Paisajes que dejaron de existir

     Uno de los peores defectos que pueden tener los que están buscando mejorar en fotografía es la impermeabilidad mental. Es algo que tenía muy claro hace años cuando decidí dar un salto en mi trayectoria fotográfica: leía artículos muy variados en cualquier tipo de publicación que me permitiera ir adquiriendo conocimientos nuevos y variados, así me encontré con un artículo en el blog de José Benito Ruiz en el que pone en valor los paisajes de las Hurdes, y es que muchas veces tienen que venir de fuera a decirte que lo que tienes en casa es muy valioso.

 

     Desde entonces he fallado muy pocos años a mi cita invernal con el valle de Batuecas. En enero, el río Batuecas y sus afluentes bajan cargados de agua, el valle se convierte en un lugar húmedo en el que tímidamente se cuela la luz del sol en las horas centrales del mediodía. Las cascadas y torrentes, junto a los viejos troncos recubiertos de musgo de las zonas más umbrías son una auténtica delicia para nuestras cámaras.

 

      En una de estas visitas me encontré con este grupo de ramas gruesas, encontrar una composición atractiva no me costó demasiado y el resultado fueron unas cuantas fotos que aportaban algo nuevo a mi repertorio. Al año siguiente volví al mismo sitio pero, a pesar de estar seguro que estaba en el mismo lugar, no conseguía encontrar este encuadre por ninguna parte. Miré al suelo y allí estaba caído uno de esos gigantescos alcornoques. Sentí una pena terrible, era un encuadre que de algún modo había dejado de existir pero volviendo al coche encontré muchos otros alcornoques caídos, levanté la vista hacia una ladera dominada por pinos quemados en el último incendio y rápido llegué a la conclusión de que aquel árbol había llegado al final de su vida, en su hogar y rodeado de los suyos; otros no tuvieron tanta suerte, el fuego o la motosierra habían acabado con ellos muchos años atrás.

 

 

 


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Mis 9 favoritas del 2023

 

 

     Resulta irónico que uno de los años que menos he viajado haya sido el mismo que he comenzado la gran aventura de mi vida: la paternidad. La llegada de mi hija ha sido la que ha marcado el camino este año y esto ha sido determinante en cómo, cuándo y dónde he viajado y fotografiado este año.

 

     El destino nos ha llevado en los últimos meses por partida doble hasta Italia, en el primer viaje recorrimos desde la Toscana hasta el sur en plena primavera, y fue al principio de verano cuando, aprovechando el buen tiempo, cuando recorrimos la isla de Cerdeña con nuestro Land Rover camper. Lo cierto es que, a pesar de que la Toscana tiene la fama como destino fotográfico de primer nivel, fue en Cerdeña dónde, tras muchas semanas de planificación fui recorriendo los "hotspots" de costa que yo mismo había localizado y planificado. Unos salieron mal, otros fatal, pero la experiencia con una cámara entre las manos es siempre enriquecedora.

 

     El comienzo del viaje de la paternidad ha hecho que mi atención esté muy centrada en lo que realmente me importa en este momento, por eso las escasas escapadas fotográficas las he hecho muy cerca de dónde vivo, siempre sin dejar atrás mi hogar fotográfico: la sierra del Espinazo, dónde este año he comenzado a poner en práctica una técnica nueva de captura inspirada en Stephen Wilkes, que estoy seguro que va a marcar el modo en que voy a fotografiar a partir de ahora.

     

     Espero que os guste esta selección que con tanto cariño he preparado, muchas gracias por leerme.

  


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Los anocheceres mágicos de África

 

      Namibia es uno de esos sitios en el que a cualquier fotógrafo le estalla la cabeza con la cantidad de lugares atractivos que tiene. En el viaje que hice a este país en 2019 tenía claro que no quería perderme "los grandes": Etosha, Dead Vlei y Spitzkoppe; pero también estaba convencido que, en un país en el que cualquier rincón es infinitamente atractivo y evocador, lugares muy conocidos pero menos populares tenían mucho que ofrecer.

 

     Uno de esos lugares es el llamado "Quiver tree forest" un conjunto de cerros en el que abundan estos árboles (Aloe dichotoma) y que está lejos de cualquier otro lugar de los itinerarios populares por este país. Las circunstancias de mi viaje no me permitieron llegar a este punto en las mejores condiciones fotográficas, arrastraba cansancio y una avería en el coche que nos tenía bastante preocupados, de hecho a punto estuvimos de saltarlo y seguir con el resto del viaje.

 

     Considero que visitar Quiver Tree ha sido de los mayores aciertos del viaje, sentí una acogida muy especial por la gente del campamento en el que está la colonia más atractiva de estos árboles, nos ayudaron con nuestra avería, nos acogieron y nos dieron todo tipo de facilidades para fotografiar. Cuando preguntamos porqué nos ayudaban tan tenazmente la dueña del campamento, de origen alemán, simplemente respondió: "En Namibia la gente se ayuda".

 

     Esta foto representa el escaso tiempo que pasé por la noche fotografiando, pude disfrutar de la soledad de este paisaje mientras observaba una delicada franja aún teñida del naranja sobre el horizonte, en el cénit, la vía láctea se mostraba en todo su esplendor, nunca había visto nada igual. Dicen que los atardeceres en África son mágicos, pero también lo son los anocheceres y, sobre todo, muchas de las personas que te encontrarás en tu camino.


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Un tipo con suerte

 

 

     Hace algunos años por estas fechas el tiempo anunció que nevaría en norte de la península en cotas muy bajas, hice la ecuación: "otoño + nevadas = oportunidades fotográficas". Elegí una zona que conocía poco sobre el terreno pero muy bien sobre el mapa, Vegabaño, al norte de la provincia de León. Al subir el puerto del Pontón, que delimita la vertiente norte de la sur comenzó a nevar, las predicciones estaban acertando con precisión. 

 

     Al aparcar en Soto de Sajambre caía una lluvia muy fina, pero a medida que ascendía hacia Vegabaño se iba transformando en nieve gradualmente, llegado a un punto, esa nieve fina y húmeda se convirtió en una tormenta y me cobijé debajo de unos árboles.  Saqué la capa impermeable y empecé a proteger mejor el equipo. Cuando estaba debajo de los árboles me llamaron la atención estas ramas y disparé varias fotos combinando esas ramas con el fondo difuminado por la nieve.

 

     Os he contado esta batallita para poner de manifiesto la suerte que tuve aquel día al poder capturar algunas fotos en las que el invierno se combina con el otoño, pero muchas veces no se trata de suerte. En un artículo de El Paisaje Perfecto (www.elpaisajeperfecto.com) analicé hace tiempo las 5 características del fotógrafo con suerte, una especie de patrón que se repite en aquellos fotógrafos que consiguen capturas que han sido bendecidas por lo que parece un toque divino más que por el propio esfuerzo y capacidades del fotógrafo.     

     

 

 

     En el mundo de la fotografía cualquiera puede tener suerte, pero a los afortunados les sorprende trabajando. La mayoría de golpes de suerte están motivados por la preparación, la tenacidad, los conocimientos, la tenacidad y la capacidad para aprovechar las oportunidades más que por esa intervención divina.

 


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Figura humana en el paisaje

 

 


       En diciembre de 2014 publiqué la segunda edición de la revista digital "El paisaje perfecto", que recopilaba todos los artículos publicados a lo largo de ese año en el blog homónimo. De la página 98 a la 113 desarrollo el concepto de la figura humana en el paisaje como recurso compositivo y narrativo: desde una introducción de la mano de los referentes que se pueden tomar como inspiración, cómo influye la figura en el paisaje, para terminar con una recopilación de consejos sobre técnica y composición.

 

      No pude resistirme a desarrollar un tema que me causaba cierta controversia: en aquellos años me centraba exclusivamente en que mi fotografía fuera de paisaje natural, descartando cualquier elemento humano, pero era consciente del potencial de la figura humana en un paisaje, de este modo decidí superar lo que se suele llamar la zona de confort para estudiar este recurso que he ido aplicando posteriormente a lo largo de los años.

 

     Una de las maneras en las que influye una persona dentro de una escena paisajística es que puede dimensionar la escena para transmitir una aproximación de la escala del resto de elementos del paisaje. En el caso de las personas, casi minúsculas, que aparecen en la parte superior izquierda, tienen como objetivo que el espectador aprecie la dimensión de la duna por la que suben. Su posición también es determinante, tan cerca del margen crean desconcierto, pero además no es puramente intencionado, pues tuve que cerrar el encuadre para que no se viera nada de cielo, de este modo, con un fondo que es otra duna, si se interpreta como tal, la percepción del tamaño de esta última puede ser de monstruosidad.

     

 


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El terremoto de opiniones

 

 


       Recientemente se ha producido uno de los peores terremotos de la historia de Marruecos, un suceso que me ha impactado especialmente porque conozco la zona más afectada, pero sobre todo me ha impactado que justo un año antes del terremoto estaba viajando por la zona del epicentro.

 

     Cuando ocurren este tipo de desgracias la gente puede sacar su peor o su mejor cara. Pero pululando por redes sociales creo que existe una tendencia a decantarnos por manifestar la opinión más controvertida, posiblemente para atraer mayor flujo de interacciones. Sea por lo que sea, en lo que refiere a la ayuda que España pudiera brindarle a Marruecos en una situación tan terrible como esta, la gente parece que nuestra opción con país sería negar todo tipo de ayuda argumentando dos cuestiones: la primera, que su Rey es vergonzosamente rico y debería ayudarles él; y la segunda, que el porcentaje de marroquíes en cárceles españolas es mayor que el porcentaje de trabajadores en activo.

 

     Cuando justificamos nuestras malas acciones basándonos en otra lo único que estamos haciendo es colocarnos en un nivel más vil que la avaricia del Rey de Marruecos o de la criminalidad de los marroquíes que citan. Todos los que opinan esto deberían recorrer esas aldeas del Atlas, son gente humilde, de origen bereber; en esos pueblos, especialmente en los que tienen un tamaño considerable, tratan de exprimir a los turistas, es cierto, pero os puedo asegurar que he encontrado más hospitalidad y ayuda que en la mayor parte de los lugares del mundo que he visitado.

 

     Por eso, siento mucha rabia y desprecio hacia aquellos que lanzan este tipo de comentarios sin pensar que los afectados son ya víctimas, pero sobre todo son extremadamente hospitalarios y respetuosos. Y esto lo digo basándome en mi experiencia: perder un paquete de opacadores del camper y que te persigan durante 20 kilómetros para entregártelos sin que te den la oportunidad de pedir nada a cambio es un gesto muy honorable; que te vean perdido y un poco cohibido recorriendo las calles de Sidi-Ifni, y que llegue un anciano que recordaba hablar el castellano de época colonial para darte la bienvenida y que te sientas más a gusto en su ciudad es un gesto muy hospitalario.

 

     Marruecos es un país extremadamente rico en cultura, naturaleza y paisajes que tendemos a infravalorar, sin ser conscientes que los verdaderos perjudicados en esta valoración negativa somos nosotros mismos. Un ejemplo de los lugares mágicos de Marruecos es el lugar en el que hice esta foto: el valle de granito rosa de Tafraoute, muy cerca del epicentro del terremoto, un lugar tan mágico, especial y bello al que tengo que volver.

     

 


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El regalo del elefante

 

 


       Los términos medios en Escocia no son algo frecuente en lo que a clima se refiere. Cuando hice esta foto estaba llegando al final del viaje y sólo había encontrado dos extremos: cielos cubiertos, niebla y lluvia o cielos planos, sol y falta de oportunidades fotográficas. Aquella mañana, cuando salí de la autocaravana antes que el sol, ya sabía que en lo que al clima se refiere no iba a encontrar mi opción preferida.

 

     Me disponía a fotografiar esta conocidísima formación llamada Fiddle Rock, nombre que se le atribuye por su similitud con la punta del arco de un violín; por cierto, "Fiddle" significa violín en inglés ¿lo sabías? yo lo descubrí buscando información sobre este lugar. Pues bien, al llegar aquella mañana a la roca di unas vueltas improductivas antes de que llegara la luz atractiva que nunca llegó, tras dar unas vueltas descubrí que una buena perspectiva podía ser la única posición que estaba ocupada y en la que no había espacio para más de uno. Volví a mi segunda opción para tener una buena perspectiva de la roca y un grupo de franceses pululaba de un lado para otro sin dejarme la posibilidad de tener un buen encuadre. Todo conducía a una sesión improductiva.

 

     Mi resignación y yo nos sentamos en una roca a observar el extraño comportamiento del grupo de franceses, a imaginar que el fotógrafo que estaba en la posición que me gustaba estaría haciendo buenas fotos, a contemplar la roca y darme cuenta que para mi percepción era un elefante con la trompa en el mar; pero, sobre todo, allí sentado disfrutaba del sonido del mar, la brisa y los primeros rayos de sol sobre la roca.

 

    Con los primeros rayos el fotógrafo se levantó y se dispuso a marcharse, le había hecho varias fotos pero mientras recogía disparé varias ráfagas. Para mí, la más interesantes es esta, en la que parece enfrentado al elefante. Aunque siempre suelo mantener el jpg procesado lo más fiel posible a la captura, en esta ocasión he sido un poco permisivo conmigo mismo tratando de aplicar unos ajustes en el color para darle el aspecto de la película Kodak Chrome, tan popular entre los fotógrafos de naturaleza y viajes de hace años.

 

   

 

 

      

 


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El error predestinado

 

 


       Cuando exploramos un sitio del que no tenemos ninguna referencia fotográfica, es muy frecuente que nos topemos con localizaciones a las que llegamos por nuestra propia intuición. La experiencia para unos, la suerte para otros, nos ponen delante del encuadre ideal en kilómetros cuadrados pero nosotros mismos somos quienes nos empeñamos en desperdiciar una y otra sesión sin obtener buenos resultados.

 

     La imagen que ilustra este artículo muestra una perspectiva aérea de la mejor colonia de erizón que he encontrado en la sierra del Espinazo, con la cumbre homónima al fondo, estos erizones se encuentran en el lugar desde el que la discreta montaña nos muestra su mejor prominencia. Incluso me atrevería a afirmar que todo encaja hasta tal punto que está más que correctamente orientado el encuadre para poder conseguir excelentes luces de atardecer.

 

     Pues este verano he vertido mis escasos recursos fotográficos en tratar de obtener "la foto" de esta localización. Desde que fuera por primera vez en 2014, he ido repitiendo de paso y sin mayores pretensiones en este lugar, pero este año la idea era pillar la colonia en su climax de floración pero no pudo ser. Estaba predestinado a equivocarme, por algún motivo que no entiendo aún, estaba convencido que esta floración se iba a producir a mediados de julio, si a esto le sumamos un año que no ha sido especialmente cálido en esa zona decidí probar suerte el 20 de julio y, sin examinar detenidamente las plantas concluí que aún no había llegado el momento. Cuando volví 10 días más tarde esperando encontrar la floración es su estado óptimo fue cuando realmente me di cuenta que estaba equivocado, ya había pasado y había perdido la oportunidad.

 

     No se debe dar nada por sentado cuando hablamos de naturaleza, sigue sus propios ritmos y, salvo que contemos con conocimientos ténicos-científicos o podamos orientarnos por otras personas, debemos ser meticulosos cuando nuestras fotografías dependen de una etapa de floración, una otoñada o cualquier fenómeno similar. Equivocarme me ha servido para no dar por sentado ¿acaso este otoño esperarán los bosques al puente de noviembre para que las hojas muestren sus colores dorados?

 

   

 

 

      

 


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Las reglas del aire

 

 


       En el mundo de la fotografía cada disciplina cuenta con sus propias "reglas" para cada situación, pero cuando nos elevamos sobre el terreno todo adquiere una nueva dimensión y estas reglas son totalmente diferentes. Para los que fotografiamos siempre es muy motivante tener la oportunidad de explorar nuevas técnicas, escenarios y composiciones, pero para la fotografía aérea (en mi caso con dron) es todo tan diferente que parece que volvieras a comenzar desde cero.

 

     Me arriesgo a perder tu interés si digo que la primera regla de la fotografía aérea no es puramente fotográfica, el espacio aéreo está regulado por por unas normas propias y esto incluye cualquier aparatito, por muy pequeño que sea, que estemos utilizando para fotografiar. Áreas militares, espacios naturales y zonas de influencia de aeropuertos es sólo la punta del iceberg de los lugares que nos deben motivar a consultar la app Enaire antes de desplegar las hélices.

