la imágen satétite a través de sat24.com para ver cómo evolucionaban las tormentas. Se estaban desarrollando dos focos principales: uno en el límite de provincias de Cáceres y Badajoz, unos 200 kilómetros al sur de mi destino y otra unos 100 km al norte, en el entorno de la ciudad de Salamanca. Todo apuntaba que la tormenta permanecería en las zonas llanas.

 

     En Hoyamoros el sol se cuela transversalmente en el circo paleoglacial duante muy pocos días antes y después del solsticio de verano, esta luz transversar tenía en mente combinarla con el climax de la floración del piorno. El pasado día 12 de junio era el día perfecto, todo encajaba, además las luces de tormenta de las zonas llanas podían ser el complemento ideal. El destino estaba fijado, comenzamos a caminar con esperanza por lograr el objetivo pero mirando de reojo los relámpagos y truenos a lo lejos.

 

     Todo parecía bucólico, sol, tormentas, flores... llegué al destino y tuve la sensación que las tormentas de Extremadura habían avanzado hacia el norte y comenzaban a llegar al sistema Central, mal asunto. Monté trípode, en lo que lo hice el cielo se volvió plomizo y todo se oscureció en cuestión de minutos. Primeros disparos y encuadres de prueba, como el que podéis ver arriba y me sorprendió el primer trueno, valoramos la situación y vemos unas "mammatus" sobre nuestras cabezas que acojonan al más valiente, tan cerquita que teníamos la sensación que podíamos tocarlas si estirábamos el brazo hacia arriba. Otro trueno y notamos como nos retumba el pecho. Hacia el coche parecía que el cielo estaba más despejado, no valoramos la situación lo suficiente y decidimos poner pies en Polvorosa para arriesgarnos a ir hacia el coche. Error.

 

    En pocos minutos estábamos en medio de un auténtico infierno: en la montaña, terreno despejado, trípode a la espalda y los relámpagos empezaban a tocar tierra. El resto del trayecto hasta el coche fue una sucesión de incertidumbre, los relámpagos impactaban cada vez más cerca, truenos, granizo... mi único pensamiento era "el siguiente cae sobre nosotros, seguro".

 

     Cometimos error tras error, fuimos imprudentes e irresponsables, pero sobre todo afortunados. Las posibilidades de que nos cayera uno de los rayos en aquellas circunstancias no creo que fueran menores al 50%. Tal vez los rayos impactaron contra los hitos metálicos de algunas cumbres, los restos de los remontadores de una pista de esquí abandonada hace años, o simplemente aquel no era nuestro día. Tengo claro el dicho que tantas veces he escuchado a mis maestros: ninguna foto cuesta tu vida, pero es imposible pensar con la lucidez necesaria en algunas situaciones extremas. 

 


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Un recuerdo a Juan Santos

 

    Improvisado y con apenas un par de horas frente al ordenador esta primavera planeamos un "Road trip" por España de vértigo. Tres días, 1.200 kilómetros y unos 20 lugares a visitar; pero entre visita y visita me encontré con algo que no esperaba: un campo de amapolas que irremediablemente me recordó a Juan Santos.

 

      Para quienes no le conozcáis os invito a que visitéis su web, dejo el enlace bajo estas líneas, pero espero contar con su permiso para recordar en unas líneas su trabajo fotográfico y cómo influyó en mi. Le conocí casi con los primeros pasos que daba El Paisaje Perfecto, en el 2015, colaboró estrechamente con el blog, en un primer momento como "consejero" y posteriormente con la edición de artículos. Siempre tenía una palabra amable que ofrecer y, sin esperar nada a cambio, me regaló varios consejos que cambiaron mi rumbo fotográfico para siempre.

 

     El legado fotográfico que nos dejó es refinado, meticuloso y muy elegante. Reinventando el estilo clásico de Adams con personalidad pero su carrera fotográfica se terminó casi de manera repentina; unos años después sigo convencido de que si la enfermedad no se hubiera llevado a Juan Santos y hubiera estado entre nosotros un par de décadas más podría haber escrito una página destacada en la historia de la fotografía de nuestro país.

 

     Admiraba a Juan Santos y sigo admirando su recuerdo cada primavera, cuando me cruzo con un campo de amapolas. Las personas que nos regalan su experiencia, trabajo y amabilidad son las que, por un motivo u otro dejan huella. Te envío un fuerte abrazo, Juan, allá donde estés.

 


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El mejor mal tiempo

 

    Después de haber soportado sobre mi cabeza decenas de chaparrones en la montaña, a estas alturas tenía muy claro que no me apetece volver a pasar el día fuera de casa para regresar con la ropa empapada de lluvia y la tarjeta de la cámara vacía. Durante la estación invernal, en las montañas del sistema central de la península, cuando hace mal tiempo es mal tiempo de verdad y empieza a perder fuerza la expresión del libro de Eduardo Blanco "Fotografiar con mal tiempo, Un buen momento".

 

     En nuestra última aventura por la montaña tuve la suerte de acordarme de no mirar cómo estaría el tiempo, nos fuimos "a lo loco". Poco antes de comenzar a caminar consulté la previsión para el día y era excepcionalmente mala, de lo que deduje que ese día sería casi imposible sacar la cámara. Por lo general, con el tiempo de borrasca las cumbres se cubren completamente de nubes que no dejan de descargar agua: mal porque no se ve la montaña y mal porque una jornada bajo el agua se vuelve muy dura.

 

     Para nuestra sorpresa comenzamos a caminar y no llovía, un chubasco ligero y volvía a parar durante al menos una hora. Las nubes, que suelen mantener las cumbres ocultas, se arremolinaban y parecían deslizarse entre ellas; mientras en el whatsapp leía "en toda la mañana no ha parado de llover" que escribía alguien que estaba en la vertiente sur. En ese momento se me encendió la bombilla, lo he tenido delante durante años y no lo había visto. No es lo mismo una borrasca que llega desde el norte que una que llega desde el sur, y no son las mismas las de invierno que las de primavera u otoño. Hay mal tiempo, y creo que he dado con la clave para encontrar el mejor mal tiempo para fotografiar esta zona.

 


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Mis 9 favoritas del 2020

 

     Termina un año imprevisible, de cambios, en el que nada ha sido lo que esperábamos. En mente tenía viajes a Egipto, Turquía, Perú... de echo, a sólo un día de reservar los vuelos para ir a Egipto, comenzó el confinamiento de marzo; y el 2020 se ha convertido en el año más extraño para fotografiar paisaje de todos los que he vivido. A lo largo de los meses hemos acatado las restricciones para salir a fotografiar cuándo y dónde se ha permitido, pero eso no ha sido impedimento para que la mayoría hayamos encontrado en la naturaleza una vía de escape a una situación excepcionalmente compleja. 

 

     Una y otra vez me choco contra la realidad para darme cuenta que cada experiencia es enriquecedora (no sólo fotografiar en el desierto Blanco, Capadocia o el Machu Picchu) y llegar la conclusión, tanto como resignarme, a que la mejor foto de paisaje no está tanto determinada por el lugar como por nosotros mismos y las condiciones del momento. Un año sin viajar ha sido la oportunidad ideal para explorar la ribera del Tormes a su paso por Salamanca; necesitas enfrentarte a una situación como esta y haber comenzado un proyecto fotográfico concreto para descubrir que a dos minutos de casa, y en plena ciudad, tienes un pequeño oasis fotográfico. 

 

     He tratado de exprimir las localizaciones de la provincia y la región, he realizado una "expedición" con Fiti (mi burro) para pasar dos días en la sierra del Espinazo y fotografiar el cometa Neowise. Este año también me ha permitido reordenar todos los proyectos fotográficos que tenía abiertos, realizar una galería retrospectiva... creo que quien opine que fotográficamente es un año muerto es porque no ha puesto lo suficiente de su parte. Si una puerta se cierra es una oportunidad para buscar una nueva salida y comenzar a trabajar en los proyectos fotográficos del 2021.

 

Espero que disfrutes de esta selección que con tanto cariño he preparado, gracias por tu visita.

 

 

Luces de tormenta en los acantilados de Gueirúa.

Pino sobre el mar de nubes.

Amanecer en la playa de Gueirúa.

Flores de erizón con estrella Polar.

Atrapado en el bosque.

Remolino de hojas en la garganta de Muñogrande.

Árboles escarchados.

Atardecer de invierno en la catedral de Salamanca.

Últimas luces en la sierra del Espinazo.



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He preguntado qué foto os gusta más y este es el resultado

       Recopilando las fotos que he hecho en 2020 que más me han gustado, a la hora de repasar las que hice en un amanecer en la playa de Gueirúa, Asturias, me surgió una duda: cuál de estas dos imágenes era mejor. De toda la sesión, son las dos mejores y, aunque a simple vista son parecidas parece es evidente que en la 1 (izquierda) el cielo tiene mucho protagonismo, mientras que en la 2 (derecha) es el primer término lo más destacable de la foto. 

 

     Al no encontrar un argumento de peso que me hiciera decidirme por una u otra me propuse consultarlo por redes sociales para conocer la opinión de los demás y ver qué opinaba el resto. Pregunté por Twitter, Instagram y Facebook y los votos obtenidos han sido los siguientes:

 

Foto 1: 24 votos

Foto 2: 23 votos

 

     Con este equilibrio está claro que no hay nada que realmente haga destacar a una sobre la otra por lo que creo que la decisión, además de en mi mismo, hay que buscarla en los argumentos aportados en los comentarios. Lo que más destaca de la primera es, sin duda, el equilibrio de los elementos, en la segunda es una composición muy "correcta", tal como dice Alberto Tormo:

     Tal como había observado, el primer plano guía muy bien la mirada hacia la imagen y transmite mucho mejor la sensación de lugar, tanto Jep Flaqué, David López y Yarky Moguel lo indican en sus comentarios:

     Sin embargo, hay otros comentarios que argumentan todo lo contrario, indicando que ese primer término tiene demasiado peso visual. Hay estudios que indican que en este tipo de paisajes dos tercios de la imagen sean ocupados por el primer término puede ser una proporción muy correcta. Paco Pulido indica que al ser una zona demasiado blanca se queda con el peso visual de la imagen:

     Cuando hice esta fotos, aunque estén numeradas como 1 y 2 lo cierto es que cronológicamente están realizadas al contrario. Comencé disparando la 2 y, al observar que el cielo estaba ganando color e interés decidí variar la composición situando el horizonte prácticamente centrado para dar protagonismo al cielo en general sin cortar la nube de la izquierda arriba en la imagen 1. Por lo tanto la imagen 1 es una evolución de la 2 durante la sesión. Esto lo comenta David Frutos:

     Pero hay un comentario que se inclina por la imagen 1 que ha sido el que me ha hecho decidir que prefiero esa imagen sobre la 2, y es el tiempo potencial que puede llegar a atrapar la vista del espectador:

     Pero hay un factor que no se ha mencionado sobre la imagen 1 y su "mensaje", que es lo que creo que hace que sea una foto mucho más completa que la 2 y es que su mensaje es mucho más completo. Con el paisaje natural hay cierta complicación en plasmar yuxtaposiciones (elementos o características opuestas o enfrentadas) y en la foto 1 hay una clara yuxtaposición entre la parte superior con tonos pastel, formas suaves y ligeras de las nubes confrontadas con la parte inferior, más oscura sin color, rocas contrastadas con las líneas de la espuma: suave-tosco / delicado-rudo.

 

     La mayoría de las personas que vean esta foto en redes creo que van a considerar mejor la 2, sin embargo creo que es muy "obvia", primer término con protagonismo, agujas icónicas de un lugar conocido y cielo coloreado. Pero una imagen que se va a ser observada en una pantalla de móvil durante unos segundos necesita de un elemento menos obvio y más llamativo para llamar la atención (la nube), si esta consigue capturarte creo que el potencial de la imagen 1 es mayor para tocar un poquito más la sensibilidad del espectador.

 

     Muchas gracias a todos por vuestros votos y opiniones.


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Mi DJI Mini 2

 

   Hace muy poco, y casi sin esperármelo, me encontré entre mis manos esta pequeña maravilla de la tecnología, el DJI Mini 2. Aunque nunca he sido partidario de opinar sobre productos es cierto que en esta ocasión no puedo resistirme, este pequeño aparato me ha conquistado (fotográficamente hablando). Voy a contar qué me ha parecido en mis primeras salidas fotográficas, aunque tengo que comenzar diciendo que mi experiencia haciendo "reviews" de productos se limita a otro artículo y este, por lo que todo lo que escribo se centra únicamente en una opinión subjetiva y un planteamiento muy básico de lo que analizo. 

 

     Lo cierto es que hace años que tenía ganas de grabar y fotografiar con un dron, desde que hace años ayudara a un amigo con el rodaje de un documental para el que utilizó un DJI Phantom, comencé a sentir atracción hacia este tipo de aparatos. Poco a poco fue cayendo en el olvido hasta que nuestros últimos proyectos nos han hecho plantearnos la posibilidad de adquirir uno. Dadas las circunstancias el modelo ideal ha sido el DJI Mini 2.

 

     ¿Porqué este modelo? ligereza: cabe en un bolsillo y pesa menos de 250 gr., en travesías de muchas horas o incluso días sería inviable cargar con los modelos superiores. Legalidad: dadas sus dimensiones hay menos restricciones sobre los lugares y circunstancias en las que puedes volar. Prestaciones: con vídeo en 4K y foto con RAW tiene todo lo que buscamos, pero a esto hay que sumar compensación de exposición, ajuste de proporciones de imagen y zoom (digital). Precio: es ligeramente inferior a los modelos siguientes.

 

     ¿Qué es lo que no tiene? para mi, lo único que podría ser destacable y que le falta frente a modelos superiores es la detección de obstáculos laterales y el vídeo a 60 fps (a 4K el máximo es 30 fps). Más allá de esto es posible que una resistencia al viento mayor sería deseable pero hay que ser realistas y la estabilidad que tiene dado su peso y tamaño resulta casi increíble. Tengo que señalar que el "gimball" hace un salto extraño cuando está en picado y el dron el movimiento, una especie de salto que parece ser común a todos los dispositivos (no es un fallo propio del mío).

 

     Teniendo precaución y evitando volar en un momento de fuertes rachas de viento el dron se ha comportado de manera estable en todo momento: las tomas de vídeo han sido fluidas , tanto con los recorridos preestablecidos como otros que he comenzado a ensayar. Fotográficamente es tan sencillo como que lo colocas a la altura y perspectiva que quieres y haces la foto, listo. La sensación es que a pesar de que su precio pueda parecer elevado, el nivel de tecnología que adquieres es muy superior a lo que pagas.

 

     Cuando llevas tantos años fotografiando a ras de suelo y, cuando buscas una perspectiva diferente, trepas a cualquier lugar para obtener un encuadre mejor, el hecho de comenzar a fotografiar desde el aire te abre las puertas a un mundo nuevo por descubrir. Creedme, la perspectiva que ganas sobre el paisaje te lleva a otro nivel fotográfico y tengo que reconocer que, ese aire fresco a nuevos planteamientos fotográficos es lo que destaco por encima de todo.

 

     ¿Lo recomiendo para fotografía de paisaje? realmente si ¿creo que es el modelo óptimo para fotografía? tendría que probar otros modelos pero al menos de este no echo nada de menos que tenga constancia que tengan los demás, supongo que con el tiempo el software incluirá un mayor control sobre la imagen que capturamos: contraste, temperatura de color, dominantes, nitidez... opciones creativas desde el punto de vista fotográfico.

      


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Fotografiando otra realidad

 

 

      Desde que un concepto aparece por primera vez en nuestra mente hasta que lo representas y analizas pueden transcurrir décadas, ese es mi caso con las fotos de las que hoy escribo (y después con estas líneas). Hay algunos cuadros cuyo contenido ha dejado una impronta en mi percepción, una marca casi invisible, un ejemplo muy representativo para mí es la "Vista del jardín de Villa Medici" de Velázquez. Os voy a contar cómo he vinculado el concepto que ha creado en mi esta obra y cómo ha evolucionado ese concepto en la serie fotográfica que aquí presento.

 

     Más allá de su relevancia y lo que representa en la historia del arte, este cuadro ha conseguido desarrollar en mi un concepto que, a lo largo de mi vida, he ido percibiendo en muchos otros lugares. Este concepto, que generalmente surge de una percepción subconsciente de lo que nos rodea, lo podría definir como "arquitectura delegada" o "arquitectura degradada" (no lo confundamos con abandono), pero ¿Qué significa esto? vamos a observar con detalle el cuadro.

 

     El elemento más destacado del cuadro es una serliana, combinación de arcos característica de los grandes palacios renacentistas y neoclásicos. Estos arcos están cegados con tablones de madera irregulares y destartalados; a la derecha, entrecortada y direccionada hacia el exterior probablemente pudiera ser una escultura del dios griego Hermes. Sobre la balaustrada una mujer extiende una sábana y frente a los arcos dos soldados parecen charlar de cuestiones cotidianas. Con respecto a la vegetación, los setos están recortados y cuidados pero a los pies de estos la forma y el color del trazo es irregular lo que me hace pensar que crecen plantas espontáneas y el mantenimiento del jardín del palacio no es continuado y regular; esto lo encontramos también los cipreses: una de las ramas se desprende a la izquierda de la balaustrada y en general crecen desordenadamente, lo que nuevamente me lleva a pensar que no hay cuidados culturales que les haga mantener su función estética y recreativa. Incluso la luz es difusa y, al fondo, tras las nubes, el cielo parece oscurecerse.

 

     Todo lo que veo en el cuadro me lleva a un momento en el que el gran palacio renacentista no mantiene el estatus y la relevancia que un día tuvo. Lo realmente significativo de este concepto de degradación no es lo formal, sino una degradación política, social y económica vinculada a una obra arquitectónica. No me refiero a ruina o abandono, es un cambio vinculado al uso.

 

     Esta idea la percibí por primera vez con este cuadro, pero de un modo totalmente subconsciente. A lo largo de los años este concepto se ha cruzado en mi camino en multitud de ocasiones: visitando el castro de Coaña, frente a lo que parecía ser el edificio más importante, la residencia nobiliaria o palacio dentro del poblado, la transcendencia que tuvo aquella construcción ahora está relegada a un elemento arquitectónico más dentro del castro que recorren turistas. Otro ejemplo es la imagen de la izquierda: los jardines del palacio de Sotofermoso. Cuando observé esta imagen por primera vez me causó un fuerte impacto, estado ruinoso de un ostentoso elemento arquitectónico en un ambiente rural extremeño y que en la actualidad sirve para poco más que apoyar vallas de uso ganadero o de la construcción.    

 

 

     De nuevo, durante una visita turística al convento de San Esteban, en Salamanca, me volví a encontrar con este concepto de "degradación". El recorrido turístico nos muestra la relevancia histórica, eclesiástica y social vinculada al edificio, su transcendencia durante el periodo de influencia e intercambio cultural en Latinoamérica desde el comienzo de la época colonial. El contraste es llamativo: pasillos que han recorrido personajes históricos ahora los recorren visitantes que pagan su entrada (y, evidentemente, la comunidad eclesiástica actual); en las salas que se tomaron decisiones que cambiaron el rumbo de la historia hoy se repiten audiovisuales modelados para que el público consiga comprender la importancia de este lugar.

 

     Al llegar a la sacristía del convento, de nuevo esa percepción: ostentosas casullas de seda con bordados dorados, muy degradadas, expuestas en vitrinas. En las paredes espejos picados, deformados y deteriorados en los que ahora los turistas se hacen "selfies". De repente el reflejo de esos espejos me mostró ese concepto de degradación arquitectónica que percibí dos décadas antes al ver por primera vez la obra de Velázquez y aquí encontré la oportunidad para desarrollar y representar ese concepto en una serie fotográfica.

 

     Son fotografías realizadas al reflejo de los espejos de la sacristía, busco una perspectiva que me permita encuadrar elementos arquitectónicos de la sala; zonas en sombra e iluminadas, estos elementos los represento nítidos pero deformados por el espejo y con las picaduras desenfocadas manchando y degradando esa nitidez. Con las fotos de ese reflejo borroso y deformado de la disciplinada arquitectura renacentista he conseguido representar de manera subjetiva el concepto de degradación arquitectónica, esa "Otra realidad".

 


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Encontrar lo que no buscas

 

    Si hay algo que me produce una sensación placentera a la hora de fotografiar son esos momentos de absoluta evasión de la realidad. Al aplicar ciertas técnicas y estar completamente inmerso en un proceso creativo puedo llegar a pasar horas completamente abstraído, con todos mis sentidos puestos en las fotos que estoy haciendo. Cuando algo te "despierta" y vuelves a la realidad, ese momento de transición desde la pura concentración a tu realidad podría ser algo parecido al Nirvana, es como si la mente volviera a nacer. Por desgracia, al instante vuelves a darte cuenta que estás mojado, hace frío, es tarde, tienes hambre, el coche está en reserva ¿habré perdido las llaves? ...

 

    Admito que estos momentos de concentración no son fáciles de conseguir y cada día me cuesta más alcanzarlos pero, por lo general, suelen ser muy fructíferos en cuanto a resultados. Llegar a un sitio y hacer la foto obvia está bien, pero siempre esperas encontrar lo que no estás buscando, esto me pasa con mucha frecuencia. La mayoría de las veces encuentras fotos que podrían acabar en la papelera, pero resulta curioso que tengas que fotografiar concentrado, evadido de la realidad, desde lo más profundo de tu subconsciente para hacer fotos que jamás te imaginarías que harías tu.

 


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Mi top 10 de bosques para el otoño

 

    Fotográficamente hablando, llega uno de los momentos más excitantes del año ¿el otoño? si. Pero tanto como el otoño, me encanta ese momento de hacer planes para fotografiarlo. Comienzas a hacer memoria de los bosques de los que más has disfrutado, otros que tienes en mente pero que nunca has estado y nuevas propuestas que surgen por el camino. Por eso, este año he querido hacer un pequeño recopilatorio de, entre los que conozco, cuales son los 10 mejores bosques para fotografiar el otoño.

 

     Llegar a un bosque en el momento de clímax del color otoñal es una experiencia que nos llena la mente (y la tarjeta de memoria). Desde hace años no falto a mis citas otoñales para conseguir buenos momentos entre la soledad del bosque, y de camino alguna que otra buena foto. De entre todos los lugares que he visitado, y otros que tengo en mente visitar creo que los mejores bosques de la península ibérica en otoño son:

 

1. Urederra, Baquedano (Navarra)

2. Vegabaño, Soto de Sajambre (León)

3. Saja-Besaya, Bárcena Mayor (Cantabria)

4. Hayedo de La Biescona, Colunga (Asturias)

5. Bosque de la Honfría, Linares de Riofrío (Salamanca)

6. Hayedo de la Pedrosa, Riaza (Segovia)

7. Castañar de Ojesto, San Martín de Trevejo (Cáceres)

8. Castañar de El Tiemblo, El Tiemblo (Ávila)

9. Selva de Oza, Siresa (Huesca)

10. Garganta de Bohoyo, Bohoyo (Ávila)

 

     ¿Tienes planes fotográficos para este otoño? ¿Cuál de estos bosques has visitado? ¿Cuál te gusta más? Deja tu comentario, justo aquí debajo.

 

 


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La playa del ¿Silencio?

 

    Para muchos, los primeros pasos que dan en el mundo de la fotografía están ensombrecidos por darle más importancia al lugar que a la foto. En esa circunstancia me encontraba la primera vez que fui a este lugar, la playa del Silencio. Parece que, si quieres que tu trabajo adquiera notabilidad y sea respetado, necesitas cumplir una serie de requisitos no-fotográficos. Entre estos requisitos, diría que uno de los más relevantes es la importancia que se le da a los lugares populares.

 

     Si tus aspiraciones fotográficas son grandes no te puedes permitir el lujo de que alguien hable de un lugar y no haber estado allí (y de paso contar una batallita). No eres nadie en esto de la fotografía de paisaje si no has estado en Islandia o Feroe, dando por supuesto que has visitado más veces Río Tinto, Barrika, Gueirúa y Urederra que a tu familia. Y, si aspiras a ser un Ansel Adams milenial de manual, ya has estado (y, por supuesto, vas el próximo año) a Dolomitas, Yosemite, Torres del Paine, Dead Vlei... (#noteselaironia).

 

     Respeto cualquier posición y planteamiento en lo que a fotografía se refiere pero, creo que hay cosas que se nos van las manos. Hace una semana estuve por Asturias, volví a la playa del silencio y ha cambiado muchísimo. Coches por todos lados, miradores abarrotados, gente, gritos, gritos, gritos,.... de todo menos lo que le da nombre: silencio. Observo un patrón que se repite: aparcar, mirador, "selfie" y siguiente; esto no es más que el reflejo de una actitud materialista y superficial con los lugares en general y la fotografía en particular.

 

     ¿Dónde nos dejamos la satisfacción personal? la mayoría de la gente en la fotografía se preocupa más del perfil público que de los valores que nos puede aportar el hecho de realizar la fotografía en sí, ese momento, cuando disparas, haces algo relevante si lo haces tú mismo, no lo que esperas que vean los demás. Mira, observa, ama y luego pulsa el disparador. Y un poquito de silencio, por favor.

 

 


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Castillos, misterio y felicidad

 

 

 

    Han pasado unos meses desde el viaje a Escocia y, al repasar algunas fotos, me doy cuenta que ha predominado un aura de misterio y magia. Pero también recuerdo aquellos días con nostalgia y con la agradable sensación de haber vivido algunas experiencias únicas.

 

     Carreteras estrechas que cruzan montañas, rodean lagos, cruzan lagos y rodean montañas, un laberinto a lomos de nuestra casa con ruedas que siempre terminaba en paisajes de ensueño. Recorriendo aquellas carreteras, para ir de una a otra y otra de las localizaciones que había seleccionado, ahora siento que el viaje estuvo pasado por un tamiz de misterio, tal vez por nuestro ritmo de viaje pausado.

 

     Solíamos levantarnos sobre las 6:30 de la mañana muy cerca de alguna de las localizaciones que tenía preseleccionada para el amanecer. Desayuno de campeones en la autocaravana, recién cocinado al fuego y, con las primeras luces, sesión de amanecer. Recorríamos trayectos que discurrían por paisajes bucólicos con algunas paradas en algunos de los sitios que nos gustaban. Un sándwich a media mañana para almorzar y poco después llegábamos a lugar elegido para el atardecer, si !!el atardecer comenzaba sobre las 14:00!!