 

     Pero no son estas reglas las que me han motivado a dejar aquí estas palabras, si no las fotográficas y es que cuando elevamos nuestra cámara hacia los cielos, todo cambia. Desde la localización a la composición, motivado porque nuestro punto de vista es otro y esto es un reto que nos obliga desde un primer momento a cambiarlo todo para preparar una sesión: ya no vas al mismos lugares, sales a diferente hora, el equipo se reduce a una maletita de menos de un kilo...

 

     Te animo a que no tengas ningún reparo, si tienes la oportunidad, en fotografiar con dron. Mi primer consejo sería que consultes Enaire y, si vives en una zona en la que no hay restricciones permanentes o tienes fácil acceso a una zona de estas, en ese caso tienes acceso a un mundo nuevo y a ver el mundo desde una perspectiva nueva, motivadora y con infinidad de posibilidades para nuestras mentes fotográficas inquietas.

 

   

 

 

      

 


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Fotos para sentirnos orgullosos

 

 


      Hace mucho tiempo que aprendí a diferenciar entre las fotos que les pueden gustar a los demás y las que te gustan a ti mismo, y esto no es una lección fácil de aprender. Lo más lógico es valorar nuestras fotos desde dos extremos: por lo general nos encantan o las detestamos. Entre estos dos extremos se encuentra esa gran masa de fotos condenadas a pasar la eternidad en el olvido, de disco en disco, de copia de seguridad en copia de seguridad. Pero ¿te has preguntado porqué te puede llegar a gustar mucho una de tus propias fotos?

 

     Una de nuestras fotos nos puede encantar por dos motivos: el primero, y más banal, porque le guste a los demás o porque haya sido valorada positivamente por un jurado en algún concurso (de belleza); el segundo motivo por el que nos puede gustar es porque simplemente encaja a la perfección en nuestro criterio estético. Tu libertad creativa comienza en el momento que te dejen de gustar tus fotos simplemente porque le gusten a los demás, como fotógrafo estás condenado si te resulta satisfactoria la recompensa que puedas obtener en las redes sociales.

 

     Pero creo que hay fotos que nos pueden gustar o no, independientemente de esto hacen que nos sintamos orgullosos de ellas. Esta foto representa un hito para mi, pues es la culminación (o el comienzo de una nueva etapa) en el proyecto fotográfico que comencé hace unos 10 años en la sierra del Espinazo, al norte de Extremadura. Su luz, el encuadre, el momento... todo en esta foto está ahí para decirme: "te lo propusiste y lo conseguiste".  

 

   

 

 

      

 


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Grande-Pequeño

 

 


     Nunca busco este tipo de yuxtaposiciones en fotografía, siempre prefiero que surjan de manera subconsciente; a la hora de valorar mis fotos parece que me produce más satisfacción si encuentro estos recursos estilísticos a posteriori, en lugar de ser consciente de ellos durante la sesión. Cuando esto me pasa es como si le diera una palmadita en la espalda a mi subconsciente, como si le dijera: "bien hecho".

 

     Es imposible tomar constancia de todos los recursos técnicos, estéticos, estilísticos, compositivos,... que conocemos durante una sesión, ante esta situación yo, en mi opinión, es mejor dejarse llevar por lo que nos llama la atención, sin cuestionarnos porqué, sin estar pendientes de qué queremos hacer, simplemente hacer. De lo único que hay que estar pendiente, siempre, es de nuestra propia seguridad, el oleaje ese día en esta playa era tremendo y la piedra pequeña sólo quedaba al descubierto cuando las olas retrocedían y, con el mar agitado, eso significa que una ola de más de dos metros viene detrás. 

 

      

 


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Castillos, misterio y felicidad

 

 

 

    Han pasado unos meses desde el viaje a Escocia y, al repasar algunas fotos, me doy cuenta que ha predominado un aura de misterio y magia. Pero también recuerdo aquellos días con nostalgia y con la agradable sensación de haber vivido algunas experiencias únicas.

 

     Carreteras estrechas que cruzan montañas, rodean lagos, cruzan lagos y rodean montañas, un laberinto a lomos de nuestra casa con ruedas que siempre terminaba en paisajes de ensueño. Recorriendo aquellas carreteras, para ir de una a otra y otra de las localizaciones que había seleccionado, ahora siento que el viaje estuvo pasado por un tamiz de misterio, tal vez por nuestro ritmo de viaje pausado.

 

     Solíamos levantarnos sobre las 6:30 de la mañana muy cerca de alguna de las localizaciones que tenía preseleccionada para el amanecer. Desayuno de campeones en la autocaravana, recién cocinado al fuego y, con las primeras luces, sesión de amanecer. Recorríamos trayectos que discurrían por paisajes bucólicos con algunas paradas en algunos de los sitios que nos gustaban. Un sándwich a media mañana para almorzar y poco después llegábamos a lugar elegido para el atardecer, si !!el atardecer comenzaba sobre las 14:00!!

 

     Cuando se ponía el sol solíamos salvar un trayecto hasta el lugar en el que parábamos la autocaravana para dormir cerca de la siguiente sesión de amanecer. Las tardes las pasábamos en la autocaravana, muy tranquilamente, al contrario de lo que solemos hacer con otros viajes que se nos puede llegar olvidar comer y beber. Una cerveza, cena y listos para dormir y comenzar temprano al día siguiente.

 

     Para mi esta foto es el fiel reflejo de aquellos días en los que nuestra soledad, las largas noches, el misterio de los castillos, los paisajes bucólicos y la tranquilidad fueron el común denominador de un viaje inolvidable a Escocia.

      

 


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Fetichismo fotográfico

 

 

 

    La fotografía despierta pasiones, no se puede negar, pero la práctica es un mundo distinto para cada uno de los que nos lanzamos a la aventura con una cámara entre las manos. La foto que ilustra este artículo puede parecer un paisaje montañoso cualquiera, pero tiene detrás una historia de emociones intensas, te cuento.

 

     Este lugar es el valle de Tafraoute, en el Antiatlas marroquí, una zona muy remota entre las montañas que requiere al menos un día para llegar y otro para salir. En un viaje de dos semanas recorriendo Marruecos por libre no es tan descabellado incrustarlo en el itinerario. Desde un punto de vista fotográfico no es un lugar que pueda ofrecer  unos resultados extraordinarios, analizados desde una perspectiva objetiva pero, aquí viene el fetiche: no puedo resistirme a los paisajes graníticos, por eso, cuando leí que había un valle de granito rosa en Marruecos, sabía que iba a disfrutarlo demasiado.

 

     Fotografío recurrentemente en el Espinazo, en Extremadura, suelo ir a Gredos; una de mis mejores experiencias fotográficas ha sido el Spitzkoppe de Namibia, me lo he pasado como un enano en la Pedriza madrileña... todos los sitios que me resultan más atractivos están ligados al granito. Lo he pensado y es mi fetiche fotográfico, para mí, sobrepasa lo mundano y cuando tengo un paisaje granítico frente a mi cámara, las sensaciones que me invaden entran en un plano sobrenatural. Por eso, el día que tenga delante al Ben Amira o el Capitán el orgasmo fotográfico está asegurado.

 

      

 


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¿Cuánto tiempo necesita una foto?

 

 

   Si os planteo el reto de pensar cuánto tiempo requiere una foto es muy probable que comencéis a sumar a la factura la planificación (si es que la hacéis), viajes y trayectos a pie, el tiempo en el lugar e incluso, algunos añadiréis a la cuenta el tiempo de edición y postprocesado. Al preguntar por el tiempo de una foto me refiero exclusivamente a al tiempo que se necesitáis, tu subconsciente y tu, para llegar a un resultado. 

 

   Lo más sencillo es planificar, desplazarse, disparar, volver, editar y listo; pero en este proceso hay un tiempo muy variable y en que me gustaría indagar y el es tiempo que transcurre desde que llegas a un lugar, a un encuadre, una foto... desde que realizas el primer disparo hasta que lo agotas, por lo general, porque has obtenido el mejor resultado posible.

 

   Lo que más me sorprende al reflexionar sobre ese tiempo que hay unos factores que son muy variables en cada persona y en cada momento de esa persona. Dos fotógrafos en un mismo lugar con las mismas condiciones ambientales y un equipo fotográfico exactamente igual nunca van a agotar ese encuadre en el mismo momento ¿Quién terminará antes? influye como se encuentre (hambre, sueño, frío... cualquier factor que pueda alterar la concentración), su voluntad para trabajar en esa foto, el tiempo del que dispone (si vas en grupo y comienzan a marcharse el resto...) pero lo que más me interesa está más adentro por lo general terminará el que tenga menos bagaje fotográfico: su subconsciente tendrá un registro mayor al que recurrir para seguir innovando.

 

   Para mi, este es uno de los aspectos más mágicos de la fotografía, que hay algo que está dentro de ti que tiene que conectar de algún modo con lo que tienes delante. Las capacidades, influenciadas por una infinidad de factores, que cada cual tiene para conectar sus conocimientos con lo que fotografía creo que sería la definición más pura de creatividad o, más bien, capacidad creativa.

 

 


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Mis 9 favoritas del 2022

 

 

     Son sólo 9 imágenes, pero tienen la capacidad de transportarme de vuelta a los miles de kilómetros en carreteras y caminos, decenas de noches bajo las estrellas, frío, lluvia, el calor insufrible del desierto... pero sobre todo son capaces de recoger las memorias del año más intenso que recuerde, en cuanto a viajes y fotografía se refiere.

 

     Si tengo que resumir en dos palabras este 2022 lo tengo clarísimo: Land Rover. Nuestro Discovery camper ha sido el protagonista indiscutible de los viajes de este año. Las escapadas por la península han sido incontables: Duratón, Alentejo, Costa Occidental asturiana, Cantabria, Urbasa, Bosques de León, Costa vasca... y es posible que alguna me quede atrás. Pero la corona la tienen dos grandes viajes "Overlander". El primero de ellos por la costa Azul francesa, Provenza, Piamonte, Alpes, Suiza y vuelta; y el segundo, una vuelta de 5.000 km por Marruecos incluyendo las zonas más remotas del desierto. Me cuesta creer que el obturador continúe vivo después de los miles de disparos de este año, pues la guinda del pastel ha sido Escocia en noviembre, un viaje puramente fotográfico en autocaravana en el que he tenido la oportunidad de disfrutar de paisajes en los que me dolía el dedo de tanto disparar (también un poco por el frío).

 

    Pues aquí cierro el año fotográfico, no sin antes mencionar mi malogrado dron, que debe seguir encallado en un risco de la provincia de León, pero que antes de irse me ha dejado varios miles de fotos, una de ellas tiene cabida en esta selección. Afronto el 2023 con la sencilla esperanza de que, si es la mitad de bueno para mi que el 2022, ya será un gran año.

 

     Espero que os guste esta selección que con tanto cariño he preparado, muchas gracias por leerme.

 

 

 

 


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La última foto con mi dron

 

    Podría haber sido una sesión como cualquier otra, pero no, aquella tarde parecía que estaba destinada a ser la última tarde con mi dron. Fin de semana por los bosques del norte de la provincia de León y para el dron tenía preparada una sesión en la hoces de Vegacervera, un precioso cañón excavado por el río en un prominente monte calizo.

 

     La sesión en la hoces me dejó sin habla nada más comenzar, las tomas de vídeo eran tremendas: entre las paredes de roca  seguía al coche por la carretera sinuosa que recorre el fondo del cañón. El sol se colaba desde el fondo para crear un juego de luces que destacaba por el claroscuro pero suavizado por la luz que refleja la roca blanca de las paredes, la sesión me iba a dejar material de vídeo y fotos de un nivel buenísimo.

 

     Al final del cañón paramos para planificar la última toma, el dron pasaría entre dos curvas del cañón para intensificar la sensación de dramatismo grabando cerca de las paredes. Seguí la regla de oro al volar un dron marcha atrás: antes debes haber pasado hacia adelante y, sin desviar la trayectoria, realizar el vuelo hacia atrás. Cometí un error fatal.

 

     Justo antes de comenzar a volar hacia atrás, después de haber seguido la regla, moví el mando en un descuido pero volví a colocarlo en la misma posición, o al menos eso creía yo. Un minúscula desviación en el eje provocó que 100 metros más atrás se tradujera en que el dron se había desviado varios metros de su trayectoria hacia delante y chocó contra la pared. Es una sensación horrible ver la imagen del dron dar vueltas mientras intuyes que a 100 metros cae rodando pared abajo. El dron quedó enganchado en unas ramas (tal como se ve en la foto de abajo) y allí es posible que siga dos semanas después. Trataron de rescatarlo al día siguiente unos escaladores, pero no hubo suerte.

 

     Después de 200 horas de vuelo y más de 1000 fotos allí se separó mi camino con ese pequeño aparato. Parece mentira que pueda llegar a establecerse un vínculo emocional con una máquina inanimada pero ese dron ha sido el responsable de materializar mis ilusiones fotográficas y haberlo perdido de ese modo me deja un hueco creativo muy importante. 

 


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Con los pies en la tierra

 

 

     Todavía me cuesta creer que haya tanta gente que ignora que a sólo unas horas tenemos un paraíso para la aventura que se llama Marruecos. Recién llegado, aún me cuesta bajarme de la nube y poner los pies en la tierra, aún sigo en esa burbuja de evasión, libertad y horizontes infinitos; aún sigo con la mente a 1000 por hora tratando de resolver los inconvenientes que nos surgían cada día, días en los que sabíamos dónde comenzábamos pero no sabíamos dónde acabaríamos.

 

     Cuando planeamos el viaje por Marruecos teníamos clara cual era la primera premisa: no definir una ruta, simplemente resaltar en nuestro mapa los lugares más destacados e investigar un poco sobre cada uno de ellos para dejar que el resto vaya surgiendo de manera espontánea. En un lugar en el que las distancias no se miden en kilómetros, si no en tiempo, es fundamental no depender de un plan para que el plan sea perfecto.

 

     Han sido días de cansancio, calor (mucho calor) e, incluso a veces, incertidumbre; pero todas estas emociones empequeñecen ante los inmensos horizontes del desierto, las luces de tormenta en el Atlas, la bondad que te transmiten algunas personas que te cruzas en el camino y, sobre todo, la sensación de libertad: ese momento en el que no sabes cuántos días llevas viajando, cuantos te quedan ni qué día de la semana o del mes estás, es cuando realmente desconectas de la monotonía. 

 

 

 

    Hace sólo unos días estábamos durmiendo bajo las estrellas en medio del desierto de Erg Chegaga, cruzando Iriki subidos a la baca a toda velocidad, ensimismados con las manadas de camellos, burros, addax, gacelas... hemos conectado de algún modo con el aislamiento de los pueblos más remotos del alto Atlas, nos hemos puesto a prueba a temperaturas de hasta 45 grados y también hemos puesto a prueba a nuestro coche conduciendo durante más de 10 horas seguidas cruzando pedregales y campos de dunas. Todo lo bueno nos lleva a recuerdos agradables pero todo lo malo nos enseña a apreciar los pequeños lujos cotidianos como una botella de agua fría en la nevera o una ducha. Nuestros cuerpos han vuelto a lo cotidiano, pero nuestros corazones aún siguen suspensos en la libertad, la evasión y la aventura de estos días por los lugares más remotos de Marruecos.

 


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Cómo y cuándo fotografiar el arco de Mesquitero

 

 

     Lo cierto es que conseguí llegar al arco, muestra de ello es esta foto. Una foto a media mañana, una luz tan penosa que casi no se me ocurren condiciones peores, pero lo importante es la lección que me traigo: con la mar no hay margen de error, la marea marca cuando y cómo; el arco de Mesquiteros es el ejemplo ideal para esto.

 

     Sabía que hay un paso en el acantilado que sólo queda accesible con la marea a un nivel determinado. Con las mareas vivas y un índice muy alto de mareas sabía que se complicaba la cosa, además, estas mareas coinciden con el amanecer y atardecer, aún así me aventuré a ir. Al llegar allí vi pude ver como era imposible pasar a medida que el sol se acercaba al horizonte, esto es lo que llamo sufrimiento fotográfico, tener un acontecimiento extraordinario frente a tus narices y no poder fotografiarlo. Lo peor de todo era darme cuenta que por la mañana tampoco iba a poder pasar para el amancer, las indicaciones sobre las mareas de mi amigo Senén Cadenas se cumplian casi al minuto.

 

     Fotografié el crepúsculo, cuando apenas se podía intuir el arco recortado contra el cielo nocturno, allí me encontré a Marcus Medwed, que se ha venido desde Alemania en su autorcaravana para pasar 3 semanas fotografiando la costa norte de la península. A la mañana siguiente algo parecido, con el sol en lo alto pasé para conocer el sitio de día, pero al amanecer me encontré a otro pobre que había intentado llegar y no había podido.

 

     De vuelta a casa no dejaba de darle vueltas y me parecía muy cruel planificar un viaje y no poder hacer la foto por no contar con la información suficiente. Por eso, lo primero que creo que hay que tener en cuenta es dónde está el arco, límite de mareas, cuál es el paso y dónde dejas el coche en la zona de la playa de Campiecho:

 

 

 

    Pero mucho más importante que esto es saber cuándo se puede cruzar el punto en el que el acantilado corta el acceso. Para ello hay que saber que el paso queda libre en una marea de +0.25 m aproximadamente (si está subiendo no te arriesgues porque quedas atrapado 6 horas y si hay temporal tal vez no lo cuentes). Con esta premisa he calculado para los próximos meses cuándo queda el acceso libre y he contrastado esta información con la franja en la que se pueden encontrar luces favorables del amanecer y atardecer. Para ello he realizado la siguiente tabla: 

 

     Su interpretación es muy sencilla, por ejemplo, en la columna de la izquierda buscas el día que quieres fotografiar el arco: el 11 de septiembre. Ese día tienes luces favorables desde las 7:00 h a las 8:30 h pero la marea no te va a permitir pasar hasta las 8:00 h, vas a estar muy justo ¿verdad? Ese mismo día para el atardecer lo tienes un poco mejor pues las luces favorables comienzan a las 20:00 h el paso se abre a las 20:30 h. Pero si realmente quieres tener la certeza que puedes pasar debes hacerlo con las "mareas muertas".

 

     Para consultar las mareas yo siempre utilizo tablademareas.com, es muy sencillo y te muestra de forma visual la curva que toma la marea a lo largo de cualquier día, recuerda que para que puedas pasar la línea debe estar (aproximadamente) por debajo de cero. Esta información la contrastas con cualquier web que te indique la hora de puesta, salida de sol y amanecer/náutico (al menos) y ya tienes las herramientas para que no se te frustre una bonita sesión fotográfica en uno de los puntos estrella de nuestra costa.

 

 


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Los paisajes del corazón de Europa

 

 

     No puedo comenzar diciendo que el recorrido que seguimos fuera improvisado, viajamos con nuestro Land Rover camper y esto requiere en muchas ocasiones tener que programar (aproximadamente) dónde paramos a dormir. También sabíamos que queríamos ver la costa Azul francesa, tal vez Valensole en la Provenza, también tenía ganas de volver a Suíza... el resto fue improvisación y recurrir a los miles de localizaciones que tengo guardadas.

 

     El día que comenzamos realizamos una tirada larga hasta Pau, en el sur de Francia para dormir en el Bôis du Commander (Bosque del comandante pero mola más como suena en francés). A la mañana siguiente salimos temprano para llegar, en nuestro primer día real de aventura a visitar Arlés, la mítica ciudad de los pintores impresionistas, y el parque natural de Camargue, un paraíso para la observación de aves, especialmente flamencos. No sabíamos dónde pasar esa noche y vimos que nos quedaba cerca el parque natural de Alpilles y digo con casi total seguridad que ha sido el lugar más idílico en el que hemos pasado una noche en todo el viaje.

 

 

 

     Tercer día y tocaba el turno del parque nacional de Calanques, sitio que nos decepcionó: primero por la masificación y, segundo, por las amplias expectativas que teníamos. Decidimos continuar por la costa azul para llegar a la zona de Tolón, más concretamente a la playa de Estagnol, y esta si fue interesante: unas rocas preciosas para fotografiar y una playa idílica típica mediterránea: agua turquesa, arena blanca y grandes pinos alrededor. 

 

     Desde costa Azul hicimos una pequeña inmersión en la Plateau de Valensole para visitar los populares campos de lavanda. Desde que tengo uso de razón fotográfica quería tener frente a mi cámara estos campos y la verdad es que no decepcionaron, es imposible describir con palabras las sensaciones que se viven allí porque hay un factor que las letras o las imágenes no pueden reflejar con fidelidad: el olor a lavanda que invade el ambiente. La zona es muy agradable y las posibilidades para dormir eran muchas, nos apartamos a un bosque para seguir fotografiando a la mañana siguiente.

 

 

 

 

     Dejamos Valensole para avanzar por la costa, visitar Mónaco y retirarnos a dormir a Tende, en el Parque Nacional de Mercantour. No es un centro turístico de primer nivel pero el valle de río Roya, del que seguramente no habrás oído hablar en la vida parecía anclado en el tiempo, es como volver a los años 50. Agreste, genuino y con un aire de misterio que hizo que la experiencia en esta zona fuera especialmente intensa.

 

     Un derrumbamiento en un puente del valle del Roya hizo que tuviéramos que desandar camino para tratar de llegar al Piamonte y Turín por la costa pero esto nos permitió disfrutar de algún pueblo más de costa como San Remo. Turín nos decepcionó, poco que decir, con lo que tras una fugaz visita nos fuimos a pasar la noche más horrible de camper que recuerde: rodeados de campos de arroz, edificios tétricos abandonados, arañas del tamaño de un puño, millones de mosquitos tigre por todas partes... pero entre aquel infierno se erguían las ruinas del templo de la Madonna delle Vigne.

 

 

     Cansados de calor, insectos y noches tórridas decidimos orientar la siguiente etapa hacia el norte y el increíble lago Orta nos recibió con una zona camper increíble, monumentos, un pueblo tan acogedor como genuino y la bucólica isla San Giulio. Nos recreamos en el lago, casi más que en ningún otro sitio del viaje para la mañana siguiente afrontar el trayecto más complejo para nuestro Land Rover adulto: atravesar los Alpes. Lo hicimos por el paso de San Bernardino y lo cierto es que, incluyendo dos paraditas técnicas para disfrutar las vistas, se nos hizo sencillo. Pasamos la tarde en Liechtestein, su capital Vaduz, visita exprés pues tampoco da para mucho para terminar en una granja a orillas del lago suizo de Lucerna para pasar la noche.

 

     Aunque los días nos estaban cundiendo éramos conscientes que Suiza era nuestro último país, pero aún quedaba mucho camino por recorrer en este pequeño gran país. Visitamos Lucerna y nos dirigimos a Interlaken y de ahí a Kandesteg para coger el teleférico a Oeschinesee, lugar mágico que visité en mi infancia y que me trae grandes recuerdos. Pasamos la noche en un bosque cercano a Interlaken para consultar la meteo y decidir que el día siguiente pasaríamos el Fulka pass y visitaríamos el glaciar Aletsch, y así fue.

 

 

     Me equivoqué de teleférico, el mejor es el de Fiesch, sin embargo con el de Betten tuvimos la oportunidad de quedarnos a los pies del pico Bettmerhorn y subir los últimos metros hasta su cumbre. Vistas increíbles del glaciar y vuelta en un teleférico atestado de turistas. Bajamos por el valle hasta Martigny, un valle repleto de viñedos y con una luz de atardecer preciosa que se colaba entre las cumbres más altas de los Alpes. Al anochecer llegamos a Gruyéres, si, el pueblo del queso, que no sólo tiene una gran oferta gastronómica, si no que además es realmente encantador. Pasamos la noche en un bosque cercano al pueblo para repetir visita a la mañana siguiente. Tras Gruyéres pusimos rumbo a Berna, la capital, visita nostálgica a la ciudad en la que pasé varias temporadas de mi infancia y al caer la tarde nos fuimos dormir a orillas del lago Neuchatel, esto se acaba. 

 

     Nos quedaba el último día, o visto de otra manera, el día que emprendíamos la vuelta. Por la mañana visitamos las Gorges de L'Areuse y me sucedió una de las cosas más extrañas que he vivido en mi vida. El sitio es idílico, el río se encajona en un estrecho cañón de bosque atlántico, eso en otoño tiene que se una gozada pero aquel día nos encontramos varias señales (una de ellas de un chico que se había matado allí hacía pocos meses) que nos indicaron que no parecía buena idea estar allí. Visitamos el monasterio de Rommanmotier-Envy y de ahí nos fuimos a comer y dar un baño al lago Ginebra. Y llega el final, o el principio de la apoteósica vuelta de unos 1500 km hasta casa.

 

 

 

     Con tantos días rodando por sitios tan fotogénicos tengo que decir que muy mal se tiene que dar para no hacer alguna captura memorable. Me traigo algunas fotos buenas, pero sobre todo grandes recuerdos y la satisfacción de haber disfrutado una experiencia única, nómada y encantadora.


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El mes de las flores

 

 

     Algunas veces con más entusiasmo que otras, cada año por estas fechas retomo la recopilación de especies para mi herbario fotográfico. Este año, en lo que a la parte fotográfica se refiere, apenas he recopilado media docena de especies, el verdadero trabajo no está detrás de la cámara, si no detrás de la pantalla del ordenador para identificar la especie recopilada. Por eso me he lanzado a renovar las plantillas y a incluir una nueva categoría de fichas que, tengo que reconocer, que me resulta muy motivadora. Esta nueva plantilla, manteniendo la estética y la estructura general, incluye algunas novedades con respecto a la anterior:

 

 

 

1. A las categorías existentes de Cultivo, Forestal, Fungi, Herbáceas y Jardinería se incluye la de Botánico. Esta categoría, que podría incluirse en la de jardinería, prefiero diferenciarla para incluir especies que se encuentran en colecciones de Jardines Botánicos y centros de investigación, para de ese modo dejar la categoría jardinería exclusivamente para aquellas especies cultivadas en el ámbito doméstico o público exclusivamente con fines ornamentales.

 

 

2. He tenido constancia que, aunque no han llegado a ser con fines comerciales, hay algunas fichas de mi herbario que se han usado en el ámbito público sin citar la fuente y sin autorización. Mi única motivación a la hora de realizar este trabajo es la de disfrutar del proceso de creación, sin embargo, quiero dejar presente que si alguien quiere compartir el contenido debe informar y citar la fuente.

 

3. La estructura de la etiqueta se ha modificado para dejar espacio a más información. Especialmente en las fichas de botánico no tiene sentido hacer referencia a "Hábitat y protección"; considero más correcto hacer referencia al hábitat originario e incluir información sobre el Botánico o institución en la que se ha recolectado la especie.

 

4. ¿Cómo no? se trata de un herbario fotográfico y, como tal, debe aportar información sobre la técnica fotográfica (amigos aficionados a la fotografía que lo han consultado han echado de menos información en este sentido). Por eso, aunque sea información muy escueta, en una línea cuento el equipo y los ajustes básicos seleccionados para una de las imágenes, sin entrar en detalles sobre técnica o edición.

 

5. En la mayoría de las más de 130 fichas realizadas antes de esta modificación de la plantilla, las dos líneas reservadas para el apartado "Usos" me resultaban insuficientes. Esta modificación de la plantilla me permite incluir una línea adicional.

 

6. Por último, no tenía sentido realizar una serie basada en una cifra límite: el herbario comenzó con un principio y un final limitado a 120 fichas, pero me aportó tal satisfacción trabajar en él que me planteé alimentarlo cada año, aunque fuera con media docena de fichas. Esta referencia de ficha incluye la numeración seriada de tres dígitos 4 dígitos correspondientes a la fecha de realización de la ficha en formato AAMM, el código ISO de tres cifras que identifica al país, y tres letras que me permiten realizar una clasificación generalizada en mi archivo en función de los clados suprafamiliales: Angiosperma, Gimnosperma, Pteridofita...

 

Puedes consultar mi herbario en el siguiente enlace:

 

 https://www.pablossanchez.com/herbariofotográfico

 


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El oxígeno de las aventuras

 

 

     Me ha costado muchos años y mucho esfuerzo aprender que el mundo no se acaba porque las cosas no salgan como las habías planeado. Antes de comenzar un viaje puedes tener en mente varias fotografías que es muy probable que nunca llegues a hacer. Muchas veces serán causas ajenas, otras propias pero siempre hay un denominador común: la imprevisibilidad. Y me atrevo a afirmar que, aquello mismo que te deja sin conseguir las fotos que habías planeado, es lo mismo que te ayuda a encontrar las que no esperabas.

 

     Hemos hecho una escapadita de tres días por el centro de Portugal con nuestro Land Rover camper. Comenzamos por Tomar, Sintra, Cabo da Rocha, visita fugaz a Lisboa, Carrasqueira y la zona megalítica de Évora. Un plan de vértigo para pocos días en los que, además, tenía encajadas dos sesiones de atardecer: una en la famosa praia da Ursa, al oeste de Lisboa y otra en los muelles de Carrasqueira. Ni una ni otra sesión pude fotografiar.

 

     Para acceder a praia da Ursa se requiere un esfuerzo considerable: hay bajar el acantilado hasta el nivel del mar. Me atrevería a insistir en que mis cálculos estaban bien hechos, pero cuando llegamos el aparcamiento ¡faltaban 3 horas para que se pusiera el sol! ¿qué había fallado? debí hacerme un lío con nuestro reciente cambio de hora y el huso horario diferente de Portugal. La consecuencia fue renunciar a hacer esperar a Jenny esas 3 horas, más lo que se alargara la sesión tras la puesta de sol, más la vuelta de la subida del acantilado.

 

     A los muelles de Carrasqueira llegábamos por los pelos, con el tiempo justo para sacar la cámara para empezar a disparar, pero no pudo ser. A sólo 10 minutos del destino tuvimos que hacer una parada fisio-técnica en la cuneta, tras la cual, al volver a arrancar el coche se negó. En un primer momento no me preocupó demasiado, era el típico día gris plomizo que no prometía nada excepcional. Me equivocaba, mientras seguíamos tratando de arrancar al más puro estilo Sainz-Moya, el cielo se teñía de naranja intenso, las fotos que hubiera conseguido hubieran sido realmente espectaculares.

 

     Ya no sufro por estas cosas, se que lo realmente interesante es lo que te encuentras fortuitamente: el convento abandonado de la foto, un lugar que pudimos recorrer durante horas y en el que perdimos la noción del tiempo. No revelaré su localización para que los dueños no corten la entrada los visitantes esporádicos que se dejan caer por allí. Todo en el viaje forma parte de la vivencia: lo que planeas y no sale, pero sobre todo lo que no planeas y sale, y ese encuentro fortuito es la chispa que mantiene viva la llama de la aventura y la búsqueda de nuevas experiencias.

     

 


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Caminar por el filo

 

 

     Desde que comencé a cortar las primeras maderas, para camperizar el Land Rover Discovery con el que estamos viajando últimamente, surgieron las dudas con respecto a la legalidad vigente para pasar la noche en el coche. La normativa es muy extensa y se vuelve realmente compleja si tenemos en cuenta que está regulado a nivel autonómico. Por otra parte está la percepción popular sobre el mundo camper, en este sentido las opiniones varían desde los que lo ven como un modo de viajar más sostenible hasta los que nos demonizan tachándonos de ilegales.

 

     Hace pocos días nos dejamos caer por la zona de las hoces del Duratón en Segovia. La belleza del parque natural, el rico patrimonio de esa parte de la provincia de Segovia y la abundancia de montes y caminos públicos hace de esta zona un paraíso para los amantes del camper. Llegamos cerca del parque cuando caía el sol y "montamos campamento" a la orilla de un camino en un pinar. Cena tranquila, unas cervezas y un paseo a la luz de la luna llena para visitar el mirador del convento de la Hoz por la noche.

 

     A la mañana siguiente tenía en mente una foto desde esa misma localización, volví a recorrer el camino hasta el mirador y allí estaba aparcada una furgo camper (y pernoctando puesto que tenían las zapatillas a los pies de la puerta trasera), debió llegar en mitad de la noche pues cuando volvimos sobre la 1 de la madrugada no había ningún coche en el aparcamiento. Al llegar al mirador por la mañana era un auténtico espectáculo ver a los buitres posados en lo alto de la pared del cañón. Peleaban, volaban, pillaban térmicas, volvían a posarse ¡y todo esto a menos de 100 metros de mi!

 

     Al terminar la sesión volví a por Jenny para que pudiera ver a los buitres pero, para nuestra sorpresa, en lugar de buitres estaban las dos personas que habían pasado la noche en la furgo camper, a pesar del cartel que prohibía expresamente el paso para no molestar a la fauna. Era evidente que los buitres revoloteaban esperando que su posadero quedara libre de intrusos (puede verse uno de ellos en la esquina superior izquierda de la foto).

 

     La cuestión a la que quiero llegar es que viajar en modo camper requiere una dosis extra de civismo, cuando pernoctas de manera irregular, en una zona no habilitada o, incluso, como es este caso, te importa más tu experiencia (y la foto para Istagram) que respetar las normas del espacio natural que visitas, estás perjudicando a todos los que viajamos de este modo, tratando de ceñirnos a la estricta normativa que nos ahoga; normativa que, por otra parte, será cada vez más restrictiva mientras anden sueltos estos incivilizados ciber-aventureros de fin de semana que se pasan todo por su santo arco. 