 

     Cuando se ponía el sol solíamos salvar un trayecto hasta el lugar en el que parábamos la autocaravana para dormir cerca de la siguiente sesión de amanecer. Las tardes las pasábamos en la autocaravana, muy tranquilamente, al contrario de lo que solemos hacer con otros viajes que se nos puede llegar olvidar comer y beber. Una cerveza, cena y listos para dormir y comenzar temprano al día siguiente.

 

     Para mi esta foto es el fiel reflejo de aquellos días en los que nuestra soledad, las largas noches, el misterio de los castillos, los paisajes bucólicos y la tranquilidad fueron el común denominador de un viaje inolvidable a Escocia.

      

 


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Fetichismo fotográfico

 

 

 

    La fotografía despierta pasiones, no se puede negar, pero la práctica es un mundo distinto para cada uno de los que nos lanzamos a la aventura con una cámara entre las manos. La foto que ilustra este artículo puede parecer un paisaje montañoso cualquiera, pero tiene detrás una historia de emociones intensas, te cuento.

 

     Este lugar es el valle de Tafraoute, en el Antiatlas marroquí, una zona muy remota entre las montañas que requiere al menos un día para llegar y otro para salir. En un viaje de dos semanas recorriendo Marruecos por libre no es tan descabellado incrustarlo en el itinerario. Desde un punto de vista fotográfico no es un lugar que pueda ofrecer  unos resultados extraordinarios, analizados desde una perspectiva objetiva pero, aquí viene el fetiche: no puedo resistirme a los paisajes graníticos, por eso, cuando leí que había un valle de granito rosa en Marruecos, sabía que iba a disfrutarlo demasiado.

 

     Fotografío recurrentemente en el Espinazo, en Extremadura, suelo ir a Gredos; una de mis mejores experiencias fotográficas ha sido el Spitzkoppe de Namibia, me lo he pasado como un enano en la Pedriza madrileña... todos los sitios que me resultan más atractivos están ligados al granito. Lo he pensado y es mi fetiche fotográfico, para mí, sobrepasa lo mundano y cuando tengo un paisaje granítico frente a mi cámara, las sensaciones que me invaden entran en un plano sobrenatural. Por eso, el día que tenga delante al Ben Amira o el Capitán el orgasmo fotográfico está asegurado.

 

      

 


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¿Cuánto tiempo necesita una foto?

 

 

   Si os planteo el reto de pensar cuánto tiempo requiere una foto es muy probable que comencéis a sumar a la factura la planificación (si es que la hacéis), viajes y trayectos a pie, el tiempo en el lugar e incluso, algunos añadiréis a la cuenta el tiempo de edición y postprocesado. Al preguntar por el tiempo de una foto me refiero exclusivamente a al tiempo que se necesitáis, tu subconsciente y tu, para llegar a un resultado. 

 

   Lo más sencillo es planificar, desplazarse, disparar, volver, editar y listo; pero en este proceso hay un tiempo muy variable y en que me gustaría indagar y el es tiempo que transcurre desde que llegas a un lugar, a un encuadre, una foto... desde que realizas el primer disparo hasta que lo agotas, por lo general, porque has obtenido el mejor resultado posible.

 

   Lo que más me sorprende al reflexionar sobre ese tiempo que hay unos factores que son muy variables en cada persona y en cada momento de esa persona. Dos fotógrafos en un mismo lugar con las mismas condiciones ambientales y un equipo fotográfico exactamente igual nunca van a agotar ese encuadre en el mismo momento ¿Quién terminará antes? influye como se encuentre (hambre, sueño, frío... cualquier factor que pueda alterar la concentración), su voluntad para trabajar en esa foto, el tiempo del que dispone (si vas en grupo y comienzan a marcharse el resto...) pero lo que más me interesa está más adentro por lo general terminará el que tenga menos bagaje fotográfico: su subconsciente tendrá un registro mayor al que recurrir para seguir innovando.

 

   Para mi, este es uno de los aspectos más mágicos de la fotografía, que hay algo que está dentro de ti que tiene que conectar de algún modo con lo que tienes delante. Las capacidades, influenciadas por una infinidad de factores, que cada cual tiene para conectar sus conocimientos con lo que fotografía creo que sería la definición más pura de creatividad o, más bien, capacidad creativa.

 

 


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Mis 9 favoritas del 2022

 

 

     Son sólo 9 imágenes, pero tienen la capacidad de transportarme de vuelta a los miles de kilómetros en carreteras y caminos, decenas de noches bajo las estrellas, frío, lluvia, el calor insufrible del desierto... pero sobre todo son capaces de recoger las memorias del año más intenso que recuerde, en cuanto a viajes y fotografía se refiere.

 

     Si tengo que resumir en dos palabras este 2022 lo tengo clarísimo: Land Rover. Nuestro Discovery camper ha sido el protagonista indiscutible de los viajes de este año. Las escapadas por la península han sido incontables: Duratón, Alentejo, Costa Occidental asturiana, Cantabria, Urbasa, Bosques de León, Costa vasca... y es posible que alguna me quede atrás. Pero la corona la tienen dos grandes viajes "Overlander". El primero de ellos por la costa Azul francesa, Provenza, Piamonte, Alpes, Suiza y vuelta; y el segundo, una vuelta de 5.000 km por Marruecos incluyendo las zonas más remotas del desierto. Me cuesta creer que el obturador continúe vivo después de los miles de disparos de este año, pues la guinda del pastel ha sido Escocia en noviembre, un viaje puramente fotográfico en autocaravana en el que he tenido la oportunidad de disfrutar de paisajes en los que me dolía el dedo de tanto disparar (también un poco por el frío).

 

    Pues aquí cierro el año fotográfico, no sin antes mencionar mi malogrado dron, que debe seguir encallado en un risco de la provincia de León, pero que antes de irse me ha dejado varios miles de fotos, una de ellas tiene cabida en esta selección. Afronto el 2023 con la sencilla esperanza de que, si es la mitad de bueno para mi que el 2022, ya será un gran año.

 

     Espero que os guste esta selección que con tanto cariño he preparado, muchas gracias por leerme.

 

 

 

 


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La última foto con mi dron

 

    Podría haber sido una sesión como cualquier otra, pero no, aquella tarde parecía que estaba destinada a ser la última tarde con mi dron. Fin de semana por los bosques del norte de la provincia de León y para el dron tenía preparada una sesión en la hoces de Vegacervera, un precioso cañón excavado por el río en un prominente monte calizo.

 

     La sesión en la hoces me dejó sin habla nada más comenzar, las tomas de vídeo eran tremendas: entre las paredes de roca  seguía al coche por la carretera sinuosa que recorre el fondo del cañón. El sol se colaba desde el fondo para crear un juego de luces que destacaba por el claroscuro pero suavizado por la luz que refleja la roca blanca de las paredes, la sesión me iba a dejar material de vídeo y fotos de un nivel buenísimo.

 

     Al final del cañón paramos para planificar la última toma, el dron pasaría entre dos curvas del cañón para intensificar la sensación de dramatismo grabando cerca de las paredes. Seguí la regla de oro al volar un dron marcha atrás: antes debes haber pasado hacia adelante y, sin desviar la trayectoria, realizar el vuelo hacia atrás. Cometí un error fatal.

 

     Justo antes de comenzar a volar hacia atrás, después de haber seguido la regla, moví el mando en un descuido pero volví a colocarlo en la misma posición, o al menos eso creía yo. Un minúscula desviación en el eje provocó que 100 metros más atrás se tradujera en que el dron se había desviado varios metros de su trayectoria hacia delante y chocó contra la pared. Es una sensación horrible ver la imagen del dron dar vueltas mientras intuyes que a 100 metros cae rodando pared abajo. El dron quedó enganchado en unas ramas (tal como se ve en la foto de abajo) y allí es posible que siga dos semanas después. Trataron de rescatarlo al día siguiente unos escaladores, pero no hubo suerte.

 

     Después de 200 horas de vuelo y más de 1000 fotos allí se separó mi camino con ese pequeño aparato. Parece mentira que pueda llegar a establecerse un vínculo emocional con una máquina inanimada pero ese dron ha sido el responsable de materializar mis ilusiones fotográficas y haberlo perdido de ese modo me deja un hueco creativo muy importante. 

 


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Con los pies en la tierra

 

 

     Todavía me cuesta creer que haya tanta gente que ignora que a sólo unas horas tenemos un paraíso para la aventura que se llama Marruecos. Recién llegado, aún me cuesta bajarme de la nube y poner los pies en la tierra, aún sigo en esa burbuja de evasión, libertad y horizontes infinitos; aún sigo con la mente a 1000 por hora tratando de resolver los inconvenientes que nos surgían cada día, días en los que sabíamos dónde comenzábamos pero no sabíamos dónde acabaríamos.

 

     Cuando planeamos el viaje por Marruecos teníamos clara cual era la primera premisa: no definir una ruta, simplemente resaltar en nuestro mapa los lugares más destacados e investigar un poco sobre cada uno de ellos para dejar que el resto vaya surgiendo de manera espontánea. En un lugar en el que las distancias no se miden en kilómetros, si no en tiempo, es fundamental no depender de un plan para que el plan sea perfecto.

 

     Han sido días de cansancio, calor (mucho calor) e, incluso a veces, incertidumbre; pero todas estas emociones empequeñecen ante los inmensos horizontes del desierto, las luces de tormenta en el Atlas, la bondad que te transmiten algunas personas que te cruzas en el camino y, sobre todo, la sensación de libertad: ese momento en el que no sabes cuántos días llevas viajando, cuantos te quedan ni qué día de la semana o del mes estás, es cuando realmente desconectas de la monotonía. 

 

 

 

    Hace sólo unos días estábamos durmiendo bajo las estrellas en medio del desierto de Erg Chegaga, cruzando Iriki subidos a la baca a toda velocidad, ensimismados con las manadas de camellos, burros, addax, gacelas... hemos conectado de algún modo con el aislamiento de los pueblos más remotos del alto Atlas, nos hemos puesto a prueba a temperaturas de hasta 45 grados y también hemos puesto a prueba a nuestro coche conduciendo durante más de 10 horas seguidas cruzando pedregales y campos de dunas. Todo lo bueno nos lleva a recuerdos agradables pero todo lo malo nos enseña a apreciar los pequeños lujos cotidianos como una botella de agua fría en la nevera o una ducha. Nuestros cuerpos han vuelto a lo cotidiano, pero nuestros corazones aún siguen suspensos en la libertad, la evasión y la aventura de estos días por los lugares más remotos de Marruecos.

 


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Cómo y cuándo fotografiar el arco de Mesquitero

 

 

     Lo cierto es que conseguí llegar al arco, muestra de ello es esta foto. Una foto a media mañana, una luz tan penosa que casi no se me ocurren condiciones peores, pero lo importante es la lección que me traigo: con la mar no hay margen de error, la marea marca cuando y cómo; el arco de Mesquiteros es el ejemplo ideal para esto.

 

     Sabía que hay un paso en el acantilado que sólo queda accesible con la marea a un nivel determinado. Con las mareas vivas y un índice muy alto de mareas sabía que se complicaba la cosa, además, estas mareas coinciden con el amanecer y atardecer, aún así me aventuré a ir. Al llegar allí vi pude ver como era imposible pasar a medida que el sol se acercaba al horizonte, esto es lo que llamo sufrimiento fotográfico, tener un acontecimiento extraordinario frente a tus narices y no poder fotografiarlo. Lo peor de todo era darme cuenta que por la mañana tampoco iba a poder pasar para el amancer, las indicaciones sobre las mareas de mi amigo Senén Cadenas se cumplian casi al minuto.

 

     Fotografié el crepúsculo, cuando apenas se podía intuir el arco recortado contra el cielo nocturno, allí me encontré a Marcus Medwed, que se ha venido desde Alemania en su autorcaravana para pasar 3 semanas fotografiando la costa norte de la península. A la mañana siguiente algo parecido, con el sol en lo alto pasé para conocer el sitio de día, pero al amanecer me encontré a otro pobre que había intentado llegar y no había podido.

 

     De vuelta a casa no dejaba de darle vueltas y me parecía muy cruel planificar un viaje y no poder hacer la foto por no contar con la información suficiente. Por eso, lo primero que creo que hay que tener en cuenta es dónde está el arco, límite de mareas, cuál es el paso y dónde dejas el coche en la zona de la playa de Campiecho:

 

 

 

    Pero mucho más importante que esto es saber cuándo se puede cruzar el punto en el que el acantilado corta el acceso. Para ello hay que saber que el paso queda libre en una marea de +0.25 m aproximadamente (si está subiendo no te arriesgues porque quedas atrapado 6 horas y si hay temporal tal vez no lo cuentes). Con esta premisa he calculado para los próximos meses cuándo queda el acceso libre y he contrastado esta información con la franja en la que se pueden encontrar luces favorables del amanecer y atardecer. Para ello he realizado la siguiente tabla: 

 

     Su interpretación es muy sencilla, por ejemplo, en la columna de la izquierda buscas el día que quieres fotografiar el arco: el 11 de septiembre. Ese día tienes luces favorables desde las 7:00 h a las 8:30 h pero la marea no te va a permitir pasar hasta las 8:00 h, vas a estar muy justo ¿verdad? Ese mismo día para el atardecer lo tienes un poco mejor pues las luces favorables comienzan a las 20:00 h el paso se abre a las 20:30 h. Pero si realmente quieres tener la certeza que puedes pasar debes hacerlo con las "mareas muertas".