     

 


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Creer en las casualidades

 

 

     Puedes pasar mil veces por un mismo sitio y no te fijas en los detalles, pasas de largo, absorto en tus pensamientos como si estuvieras aislado en una burbuja que te impide observar lo que tienes alrededor. Eso me ocurre en muchas ocasiones cuando salgo a correr: los mismos caminos, los mismos baches, charcos... e incluso te cruzas más o menos a la misma hora con las mismas personas.

 

     Un día como cualquier otro, pasando por el mismo sitio por el que paso varias veces todas las semanas, me llamó la atención una extraña acumulación de piedras a un lado del camino. Me acerqué y descubrí que se trataba de algo más complejo, premeditado y, sobre todo, enigmático. Lo recorrí y me recreé en su estructura durante un par de minutos en los que empezaron a surgir preguntas como ¿quién? ¿porqué? ¿cuándo? Pero sobre todo ¿Cómo será desde el arriba?

 

    Para dar respuesta a la última de estas preguntas me fui con el dron y las pilas bien cargadas a dar un vuelo por la zona ¿Cuál fue mi sorpresa? a lo lejos observé en lo alto de la colina una persona que acarreaba piedras. Lo que pensé que era una contrucción finalizada y abandonada en realidad no lo era, seguía viva y allí estaba Ricardo Nicolás, su creador. Durante la sesión de fotos con el dron compartimos charla, me contó cuando, porqué y, sobre todo, cuál era el verdadero significado de su obra.

 

     Siempre he sentido un vínculo especial con este tipo de manifestaciones artísticas, conocidas en el mundo académico como Landart. Me parece que están rodeadas de misterio, son algo espiritual que conectan al hombre directamente con el medio, curiosamente, no he sido el único al que le ha transmitido buenas sensaciones el lugar en el que está construido el Observatorio Vida Libre, tal como lo llama Ricardo Nicolás. Detenerme un instante en lo alto de esa colina cuando salgo a correr me ha aportado algo más que recuperar el aliento ¿pueden ser las vistas? es posible, pero es cierto que ese día descubrí que, por algún motivo, se trata de un sitio especial para muchas de las personas que pasamos por allí. 

 

    Las casualidades existen: Ricardo Nicolás se moría de ganas por observar su obra desde el aire y allí aparecí yo con mi dron. Mis incógnitas sobre aquella misteriosa construcción parecía que nunca iban a obtener respuesta y allí estaba su creador esperándome para contarme los detalles más íntimos de este lugar tan especial.

 

     

 


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Hacer volar la imaginación

 

 

     Hace más o menos un año que contaba por aquí cuales eran mis primeras impresiones con mi dron Dji Mini 2, pues bien, hasta ahora, en todo este tiempo no he encontrado una idea que me motive o un proyecto sobre el que trabajar. Durante el último mes ya he hecho más sesiones y fotos que en todo el año anterior ¿qué me ha motivado a fotografiar con el dron? ¿en qué consiste este proyecto?

 

     Desde hace varios años revolotean por mi cabeza imágenes de campos de cultivo invernales, no nos vamos a engañar: el invierno es muy largo y dónde resido habitualmente hay campos por todas partes, aprovechar estas circunstancias significaría encontrar un filón para fotografiar. Por otra parte ahí tenía el dron aparcado, pero lo que me despertó interés fue recopilar las fotos del 2021 y encontrar que una de las más trascendentes era una cenital de un campo de cultivo.

 

     He coqueteado con la abstracción en varias ocasiones pero ahora, cuando el dron sube por encima de los 100 metros y pongo la cámara en posición vertical, el campo se convierte en un lienzo que parece sacado de los sueños más profundos del propio Kandinsky. Ver las formas caprichosas de las parcelas del campo y como se mezclan en una sinfonía de colores sólo hace que me abstraiga y mi imaginación vuele durante los 20 minutos que dura la batería del dron.

 

 



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Mis 9 favoritas del 2021

 

 

     Si hay algo que para mi caracteriza este año y me ha marcado realmente es el comienzo de "el gran proyecto": la preparación de un vehículo que me permita viajar a cualquier sitio y me de libertad. Tenemos prácticamente finalizada la preparación y camperización de un Land Rover Discovery con el objetivo principal de poder viajar a África de manera autónoma, espero poder materializar ese sueño el próximo año, mientras tanto, el hecho de haber estado inmerso en el proyecto de adaptación y mejora del vehículo me ha limitado el tiempo que he podido dedicar a la fotografía, pero aún así, este 2021 ha sido un año muy interesante para mi desde el punto de vista fotográfico.

 

     Ha habido otra gran incorporación a mis posibilidades fotográficas, desde finales de 2020 he comenzado a fotografiar con el dron. Lo cierto es que, a pesar de las oportunidades que ofrece, apenas lo he incorporado a mi rutina fotográfica y no he planeado sesiones exclusivas encaminadas a este tipo de fotografía, a pesar de ello he conseguido varias fotos de calidad más que aceptable dentro de mis exigencias.

 

     Durante los primeros meses del año se dieron las condiciones idóneas para recorrer la sierra de Gredos y Candelario en varias ocasiones. No se trataba de salidas fotográficas estrictamente hablando, pero estar en un espacio natural de tal belleza con la cámara en la mano siempre va a dar como resultado encontrar buenas oportunidades fotográficas.

 

     El gran viaje de este año ha tenido como destino Egipto. El mayor potencial del país del Nilo es la milenaria riqueza cultural de su patrimonio arquitectónico, pero además esconde dos de los mayores tesoros naturales que siempre he soñado con visitar. El primero es el desierto Blanco, un punto de visita indispensable en este país. Desde que tengo uso de razón fotográfica era un sueño que tenía que cumplir en algún momento de mi vida pasar una noche en ese desierto tan maravilloso. El segundo tesoro natural en Egipto es el mar Rojo, un punto de biodiversidad marina de los más importantes del planeta.

 

     Más allá de eso hemos realizados dos viajes "inaugurales" con el Land Rover camper, en el primero de ellos recorrimos los Pirineos por la vertiente francesa. Allí visite varias localizaciones nuevas pero también volví a otros viejos conocidos como Iraty o el valle de Ansabere, un lugar realmente extraordinario pero que se me resiste para conseguir alguna foto que pase mis criterios mínimos. El segundo viaje era un destino que llevaba en mi lista de pendientes varios años: buscar lince en libertad en la zona de Andújar.

 

     Termina el año con la germinación de lo que será el proyecto más importante de mi trayectoria en el mundo de la fotografía (aún no puedo contar nada de nada). Ha sido un año en el que he conseguido algunas fotos de nivel más o menos aceptable, pero creo que en general, a pesar de los viajes y salidas fotográficas el resultado no ha estado a la altura de las grandes posibilidades que he tenido. Si fotográficamente no ha sido un año especialmente productivo, ha supuesto el punto de partida y despegue de mis proyectos fotográficos más ambiciosos.

 

Espero que disfrutes de esta selección que con tanto cariño he preparado, gracias por tu visita.

 

 

Luces y sombras del desierto Blanco.

Rayo de sol en el templo de Abydoss.

Riscos de la garganta de Bohoyo.

Arco de Arno en Otoño.

Perdido en el laberinto de hayas.

Atardecer en la sierra de Candelario.

Bosque mágico de Iraty.

Contemplando el universo en el desierto Blanco.

Alpenglow en As Torris.



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Buscando linces en Andújar

 

    Volvemos a la carretera y el viaje comienza con la incertidumbre sobre cómo nos afectará el frío en nuestro 4x4 camper. Las temperaturas para las noches de comienzos de diciembre en la zona de la sierra de Andújar eran bajas, muy tímidamente superarían los cero grados. El primer trayecto lo realizamos sin paradas, llegamos bien entrada la noche y dormimos junto al río Rumblar, la antesala de Andújar, donde la mañana siguiente amaneció con frío y niebla.

 

     El objetivo del viaje era observar al lince ibérico en libertad. El optimismo, que estaba muy empoderado por las instrucciones de amigos que habían estado en la zona, poco a poco se fue desvaneciendo a lo largo de la primera jornada de búsqueda. Tiramos la toalla cuando el crepúsculo apenas nos permitía distinguir sombras entre las ramas de los árboles, abandonábamos la zona lince pero un grupo de personas en el arcén nos indicaba algo muy claro: estaba por allí.

 

     Ni más ni menos que cuatro ejemplares acababan de pasar por allí. A más de 100 metros, cuando con mi propia vista apenas podía distinguir una sombra, con el ISO alto de la cámara pude fotografiar dos ejemplares. Sólo fueron unos segundos, pero la emoción estaba por las nubes al haber tenido frente a mi al fantasma de nuestros bosques, el felino más amenazado del planeta.

 

     Este encuentro no nos hizo más que ponernos los dientes largos y, a la mañana siguiente, pusimos rumbo a la zona en la que lo vimos el día anterior. La búsqueda fue infructuosa en esa segunda jornada, tal vez si hubiéramos esperado al crepúsculo podría haber habido suerte pero teníamos otros planes para ese viaje. Cruzamos el parque natural de la sierra de Andújar de sur a norte para observar las grandes manadas de ciervos y gamos, la experiencia de tener un gran macho a escasos metros y que te mire directamente hizo que se nos olvidara por un momento lo escurridizo que era el lince.

 

     Dejamos Andújar atrás y buscamos una buena zona para pernoctar, no podía faltar la hoguera para calentarnos y cocinar una deliciosa cena, a la brasa todo sabe mejor. Con las primeras luces del siguiente día y envueltos en una densa niebla partimos dirección Cáceres, dónde teníamos una cita con José María Benítez en el centro de recuperación de fauna Los Hornos, en Sierra de Fuentes. Allí vive Nautilus, un lince retirado del programa de cría en cautividad por un problema genético, aunque no hay nada como poder ver este animal en libertad, la mirada directa, profunda y penetrante de este animal tiene la capacidad de cortarte la respiración por momentos. 

 

 


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Porqué nunca me convertí en fotógrafo profesional

 

 

 

 

     Muchas personas cuando ven que haces buenas fotos y, sobre todo, cuando le transmites la pasión que sientes por la fotografía, te lanzan la eterna pregunta: — ¿Porqué no te dedicas a esto? Ante esta cuestión la respuesta la tengo más o menos clara, pero primero necesito contarte qué hice hace unos días.

 

     Como tantas veces que salgo a fotografiar me levanté a las 5 de la mañana, me vestí para la ocasión y un buen trayecto en coche para llegar a Urbasa. Allí elegí una zona que ya conozco pero que tenía ganas de explorar más a fondo. Con el color del otoño en pleno auge, el tiempo de perros ideal para este tipo de fotos y con todo el día por delante fotografiando en el bosque, las horas se convirtieron en minutos.

 

     Pasé el día literalmente perdido por el Laberinto de Katarri entre hayas, rocas, musgo y niebla. Volví al coche con la tarjeta de la cámara bien cargadita de buenas fotos, las baterías agotadas y esa inexplicable sensación de satisfacción por haber pasado un día increíblemente bueno para fotografiar.

 

     ¿Porqué nunca he querido ser fotógrafo profesional? es posible que jamás volvería a tener días como este, de hacer fotos cuando, dónde y cómo me apetece. En 2015 trabajaba con varios clientes y estaba en el camino para desvincularme de mi actividad laboral para dar el paso hacia la profesionalización en fotografía. Por una parte los ingresos no parecían proyectarse hacia niveles que me pudieran satisfacer y, por otra parte mucho más importante, la fotografía comenzaba a convertirse en una obligación, perdiendo así parte del significado que tenía para mi hasta ese momento.

 

     Cuando algo ocupa un lugar tan importante en tu vida, como es para mi la práctica de la fotografía de naturaleza, creo que es importante protegerla: si me hago profesional y la fotografía pasa a ser una obligación, dejándome de aportar esos valores emocionales y personales, estaría perdiendo una parte importante de mi. Proteger lo que significa para mi la fotografía y lo que me aporta es el verdadero motivo por el que nunca he querido convertirme en fotógrafo profesional.

 

 


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¿Cómo vas con lo de cumplir tus sueños?

 

 

 

     A la mayoría de las personas les resulta demasiado fácil ponerse excusas sobre porqué no está haciendo nada para cumplir sus sueños. Un coche, un tipo de casa, familia, viajes... todos, cuando comenzamos a tener uso de razón, empezamos a plantearnos unos objetivos que, en la mayoría de las ocasiones terminamos por dejar en el olvido y preferimos seguir una vida lineal, estándar y, en ocasiones, ajena a nuestros principios.

 

     Aunque parezca demasiado idealista, mi primer sueño, cuando comencé a madurar, fue realizar una travesía en bicicleta desde España hasta Kamchatka, Rusia ¿Porqué? no recuerdo bien los motivos y, ahora, desde el tipo de vida que llevo y aunque ese sueño no forme parte de mis prioridades me pregunto una y otra vez porqué, con 20 años, sin obligaciones y con la remota posibilidad que tenía para hacerlo ¿porqué no lo intenté?

 

     En esa época surgieron otros sueños, el primero y en el que más ilusión he puesto ha sido en encontrar a mi pareja ideal, alguien con quien compartir todo, lo que viene siendo una compañera de vida, en eso he tenido toda la suerte que he podido tener y sigo viviendo día a día en ese sueño. Pero, además, surgieron otros pequeños y grandes sueños: desde visitar los grandes monumentos de la humanidad como el Taj Mahal o Angkor hasta realizar un trek por el Himalaya hasta Namche Bazaar o fotografiar en el remoto desierto Blanco de Egipto.

 

     Estas líneas, además de para hacer autoexamen de conciencia (y consciencia), sirve para plantear la situación a quien lo lea: si tienes algún sueño por cumplir no dejes que lo cotidiano te aleje demasiado de la posibilidad de alcanzarlo. Se realista y plantéate los más accesibles primero, la enorme satisfacción en el momento de cumplirlo y la recompensa del recuerdo son sensaciones muy placenteras, esto lo digo sólo un mes después de cumplir uno de mis sueños, con el recuerdo muy fresco de pasar la noche fotografiando en el desierto Blanco.

     


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Dejarse llevar por un desconocido

 

 

    Con la maletas aún a medio deshacer comienzo a escribir estas primeras líneas sobre el que ha sido, sin lugar a dudas, el viaje más complicado que haya realizado jamás: se trata de Egipto. Casi todo el mundo identifica indudablemente este destino con pirámides y la milenaria cultura egipcia, quién conoce un poco más tal vez haga referencia al crucero por el Nilo parando de templo en templo. Pero estos "convencionalismos", si se me permite la expresión,  no son mi estilo.

 

     Cuando viajo a un destino extranjero, especialmente en países en los que la cultura en tan diferente a la mía, me gusta salir de los circuitos turísticos; por lo general el Ministerio de Asuntos Exteriores suele dar una serie de recomendaciones que son totalmente opuestas a tener la oportunidad de integrarte, si existe alguna posibilidad, con la gente de ese lugar. 

 

     La mayoría de personas que visitan Egipto flotan sobre la superficie de una cultura profundamente rica, se mantienen en una burbuja de confianza, seguridad y confort para evitar a toda costa que asome el miedo, fundado o infundado por el desconocimiento y la desconfianza. Esta es la mayor barrera, la del desconocimiento, el miedo a "cualquier cosa" pero siempre, siempre, la experiencia me ha demostrado, y he podido comprobar en otras personas, que el hecho de conocer los peligros reales te hace: por una parte tener la confianza de que algo puede pasar o no, y por otra estar preparado y saber evitar el peligro real.

 

     Mi viaje a Egipto se ha salido de todos los estándares y, cuanto más me he alejado de estos, más profunda y enriquecedora ha sido la experiencia: dejarte llevar por un buscavidas que te ofrece cualquier cosa que te pueda llamar la atención con el único objetivo de obtener una recompensa económica puede ser interpretado como una molestia, un riesgo o un peligro, pero también supone una oportunidad. Mientras recorríamos una parte poco turística del bazar Jan el-Jalili en la zona antigua de Cairo nos "asaltó" uno de estos buscavidas ofreciéndonos una lista interminable de productos y servicios, pero hubo uno que me llamó la atención: visitar una antigua mezquita que no está abierta a turistas.

 

     Una mezquita con 700 años sobre sus muros que parecía sacada de una historia de Las mil y una noches: piedra y mármol negro, pasadizos estrechos y oscuros, madera que parecía llevar allí una eternidad... cualquier detalle que observamos mientras recorríamos ese lugar nos parecía transportar a una época lejana en la que la mezquita, ahora olvidada entre calles sucias y bulliciosas, ofrecía un remanso de paz y espiritualidad a los fieles.