 

     Para consultar las mareas yo siempre utilizo tablademareas.com, es muy sencillo y te muestra de forma visual la curva que toma la marea a lo largo de cualquier día, recuerda que para que puedas pasar la línea debe estar (aproximadamente) por debajo de cero. Esta información la contrastas con cualquier web que te indique la hora de puesta, salida de sol y amanecer/náutico (al menos) y ya tienes las herramientas para que no se te frustre una bonita sesión fotográfica en uno de los puntos estrella de nuestra costa.

 

 


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Los paisajes del corazón de Europa

 

 

     No puedo comenzar diciendo que el recorrido que seguimos fuera improvisado, viajamos con nuestro Land Rover camper y esto requiere en muchas ocasiones tener que programar (aproximadamente) dónde paramos a dormir. También sabíamos que queríamos ver la costa Azul francesa, tal vez Valensole en la Provenza, también tenía ganas de volver a Suíza... el resto fue improvisación y recurrir a los miles de localizaciones que tengo guardadas.

 

     El día que comenzamos realizamos una tirada larga hasta Pau, en el sur de Francia para dormir en el Bôis du Commander (Bosque del comandante pero mola más como suena en francés). A la mañana siguiente salimos temprano para llegar, en nuestro primer día real de aventura a visitar Arlés, la mítica ciudad de los pintores impresionistas, y el parque natural de Camargue, un paraíso para la observación de aves, especialmente flamencos. No sabíamos dónde pasar esa noche y vimos que nos quedaba cerca el parque natural de Alpilles y digo con casi total seguridad que ha sido el lugar más idílico en el que hemos pasado una noche en todo el viaje.

 

 

 

     Tercer día y tocaba el turno del parque nacional de Calanques, sitio que nos decepcionó: primero por la masificación y, segundo, por las amplias expectativas que teníamos. Decidimos continuar por la costa azul para llegar a la zona de Tolón, más concretamente a la playa de Estagnol, y esta si fue interesante: unas rocas preciosas para fotografiar y una playa idílica típica mediterránea: agua turquesa, arena blanca y grandes pinos alrededor. 

 

     Desde costa Azul hicimos una pequeña inmersión en la Plateau de Valensole para visitar los populares campos de lavanda. Desde que tengo uso de razón fotográfica quería tener frente a mi cámara estos campos y la verdad es que no decepcionaron, es imposible describir con palabras las sensaciones que se viven allí porque hay un factor que las letras o las imágenes no pueden reflejar con fidelidad: el olor a lavanda que invade el ambiente. La zona es muy agradable y las posibilidades para dormir eran muchas, nos apartamos a un bosque para seguir fotografiando a la mañana siguiente.

 

 

 

 

     Dejamos Valensole para avanzar por la costa, visitar Mónaco y retirarnos a dormir a Tende, en el Parque Nacional de Mercantour. No es un centro turístico de primer nivel pero el valle de río Roya, del que seguramente no habrás oído hablar en la vida parecía anclado en el tiempo, es como volver a los años 50. Agreste, genuino y con un aire de misterio que hizo que la experiencia en esta zona fuera especialmente intensa.

 

     Un derrumbamiento en un puente del valle del Roya hizo que tuviéramos que desandar camino para tratar de llegar al Piamonte y Turín por la costa pero esto nos permitió disfrutar de algún pueblo más de costa como San Remo. Turín nos decepcionó, poco que decir, con lo que tras una fugaz visita nos fuimos a pasar la noche más horrible de camper que recuerde: rodeados de campos de arroz, edificios tétricos abandonados, arañas del tamaño de un puño, millones de mosquitos tigre por todas partes... pero entre aquel infierno se erguían las ruinas del templo de la Madonna delle Vigne.

 

 

     Cansados de calor, insectos y noches tórridas decidimos orientar la siguiente etapa hacia el norte y el increíble lago Orta nos recibió con una zona camper increíble, monumentos, un pueblo tan acogedor como genuino y la bucólica isla San Giulio. Nos recreamos en el lago, casi más que en ningún otro sitio del viaje para la mañana siguiente afrontar el trayecto más complejo para nuestro Land Rover adulto: atravesar los Alpes. Lo hicimos por el paso de San Bernardino y lo cierto es que, incluyendo dos paraditas técnicas para disfrutar las vistas, se nos hizo sencillo. Pasamos la tarde en Liechtestein, su capital Vaduz, visita exprés pues tampoco da para mucho para terminar en una granja a orillas del lago suizo de Lucerna para pasar la noche.

 

     Aunque los días nos estaban cundiendo éramos conscientes que Suiza era nuestro último país, pero aún quedaba mucho camino por recorrer en este pequeño gran país. Visitamos Lucerna y nos dirigimos a Interlaken y de ahí a Kandesteg para coger el teleférico a Oeschinesee, lugar mágico que visité en mi infancia y que me trae grandes recuerdos. Pasamos la noche en un bosque cercano a Interlaken para consultar la meteo y decidir que el día siguiente pasaríamos el Fulka pass y visitaríamos el glaciar Aletsch, y así fue.

 

 

     Me equivoqué de teleférico, el mejor es el de Fiesch, sin embargo con el de Betten tuvimos la oportunidad de quedarnos a los pies del pico Bettmerhorn y subir los últimos metros hasta su cumbre. Vistas increíbles del glaciar y vuelta en un teleférico atestado de turistas. Bajamos por el valle hasta Martigny, un valle repleto de viñedos y con una luz de atardecer preciosa que se colaba entre las cumbres más altas de los Alpes. Al anochecer llegamos a Gruyéres, si, el pueblo del queso, que no sólo tiene una gran oferta gastronómica, si no que además es realmente encantador. Pasamos la noche en un bosque cercano al pueblo para repetir visita a la mañana siguiente. Tras Gruyéres pusimos rumbo a Berna, la capital, visita nostálgica a la ciudad en la que pasé varias temporadas de mi infancia y al caer la tarde nos fuimos dormir a orillas del lago Neuchatel, esto se acaba. 

 

     Nos quedaba el último día, o visto de otra manera, el día que emprendíamos la vuelta. Por la mañana visitamos las Gorges de L'Areuse y me sucedió una de las cosas más extrañas que he vivido en mi vida. El sitio es idílico, el río se encajona en un estrecho cañón de bosque atlántico, eso en otoño tiene que se una gozada pero aquel día nos encontramos varias señales (una de ellas de un chico que se había matado allí hacía pocos meses) que nos indicaron que no parecía buena idea estar allí. Visitamos el monasterio de Rommanmotier-Envy y de ahí nos fuimos a comer y dar un baño al lago Ginebra. Y llega el final, o el principio de la apoteósica vuelta de unos 1500 km hasta casa.

 

 

 

     Con tantos días rodando por sitios tan fotogénicos tengo que decir que muy mal se tiene que dar para no hacer alguna captura memorable. Me traigo algunas fotos buenas, pero sobre todo grandes recuerdos y la satisfacción de haber disfrutado una experiencia única, nómada y encantadora.


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El mes de las flores

 

 

     Algunas veces con más entusiasmo que otras, cada año por estas fechas retomo la recopilación de especies para mi herbario fotográfico. Este año, en lo que a la parte fotográfica se refiere, apenas he recopilado media docena de especies, el verdadero trabajo no está detrás de la cámara, si no detrás de la pantalla del ordenador para identificar la especie recopilada. Por eso me he lanzado a renovar las plantillas y a incluir una nueva categoría de fichas que, tengo que reconocer, que me resulta muy motivadora. Esta nueva plantilla, manteniendo la estética y la estructura general, incluye algunas novedades con respecto a la anterior:

 

 

 

1. A las categorías existentes de Cultivo, Forestal, Fungi, Herbáceas y Jardinería se incluye la de Botánico. Esta categoría, que podría incluirse en la de jardinería, prefiero diferenciarla para incluir especies que se encuentran en colecciones de Jardines Botánicos y centros de investigación, para de ese modo dejar la categoría jardinería exclusivamente para aquellas especies cultivadas en el ámbito doméstico o público exclusivamente con fines ornamentales.

 

 

2. He tenido constancia que, aunque no han llegado a ser con fines comerciales, hay algunas fichas de mi herbario que se han usado en el ámbito público sin citar la fuente y sin autorización. Mi única motivación a la hora de realizar este trabajo es la de disfrutar del proceso de creación, sin embargo, quiero dejar presente que si alguien quiere compartir el contenido debe informar y citar la fuente.

 

3. La estructura de la etiqueta se ha modificado para dejar espacio a más información. Especialmente en las fichas de botánico no tiene sentido hacer referencia a "Hábitat y protección"; considero más correcto hacer referencia al hábitat originario e incluir información sobre el Botánico o institución en la que se ha recolectado la especie.

 

4. ¿Cómo no? se trata de un herbario fotográfico y, como tal, debe aportar información sobre la técnica fotográfica (amigos aficionados a la fotografía que lo han consultado han echado de menos información en este sentido). Por eso, aunque sea información muy escueta, en una línea cuento el equipo y los ajustes básicos seleccionados para una de las imágenes, sin entrar en detalles sobre técnica o edición.

 

5. En la mayoría de las más de 130 fichas realizadas antes de esta modificación de la plantilla, las dos líneas reservadas para el apartado "Usos" me resultaban insuficientes. Esta modificación de la plantilla me permite incluir una línea adicional.

 

6. Por último, no tenía sentido realizar una serie basada en una cifra límite: el herbario comenzó con un principio y un final limitado a 120 fichas, pero me aportó tal satisfacción trabajar en él que me planteé alimentarlo cada año, aunque fuera con media docena de fichas. Esta referencia de ficha incluye la numeración seriada de tres dígitos 4 dígitos correspondientes a la fecha de realización de la ficha en formato AAMM, el código ISO de tres cifras que identifica al país, y tres letras que me permiten realizar una clasificación generalizada en mi archivo en función de los clados suprafamiliales: Angiosperma, Gimnosperma, Pteridofita...

 

Puedes consultar mi herbario en el siguiente enlace:

 

 https://www.pablossanchez.com/herbariofotográfico

 


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El oxígeno de las aventuras

 

 

     Me ha costado muchos años y mucho esfuerzo aprender que el mundo no se acaba porque las cosas no salgan como las habías planeado. Antes de comenzar un viaje puedes tener en mente varias fotografías que es muy probable que nunca llegues a hacer. Muchas veces serán causas ajenas, otras propias pero siempre hay un denominador común: la imprevisibilidad. Y me atrevo a afirmar que, aquello mismo que te deja sin conseguir las fotos que habías planeado, es lo mismo que te ayuda a encontrar las que no esperabas.

 

     Hemos hecho una escapadita de tres días por el centro de Portugal con nuestro Land Rover camper. Comenzamos por Tomar, Sintra, Cabo da Rocha, visita fugaz a Lisboa, Carrasqueira y la zona megalítica de Évora. Un plan de vértigo para pocos días en los que, además, tenía encajadas dos sesiones de atardecer: una en la famosa praia da Ursa, al oeste de Lisboa y otra en los muelles de Carrasqueira. Ni una ni otra sesión pude fotografiar.

 

     Para acceder a praia da Ursa se requiere un esfuerzo considerable: hay bajar el acantilado hasta el nivel del mar. Me atrevería a insistir en que mis cálculos estaban bien hechos, pero cuando llegamos el aparcamiento ¡faltaban 3 horas para que se pusiera el sol! ¿qué había fallado? debí hacerme un lío con nuestro reciente cambio de hora y el huso horario diferente de Portugal. La consecuencia fue renunciar a hacer esperar a Jenny esas 3 horas, más lo que se alargara la sesión tras la puesta de sol, más la vuelta de la subida del acantilado.

 

     A los muelles de Carrasqueira llegábamos por los pelos, con el tiempo justo para sacar la cámara para empezar a disparar, pero no pudo ser. A sólo 10 minutos del destino tuvimos que hacer una parada fisio-técnica en la cuneta, tras la cual, al volver a arrancar el coche se negó. En un primer momento no me preocupó demasiado, era el típico día gris plomizo que no prometía nada excepcional. Me equivocaba, mientras seguíamos tratando de arrancar al más puro estilo Sainz-Moya, el cielo se teñía de naranja intenso, las fotos que hubiera conseguido hubieran sido realmente espectaculares.

 

     Ya no sufro por estas cosas, se que lo realmente interesante es lo que te encuentras fortuitamente: el convento abandonado de la foto, un lugar que pudimos recorrer durante horas y en el que perdimos la noción del tiempo. No revelaré su localización para que los dueños no corten la entrada los visitantes esporádicos que se dejan caer por allí. Todo en el viaje forma parte de la vivencia: lo que planeas y no sale, pero sobre todo lo que no planeas y sale, y ese encuentro fortuito es la chispa que mantiene viva la llama de la aventura y la búsqueda de nuevas experiencias.

     

 


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Caminar por el filo

 

 

     Desde que comencé a cortar las primeras maderas, para camperizar el Land Rover Discovery con el que estamos viajando últimamente, surgieron las dudas con respecto a la legalidad vigente para pasar la noche en el coche. La normativa es muy extensa y se vuelve realmente compleja si tenemos en cuenta que está regulado a nivel autonómico. Por otra parte está la percepción popular sobre el mundo camper, en este sentido las opiniones varían desde los que lo ven como un modo de viajar más sostenible hasta los que nos demonizan tachándonos de ilegales.