 

     Terminamos subiendo al minarete: unas escaleras de caracol tan estrechas como oscuras se abrían en lo alto a un destartalado balcón de madera, que me ofreció la que para mi ha sido la mejor panorámica sobre Cairo. Espero no olvidar nunca las sensaciones que me invadieron al contemplar la trágica decadencia que se extendía ante mi, aquella extensión casi infinita de tejados constituía un paisaje tan decrépito que rozaba lo sublime, por suerte, creo que si observo esta foto y cierro los ojos puedo transportarme durante un instante a lo alto de aquel minarete para revivir aquella profunda experiencia.

 


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Una vuelta a Pirineos

 

    Desde enero hasta agosto he estado trabajando en la camperización de un Land Rover Discovery. La idea es viajar a África con él pero las circunstancias tanto personales como fronterizas (no quiero nombrar el maldito C**id) no eran las ideales, por eso decidimos hacer un recorrido de aproximadamente 1.500 km para explorar bosques y valles de los pirineos franceses. 

 

     Hay que comenzar desde la base que se trata de un coche muy pesado y con unos años a la espalda, por lo que la velocidad no es su fuerte. Salimos de casa al caer la noche para tratar de recortar camino y, a la mañana siguiente avanzar hasta dónde comenzaban las localizaciones que queríamos visitar, en Foix, al este de los Pirineos franceses. Dormimos esa primera noche en un punto indefinido entre Burgos y Logroño, una pista que entraba al bosque, un kilómetro hacia dentro y ese fue nuestro primer campamento ya casi entrada la madrugada.

 

     La comodidad de la noche no nos permitió madrugar mucho. La camperización no es gran cosa: tableros de madera de okume que forman módulos que encajan para formar cama o dos asientos; cojines de espuma de alta resistencia y viscoelástica; todo bastante sencillo y casero pero tras esa primera noche nos dimos cuenta que era realmente cómodo. Segundo día de camino en el que llegamos hasta Foix, pero los puertos de montaña fatigaban el coche y pasamos casi todo el día en la carretera, pocas paradas y pasando de largo por los sitios marcados para llegar casi de noche a nuestro destino.

 

     El tercer día de nuevo fue una constante de carretera para llegar de noche al aparcamiento del circo de Ansabere, en Lescún, y aquí es dónde comenzó la parte encantadora del viaje recorriendo puertos de montaña, espacios naturales y pueblos realmente encantadores. Disfrutamos de una sensación de libertad plena, caminando por los bosques, al despertar junto a un arroyo, desayunar con los primeros rayos de sol y sin otra preocupación que disfrutar del momento. 

 

     Hemos aprendido que el valor que aporta el viajar de este modo es que puedes hacerlo sin destino, sin poner metas, sin puntos de interés por los que pasar de manera obligada, esto solo hace que enturbiar la experiencia que se vuelve sublime cuando disfrutas de cada segundo. Os dejo esta pequeña galería que representa parte de las experiencias vividas aquellos días.

 

 


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Paisajes que dejaron de existir

     Uno de los peores defectos que pueden tener los que están buscando mejorar en fotografía es la impermeabilidad mental. Es algo que tenía muy claro hace años cuando decidí dar un salto en mi trayectoria fotográfica: leía artículos muy variados en cualquier tipo de publicación que me permitiera ir adquiriendo conocimientos nuevos y variados, así me encontré con un artículo en el blog de José Benito Ruiz en el que pone en valor los paisajes de las Hurdes, y es que muchas veces tienen que venir de fuera a decirte que lo que tienes en casa es muy valioso.

 

     Desde entonces he fallado muy pocos años a mi cita invernal con el valle de Batuecas. En enero, el río Batuecas y sus afluentes bajan cargados de agua, el valle se convierte en un lugar húmedo en el que tímidamente se cuela la luz del sol en las horas centrales del mediodía. Las cascadas y torrentes, junto a los viejos troncos recubiertos de musgo de las zonas más umbrías son una auténtica delicia para nuestras cámaras.

 

      En una de estas visitas me encontré con este grupo de ramas gruesas, encontrar una composición atractiva no me costó demasiado y el resultado fueron unas cuantas fotos que aportaban algo nuevo a mi repertorio. Al año siguiente volví al mismo sitio pero, a pesar de estar seguro que estaba en el mismo lugar, no conseguía encontrar este encuadre por ninguna parte. Miré al suelo y allí estaba caído uno de esos gigantescos alcornoques. Sentí una pena terrible, era un encuadre que de algún modo había dejado de existir pero volviendo al coche encontré muchos otros alcornoques caídos, levanté la vista hacia una ladera dominada por pinos quemados en el último incendio y rápido llegué a la conclusión de que aquel árbol había llegado al final de su vida, en su hogar y rodeado de los suyos; otros no tuvieron tanta suerte, el fuego o la motosierra habían acabado con ellos muchos años atrás.

 

 

 


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Mis 9 favoritas del 2023

 

 

     Resulta irónico que uno de los años que menos he viajado haya sido el mismo que he comenzado la gran aventura de mi vida: la paternidad. La llegada de mi hija ha sido la que ha marcado el camino este año y esto ha sido determinante en cómo, cuándo y dónde he viajado y fotografiado este año.

 

     El destino nos ha llevado en los últimos meses por partida doble hasta Italia, en el primer viaje recorrimos desde la Toscana hasta el sur en plena primavera, y fue al principio de verano cuando, aprovechando el buen tiempo, cuando recorrimos la isla de Cerdeña con nuestro Land Rover camper. Lo cierto es que, a pesar de que la Toscana tiene la fama como destino fotográfico de primer nivel, fue en Cerdeña dónde, tras muchas semanas de planificación fui recorriendo los "hotspots" de costa que yo mismo había localizado y planificado. Unos salieron mal, otros fatal, pero la experiencia con una cámara entre las manos es siempre enriquecedora.

 

     El comienzo del viaje de la paternidad ha hecho que mi atención esté muy centrada en lo que realmente me importa en este momento, por eso las escasas escapadas fotográficas las he hecho muy cerca de dónde vivo, siempre sin dejar atrás mi hogar fotográfico: la sierra del Espinazo, dónde este año he comenzado a poner en práctica una técnica nueva de captura inspirada en Stephen Wilkes, que estoy seguro que va a marcar el modo en que voy a fotografiar a partir de ahora.

     

     Espero que os guste esta selección que con tanto cariño he preparado, muchas gracias por leerme.

  


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Los anocheceres mágicos de África

 

      Namibia es uno de esos sitios en el que a cualquier fotógrafo le estalla la cabeza con la cantidad de lugares atractivos que tiene. En el viaje que hice a este país en 2019 tenía claro que no quería perderme "los grandes": Etosha, Dead Vlei y Spitzkoppe; pero también estaba convencido que, en un país en el que cualquier rincón es infinitamente atractivo y evocador, lugares muy conocidos pero menos populares tenían mucho que ofrecer.

 

     Uno de esos lugares es el llamado "Quiver tree forest" un conjunto de cerros en el que abundan estos árboles (Aloe dichotoma) y que está lejos de cualquier otro lugar de los itinerarios populares por este país. Las circunstancias de mi viaje no me permitieron llegar a este punto en las mejores condiciones fotográficas, arrastraba cansancio y una avería en el coche que nos tenía bastante preocupados, de hecho a punto estuvimos de saltarlo y seguir con el resto del viaje.

 

     Considero que visitar Quiver Tree ha sido de los mayores aciertos del viaje, sentí una acogida muy especial por la gente del campamento en el que está la colonia más atractiva de estos árboles, nos ayudaron con nuestra avería, nos acogieron y nos dieron todo tipo de facilidades para fotografiar. Cuando preguntamos porqué nos ayudaban tan tenazmente la dueña del campamento, de origen alemán, simplemente respondió: "En Namibia la gente se ayuda".

 

     Esta foto representa el escaso tiempo que pasé por la noche fotografiando, pude disfrutar de la soledad de este paisaje mientras observaba una delicada franja aún teñida del naranja sobre el horizonte, en el cénit, la vía láctea se mostraba en todo su esplendor, nunca había visto nada igual. Dicen que los atardeceres en África son mágicos, pero también lo son los anocheceres y, sobre todo, muchas de las personas que te encontrarás en tu camino.


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Un tipo con suerte

 

 

     Hace algunos años por estas fechas el tiempo anunció que nevaría en norte de la península en cotas muy bajas, hice la ecuación: "otoño + nevadas = oportunidades fotográficas". Elegí una zona que conocía poco sobre el terreno pero muy bien sobre el mapa, Vegabaño, al norte de la provincia de León. Al subir el puerto del Pontón, que delimita la vertiente norte de la sur comenzó a nevar, las predicciones estaban acertando con precisión. 

 

     Al aparcar en Soto de Sajambre caía una lluvia muy fina, pero a medida que ascendía hacia Vegabaño se iba transformando en nieve gradualmente, llegado a un punto, esa nieve fina y húmeda se convirtió en una tormenta y me cobijé debajo de unos árboles.  Saqué la capa impermeable y empecé a proteger mejor el equipo. Cuando estaba debajo de los árboles me llamaron la atención estas ramas y disparé varias fotos combinando esas ramas con el fondo difuminado por la nieve.

 

     Os he contado esta batallita para poner de manifiesto la suerte que tuve aquel día al poder capturar algunas fotos en las que el invierno se combina con el otoño, pero muchas veces no se trata de suerte. En un artículo de El Paisaje Perfecto (www.elpaisajeperfecto.com) analicé hace tiempo las 5 características del fotógrafo con suerte, una especie de patrón que se repite en aquellos fotógrafos que consiguen capturas que han sido bendecidas por lo que parece un toque divino más que por el propio esfuerzo y capacidades del fotógrafo.     

     

 

 

     En el mundo de la fotografía cualquiera puede tener suerte, pero a los afortunados les sorprende trabajando. La mayoría de golpes de suerte están motivados por la preparación, la tenacidad, los conocimientos, la tenacidad y la capacidad para aprovechar las oportunidades más que por esa intervención divina.

 


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Figura humana en el paisaje

 

 


       En diciembre de 2014 publiqué la segunda edición de la revista digital "El paisaje perfecto", que recopilaba todos los artículos publicados a lo largo de ese año en el blog homónimo. De la página 98 a la 113 desarrollo el concepto de la figura humana en el paisaje como recurso compositivo y narrativo: desde una introducción de la mano de los referentes que se pueden tomar como inspiración, cómo influye la figura en el paisaje, para terminar con una recopilación de consejos sobre técnica y composición.

 

      No pude resistirme a desarrollar un tema que me causaba cierta controversia: en aquellos años me centraba exclusivamente en que mi fotografía fuera de paisaje natural, descartando cualquier elemento humano, pero era consciente del potencial de la figura humana en un paisaje, de este modo decidí superar lo que se suele llamar la zona de confort para estudiar este recurso que he ido aplicando posteriormente a lo largo de los años.

 

     Una de las maneras en las que influye una persona dentro de una escena paisajística es que puede dimensionar la escena para transmitir una aproximación de la escala del resto de elementos del paisaje. En el caso de las personas, casi minúsculas, que aparecen en la parte superior izquierda, tienen como objetivo que el espectador aprecie la dimensión de la duna por la que suben. Su posición también es determinante, tan cerca del margen crean desconcierto, pero además no es puramente intencionado, pues tuve que cerrar el encuadre para que no se viera nada de cielo, de este modo, con un fondo que es otra duna, si se interpreta como tal, la percepción del tamaño de esta última puede ser de monstruosidad.

     

 


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El terremoto de opiniones

 

 


       Recientemente se ha producido uno de los peores terremotos de la historia de Marruecos, un suceso que me ha impactado especialmente porque conozco la zona más afectada, pero sobre todo me ha impactado que justo un año antes del terremoto estaba viajando por la zona del epicentro.

 

     Cuando ocurren este tipo de desgracias la gente puede sacar su peor o su mejor cara. Pero pululando por redes sociales creo que existe una tendencia a decantarnos por manifestar la opinión más controvertida, posiblemente para atraer mayor flujo de interacciones. Sea por lo que sea, en lo que refiere a la ayuda que España pudiera brindarle a Marruecos en una situación tan terrible como esta, la gente parece que nuestra opción con país sería negar todo tipo de ayuda argumentando dos cuestiones: la primera, que su Rey es vergonzosamente rico y debería ayudarles él; y la segunda, que el porcentaje de marroquíes en cárceles españolas es mayor que el porcentaje de trabajadores en activo.

 

     Cuando justificamos nuestras malas acciones basándonos en otra lo único que estamos haciendo es colocarnos en un nivel más vil que la avaricia del Rey de Marruecos o de la criminalidad de los marroquíes que citan. Todos los que opinan esto deberían recorrer esas aldeas del Atlas, son gente humilde, de origen bereber; en esos pueblos, especialmente en los que tienen un tamaño considerable, tratan de exprimir a los turistas, es cierto, pero os puedo asegurar que he encontrado más hospitalidad y ayuda que en la mayor parte de los lugares del mundo que he visitado.

 

     Por eso, siento mucha rabia y desprecio hacia aquellos que lanzan este tipo de comentarios sin pensar que los afectados son ya víctimas, pero sobre todo son extremadamente hospitalarios y respetuosos. Y esto lo digo basándome en mi experiencia: perder un paquete de opacadores del camper y que te persigan durante 20 kilómetros para entregártelos sin que te den la oportunidad de pedir nada a cambio es un gesto muy honorable; que te vean perdido y un poco cohibido recorriendo las calles de Sidi-Ifni, y que llegue un anciano que recordaba hablar el castellano de época colonial para darte la bienvenida y que te sientas más a gusto en su ciudad es un gesto muy hospitalario.

 

     Marruecos es un país extremadamente rico en cultura, naturaleza y paisajes que tendemos a infravalorar, sin ser conscientes que los verdaderos perjudicados en esta valoración negativa somos nosotros mismos. Un ejemplo de los lugares mágicos de Marruecos es el lugar en el que hice esta foto: el valle de granito rosa de Tafraoute, muy cerca del epicentro del terremoto, un lugar tan mágico, especial y bello al que tengo que volver.

     

 


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El regalo del elefante

 

 


       Los términos medios en Escocia no son algo frecuente en lo que a clima se refiere. Cuando hice esta foto estaba llegando al final del viaje y sólo había encontrado dos extremos: cielos cubiertos, niebla y lluvia o cielos planos, sol y falta de oportunidades fotográficas. Aquella mañana, cuando salí de la autocaravana antes que el sol, ya sabía que en lo que al clima se refiere no iba a encontrar mi opción preferida.

 

     Me disponía a fotografiar esta conocidísima formación llamada Fiddle Rock, nombre que se le atribuye por su similitud con la punta del arco de un violín; por cierto, "Fiddle" significa violín en inglés ¿lo sabías? yo lo descubrí buscando información sobre este lugar. Pues bien, al llegar aquella mañana a la roca di unas vueltas improductivas antes de que llegara la luz atractiva que nunca llegó, tras dar unas vueltas descubrí que una buena perspectiva podía ser la única posición que estaba ocupada y en la que no había espacio para más de uno. Volví a mi segunda opción para tener una buena perspectiva de la roca y un grupo de franceses pululaba de un lado para otro sin dejarme la posibilidad de tener un buen encuadre. Todo conducía a una sesión improductiva.

 

     Mi resignación y yo nos sentamos en una roca a observar el extraño comportamiento del grupo de franceses, a imaginar que el fotógrafo que estaba en la posición que me gustaba estaría haciendo buenas fotos, a contemplar la roca y darme cuenta que para mi percepción era un elefante con la trompa en el mar; pero, sobre todo, allí sentado disfrutaba del sonido del mar, la brisa y los primeros rayos de sol sobre la roca.

 

    Con los primeros rayos el fotógrafo se levantó y se dispuso a marcharse, le había hecho varias fotos pero mientras recogía disparé varias ráfagas. Para mí, la más interesantes es esta, en la que parece enfrentado al elefante. Aunque siempre suelo mantener el jpg procesado lo más fiel posible a la captura, en esta ocasión he sido un poco permisivo conmigo mismo tratando de aplicar unos ajustes en el color para darle el aspecto de la película Kodak Chrome, tan popular entre los fotógrafos de naturaleza y viajes de hace años.