 

     Hace pocos días nos dejamos caer por la zona de las hoces del Duratón en Segovia. La belleza del parque natural, el rico patrimonio de esa parte de la provincia de Segovia y la abundancia de montes y caminos públicos hace de esta zona un paraíso para los amantes del camper. Llegamos cerca del parque cuando caía el sol y "montamos campamento" a la orilla de un camino en un pinar. Cena tranquila, unas cervezas y un paseo a la luz de la luna llena para visitar el mirador del convento de la Hoz por la noche.

 

     A la mañana siguiente tenía en mente una foto desde esa misma localización, volví a recorrer el camino hasta el mirador y allí estaba aparcada una furgo camper (y pernoctando puesto que tenían las zapatillas a los pies de la puerta trasera), debió llegar en mitad de la noche pues cuando volvimos sobre la 1 de la madrugada no había ningún coche en el aparcamiento. Al llegar al mirador por la mañana era un auténtico espectáculo ver a los buitres posados en lo alto de la pared del cañón. Peleaban, volaban, pillaban térmicas, volvían a posarse ¡y todo esto a menos de 100 metros de mi!

 

     Al terminar la sesión volví a por Jenny para que pudiera ver a los buitres pero, para nuestra sorpresa, en lugar de buitres estaban las dos personas que habían pasado la noche en la furgo camper, a pesar del cartel que prohibía expresamente el paso para no molestar a la fauna. Era evidente que los buitres revoloteaban esperando que su posadero quedara libre de intrusos (puede verse uno de ellos en la esquina superior izquierda de la foto).

 

     La cuestión a la que quiero llegar es que viajar en modo camper requiere una dosis extra de civismo, cuando pernoctas de manera irregular, en una zona no habilitada o, incluso, como es este caso, te importa más tu experiencia (y la foto para Istagram) que respetar las normas del espacio natural que visitas, estás perjudicando a todos los que viajamos de este modo, tratando de ceñirnos a la estricta normativa que nos ahoga; normativa que, por otra parte, será cada vez más restrictiva mientras anden sueltos estos incivilizados ciber-aventureros de fin de semana que se pasan todo por su santo arco. 

     

 


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Creer en las casualidades

 

 

     Puedes pasar mil veces por un mismo sitio y no te fijas en los detalles, pasas de largo, absorto en tus pensamientos como si estuvieras aislado en una burbuja que te impide observar lo que tienes alrededor. Eso me ocurre en muchas ocasiones cuando salgo a correr: los mismos caminos, los mismos baches, charcos... e incluso te cruzas más o menos a la misma hora con las mismas personas.

 

     Un día como cualquier otro, pasando por el mismo sitio por el que paso varias veces todas las semanas, me llamó la atención una extraña acumulación de piedras a un lado del camino. Me acerqué y descubrí que se trataba de algo más complejo, premeditado y, sobre todo, enigmático. Lo recorrí y me recreé en su estructura durante un par de minutos en los que empezaron a surgir preguntas como ¿quién? ¿porqué? ¿cuándo? Pero sobre todo ¿Cómo será desde el arriba?

 

    Para dar respuesta a la última de estas preguntas me fui con el dron y las pilas bien cargadas a dar un vuelo por la zona ¿Cuál fue mi sorpresa? a lo lejos observé en lo alto de la colina una persona que acarreaba piedras. Lo que pensé que era una contrucción finalizada y abandonada en realidad no lo era, seguía viva y allí estaba Ricardo Nicolás, su creador. Durante la sesión de fotos con el dron compartimos charla, me contó cuando, porqué y, sobre todo, cuál era el verdadero significado de su obra.

 

     Siempre he sentido un vínculo especial con este tipo de manifestaciones artísticas, conocidas en el mundo académico como Landart. Me parece que están rodeadas de misterio, son algo espiritual que conectan al hombre directamente con el medio, curiosamente, no he sido el único al que le ha transmitido buenas sensaciones el lugar en el que está construido el Observatorio Vida Libre, tal como lo llama Ricardo Nicolás. Detenerme un instante en lo alto de esa colina cuando salgo a correr me ha aportado algo más que recuperar el aliento ¿pueden ser las vistas? es posible, pero es cierto que ese día descubrí que, por algún motivo, se trata de un sitio especial para muchas de las personas que pasamos por allí. 

 

    Las casualidades existen: Ricardo Nicolás se moría de ganas por observar su obra desde el aire y allí aparecí yo con mi dron. Mis incógnitas sobre aquella misteriosa construcción parecía que nunca iban a obtener respuesta y allí estaba su creador esperándome para contarme los detalles más íntimos de este lugar tan especial.

 

     

 


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Hacer volar la imaginación

 

 

     Hace más o menos un año que contaba por aquí cuales eran mis primeras impresiones con mi dron Dji Mini 2, pues bien, hasta ahora, en todo este tiempo no he encontrado una idea que me motive o un proyecto sobre el que trabajar. Durante el último mes ya he hecho más sesiones y fotos que en todo el año anterior ¿qué me ha motivado a fotografiar con el dron? ¿en qué consiste este proyecto?

 

     Desde hace varios años revolotean por mi cabeza imágenes de campos de cultivo invernales, no nos vamos a engañar: el invierno es muy largo y dónde resido habitualmente hay campos por todas partes, aprovechar estas circunstancias significaría encontrar un filón para fotografiar. Por otra parte ahí tenía el dron aparcado, pero lo que me despertó interés fue recopilar las fotos del 2021 y encontrar que una de las más trascendentes era una cenital de un campo de cultivo.

 

     He coqueteado con la abstracción en varias ocasiones pero ahora, cuando el dron sube por encima de los 100 metros y pongo la cámara en posición vertical, el campo se convierte en un lienzo que parece sacado de los sueños más profundos del propio Kandinsky. Ver las formas caprichosas de las parcelas del campo y como se mezclan en una sinfonía de colores sólo hace que me abstraiga y mi imaginación vuele durante los 20 minutos que dura la batería del dron.

 

 



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Mis 9 favoritas del 2021

 

 

     Si hay algo que para mi caracteriza este año y me ha marcado realmente es el comienzo de "el gran proyecto": la preparación de un vehículo que me permita viajar a cualquier sitio y me de libertad. Tenemos prácticamente finalizada la preparación y camperización de un Land Rover Discovery con el objetivo principal de poder viajar a África de manera autónoma, espero poder materializar ese sueño el próximo año, mientras tanto, el hecho de haber estado inmerso en el proyecto de adaptación y mejora del vehículo me ha limitado el tiempo que he podido dedicar a la fotografía, pero aún así, este 2021 ha sido un año muy interesante para mi desde el punto de vista fotográfico.

 

     Ha habido otra gran incorporación a mis posibilidades fotográficas, desde finales de 2020 he comenzado a fotografiar con el dron. Lo cierto es que, a pesar de las oportunidades que ofrece, apenas lo he incorporado a mi rutina fotográfica y no he planeado sesiones exclusivas encaminadas a este tipo de fotografía, a pesar de ello he conseguido varias fotos de calidad más que aceptable dentro de mis exigencias.

 

     Durante los primeros meses del año se dieron las condiciones idóneas para recorrer la sierra de Gredos y Candelario en varias ocasiones. No se trataba de salidas fotográficas estrictamente hablando, pero estar en un espacio natural de tal belleza con la cámara en la mano siempre va a dar como resultado encontrar buenas oportunidades fotográficas.

 

     El gran viaje de este año ha tenido como destino Egipto. El mayor potencial del país del Nilo es la milenaria riqueza cultural de su patrimonio arquitectónico, pero además esconde dos de los mayores tesoros naturales que siempre he soñado con visitar. El primero es el desierto Blanco, un punto de visita indispensable en este país. Desde que tengo uso de razón fotográfica era un sueño que tenía que cumplir en algún momento de mi vida pasar una noche en ese desierto tan maravilloso. El segundo tesoro natural en Egipto es el mar Rojo, un punto de biodiversidad marina de los más importantes del planeta.

 

     Más allá de eso hemos realizados dos viajes "inaugurales" con el Land Rover camper, en el primero de ellos recorrimos los Pirineos por la vertiente francesa. Allí visite varias localizaciones nuevas pero también volví a otros viejos conocidos como Iraty o el valle de Ansabere, un lugar realmente extraordinario pero que se me resiste para conseguir alguna foto que pase mis criterios mínimos. El segundo viaje era un destino que llevaba en mi lista de pendientes varios años: buscar lince en libertad en la zona de Andújar.

 

     Termina el año con la germinación de lo que será el proyecto más importante de mi trayectoria en el mundo de la fotografía (aún no puedo contar nada de nada). Ha sido un año en el que he conseguido algunas fotos de nivel más o menos aceptable, pero creo que en general, a pesar de los viajes y salidas fotográficas el resultado no ha estado a la altura de las grandes posibilidades que he tenido. Si fotográficamente no ha sido un año especialmente productivo, ha supuesto el punto de partida y despegue de mis proyectos fotográficos más ambiciosos.

 

Espero que disfrutes de esta selección que con tanto cariño he preparado, gracias por tu visita.

 

 

Luces y sombras del desierto Blanco.

Rayo de sol en el templo de Abydoss.

Riscos de la garganta de Bohoyo.

Arco de Arno en Otoño.

Perdido en el laberinto de hayas.

Atardecer en la sierra de Candelario.

Bosque mágico de Iraty.

Contemplando el universo en el desierto Blanco.

Alpenglow en As Torris.



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Buscando linces en Andújar

 

    Volvemos a la carretera y el viaje comienza con la incertidumbre sobre cómo nos afectará el frío en nuestro 4x4 camper. Las temperaturas para las noches de comienzos de diciembre en la zona de la sierra de Andújar eran bajas, muy tímidamente superarían los cero grados. El primer trayecto lo realizamos sin paradas, llegamos bien entrada la noche y dormimos junto al río Rumblar, la antesala de Andújar, donde la mañana siguiente amaneció con frío y niebla.

 

     El objetivo del viaje era observar al lince ibérico en libertad. El optimismo, que estaba muy empoderado por las instrucciones de amigos que habían estado en la zona, poco a poco se fue desvaneciendo a lo largo de la primera jornada de búsqueda. Tiramos la toalla cuando el crepúsculo apenas nos permitía distinguir sombras entre las ramas de los árboles, abandonábamos la zona lince pero un grupo de personas en el arcén nos indicaba algo muy claro: estaba por allí.

 

     Ni más ni menos que cuatro ejemplares acababan de pasar por allí. A más de 100 metros, cuando con mi propia vista apenas podía distinguir una sombra, con el ISO alto de la cámara pude fotografiar dos ejemplares. Sólo fueron unos segundos, pero la emoción estaba por las nubes al haber tenido frente a mi al fantasma de nuestros bosques, el felino más amenazado del planeta.

 

     Este encuentro no nos hizo más que ponernos los dientes largos y, a la mañana siguiente, pusimos rumbo a la zona en la que lo vimos el día anterior. La búsqueda fue infructuosa en esa segunda jornada, tal vez si hubiéramos esperado al crepúsculo podría haber habido suerte pero teníamos otros planes para ese viaje. Cruzamos el parque natural de la sierra de Andújar de sur a norte para observar las grandes manadas de ciervos y gamos, la experiencia de tener un gran macho a escasos metros y que te mire directamente hizo que se nos olvidara por un momento lo escurridizo que era el lince.

 

     Dejamos Andújar atrás y buscamos una buena zona para pernoctar, no podía faltar la hoguera para calentarnos y cocinar una deliciosa cena, a la brasa todo sabe mejor. Con las primeras luces del siguiente día y envueltos en una densa niebla partimos dirección Cáceres, dónde teníamos una cita con José María Benítez en el centro de recuperación de fauna Los Hornos, en Sierra de Fuentes. Allí vive Nautilus, un lince retirado del programa de cría en cautividad por un problema genético, aunque no hay nada como poder ver este animal en libertad, la mirada directa, profunda y penetrante de este animal tiene la capacidad de cortarte la respiración por momentos. 

 

 


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Porqué nunca me convertí en fotógrafo profesional

 

 

 

 

     Muchas personas cuando ven que haces buenas fotos y, sobre todo, cuando le transmites la pasión que sientes por la fotografía, te lanzan la eterna pregunta: — ¿Porqué no te dedicas a esto? Ante esta cuestión la respuesta la tengo más o menos clara, pero primero necesito contarte qué hice hace unos días.

 

     Como tantas veces que salgo a fotografiar me levanté a las 5 de la mañana, me vestí para la ocasión y un buen trayecto en coche para llegar a Urbasa. Allí elegí una zona que ya conozco pero que tenía ganas de explorar más a fondo. Con el color del otoño en pleno auge, el tiempo de perros ideal para este tipo de fotos y con todo el día por delante fotografiando en el bosque, las horas se convirtieron en minutos.

 

     Pasé el día literalmente perdido por el Laberinto de Katarri entre hayas, rocas, musgo y niebla. Volví al coche con la tarjeta de la cámara bien cargadita de buenas fotos, las baterías agotadas y esa inexplicable sensación de satisfacción por haber pasado un día increíblemente bueno para fotografiar.

 

     ¿Porqué nunca he querido ser fotógrafo profesional? es posible que jamás volvería a tener días como este, de hacer fotos cuando, dónde y cómo me apetece. En 2015 trabajaba con varios clientes y estaba en el camino para desvincularme de mi actividad laboral para dar el paso hacia la profesionalización en fotografía. Por una parte los ingresos no parecían proyectarse hacia niveles que me pudieran satisfacer y, por otra parte mucho más importante, la fotografía comenzaba a convertirse en una obligación, perdiendo así parte del significado que tenía para mi hasta ese momento.

 

     Cuando algo ocupa un lugar tan importante en tu vida, como es para mi la práctica de la fotografía de naturaleza, creo que es importante protegerla: si me hago profesional y la fotografía pasa a ser una obligación, dejándome de aportar esos valores emocionales y personales, estaría perdiendo una parte importante de mi. Proteger lo que significa para mi la fotografía y lo que me aporta es el verdadero motivo por el que nunca he querido convertirme en fotógrafo profesional.

 

 


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¿Cómo vas con lo de cumplir tus sueños?

 

 

 

     A la mayoría de las personas les resulta demasiado fácil ponerse excusas sobre porqué no está haciendo nada para cumplir sus sueños. Un coche, un tipo de casa, familia, viajes... todos, cuando comenzamos a tener uso de razón, empezamos a plantearnos unos objetivos que, en la mayoría de las ocasiones terminamos por dejar en el olvido y preferimos seguir una vida lineal, estándar y, en ocasiones, ajena a nuestros principios.

 

     Aunque parezca demasiado idealista, mi primer sueño, cuando comencé a madurar, fue realizar una travesía en bicicleta desde España hasta Kamchatka, Rusia ¿Porqué? no recuerdo bien los motivos y, ahora, desde el tipo de vida que llevo y aunque ese sueño no forme parte de mis prioridades me pregunto una y otra vez porqué, con 20 años, sin obligaciones y con la remota posibilidad que tenía para hacerlo ¿porqué no lo intenté?

 

     En esa época surgieron otros sueños, el primero y en el que más ilusión he puesto ha sido en encontrar a mi pareja ideal, alguien con quien compartir todo, lo que viene siendo una compañera de vida, en eso he tenido toda la suerte que he podido tener y sigo viviendo día a día en ese sueño. Pero, además, surgieron otros pequeños y grandes sueños: desde visitar los grandes monumentos de la humanidad como el Taj Mahal o Angkor hasta realizar un trek por el Himalaya hasta Namche Bazaar o fotografiar en el remoto desierto Blanco de Egipto.

 

     Estas líneas, además de para hacer autoexamen de conciencia (y consciencia), sirve para plantear la situación a quien lo lea: si tienes algún sueño por cumplir no dejes que lo cotidiano te aleje demasiado de la posibilidad de alcanzarlo. Se realista y plantéate los más accesibles primero, la enorme satisfacción en el momento de cumplirlo y la recompensa del recuerdo son sensaciones muy placenteras, esto lo digo sólo un mes después de cumplir uno de mis sueños, con el recuerdo muy fresco de pasar la noche fotografiando en el desierto Blanco.

     


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Dejarse llevar por un desconocido

 

 

    Con la maletas aún a medio deshacer comienzo a escribir estas primeras líneas sobre el que ha sido, sin lugar a dudas, el viaje más complicado que haya realizado jamás: se trata de Egipto. Casi todo el mundo identifica indudablemente este destino con pirámides y la milenaria cultura egipcia, quién conoce un poco más tal vez haga referencia al crucero por el Nilo parando de templo en templo. Pero estos "convencionalismos", si se me permite la expresión,  no son mi estilo.

 

     Cuando viajo a un destino extranjero, especialmente en países en los que la cultura en tan diferente a la mía, me gusta salir de los circuitos turísticos; por lo general el Ministerio de Asuntos Exteriores suele dar una serie de recomendaciones que son totalmente opuestas a tener la oportunidad de integrarte, si existe alguna posibilidad, con la gente de ese lugar. 

 

     La mayoría de personas que visitan Egipto flotan sobre la superficie de una cultura profundamente rica, se mantienen en una burbuja de confianza, seguridad y confort para evitar a toda costa que asome el miedo, fundado o infundado por el desconocimiento y la desconfianza. Esta es la mayor barrera, la del desconocimiento, el miedo a "cualquier cosa" pero siempre, siempre, la experiencia me ha demostrado, y he podido comprobar en otras personas, que el hecho de conocer los peligros reales te hace: por una parte tener la confianza de que algo puede pasar o no, y por otra estar preparado y saber evitar el peligro real.

 

     Mi viaje a Egipto se ha salido de todos los estándares y, cuanto más me he alejado de estos, más profunda y enriquecedora ha sido la experiencia: dejarte llevar por un buscavidas que te ofrece cualquier cosa que te pueda llamar la atención con el único objetivo de obtener una recompensa económica puede ser interpretado como una molestia, un riesgo o un peligro, pero también supone una oportunidad. Mientras recorríamos una parte poco turística del bazar Jan el-Jalili en la zona antigua de Cairo nos "asaltó" uno de estos buscavidas ofreciéndonos una lista interminable de productos y servicios, pero hubo uno que me llamó la atención: visitar una antigua mezquita que no está abierta a turistas.

 

     Una mezquita con 700 años sobre sus muros que parecía sacada de una historia de Las mil y una noches: piedra y mármol negro, pasadizos estrechos y oscuros, madera que parecía llevar allí una eternidad... cualquier detalle que observamos mientras recorríamos ese lugar nos parecía transportar a una época lejana en la que la mezquita, ahora olvidada entre calles sucias y bulliciosas, ofrecía un remanso de paz y espiritualidad a los fieles.

 

     Terminamos subiendo al minarete: unas escaleras de caracol tan estrechas como oscuras se abrían en lo alto a un destartalado balcón de madera, que me ofreció la que para mi ha sido la mejor panorámica sobre Cairo. Espero no olvidar nunca las sensaciones que me invadieron al contemplar la trágica decadencia que se extendía ante mi, aquella extensión casi infinita de tejados constituía un paisaje tan decrépito que rozaba lo sublime, por suerte, creo que si observo esta foto y cierro los ojos puedo transportarme durante un instante a lo alto de aquel minarete para revivir aquella profunda experiencia.

 


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Una vuelta a Pirineos

 

    Desde enero hasta agosto he estado trabajando en la camperización de un Land Rover Discovery. La idea es viajar a África con él pero las circunstancias tanto personales como fronterizas (no quiero nombrar el maldito C**id) no eran las ideales, por eso decidimos hacer un recorrido de aproximadamente 1.500 km para explorar bosques y valles de los pirineos franceses. 

 

     Hay que comenzar desde la base que se trata de un coche muy pesado y con unos años a la espalda, por lo que la velocidad no es su fuerte. Salimos de casa al caer la noche para tratar de recortar camino y, a la mañana siguiente avanzar hasta dónde comenzaban las localizaciones que queríamos visitar, en Foix, al este de los Pirineos franceses. Dormimos esa primera noche en un punto indefinido entre Burgos y Logroño, una pista que entraba al bosque, un kilómetro hacia dentro y ese fue nuestro primer campamento ya casi entrada la madrugada.

 

     La comodidad de la noche no nos permitió madrugar mucho. La camperización no es gran cosa: tableros de madera de okume que forman módulos que encajan para formar cama o dos asientos; cojines de espuma de alta resistencia y viscoelástica; todo bastante sencillo y casero pero tras esa primera noche nos dimos cuenta que era realmente cómodo. Segundo día de camino en el que llegamos hasta Foix, pero los puertos de montaña fatigaban el coche y pasamos casi todo el día en la carretera, pocas paradas y pasando de largo por los sitios marcados para llegar casi de noche a nuestro destino.

 

     El tercer día de nuevo fue una constante de carretera para llegar de noche al aparcamiento del circo de Ansabere, en Lescún, y aquí es dónde comenzó la parte encantadora del viaje recorriendo puertos de montaña, espacios naturales y pueblos realmente encantadores. Disfrutamos de una sensación de libertad plena, caminando por los bosques, al despertar junto a un arroyo, desayunar con los primeros rayos de sol y sin otra preocupación que disfrutar del momento. 

 

     Hemos aprendido que el valor que aporta el viajar de este modo es que puedes hacerlo sin destino, sin poner metas, sin puntos de interés por los que pasar de manera obligada, esto solo hace que enturbiar la experiencia que se vuelve sublime cuando disfrutas de cada segundo. Os dejo esta pequeña galería que representa parte de las experiencias vividas aquellos días.

 

 


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El "hype" de las primeras fotos

 

    Desconozco si es un mal común a todos los que practicamos la fotografía pero en mi caso tengo que afirmar que la excitación con los resultados cuando pruebo algo nuevo en fotografía es muy grande, pasan los días y te das cuenta de lo mediocre que es lo que has hecho.

     

     Recuerdo la primera vez que probé un gran angular, un degradado e incluso un polarizador, esas primeras fotos con esos efectos que me recordaban a las que hacían mis ídolos americanos me parecían tan extraordinarios que me hubiera atrevido a hablarle al propio Galen Rowell de tú a tú si lo hubiera tenido frente a mi. Desconozco si hay algún nombre técnico o algo desarrollado sobre lo que considero una clara alteración de la percepción, pero, como he dicho, en fotografía creo que es algo bastante común.

 

     He estado varios años dándole vueltas a la idea de comprar un paramotor para realizar fotografía aérea, al final lo dejé en el olvido. Comenzaron después a llegar los drones, pero no los consideraba máquinas con los requisitos mínimos para fotografía (a mi parecer). Hace casi un año que tengo un dron, captura RAW y, aunque las carencias son muy marcadas, creo que puede estar a la altura para desarrollar algunos trabajos que encajen en sus limitaciones ópticas y técnicas. Desde que tengo el dron apenas he fotografiado con él, el poco tiempo que le he dedicado ha sido, fundamentalmente, prácticas de vuelos y probar, probar, probar...

 

     No sería la primera vez que me pasa, que la tarjeta de la cámara se me quede en el lector o las baterías en el cargador. Llegar a la localización y no poder fotografiar es un chasco, pero, por suerte, en la mochila estaba ese pequeño aparato volador. Dediqué una sesión exclusiva a fotografiar con el dron y, como me ha pasado con otras fotos que he hecho desde el aire, lo innovador del punto de vista cenital, lo extraordinario de obtener unos resultados nuevos, me ha hecho entusiasmarme (creo que) excesivamente con los resultados ¿Es esa alteración de la percepción en la que valoras excesivamente tus fotos? ¿otra vez?

 

 


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¿Cuánto cuesta una foto?

 

    Desde que sales de casa puedes poner en marcha tu tacógrafo particular, contar gasolina, equipo, material... cuanquier cosa cuantificable, pero la foto que aparece en este artículo casi me cuesta algo que no se puede cuantificar: la vida. No exagero cuando digo que me considero muy afortunado por poder estar escribiendo estas líneas, pero hace un par de días la combinación de montaña, tormenta eléctrica y trípode estuvo muy cerca de desencadenar un desastre.

 

     Amenazaba tormenta,  no lo voy a negar, con sus avisos amarillos de AEMET incluídos, pero una hora antes de salir de casa estuve muy atento a la imágen satétite a través de sat24.com para ver cómo evolucionaban las tormentas. Se estaban desarrollando dos focos principales: uno en el límite de provincias de Cáceres y Badajoz, unos 200 kilómetros al sur de mi destino y otra unos 100 km al norte, en el entorno de la ciudad de Salamanca. Todo apuntaba que la tormenta permanecería en las zonas llanas.

 

     En Hoyamoros el sol se cuela transversalmente en el circo paleoglacial duante muy pocos días antes y después del solsticio de verano, esta luz transversar tenía en mente combinarla con el climax de la floración del piorno. El pasado día 12 de junio era el día perfecto, todo encajaba, además las luces de tormenta de las zonas llanas podían ser el complemento ideal. El destino estaba fijado, comenzamos a caminar con esperanza por lograr el objetivo pero mirando de reojo los relámpagos y truenos a lo lejos.

 

     Todo parecía bucólico, sol, tormentas, flores... llegué al destino y tuve la sensación que las tormentas de Extremadura habían avanzado hacia el norte y comenzaban a llegar al sistema Central, mal asunto. Monté trípode, en lo que lo hice el cielo se volvió plomizo y todo se oscureció en cuestión de minutos. Primeros disparos y encuadres de prueba, como el que podéis ver arriba y me sorprendió el primer trueno, valoramos la situación y vemos unas "mammatus" sobre nuestras cabezas que acojonan al más valiente, tan cerquita que teníamos la sensación que podíamos tocarlas si estirábamos el brazo hacia arriba. Otro trueno y notamos como nos retumba el pecho. Hacia el coche parecía que el cielo estaba más despejado, no valoramos la situación lo suficiente y decidimos poner pies en Polvorosa para arriesgarnos a ir hacia el coche. Error.

 

    En pocos minutos estábamos en medio de un auténtico infierno: en la montaña, terreno despejado, trípode a la espalda y los relámpagos empezaban a tocar tierra. El resto del trayecto hasta el coche fue una sucesión de incertidumbre, los relámpagos impactaban cada vez más cerca, truenos, granizo... mi único pensamiento era "el siguiente cae sobre nosotros, seguro".