 

   

 

 

      

 


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El error predestinado

 

 


       Cuando exploramos un sitio del que no tenemos ninguna referencia fotográfica, es muy frecuente que nos topemos con localizaciones a las que llegamos por nuestra propia intuición. La experiencia para unos, la suerte para otros, nos ponen delante del encuadre ideal en kilómetros cuadrados pero nosotros mismos somos quienes nos empeñamos en desperdiciar una y otra sesión sin obtener buenos resultados.

 

     La imagen que ilustra este artículo muestra una perspectiva aérea de la mejor colonia de erizón que he encontrado en la sierra del Espinazo, con la cumbre homónima al fondo, estos erizones se encuentran en el lugar desde el que la discreta montaña nos muestra su mejor prominencia. Incluso me atrevería a afirmar que todo encaja hasta tal punto que está más que correctamente orientado el encuadre para poder conseguir excelentes luces de atardecer.

 

     Pues este verano he vertido mis escasos recursos fotográficos en tratar de obtener "la foto" de esta localización. Desde que fuera por primera vez en 2014, he ido repitiendo de paso y sin mayores pretensiones en este lugar, pero este año la idea era pillar la colonia en su climax de floración pero no pudo ser. Estaba predestinado a equivocarme, por algún motivo que no entiendo aún, estaba convencido que esta floración se iba a producir a mediados de julio, si a esto le sumamos un año que no ha sido especialmente cálido en esa zona decidí probar suerte el 20 de julio y, sin examinar detenidamente las plantas concluí que aún no había llegado el momento. Cuando volví 10 días más tarde esperando encontrar la floración es su estado óptimo fue cuando realmente me di cuenta que estaba equivocado, ya había pasado y había perdido la oportunidad.

 

     No se debe dar nada por sentado cuando hablamos de naturaleza, sigue sus propios ritmos y, salvo que contemos con conocimientos ténicos-científicos o podamos orientarnos por otras personas, debemos ser meticulosos cuando nuestras fotografías dependen de una etapa de floración, una otoñada o cualquier fenómeno similar. Equivocarme me ha servido para no dar por sentado ¿acaso este otoño esperarán los bosques al puente de noviembre para que las hojas muestren sus colores dorados?

 

   

 

 

      

 


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Las reglas del aire

 

 


       En el mundo de la fotografía cada disciplina cuenta con sus propias "reglas" para cada situación, pero cuando nos elevamos sobre el terreno todo adquiere una nueva dimensión y estas reglas son totalmente diferentes. Para los que fotografiamos siempre es muy motivante tener la oportunidad de explorar nuevas técnicas, escenarios y composiciones, pero para la fotografía aérea (en mi caso con dron) es todo tan diferente que parece que volvieras a comenzar desde cero.

 

     Me arriesgo a perder tu interés si digo que la primera regla de la fotografía aérea no es puramente fotográfica, el espacio aéreo está regulado por por unas normas propias y esto incluye cualquier aparatito, por muy pequeño que sea, que estemos utilizando para fotografiar. Áreas militares, espacios naturales y zonas de influencia de aeropuertos es sólo la punta del iceberg de los lugares que nos deben motivar a consultar la app Enaire antes de desplegar las hélices.

 

     Pero no son estas reglas las que me han motivado a dejar aquí estas palabras, si no las fotográficas y es que cuando elevamos nuestra cámara hacia los cielos, todo cambia. Desde la localización a la composición, motivado porque nuestro punto de vista es otro y esto es un reto que nos obliga desde un primer momento a cambiarlo todo para preparar una sesión: ya no vas al mismos lugares, sales a diferente hora, el equipo se reduce a una maletita de menos de un kilo...

 

     Te animo a que no tengas ningún reparo, si tienes la oportunidad, en fotografiar con dron. Mi primer consejo sería que consultes Enaire y, si vives en una zona en la que no hay restricciones permanentes o tienes fácil acceso a una zona de estas, en ese caso tienes acceso a un mundo nuevo y a ver el mundo desde una perspectiva nueva, motivadora y con infinidad de posibilidades para nuestras mentes fotográficas inquietas.

 

   

 

 

      

 


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Fotos para sentirnos orgullosos

 

 


      Hace mucho tiempo que aprendí a diferenciar entre las fotos que les pueden gustar a los demás y las que te gustan a ti mismo, y esto no es una lección fácil de aprender. Lo más lógico es valorar nuestras fotos desde dos extremos: por lo general nos encantan o las detestamos. Entre estos dos extremos se encuentra esa gran masa de fotos condenadas a pasar la eternidad en el olvido, de disco en disco, de copia de seguridad en copia de seguridad. Pero ¿te has preguntado porqué te puede llegar a gustar mucho una de tus propias fotos?

 

     Una de nuestras fotos nos puede encantar por dos motivos: el primero, y más banal, porque le guste a los demás o porque haya sido valorada positivamente por un jurado en algún concurso (de belleza); el segundo motivo por el que nos puede gustar es porque simplemente encaja a la perfección en nuestro criterio estético. Tu libertad creativa comienza en el momento que te dejen de gustar tus fotos simplemente porque le gusten a los demás, como fotógrafo estás condenado si te resulta satisfactoria la recompensa que puedas obtener en las redes sociales.

 

     Pero creo que hay fotos que nos pueden gustar o no, independientemente de esto hacen que nos sintamos orgullosos de ellas. Esta foto representa un hito para mi, pues es la culminación (o el comienzo de una nueva etapa) en el proyecto fotográfico que comencé hace unos 10 años en la sierra del Espinazo, al norte de Extremadura. Su luz, el encuadre, el momento... todo en esta foto está ahí para decirme: "te lo propusiste y lo conseguiste".  

 

   

 

 

      

 


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Grande-Pequeño

 

 


     Nunca busco este tipo de yuxtaposiciones en fotografía, siempre prefiero que surjan de manera subconsciente; a la hora de valorar mis fotos parece que me produce más satisfacción si encuentro estos recursos estilísticos a posteriori, en lugar de ser consciente de ellos durante la sesión. Cuando esto me pasa es como si le diera una palmadita en la espalda a mi subconsciente, como si le dijera: "bien hecho".

 

     Es imposible tomar constancia de todos los recursos técnicos, estéticos, estilísticos, compositivos,... que conocemos durante una sesión, ante esta situación yo, en mi opinión, es mejor dejarse llevar por lo que nos llama la atención, sin cuestionarnos porqué, sin estar pendientes de qué queremos hacer, simplemente hacer. De lo único que hay que estar pendiente, siempre, es de nuestra propia seguridad, el oleaje ese día en esta playa era tremendo y la piedra pequeña sólo quedaba al descubierto cuando las olas retrocedían y, con el mar agitado, eso significa que una ola de más de dos metros viene detrás. 

 

      

 


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Castillos, misterio y felicidad

 

 

 

    Han pasado unos meses desde el viaje a Escocia y, al repasar algunas fotos, me doy cuenta que ha predominado un aura de misterio y magia. Pero también recuerdo aquellos días con nostalgia y con la agradable sensación de haber vivido algunas experiencias únicas.

 

     Carreteras estrechas que cruzan montañas, rodean lagos, cruzan lagos y rodean montañas, un laberinto a lomos de nuestra casa con ruedas que siempre terminaba en paisajes de ensueño. Recorriendo aquellas carreteras, para ir de una a otra y otra de las localizaciones que había seleccionado, ahora siento que el viaje estuvo pasado por un tamiz de misterio, tal vez por nuestro ritmo de viaje pausado.

 

     Solíamos levantarnos sobre las 6:30 de la mañana muy cerca de alguna de las localizaciones que tenía preseleccionada para el amanecer. Desayuno de campeones en la autocaravana, recién cocinado al fuego y, con las primeras luces, sesión de amanecer. Recorríamos trayectos que discurrían por paisajes bucólicos con algunas paradas en algunos de los sitios que nos gustaban. Un sándwich a media mañana para almorzar y poco después llegábamos a lugar elegido para el atardecer, si !!el atardecer comenzaba sobre las 14:00!!

 

     Cuando se ponía el sol solíamos salvar un trayecto hasta el lugar en el que parábamos la autocaravana para dormir cerca de la siguiente sesión de amanecer. Las tardes las pasábamos en la autocaravana, muy tranquilamente, al contrario de lo que solemos hacer con otros viajes que se nos puede llegar olvidar comer y beber. Una cerveza, cena y listos para dormir y comenzar temprano al día siguiente.

 

     Para mi esta foto es el fiel reflejo de aquellos días en los que nuestra soledad, las largas noches, el misterio de los castillos, los paisajes bucólicos y la tranquilidad fueron el común denominador de un viaje inolvidable a Escocia.

      

 


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Fetichismo fotográfico

 

 

 

    La fotografía despierta pasiones, no se puede negar, pero la práctica es un mundo distinto para cada uno de los que nos lanzamos a la aventura con una cámara entre las manos. La foto que ilustra este artículo puede parecer un paisaje montañoso cualquiera, pero tiene detrás una historia de emociones intensas, te cuento.

 

     Este lugar es el valle de Tafraoute, en el Antiatlas marroquí, una zona muy remota entre las montañas que requiere al menos un día para llegar y otro para salir. En un viaje de dos semanas recorriendo Marruecos por libre no es tan descabellado incrustarlo en el itinerario. Desde un punto de vista fotográfico no es un lugar que pueda ofrecer  unos resultados extraordinarios, analizados desde una perspectiva objetiva pero, aquí viene el fetiche: no puedo resistirme a los paisajes graníticos, por eso, cuando leí que había un valle de granito rosa en Marruecos, sabía que iba a disfrutarlo demasiado.

 

     Fotografío recurrentemente en el Espinazo, en Extremadura, suelo ir a Gredos; una de mis mejores experiencias fotográficas ha sido el Spitzkoppe de Namibia, me lo he pasado como un enano en la Pedriza madrileña... todos los sitios que me resultan más atractivos están ligados al granito. Lo he pensado y es mi fetiche fotográfico, para mí, sobrepasa lo mundano y cuando tengo un paisaje granítico frente a mi cámara, las sensaciones que me invaden entran en un plano sobrenatural. Por eso, el día que tenga delante al Ben Amira o el Capitán el orgasmo fotográfico está asegurado.

 

      

 


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¿Cuánto tiempo necesita una foto?

 

 

   Si os planteo el reto de pensar cuánto tiempo requiere una foto es muy probable que comencéis a sumar a la factura la planificación (si es que la hacéis), viajes y trayectos a pie, el tiempo en el lugar e incluso, algunos añadiréis a la cuenta el tiempo de edición y postprocesado. Al preguntar por el tiempo de una foto me refiero exclusivamente a al tiempo que se necesitáis, tu subconsciente y tu, para llegar a un resultado. 

 

   Lo más sencillo es planificar, desplazarse, disparar, volver, editar y listo; pero en este proceso hay un tiempo muy variable y en que me gustaría indagar y el es tiempo que transcurre desde que llegas a un lugar, a un encuadre, una foto... desde que realizas el primer disparo hasta que lo agotas, por lo general, porque has obtenido el mejor resultado posible.

 

   Lo que más me sorprende al reflexionar sobre ese tiempo que hay unos factores que son muy variables en cada persona y en cada momento de esa persona. Dos fotógrafos en un mismo lugar con las mismas condiciones ambientales y un equipo fotográfico exactamente igual nunca van a agotar ese encuadre en el mismo momento ¿Quién terminará antes? influye como se encuentre (hambre, sueño, frío... cualquier factor que pueda alterar la concentración), su voluntad para trabajar en esa foto, el tiempo del que dispone (si vas en grupo y comienzan a marcharse el resto...) pero lo que más me interesa está más adentro por lo general terminará el que tenga menos bagaje fotográfico: su subconsciente tendrá un registro mayor al que recurrir para seguir innovando.

 

   Para mi, este es uno de los aspectos más mágicos de la fotografía, que hay algo que está dentro de ti que tiene que conectar de algún modo con lo que tienes delante. Las capacidades, influenciadas por una infinidad de factores, que cada cual tiene para conectar sus conocimientos con lo que fotografía creo que sería la definición más pura de creatividad o, más bien, capacidad creativa.

 

 


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Mis 9 favoritas del 2022

 

 

     Son sólo 9 imágenes, pero tienen la capacidad de transportarme de vuelta a los miles de kilómetros en carreteras y caminos, decenas de noches bajo las estrellas, frío, lluvia, el calor insufrible del desierto... pero sobre todo son capaces de recoger las memorias del año más intenso que recuerde, en cuanto a viajes y fotografía se refiere.

 

     Si tengo que resumir en dos palabras este 2022 lo tengo clarísimo: Land Rover. Nuestro Discovery camper ha sido el protagonista indiscutible de los viajes de este año. Las escapadas por la península han sido incontables: Duratón, Alentejo, Costa Occidental asturiana, Cantabria, Urbasa, Bosques de León, Costa vasca... y es posible que alguna me quede atrás. Pero la corona la tienen dos grandes viajes "Overlander". El primero de ellos por la costa Azul francesa, Provenza, Piamonte, Alpes, Suiza y vuelta; y el segundo, una vuelta de 5.000 km por Marruecos incluyendo las zonas más remotas del desierto. Me cuesta creer que el obturador continúe vivo después de los miles de disparos de este año, pues la guinda del pastel ha sido Escocia en noviembre, un viaje puramente fotográfico en autocaravana en el que he tenido la oportunidad de disfrutar de paisajes en los que me dolía el dedo de tanto disparar (también un poco por el frío).

 

    Pues aquí cierro el año fotográfico, no sin antes mencionar mi malogrado dron, que debe seguir encallado en un risco de la provincia de León, pero que antes de irse me ha dejado varios miles de fotos, una de ellas tiene cabida en esta selección. Afronto el 2023 con la sencilla esperanza de que, si es la mitad de bueno para mi que el 2022, ya será un gran año.

 

     Espero que os guste esta selección que con tanto cariño he preparado, muchas gracias por leerme.

 

 

 

 


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La última foto con mi dron

 

    Podría haber sido una sesión como cualquier otra, pero no, aquella tarde parecía que estaba destinada a ser la última tarde con mi dron. Fin de semana por los bosques del norte de la provincia de León y para el dron tenía preparada una sesión en la hoces de Vegacervera, un precioso cañón excavado por el río en un prominente monte calizo.

 

     La sesión en la hoces me dejó sin habla nada más comenzar, las tomas de vídeo eran tremendas: entre las paredes de roca  seguía al coche por la carretera sinuosa que recorre el fondo del cañón. El sol se colaba desde el fondo para crear un juego de luces que destacaba por el claroscuro pero suavizado por la luz que refleja la roca blanca de las paredes, la sesión me iba a dejar material de vídeo y fotos de un nivel buenísimo.

 

     Al final del cañón paramos para planificar la última toma, el dron pasaría entre dos curvas del cañón para intensificar la sensación de dramatismo grabando cerca de las paredes. Seguí la regla de oro al volar un dron marcha atrás: antes debes haber pasado hacia adelante y, sin desviar la trayectoria, realizar el vuelo hacia atrás. Cometí un error fatal.

 

     Justo antes de comenzar a volar hacia atrás, después de haber seguido la regla, moví el mando en un descuido pero volví a colocarlo en la misma posición, o al menos eso creía yo. Un minúscula desviación en el eje provocó que 100 metros más atrás se tradujera en que el dron se había desviado varios metros de su trayectoria hacia delante y chocó contra la pared. Es una sensación horrible ver la imagen del dron dar vueltas mientras intuyes que a 100 metros cae rodando pared abajo. El dron quedó enganchado en unas ramas (tal como se ve en la foto de abajo) y allí es posible que siga dos semanas después. Trataron de rescatarlo al día siguiente unos escaladores, pero no hubo suerte.

 

     Después de 200 horas de vuelo y más de 1000 fotos allí se separó mi camino con ese pequeño aparato. Parece mentira que pueda llegar a establecerse un vínculo emocional con una máquina inanimada pero ese dron ha sido el responsable de materializar mis ilusiones fotográficas y haberlo perdido de ese modo me deja un hueco creativo muy importante. 

 


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Con los pies en la tierra

 

 

     Todavía me cuesta creer que haya tanta gente que ignora que a sólo unas horas tenemos un paraíso para la aventura que se llama Marruecos. Recién llegado, aún me cuesta bajarme de la nube y poner los pies en la tierra, aún sigo en esa burbuja de evasión, libertad y horizontes infinitos; aún sigo con la mente a 1000 por hora tratando de resolver los inconvenientes que nos surgían cada día, días en los que sabíamos dónde comenzábamos pero no sabíamos dónde acabaríamos.

 

     Cuando planeamos el viaje por Marruecos teníamos clara cual era la primera premisa: no definir una ruta, simplemente resaltar en nuestro mapa los lugares más destacados e investigar un poco sobre cada uno de ellos para dejar que el resto vaya surgiendo de manera espontánea. En un lugar en el que las distancias no se miden en kilómetros, si no en tiempo, es fundamental no depender de un plan para que el plan sea perfecto.