 

     Cometimos error tras error, fuimos imprudentes e irresponsables, pero sobre todo afortunados. Las posibilidades de que nos cayera uno de los rayos en aquellas circunstancias no creo que fueran menores al 50%. Tal vez los rayos impactaron contra los hitos metálicos de algunas cumbres, los restos de los remontadores de una pista de esquí abandonada hace años, o simplemente aquel no era nuestro día. Tengo claro el dicho que tantas veces he escuchado a mis maestros: ninguna foto cuesta tu vida, pero es imposible pensar con la lucidez necesaria en algunas situaciones extremas. 

 


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Un recuerdo a Juan Santos

 

    Improvisado y con apenas un par de horas frente al ordenador esta primavera planeamos un "Road trip" por España de vértigo. Tres días, 1.200 kilómetros y unos 20 lugares a visitar; pero entre visita y visita me encontré con algo que no esperaba: un campo de amapolas que irremediablemente me recordó a Juan Santos.

 

      Para quienes no le conozcáis os invito a que visitéis su web, dejo el enlace bajo estas líneas, pero espero contar con su permiso para recordar en unas líneas su trabajo fotográfico y cómo influyó en mi. Le conocí casi con los primeros pasos que daba El Paisaje Perfecto, en el 2015, colaboró estrechamente con el blog, en un primer momento como "consejero" y posteriormente con la edición de artículos. Siempre tenía una palabra amable que ofrecer y, sin esperar nada a cambio, me regaló varios consejos que cambiaron mi rumbo fotográfico para siempre.

 

     El legado fotográfico que nos dejó es refinado, meticuloso y muy elegante. Reinventando el estilo clásico de Adams con personalidad pero su carrera fotográfica se terminó casi de manera repentina; unos años después sigo convencido de que si la enfermedad no se hubiera llevado a Juan Santos y hubiera estado entre nosotros un par de décadas más podría haber escrito una página destacada en la historia de la fotografía de nuestro país.

 

     Admiraba a Juan Santos y sigo admirando su recuerdo cada primavera, cuando me cruzo con un campo de amapolas. Las personas que nos regalan su experiencia, trabajo y amabilidad son las que, por un motivo u otro dejan huella. Te envío un fuerte abrazo, Juan, allá donde estés.

 


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El mejor mal tiempo

 

    Después de haber soportado sobre mi cabeza decenas de chaparrones en la montaña, a estas alturas tenía muy claro que no me apetece volver a pasar el día fuera de casa para regresar con la ropa empapada de lluvia y la tarjeta de la cámara vacía. Durante la estación invernal, en las montañas del sistema central de la península, cuando hace mal tiempo es mal tiempo de verdad y empieza a perder fuerza la expresión del libro de Eduardo Blanco "Fotografiar con mal tiempo, Un buen momento".

 

     En nuestra última aventura por la montaña tuve la suerte de acordarme de no mirar cómo estaría el tiempo, nos fuimos "a lo loco". Poco antes de comenzar a caminar consulté la previsión para el día y era excepcionalmente mala, de lo que deduje que ese día sería casi imposible sacar la cámara. Por lo general, con el tiempo de borrasca las cumbres se cubren completamente de nubes que no dejan de descargar agua: mal porque no se ve la montaña y mal porque una jornada bajo el agua se vuelve muy dura.

 

     Para nuestra sorpresa comenzamos a caminar y no llovía, un chubasco ligero y volvía a parar durante al menos una hora. Las nubes, que suelen mantener las cumbres ocultas, se arremolinaban y parecían deslizarse entre ellas; mientras en el whatsapp leía "en toda la mañana no ha parado de llover" que escribía alguien que estaba en la vertiente sur. En ese momento se me encendió la bombilla, lo he tenido delante durante años y no lo había visto. No es lo mismo una borrasca que llega desde el norte que una que llega desde el sur, y no son las mismas las de invierno que las de primavera u otoño. Hay mal tiempo, y creo que he dado con la clave para encontrar el mejor mal tiempo para fotografiar esta zona.

 


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Mis 9 favoritas del 2020

 

     Termina un año imprevisible, de cambios, en el que nada ha sido lo que esperábamos. En mente tenía viajes a Egipto, Turquía, Perú... de echo, a sólo un día de reservar los vuelos para ir a Egipto, comenzó el confinamiento de marzo; y el 2020 se ha convertido en el año más extraño para fotografiar paisaje de todos los que he vivido. A lo largo de los meses hemos acatado las restricciones para salir a fotografiar cuándo y dónde se ha permitido, pero eso no ha sido impedimento para que la mayoría hayamos encontrado en la naturaleza una vía de escape a una situación excepcionalmente compleja. 

 

     Una y otra vez me choco contra la realidad para darme cuenta que cada experiencia es enriquecedora (no sólo fotografiar en el desierto Blanco, Capadocia o el Machu Picchu) y llegar la conclusión, tanto como resignarme, a que la mejor foto de paisaje no está tanto determinada por el lugar como por nosotros mismos y las condiciones del momento. Un año sin viajar ha sido la oportunidad ideal para explorar la ribera del Tormes a su paso por Salamanca; necesitas enfrentarte a una situación como esta y haber comenzado un proyecto fotográfico concreto para descubrir que a dos minutos de casa, y en plena ciudad, tienes un pequeño oasis fotográfico. 

 

     He tratado de exprimir las localizaciones de la provincia y la región, he realizado una "expedición" con Fiti (mi burro) para pasar dos días en la sierra del Espinazo y fotografiar el cometa Neowise. Este año también me ha permitido reordenar todos los proyectos fotográficos que tenía abiertos, realizar una galería retrospectiva... creo que quien opine que fotográficamente es un año muerto es porque no ha puesto lo suficiente de su parte. Si una puerta se cierra es una oportunidad para buscar una nueva salida y comenzar a trabajar en los proyectos fotográficos del 2021.

 

Espero que disfrutes de esta selección que con tanto cariño he preparado, gracias por tu visita.

 

 

Luces de tormenta en los acantilados de Gueirúa.

Pino sobre el mar de nubes.

Amanecer en la playa de Gueirúa.

Flores de erizón con estrella Polar.

Atrapado en el bosque.

Remolino de hojas en la garganta de Muñogrande.

Árboles escarchados.

Atardecer de invierno en la catedral de Salamanca.

Últimas luces en la sierra del Espinazo.



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He preguntado qué foto os gusta más y este es el resultado

       Recopilando las fotos que he hecho en 2020 que más me han gustado, a la hora de repasar las que hice en un amanecer en la playa de Gueirúa, Asturias, me surgió una duda: cuál de estas dos imágenes era mejor. De toda la sesión, son las dos mejores y, aunque a simple vista son parecidas parece es evidente que en la 1 (izquierda) el cielo tiene mucho protagonismo, mientras que en la 2 (derecha) es el primer término lo más destacable de la foto. 

 

     Al no encontrar un argumento de peso que me hiciera decidirme por una u otra me propuse consultarlo por redes sociales para conocer la opinión de los demás y ver qué opinaba el resto. Pregunté por Twitter, Instagram y Facebook y los votos obtenidos han sido los siguientes:

 

Foto 1: 24 votos

Foto 2: 23 votos

 

     Con este equilibrio está claro que no hay nada que realmente haga destacar a una sobre la otra por lo que creo que la decisión, además de en mi mismo, hay que buscarla en los argumentos aportados en los comentarios. Lo que más destaca de la primera es, sin duda, el equilibrio de los elementos, en la segunda es una composición muy "correcta", tal como dice Alberto Tormo:

     Tal como había observado, el primer plano guía muy bien la mirada hacia la imagen y transmite mucho mejor la sensación de lugar, tanto Jep Flaqué, David López y Yarky Moguel lo indican en sus comentarios:

     Sin embargo, hay otros comentarios que argumentan todo lo contrario, indicando que ese primer término tiene demasiado peso visual. Hay estudios que indican que en este tipo de paisajes dos tercios de la imagen sean ocupados por el primer término puede ser una proporción muy correcta. Paco Pulido indica que al ser una zona demasiado blanca se queda con el peso visual de la imagen:

     Cuando hice esta fotos, aunque estén numeradas como 1 y 2 lo cierto es que cronológicamente están realizadas al contrario. Comencé disparando la 2 y, al observar que el cielo estaba ganando color e interés decidí variar la composición situando el horizonte prácticamente centrado para dar protagonismo al cielo en general sin cortar la nube de la izquierda arriba en la imagen 1. Por lo tanto la imagen 1 es una evolución de la 2 durante la sesión. Esto lo comenta David Frutos:

     Pero hay un comentario que se inclina por la imagen 1 que ha sido el que me ha hecho decidir que prefiero esa imagen sobre la 2, y es el tiempo potencial que puede llegar a atrapar la vista del espectador:

     Pero hay un factor que no se ha mencionado sobre la imagen 1 y su "mensaje", que es lo que creo que hace que sea una foto mucho más completa que la 2 y es que su mensaje es mucho más completo. Con el paisaje natural hay cierta complicación en plasmar yuxtaposiciones (elementos o características opuestas o enfrentadas) y en la foto 1 hay una clara yuxtaposición entre la parte superior con tonos pastel, formas suaves y ligeras de las nubes confrontadas con la parte inferior, más oscura sin color, rocas contrastadas con las líneas de la espuma: suave-tosco / delicado-rudo.

 

     La mayoría de las personas que vean esta foto en redes creo que van a considerar mejor la 2, sin embargo creo que es muy "obvia", primer término con protagonismo, agujas icónicas de un lugar conocido y cielo coloreado. Pero una imagen que se va a ser observada en una pantalla de móvil durante unos segundos necesita de un elemento menos obvio y más llamativo para llamar la atención (la nube), si esta consigue capturarte creo que el potencial de la imagen 1 es mayor para tocar un poquito más la sensibilidad del espectador.

 

     Muchas gracias a todos por vuestros votos y opiniones.


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Mi DJI Mini 2

 

   Hace muy poco, y casi sin esperármelo, me encontré entre mis manos esta pequeña maravilla de la tecnología, el DJI Mini 2. Aunque nunca he sido partidario de opinar sobre productos es cierto que en esta ocasión no puedo resistirme, este pequeño aparato me ha conquistado (fotográficamente hablando). Voy a contar qué me ha parecido en mis primeras salidas fotográficas, aunque tengo que comenzar diciendo que mi experiencia haciendo "reviews" de productos se limita a otro artículo y este, por lo que todo lo que escribo se centra únicamente en una opinión subjetiva y un planteamiento muy básico de lo que analizo. 

 

     Lo cierto es que hace años que tenía ganas de grabar y fotografiar con un dron, desde que hace años ayudara a un amigo con el rodaje de un documental para el que utilizó un DJI Phantom, comencé a sentir atracción hacia este tipo de aparatos. Poco a poco fue cayendo en el olvido hasta que nuestros últimos proyectos nos han hecho plantearnos la posibilidad de adquirir uno. Dadas las circunstancias el modelo ideal ha sido el DJI Mini 2.

 

     ¿Porqué este modelo? ligereza: cabe en un bolsillo y pesa menos de 250 gr., en travesías de muchas horas o incluso días sería inviable cargar con los modelos superiores. Legalidad: dadas sus dimensiones hay menos restricciones sobre los lugares y circunstancias en las que puedes volar. Prestaciones: con vídeo en 4K y foto con RAW tiene todo lo que buscamos, pero a esto hay que sumar compensación de exposición, ajuste de proporciones de imagen y zoom (digital). Precio: es ligeramente inferior a los modelos siguientes.

 

     ¿Qué es lo que no tiene? para mi, lo único que podría ser destacable y que le falta frente a modelos superiores es la detección de obstáculos laterales y el vídeo a 60 fps (a 4K el máximo es 30 fps). Más allá de esto es posible que una resistencia al viento mayor sería deseable pero hay que ser realistas y la estabilidad que tiene dado su peso y tamaño resulta casi increíble. Tengo que señalar que el "gimball" hace un salto extraño cuando está en picado y el dron el movimiento, una especie de salto que parece ser común a todos los dispositivos (no es un fallo propio del mío).

 

     Teniendo precaución y evitando volar en un momento de fuertes rachas de viento el dron se ha comportado de manera estable en todo momento: las tomas de vídeo han sido fluidas , tanto con los recorridos preestablecidos como otros que he comenzado a ensayar. Fotográficamente es tan sencillo como que lo colocas a la altura y perspectiva que quieres y haces la foto, listo. La sensación es que a pesar de que su precio pueda parecer elevado, el nivel de tecnología que adquieres es muy superior a lo que pagas.

 

     Cuando llevas tantos años fotografiando a ras de suelo y, cuando buscas una perspectiva diferente, trepas a cualquier lugar para obtener un encuadre mejor, el hecho de comenzar a fotografiar desde el aire te abre las puertas a un mundo nuevo por descubrir. Creedme, la perspectiva que ganas sobre el paisaje te lleva a otro nivel fotográfico y tengo que reconocer que, ese aire fresco a nuevos planteamientos fotográficos es lo que destaco por encima de todo.

 

     ¿Lo recomiendo para fotografía de paisaje? realmente si ¿creo que es el modelo óptimo para fotografía? tendría que probar otros modelos pero al menos de este no echo nada de menos que tenga constancia que tengan los demás, supongo que con el tiempo el software incluirá un mayor control sobre la imagen que capturamos: contraste, temperatura de color, dominantes, nitidez... opciones creativas desde el punto de vista fotográfico.

      


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Fotografiando otra realidad

 

 

      Desde que un concepto aparece por primera vez en nuestra mente hasta que lo representas y analizas pueden transcurrir décadas, ese es mi caso con las fotos de las que hoy escribo (y después con estas líneas). Hay algunos cuadros cuyo contenido ha dejado una impronta en mi percepción, una marca casi invisible, un ejemplo muy representativo para mí es la "Vista del jardín de Villa Medici" de Velázquez. Os voy a contar cómo he vinculado el concepto que ha creado en mi esta obra y cómo ha evolucionado ese concepto en la serie fotográfica que aquí presento.

 

     Más allá de su relevancia y lo que representa en la historia del arte, este cuadro ha conseguido desarrollar en mi un concepto que, a lo largo de mi vida, he ido percibiendo en muchos otros lugares. Este concepto, que generalmente surge de una percepción subconsciente de lo que nos rodea, lo podría definir como "arquitectura delegada" o "arquitectura degradada" (no lo confundamos con abandono), pero ¿Qué significa esto? vamos a observar con detalle el cuadro.

 

     El elemento más destacado del cuadro es una serliana, combinación de arcos característica de los grandes palacios renacentistas y neoclásicos. Estos arcos están cegados con tablones de madera irregulares y destartalados; a la derecha, entrecortada y direccionada hacia el exterior probablemente pudiera ser una escultura del dios griego Hermes. Sobre la balaustrada una mujer extiende una sábana y frente a los arcos dos soldados parecen charlar de cuestiones cotidianas. Con respecto a la vegetación, los setos están recortados y cuidados pero a los pies de estos la forma y el color del trazo es irregular lo que me hace pensar que crecen plantas espontáneas y el mantenimiento del jardín del palacio no es continuado y regular; esto lo encontramos también los cipreses: una de las ramas se desprende a la izquierda de la balaustrada y en general crecen desordenadamente, lo que nuevamente me lleva a pensar que no hay cuidados culturales que les haga mantener su función estética y recreativa. Incluso la luz es difusa y, al fondo, tras las nubes, el cielo parece oscurecerse.

 

     Todo lo que veo en el cuadro me lleva a un momento en el que el gran palacio renacentista no mantiene el estatus y la relevancia que un día tuvo. Lo realmente significativo de este concepto de degradación no es lo formal, sino una degradación política, social y económica vinculada a una obra arquitectónica. No me refiero a ruina o abandono, es un cambio vinculado al uso.

 

     Esta idea la percibí por primera vez con este cuadro, pero de un modo totalmente subconsciente. A lo largo de los años este concepto se ha cruzado en mi camino en multitud de ocasiones: visitando el castro de Coaña, frente a lo que parecía ser el edificio más importante, la residencia nobiliaria o palacio dentro del poblado, la transcendencia que tuvo aquella construcción ahora está relegada a un elemento arquitectónico más dentro del castro que recorren turistas. Otro ejemplo es la imagen de la izquierda: los jardines del palacio de Sotofermoso. Cuando observé esta imagen por primera vez me causó un fuerte impacto, estado ruinoso de un ostentoso elemento arquitectónico en un ambiente rural extremeño y que en la actualidad sirve para poco más que apoyar vallas de uso ganadero o de la construcción.    

 

 

     De nuevo, durante una visita turística al convento de San Esteban, en Salamanca, me volví a encontrar con este concepto de "degradación". El recorrido turístico nos muestra la relevancia histórica, eclesiástica y social vinculada al edificio, su transcendencia durante el periodo de influencia e intercambio cultural en Latinoamérica desde el comienzo de la época colonial. El contraste es llamativo: pasillos que han recorrido personajes históricos ahora los recorren visitantes que pagan su entrada (y, evidentemente, la comunidad eclesiástica actual); en las salas que se tomaron decisiones que cambiaron el rumbo de la historia hoy se repiten audiovisuales modelados para que el público consiga comprender la importancia de este lugar.

 

     Al llegar a la sacristía del convento, de nuevo esa percepción: ostentosas casullas de seda con bordados dorados, muy degradadas, expuestas en vitrinas. En las paredes espejos picados, deformados y deteriorados en los que ahora los turistas se hacen "selfies". De repente el reflejo de esos espejos me mostró ese concepto de degradación arquitectónica que percibí dos décadas antes al ver por primera vez la obra de Velázquez y aquí encontré la oportunidad para desarrollar y representar ese concepto en una serie fotográfica.

 

     Son fotografías realizadas al reflejo de los espejos de la sacristía, busco una perspectiva que me permita encuadrar elementos arquitectónicos de la sala; zonas en sombra e iluminadas, estos elementos los represento nítidos pero deformados por el espejo y con las picaduras desenfocadas manchando y degradando esa nitidez. Con las fotos de ese reflejo borroso y deformado de la disciplinada arquitectura renacentista he conseguido representar de manera subjetiva el concepto de degradación arquitectónica, esa "Otra realidad".

 


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Encontrar lo que no buscas

 

    Si hay algo que me produce una sensación placentera a la hora de fotografiar son esos momentos de absoluta evasión de la realidad. Al aplicar ciertas técnicas y estar completamente inmerso en un proceso creativo puedo llegar a pasar horas completamente abstraído, con todos mis sentidos puestos en las fotos que estoy haciendo. Cuando algo te "despierta" y vuelves a la realidad, ese momento de transición desde la pura concentración a tu realidad podría ser algo parecido al Nirvana, es como si la mente volviera a nacer. Por desgracia, al instante vuelves a darte cuenta que estás mojado, hace frío, es tarde, tienes hambre, el coche está en reserva ¿habré perdido las llaves? ...

 

    Admito que estos momentos de concentración no son fáciles de conseguir y cada día me cuesta más alcanzarlos pero, por lo general, suelen ser muy fructíferos en cuanto a resultados. Llegar a un sitio y hacer la foto obvia está bien, pero siempre esperas encontrar lo que no estás buscando, esto me pasa con mucha frecuencia. La mayoría de las veces encuentras fotos que podrían acabar en la papelera, pero resulta curioso que tengas que fotografiar concentrado, evadido de la realidad, desde lo más profundo de tu subconsciente para hacer fotos que jamás te imaginarías que harías tu.

 


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Mi top 10 de bosques para el otoño

 

    Fotográficamente hablando, llega uno de los momentos más excitantes del año ¿el otoño? si. Pero tanto como el otoño, me encanta ese momento de hacer planes para fotografiarlo. Comienzas a hacer memoria de los bosques de los que más has disfrutado, otros que tienes en mente pero que nunca has estado y nuevas propuestas que surgen por el camino. Por eso, este año he querido hacer un pequeño recopilatorio de, entre los que conozco, cuales son los 10 mejores bosques para fotografiar el otoño.

 

     Llegar a un bosque en el momento de clímax del color otoñal es una experiencia que nos llena la mente (y la tarjeta de memoria). Desde hace años no falto a mis citas otoñales para conseguir buenos momentos entre la soledad del bosque, y de camino alguna que otra buena foto. De entre todos los lugares que he visitado, y otros que tengo en mente visitar creo que los mejores bosques de la península ibérica en otoño son:

 

1. Urederra, Baquedano (Navarra)

2. Vegabaño, Soto de Sajambre (León)

3. Saja-Besaya, Bárcena Mayor (Cantabria)

4. Hayedo de La Biescona, Colunga (Asturias)

5. Bosque de la Honfría, Linares de Riofrío (Salamanca)

6. Hayedo de la Pedrosa, Riaza (Segovia)

7. Castañar de Ojesto, San Martín de Trevejo (Cáceres)

8. Castañar de El Tiemblo, El Tiemblo (Ávila)

9. Selva de Oza, Siresa (Huesca)

10. Garganta de Bohoyo, Bohoyo (Ávila)

 

     ¿Tienes planes fotográficos para este otoño? ¿Cuál de estos bosques has visitado? ¿Cuál te gusta más? Deja tu comentario, justo aquí debajo.

 

 


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La playa del ¿Silencio?

 

    Para muchos, los primeros pasos que dan en el mundo de la fotografía están ensombrecidos por darle más importancia al lugar que a la foto. En esa circunstancia me encontraba la primera vez que fui a este lugar, la playa del Silencio. Parece que, si quieres que tu trabajo adquiera notabilidad y sea respetado, necesitas cumplir una serie de requisitos no-fotográficos. Entre estos requisitos, diría que uno de los más relevantes es la importancia que se le da a los lugares populares.

 

     Si tus aspiraciones fotográficas son grandes no te puedes permitir el lujo de que alguien hable de un lugar y no haber estado allí (y de paso contar una batallita). No eres nadie en esto de la fotografía de paisaje si no has estado en Islandia o Feroe, dando por supuesto que has visitado más veces Río Tinto, Barrika, Gueirúa y Urederra que a tu familia. Y, si aspiras a ser un Ansel Adams milenial de manual, ya has estado (y, por supuesto, vas el próximo año) a Dolomitas, Yosemite, Torres del Paine, Dead Vlei... (#noteselaironia).

 

     Respeto cualquier posición y planteamiento en lo que a fotografía se refiere pero, creo que hay cosas que se nos van las manos. Hace una semana estuve por Asturias, volví a la playa del silencio y ha cambiado muchísimo. Coches por todos lados, miradores abarrotados, gente, gritos, gritos, gritos,.... de todo menos lo que le da nombre: silencio. Observo un patrón que se repite: aparcar, mirador, "selfie" y siguiente; esto no es más que el reflejo de una actitud materialista y superficial con los lugares en general y la fotografía en particular.

 

     ¿Dónde nos dejamos la satisfacción personal? la mayoría de la gente en la fotografía se preocupa más del perfil público que de los valores que nos puede aportar el hecho de realizar la fotografía en sí, ese momento, cuando disparas, haces algo relevante si lo haces tú mismo, no lo que esperas que vean los demás. Mira, observa, ama y luego pulsa el disparador. Y un poquito de silencio, por favor.

 

 


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Castillos, misterio y felicidad

 

 

 

    Han pasado unos meses desde el viaje a Escocia y, al repasar algunas fotos, me doy cuenta que ha predominado un aura de misterio y magia. Pero también recuerdo aquellos días con nostalgia y con la agradable sensación de haber vivido algunas experiencias únicas.

 

     Carreteras estrechas que cruzan montañas, rodean lagos, cruzan lagos y rodean montañas, un laberinto a lomos de nuestra casa con ruedas que siempre terminaba en paisajes de ensueño. Recorriendo aquellas carreteras, para ir de una a otra y otra de las localizaciones que había seleccionado, ahora siento que el viaje estuvo pasado por un tamiz de misterio, tal vez por nuestro ritmo de viaje pausado.

 

     Solíamos levantarnos sobre las 6:30 de la mañana muy cerca de alguna de las localizaciones que tenía preseleccionada para el amanecer. Desayuno de campeones en la autocaravana, recién cocinado al fuego y, con las primeras luces, sesión de amanecer. Recorríamos trayectos que discurrían por paisajes bucólicos con algunas paradas en algunos de los sitios que nos gustaban. Un sándwich a media mañana para almorzar y poco después llegábamos a lugar elegido para el atardecer, si !!el atardecer comenzaba sobre las 14:00!!

 

     Cuando se ponía el sol solíamos salvar un trayecto hasta el lugar en el que parábamos la autocaravana para dormir cerca de la siguiente sesión de amanecer. Las tardes las pasábamos en la autocaravana, muy tranquilamente, al contrario de lo que solemos hacer con otros viajes que se nos puede llegar olvidar comer y beber. Una cerveza, cena y listos para dormir y comenzar temprano al día siguiente.

 

     Para mi esta foto es el fiel reflejo de aquellos días en los que nuestra soledad, las largas noches, el misterio de los castillos, los paisajes bucólicos y la tranquilidad fueron el común denominador de un viaje inolvidable a Escocia.

      

 


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Fetichismo fotográfico

 

 

 

    La fotografía despierta pasiones, no se puede negar, pero la práctica es un mundo distinto para cada uno de los que nos lanzamos a la aventura con una cámara entre las manos. La foto que ilustra este artículo puede parecer un paisaje montañoso cualquiera, pero tiene detrás una historia de emociones intensas, te cuento.

 

     Este lugar es el valle de Tafraoute, en el Antiatlas marroquí, una zona muy remota entre las montañas que requiere al menos un día para llegar y otro para salir. En un viaje de dos semanas recorriendo Marruecos por libre no es tan descabellado incrustarlo en el itinerario. Desde un punto de vista fotográfico no es un lugar que pueda ofrecer  unos resultados extraordinarios, analizados desde una perspectiva objetiva pero, aquí viene el fetiche: no puedo resistirme a los paisajes graníticos, por eso, cuando leí que había un valle de granito rosa en Marruecos, sabía que iba a disfrutarlo demasiado.

 

     Fotografío recurrentemente en el Espinazo, en Extremadura, suelo ir a Gredos; una de mis mejores experiencias fotográficas ha sido el Spitzkoppe de Namibia, me lo he pasado como un enano en la Pedriza madrileña... todos los sitios que me resultan más atractivos están ligados al granito. Lo he pensado y es mi fetiche fotográfico, para mí, sobrepasa lo mundano y cuando tengo un paisaje granítico frente a mi cámara, las sensaciones que me invaden entran en un plano sobrenatural. Por eso, el día que te