 

     Han sido días de cansancio, calor (mucho calor) e, incluso a veces, incertidumbre; pero todas estas emociones empequeñecen ante los inmensos horizontes del desierto, las luces de tormenta en el Atlas, la bondad que te transmiten algunas personas que te cruzas en el camino y, sobre todo, la sensación de libertad: ese momento en el que no sabes cuántos días llevas viajando, cuantos te quedan ni qué día de la semana o del mes estás, es cuando realmente desconectas de la monotonía. 

 

 

 

    Hace sólo unos días estábamos durmiendo bajo las estrellas en medio del desierto de Erg Chegaga, cruzando Iriki subidos a la baca a toda velocidad, ensimismados con las manadas de camellos, burros, addax, gacelas... hemos conectado de algún modo con el aislamiento de los pueblos más remotos del alto Atlas, nos hemos puesto a prueba a temperaturas de hasta 45 grados y también hemos puesto a prueba a nuestro coche conduciendo durante más de 10 horas seguidas cruzando pedregales y campos de dunas. Todo lo bueno nos lleva a recuerdos agradables pero todo lo malo nos enseña a apreciar los pequeños lujos cotidianos como una botella de agua fría en la nevera o una ducha. Nuestros cuerpos han vuelto a lo cotidiano, pero nuestros corazones aún siguen suspensos en la libertad, la evasión y la aventura de estos días por los lugares más remotos de Marruecos.

 


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Cómo y cuándo fotografiar el arco de Mesquitero

 

 

     Lo cierto es que conseguí llegar al arco, muestra de ello es esta foto. Una foto a media mañana, una luz tan penosa que casi no se me ocurren condiciones peores, pero lo importante es la lección que me traigo: con la mar no hay margen de error, la marea marca cuando y cómo; el arco de Mesquiteros es el ejemplo ideal para esto.

 

     Sabía que hay un paso en el acantilado que sólo queda accesible con la marea a un nivel determinado. Con las mareas vivas y un índice muy alto de mareas sabía que se complicaba la cosa, además, estas mareas coinciden con el amanecer y atardecer, aún así me aventuré a ir. Al llegar allí vi pude ver como era imposible pasar a medida que el sol se acercaba al horizonte, esto es lo que llamo sufrimiento fotográfico, tener un acontecimiento extraordinario frente a tus narices y no poder fotografiarlo. Lo peor de todo era darme cuenta que por la mañana tampoco iba a poder pasar para el amancer, las indicaciones sobre las mareas de mi amigo Senén Cadenas se cumplian casi al minuto.

 

     Fotografié el crepúsculo, cuando apenas se podía intuir el arco recortado contra el cielo nocturno, allí me encontré a Marcus Medwed, que se ha venido desde Alemania en su autorcaravana para pasar 3 semanas fotografiando la costa norte de la península. A la mañana siguiente algo parecido, con el sol en lo alto pasé para conocer el sitio de día, pero al amanecer me encontré a otro pobre que había intentado llegar y no había podido.

 

     De vuelta a casa no dejaba de darle vueltas y me parecía muy cruel planificar un viaje y no poder hacer la foto por no contar con la información suficiente. Por eso, lo primero que creo que hay que tener en cuenta es dónde está el arco, límite de mareas, cuál es el paso y dónde dejas el coche en la zona de la playa de Campiecho:

 

 

 

    Pero mucho más importante que esto es saber cuándo se puede cruzar el punto en el que el acantilado corta el acceso. Para ello hay que saber que el paso queda libre en una marea de +0.25 m aproximadamente (si está subiendo no te arriesgues porque quedas atrapado 6 horas y si hay temporal tal vez no lo cuentes). Con esta premisa he calculado para los próximos meses cuándo queda el acceso libre y he contrastado esta información con la franja en la que se pueden encontrar luces favorables del amanecer y atardecer. Para ello he realizado la siguiente tabla: 

 

     Su interpretación es muy sencilla, por ejemplo, en la columna de la izquierda buscas el día que quieres fotografiar el arco: el 11 de septiembre. Ese día tienes luces favorables desde las 7:00 h a las 8:30 h pero la marea no te va a permitir pasar hasta las 8:00 h, vas a estar muy justo ¿verdad? Ese mismo día para el atardecer lo tienes un poco mejor pues las luces favorables comienzan a las 20:00 h el paso se abre a las 20:30 h. Pero si realmente quieres tener la certeza que puedes pasar debes hacerlo con las "mareas muertas".

 

     Para consultar las mareas yo siempre utilizo tablademareas.com, es muy sencillo y te muestra de forma visual la curva que toma la marea a lo largo de cualquier día, recuerda que para que puedas pasar la línea debe estar (aproximadamente) por debajo de cero. Esta información la contrastas con cualquier web que te indique la hora de puesta, salida de sol y amanecer/náutico (al menos) y ya tienes las herramientas para que no se te frustre una bonita sesión fotográfica en uno de los puntos estrella de nuestra costa.

 

 


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Los paisajes del corazón de Europa

 

 

     No puedo comenzar diciendo que el recorrido que seguimos fuera improvisado, viajamos con nuestro Land Rover camper y esto requiere en muchas ocasiones tener que programar (aproximadamente) dónde paramos a dormir. También sabíamos que queríamos ver la costa Azul francesa, tal vez Valensole en la Provenza, también tenía ganas de volver a Suíza... el resto fue improvisación y recurrir a los miles de localizaciones que tengo guardadas.

 

     El día que comenzamos realizamos una tirada larga hasta Pau, en el sur de Francia para dormir en el Bôis du Commander (Bosque del comandante pero mola más como suena en francés). A la mañana siguiente salimos temprano para llegar, en nuestro primer día real de aventura a visitar Arlés, la mítica ciudad de los pintores impresionistas, y el parque natural de Camargue, un paraíso para la observación de aves, especialmente flamencos. No sabíamos dónde pasar esa noche y vimos que nos quedaba cerca el parque natural de Alpilles y digo con casi total seguridad que ha sido el lugar más idílico en el que hemos pasado una noche en todo el viaje.

 

 

 

     Tercer día y tocaba el turno del parque nacional de Calanques, sitio que nos decepcionó: primero por la masificación y, segundo, por las amplias expectativas que teníamos. Decidimos continuar por la costa azul para llegar a la zona de Tolón, más concretamente a la playa de Estagnol, y esta si fue interesante: unas rocas preciosas para fotografiar y una playa idílica típica mediterránea: agua turquesa, arena blanca y grandes pinos alrededor. 

 

     Desde costa Azul hicimos una pequeña inmersión en la Plateau de Valensole para visitar los populares campos de lavanda. Desde que tengo uso de razón fotográfica quería tener frente a mi cámara estos campos y la verdad es que no decepcionaron, es imposible describir con palabras las sensaciones que se viven allí porque hay un factor que las letras o las imágenes no pueden reflejar con fidelidad: el olor a lavanda que invade el ambiente. La zona es muy agradable y las posibilidades para dormir eran muchas, nos apartamos a un bosque para seguir fotografiando a la mañana siguiente.

 

 

 

 

     Dejamos Valensole para avanzar por la costa, visitar Mónaco y retirarnos a dormir a Tende, en el Parque Nacional de Mercantour. No es un centro turístico de primer nivel pero el valle de río Roya, del que seguramente no habrás oído hablar en la vida parecía anclado en el tiempo, es como volver a los años 50. Agreste, genuino y con un aire de misterio que hizo que la experiencia en esta zona fuera especialmente intensa.

 

     Un derrumbamiento en un puente del valle del Roya hizo que tuviéramos que desandar camino para tratar de llegar al Piamonte y Turín por la costa pero esto nos permitió disfrutar de algún pueblo más de costa como San Remo. Turín nos decepcionó, poco que decir, con lo que tras una fugaz visita nos fuimos a pasar la noche más horrible de camper que recuerde: rodeados de campos de arroz, edificios tétricos abandonados, arañas del tamaño de un puño, millones de mosquitos tigre por todas partes... pero entre aquel infierno se erguían las ruinas del templo de la Madonna delle Vigne.

 

 

     Cansados de calor, insectos y noches tórridas decidimos orientar la siguiente etapa hacia el norte y el increíble lago Orta nos recibió con una zona camper increíble, monumentos, un pueblo tan acogedor como genuino y la bucólica isla San Giulio. Nos recreamos en el lago, casi más que en ningún otro sitio del viaje para la mañana siguiente afrontar el trayecto más complejo para nuestro Land Rover adulto: atravesar los Alpes. Lo hicimos por el paso de San Bernardino y lo cierto es que, incluyendo dos paraditas técnicas para disfrutar las vistas, se nos hizo sencillo. Pasamos la tarde en Liechtestein, su capital Vaduz, visita exprés pues tampoco da para mucho para terminar en una granja a orillas del lago suizo de Lucerna para pasar la noche.

 

     Aunque los días nos estaban cundiendo éramos conscientes que Suiza era nuestro último país, pero aún quedaba mucho camino por recorrer en este pequeño gran país. Visitamos Lucerna y nos dirigimos a Interlaken y de ahí a Kandesteg para coger el teleférico a Oeschinesee, lugar mágico que visité en mi infancia y que me trae grandes recuerdos. Pasamos la noche en un bosque cercano a Interlaken para consultar la meteo y decidir que el día siguiente pasaríamos el Fulka pass y visitaríamos el glaciar Aletsch, y así fue.

 

 

     Me equivoqué de teleférico, el mejor es el de Fiesch, sin embargo con el de Betten tuvimos la oportunidad de quedarnos a los pies del pico Bettmerhorn y subir los últimos metros hasta su cumbre. Vistas increíbles del glaciar y vuelta en un teleférico atestado de turistas. Bajamos por el valle hasta Martigny, un valle repleto de viñedos y con una luz de atardecer preciosa que se colaba entre las cumbres más altas de los Alpes. Al anochecer llegamos a Gruyéres, si, el pueblo del queso, que no sólo tiene una gran oferta gastronómica, si no que además es realmente encantador. Pasamos la noche en un bosque cercano al pueblo para repetir visita a la mañana siguiente. Tras Gruyéres pusimos rumbo a Berna, la capital, visita nostálgica a la ciudad en la que pasé varias temporadas de mi infancia y al caer la tarde nos fuimos dormir a orillas del lago Neuchatel, esto se acaba. 

 

     Nos quedaba el último día, o visto de otra manera, el día que emprendíamos la vuelta. Por la mañana visitamos las Gorges de L'Areuse y me sucedió una de las cosas más extrañas que he vivido en mi vida. El sitio es idílico, el río se encajona en un estrecho cañón de bosque atlántico, eso en otoño tiene que se una gozada pero aquel día nos encontramos varias señales (una de ellas de un chico que se había matado allí hacía pocos meses) que nos indicaron que no parecía buena idea estar allí. Visitamos el monasterio de Rommanmotier-Envy y de ahí nos fuimos a comer y dar un baño al lago Ginebra. Y llega el final, o el principio de la apoteósica vuelta de unos 1500 km hasta casa.

 

 

 

     Con tantos días rodando por sitios tan fotogénicos tengo que decir que muy mal se tiene que dar para no hacer alguna captura memorable. Me traigo algunas fotos buenas, pero sobre todo grandes recuerdos y la satisfacción de haber disfrutado una experiencia única, nómada y encantadora.


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El mes de las flores

 

 

     Algunas veces con más entusiasmo que otras, cada año por estas fechas retomo la recopilación de especies para mi herbario fotográfico. Este año, en lo que a la parte fotográfica se refiere, apenas he recopilado media docena de especies, el verdadero trabajo no está detrás de la cámara, si no detrás de la pantalla del ordenador para identificar la especie recopilada. Por eso me he lanzado a renovar las plantillas y a incluir una nueva categoría de fichas que, tengo que reconocer, que me resulta muy motivadora. Esta nueva plantilla, manteniendo la estética y la estructura general, incluye algunas novedades con respecto a la anterior:

 

 

 

1. A las categorías existentes de Cultivo, Forestal, Fungi, Herbáceas y Jardinería se incluye la de Botánico. Esta categoría, que podría incluirse en la de jardinería, prefiero diferenciarla para incluir especies que se encuentran en colecciones de Jardines Botánicos y centros de investigación, para de ese modo dejar la categoría jardinería exclusivamente para aquellas especies cultivadas en el ámbito doméstico o público exclusivamente con fines ornamentales.

 

 

2. He tenido constancia que, aunque no han llegado a ser con fines comerciales, hay algunas fichas de mi herbario que se han usado en el ámbito público sin citar la fuente y sin autorización. Mi única motivación a la hora de realizar este trabajo es la de disfrutar del proceso de creación, sin embargo, quiero dejar presente que si alguien quiere compartir el contenido debe informar y citar la fuente.

 

3. La estructura de la etiqueta se ha modificado para dejar espacio a más información. Especialmente en las fichas de botánico no tiene sentido hacer referencia a "Hábitat y protección"; considero más correcto hacer referencia al hábitat originario e incluir información sobre el Botánico o institución en la que se ha recolectado la especie.

 

4. ¿Cómo no? se trata de un herbario fotográfico y, como tal, debe aportar información sobre la técnica fotográfica (amigos aficionados a la fotografía que lo han consultado han echado de menos información en este sentido). Por eso, aunque sea información muy escueta, en una línea cuento el equipo y los ajustes básicos seleccionados para una de las imágenes, sin entrar en detalles sobre técnica o edición.

 

5. En la mayoría de las más de 130 fichas realizadas antes de esta modificación de la plantilla, las dos líneas reservadas para el apartado "Usos" me resultaban insuficientes. Esta modificación de la plantilla me permite incluir una línea adicional.

 

6. Por último, no tenía sentido realizar una serie basada en una cifra límite: el herbario comenzó con un principio y un final limitado a 120 fichas, pero me aportó tal satisfacción trabajar en él que me planteé alimentarlo cada año, aunque fuera con media docena de fichas. Esta referencia de ficha incluye la numeración seriada de tres dígitos 4 dígitos correspondientes a la fecha de realización de la ficha en formato AAMM, el código ISO de tres cifras que identifica al país, y tres letras que me permiten realizar una clasificación generalizada en mi archivo en función de los clados suprafamiliales: Angiosperma, Gimnosperma, Pteridofita...

 

Puedes consultar mi herbario en el siguiente enlace:

 

 https://www.pablossanchez.com/herbariofotográfico

 


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El oxígeno de las aventuras

 

 

     Me ha costado muchos años y mucho esfuerzo aprender que el mundo no se acaba porque las cosas no salgan como las habías planeado. Antes de comenzar un viaje puedes tener en mente varias fotografías que es muy probable que nunca llegues a hacer. Muchas veces serán causas ajenas, otras propias pero siempre hay un denominador común: la imprevisibilidad. Y me atrevo a afirmar que, aquello mismo que te deja sin conseguir las fotos que habías planeado, es lo mismo que te ayuda a encontrar las que no esperabas.

 

     Hemos hecho una escapadita de tres días por el centro de Portugal con nuestro Land Rover camper. Comenzamos por Tomar, Sintra, Cabo da Rocha, visita fugaz a Lisboa, Carrasqueira y la zona megalítica de Évora. Un plan de vértigo para pocos días en los que, además, tenía encajadas dos sesiones de atardecer: una en la famosa praia da Ursa, al oeste de Lisboa y otra en los muelles de Carrasqueira. Ni una ni otra sesión pude fotografiar.

 

     Para acceder a praia da Ursa se requiere un esfuerzo considerable: hay bajar el acantilado hasta el nivel del mar. Me atrevería a insistir en que mis cálculos estaban bien hechos, pero cuando llegamos el aparcamiento ¡faltaban 3 horas para que se pusiera el sol! ¿qué había fallado? debí hacerme un lío con nuestro reciente cambio de hora y el huso horario diferente de Portugal. La consecuencia fue renunciar a hacer esperar a Jenny esas 3 horas, más lo que se alargara la sesión tras la puesta de sol, más la vuelta de la subida del acantilado.

 

     A los muelles de Carrasqueira llegábamos por los pelos, con el tiempo justo para sacar la cámara para empezar a disparar, pero no pudo ser. A sólo 10 minutos del destino tuvimos que hacer una parada fisio-técnica en la cuneta, tras la cual, al volver a arrancar el coche se negó. En un primer momento no me preocupó demasiado, era el típico día gris plomizo que no prometía nada excepcional. Me equivocaba, mientras seguíamos tratando de arrancar al más puro estilo Sainz-Moya, el cielo se teñía de naranja intenso, las fotos que hubiera conseguido hubieran sido realmente espectaculares.

 

     Ya no sufro por estas cosas, se que lo realmente interesante es lo que te encuentras fortuitamente: el convento abandonado de la foto, un lugar que pudimos recorrer durante horas y en el que perdimos la noción del tiempo. No revelaré su localización para que los dueños no corten la entrada los visitantes esporádicos que se dejan caer por allí. Todo en el viaje forma parte de la vivencia: lo que planeas y no sale, pero sobre todo lo que no planeas y sale, y ese encuentro fortuito es la chispa que mantiene viva la llama de la aventura y la búsqueda de nuevas experiencias.

     

 


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Caminar por el filo

 

 

     Desde que comencé a cortar las primeras maderas, para camperizar el Land Rover Discovery con el que estamos viajando últimamente, surgieron las dudas con respecto a la legalidad vigente para pasar la noche en el coche. La normativa es muy extensa y se vuelve realmente compleja si tenemos en cuenta que está regulado a nivel autonómico. Por otra parte está la percepción popular sobre el mundo camper, en este sentido las opiniones varían desde los que lo ven como un modo de viajar más sostenible hasta los que nos demonizan tachándonos de ilegales.

 

     Hace pocos días nos dejamos caer por la zona de las hoces del Duratón en Segovia. La belleza del parque natural, el rico patrimonio de esa parte de la provincia de Segovia y la abundancia de montes y caminos públicos hace de esta zona un paraíso para los amantes del camper. Llegamos cerca del parque cuando caía el sol y "montamos campamento" a la orilla de un camino en un pinar. Cena tranquila, unas cervezas y un paseo a la luz de la luna llena para visitar el mirador del convento de la Hoz por la noche.

 

     A la mañana siguiente tenía en mente una foto desde esa misma localización, volví a recorrer el camino hasta el mirador y allí estaba aparcada una furgo camper (y pernoctando puesto que tenían las zapatillas a los pies de la puerta trasera), debió llegar en mitad de la noche pues cuando volvimos sobre la 1 de la madrugada no había ningún coche en el aparcamiento. Al llegar al mirador por la mañana era un auténtico espectáculo ver a los buitres posados en lo alto de la pared del cañón. Peleaban, volaban, pillaban térmicas, volvían a posarse ¡y todo esto a menos de 100 metros de mi!

 

     Al terminar la sesión volví a por Jenny para que pudiera ver a los buitres pero, para nuestra sorpresa, en lugar de buitres estaban las dos personas que habían pasado la noche en la furgo camper, a pesar del cartel que prohibía expresamente el paso para no molestar a la fauna. Era evidente que los buitres revoloteaban esperando que su posadero quedara libre de intrusos (puede verse uno de ellos en la esquina superior izquierda de la foto).

 

     La cuestión a la que quiero llegar es que viajar en modo camper requiere una dosis extra de civismo, cuando pernoctas de manera irregular, en una zona no habilitada o, incluso, como es este caso, te importa más tu experiencia (y la foto para Istagram) que respetar las normas del espacio natural que visitas, estás perjudicando a todos los que viajamos de este modo, tratando de ceñirnos a la estricta normativa que nos ahoga; normativa que, por otra parte, será cada vez más restrictiva mientras anden sueltos estos incivilizados ciber-aventureros de fin de semana que se pasan todo por su santo arco. 

     

 


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Creer en las casualidades

 

 

     Puedes pasar mil veces por un mismo sitio y no te fijas en los detalles, pasas de largo, absorto en tus pensamientos como si estuvieras aislado en una burbuja que te impide observar lo que tienes alrededor. Eso me ocurre en muchas ocasiones cuando salgo a correr: los mismos caminos, los mismos baches, charcos... e incluso te cruzas más o menos a la misma hora con las mismas personas.

 

     Un día como cualquier otro, pasando por el mismo sitio por el que paso varias veces todas las semanas, me llamó la atención una extraña acumulación de piedras a un lado del camino. Me acerqué y descubrí que se trataba de algo más complejo, premeditado y, sobre todo, enigmático. Lo recorrí y me recreé en su estructura durante un par de minutos en los que empezaron a surgir preguntas como ¿quién? ¿porqué? ¿cuándo? Pero sobre todo ¿Cómo será desde el arriba?

 

    Para dar respuesta a la última de estas preguntas me fui con el dron y las pilas bien cargadas a dar un vuelo por la zona ¿Cuál fue mi sorpresa? a lo lejos observé en lo alto de la colina una persona que acarreaba piedras. Lo que pensé que era una contrucción finalizada y abandonada en realidad no lo era, seguía viva y allí estaba Ricardo Nicolás, su creador. Durante la sesión de fotos con el dron compartimos charla, me contó cuando, porqué y, sobre todo, cuál era el verdadero significado de su obra.

 

     Siempre he sentido un vínculo especial con este tipo de manifestaciones artísticas, conocidas en el mundo académico como Landart. Me parece que están rodeadas de misterio, son algo espiritual que conectan al hombre directamente con el medio, curiosamente, no he sido el único al que le ha transmitido buenas sensaciones el lugar en el que está construido el Observatorio Vida Libre, tal como lo llama Ricardo Nicolás. Detenerme un instante en lo alto de esa colina cuando salgo a correr me ha aportado algo más que recuperar el aliento ¿pueden ser las vistas? es posible, pero es cierto que ese día descubrí que, por algún motivo, se trata de un sitio especial para muchas de las personas que pasamos por allí. 

 

    Las casualidades existen: Ricardo Nicolás se moría de ganas por observar su obra desde el aire y allí aparecí yo con mi dron. Mis incógnitas sobre aquella misteriosa construcción parecía que nunca iban a obtener respuesta y allí estaba su creador esperándome para contarme los detalles más íntimos de este lugar tan especial.

 

     

 


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Hacer volar la imaginación

 

 

     Hace más o menos un año que contaba por aquí cuales eran mis primeras impresiones con mi dron Dji Mini 2, pues bien, hasta ahora, en todo este tiempo no he encontrado una idea que me motive o un proyecto sobre el que trabajar. Durante el último mes ya he hecho más sesiones y fotos que en todo el año anterior ¿qué me ha motivado a fotografiar con el dron? ¿en qué consiste este proyecto?

 

     Desde hace varios años revolotean por mi cabeza imágenes de campos de cultivo invernales, no nos vamos a engañar: el invierno es muy largo y dónde resido habitualmente hay campos por todas partes, aprovechar estas circunstancias significaría encontrar un filón para fotografiar. Por otra parte ahí tenía el dron aparcado, pero lo que me despertó interés fue recopilar las fotos del 2021 y encontrar que una de las más trascendentes era una cenital de un campo de cultivo.

 

     He coqueteado con la abstracción en varias ocasiones pero ahora, cuando el dron sube por encima de los 100 metros y pongo la cámara en posición vertical, el campo se convierte en un lienzo que parece sacado de los sueños más profundos del propio Kandinsky. Ver las formas caprichosas de las parcelas del campo y como se mezclan en una sinfonía de colores sólo hace que me abstraiga y mi imaginación vuele durante los 20 minutos que dura la batería del dron.

 

 



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Mis 9 favoritas del 2021

 

 

     Si hay algo que para mi caracteriza este año y me ha marcado realmente es el comienzo de "el gran proyecto": la preparación de un vehículo que me permita viajar a cualquier sitio y me de libertad. Tenemos prácticamente finalizada la preparación y camperización de un Land Rover Discovery con el objetivo principal de poder viajar a África de manera autónoma, espero poder materializar ese sueño el próximo año, mientras tanto, el hecho de haber estado inmerso en el proyecto de adaptación y mejora del vehículo me ha limitado el tiempo que he podido dedicar a la fotografía, pero aún así, este 2021 ha sido un año muy interesante para mi desde el punto de vista fotográfico.

 

     Ha habido otra gran incorporación a mis posibilidades fotográficas, desde finales de 2020 he comenzado a fotografiar con el dron. Lo cierto es que, a pesar de las oportunidades que ofrece, apenas lo he incorporado a mi rutina fotográfica y no he planeado sesiones exclusivas encaminadas a este tipo de fotografía, a pesar de ello he conseguido varias fotos de calidad más que aceptable dentro de mis exigencias.

 

     Durante los primeros meses del año se dieron las condiciones idóneas para recorrer la sierra de Gredos y Candelario en varias ocasiones. No se trataba de salidas fotográficas estrictamente hablando, pero estar en un espacio natural de tal belleza con la cámara en la mano siempre va a dar como resultado encontrar buenas oportunidades fotográficas.

 

     El gran viaje de este año ha tenido como destino Egipto. El mayor potencial del país del Nilo es la milenaria riqueza cultural de su patrimonio arquitectónico, pero además esconde dos de los mayores tesoros naturales que siempre he soñado con visitar. El primero es el desierto Blanco, un punto de visita indispensable en este país. Desde que tengo uso de razón fotográfica era un sueño que tenía que cumplir en algún momento de mi vida pasar una noche en ese desierto tan maravilloso. El segundo tesoro natural en Egipto es el mar Rojo, un punto de biodiversidad marina de los más importantes del planeta.

 

     Más allá de eso hemos realizados dos viajes "inaugurales" con el Land Rover camper, en el primero de ellos recorrimos los Pirineos por la vertiente francesa. Allí visite varias localizaciones nuevas pero también volví a otros viejos conocidos como Iraty o el valle de Ansabere, un lugar realmente extraordinario pero que se me resiste para conseguir alguna foto que pase mis criterios mínimos. El segundo viaje era un destino que llevaba en mi lista de pendientes varios años: buscar lince en libertad en la zona de Andújar.

 

     Termina el año con la germinación de lo que será el proyecto más importante de mi trayectoria en el mundo de la fotografía (aún no puedo contar nada de nada). Ha sido un año en el que he conseguido algunas fotos de nivel más o menos aceptable, pero creo que en general, a pesar de los viajes y salidas fotográficas el resultado no ha estado a la altura de las grandes posibilidades que he tenido. Si fotográficamente no ha sido un año especialmente productivo, ha supuesto el punto de partida y despegue de mis proyectos fotográficos más ambiciosos.

 

Espero que disfrutes de esta selección que con tanto cariño he preparado, gracias por tu visita.

 

 

Luces y sombras del desierto Blanco.

Rayo de sol en el templo de Abydoss.

Riscos de la garganta de Bohoyo.

Arco de Arno en Otoño.

Perdido en el laberinto de hayas.

Atardecer en la sierra de Candelario.

Bosque mágico de Iraty.

Contemplando el universo en el desierto Blanco.

Alpenglow en As Torris.



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Buscando linces en Andújar

 

    Volvemos a la carretera y el viaje comienza con la incertidumbre sobre cómo nos afectará el frío en nuestro 4x4 camper. Las temperaturas para las noches de comienzos de diciembre en la zona de la sierra de Andújar eran bajas, muy tímidamente superarían los cero grados. El primer trayecto lo realizamos sin paradas, llegamos bien entrada la noche y dormimos junto al río Rumblar, la antesala de Andújar, donde la mañana siguiente amaneció con frío y niebla.

 

     El objetivo del viaje era observar al lince ibérico en libertad. El optimismo, que estaba muy empoderado por las instrucciones de amigos que habían estado en la zona, poco a poco se fue desvaneciendo a lo largo de la primera jornada de búsqueda. Tiramos la toalla cuando el crepúsculo apenas nos permitía distinguir sombras entre las ramas de los árboles, abandonábamos la zona lince pero un grupo de personas en el arcén nos indicaba algo muy claro: estaba por allí.

 

     Ni más ni menos que cuatro ejemplares acababan de pasar por allí. A más de 100 metros, cuando con mi propia vista apenas podía distinguir una sombra, con el ISO alto de la cámara pude fotografiar dos ejemplares. Sólo fueron unos segundos, pero la emoción estaba por las nubes al haber tenido frente a mi al fantasma de nuestros bosques, el felino más amenazado del planeta.

 

     Este encuentro no nos hizo más que ponernos los dientes largos y, a la mañana siguiente, pusimos rumbo a la zona en la que lo vimos el día anterior. La búsqueda fue infructuosa en esa segunda jornada, tal vez si hubiéramos esperado al crepúsculo podría haber habido suerte pero teníamos otros planes para ese viaje. Cruzamos el parque natural de la sierra de Andújar de sur a norte para observar las grandes manadas de ciervos y gamos, la experiencia de tener un gran macho a escasos metros y que te mire directamente hizo que se nos olvidara por un momento lo escurridizo que era el lince.

 

     Dejamos Andújar atrás y buscamos una buena zona para pernoctar, no podía faltar la hoguera para calentarnos y cocinar una deliciosa cena, a la brasa todo sabe mejor. Con las primeras luces del siguiente día y envueltos en una densa niebla partimos dirección Cáceres, dónde teníamos una cita con José María Benítez en el centro de recuperación de fauna Los Hornos, en Sierra de Fuentes. Allí vive Nautilus, un lince retirado del programa de cría en cautividad por un problema genético, aunque no hay nada como poder ver este animal en libertad, la mirada directa, profunda y penetrante de este animal tiene la capacidad de cortarte la respiración por momentos. 

 

 


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Porqué nunca me convertí en fotógrafo profesional

 

 

 

 

     Muchas personas cuando ven que haces buenas fotos y, sobre todo, cuando le transmites la pasión que sientes por la fotografía, te lanzan la eterna pregunta: — ¿Porqué no te dedicas a esto? Ante esta cuestión la respuesta la tengo más o menos clara, pero primero necesito contarte qué hice hace unos días.

 

     Como tantas veces que salgo a fotografiar me levanté a las 5 de la mañana, me vestí para la ocasión y un buen trayecto en coche para llegar a Urbasa. Allí elegí una zona que ya conozco pero que tenía ganas de explorar más a fondo. Con el color del otoño en pleno auge, el tiempo de perros ideal para este tipo de fotos y con todo el día por delante fotografiando en el bosque, las horas se convirtieron en minutos.

 

     Pasé el día literalmente perdido por el Laberinto de Katarri entre hayas, rocas, musgo y niebla. Volví al coche con la tarjeta de la cámara bien cargadita de buenas fotos, las baterías agotadas y esa inexplicable sensación de satisfacción por haber pasado un día increíblemente bueno para fotografiar.

 

     ¿Porqué nunca he querido ser fotógrafo profesional? es posible que jamás volvería a tener días como este, de hacer fotos cuando, dónde y cómo me apetece. En 2015 trabajaba con varios clientes y estaba en el camino para desvincularme de mi actividad laboral para dar el paso hacia la profesionalización en fotografía. Por una parte los ingresos no parecían proyectarse hacia niveles que me pudieran satisfacer y, por otra parte mucho más importante, la fotografía comenzaba a convertirse en una obligación, perdiendo así parte del significado que tenía para mi hasta ese momento.

 

     Cuando algo ocupa un lugar tan importante en tu vida, como es para mi la práctica de la fotografía de naturaleza, creo que es importante protegerla: si me hago profesional y la fotografía pasa a ser una obligación, dejándome de aportar esos valores emocionales y personales, estaría perdiendo una parte importante de mi. Proteger lo que significa para mi la fotografía y lo que me aporta es el verdadero motivo por el que nunca he querido convertirme en fotógrafo profesional.

 

 


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¿Cómo vas con lo de cumplir tus sueños?

 

 

 

     A la mayoría de las personas les resulta demasiado fácil ponerse excusas sobre porqué no está haciendo nada para cumplir sus sueños. Un coche, un tipo de casa, familia, viajes... todos, cuando comenzamos a tener uso de razón, empezamos a plantearnos unos objetivos que, en la mayoría de las ocasiones terminamos por dejar en el olvido y preferimos seguir una vida lineal, estándar y, en ocasiones, ajena a nuestros principios.

 

     Aunque parezca demasiado idealista, mi primer sueño, cuando comencé a madurar, fue realizar una travesía en bicicleta desde España hasta Kamchatka, Rusia ¿Porqué? no recuerdo bien los motivos y, ahora, desde el tipo de vida que llevo y aunque ese sueño no forme parte de mis prioridades me pregunto una y otra vez porqué, con 20 años, sin obligaciones y con la remota posibilidad que tenía para hacerlo ¿porqué no lo intenté?

 

     En esa época surgieron otros sueños, el primero y en el que más ilusión he puesto ha sido en encontrar a mi pareja ideal, alguien con quien compartir todo, lo que viene siendo una compañera de vida, en eso he tenido toda la suerte que he podido tener y sigo viviendo día a día en ese sueño. Pero, además, surgieron otros pequeños y grandes sueños: desde visitar los grandes monumentos de la humanidad como el Taj Mahal o Angkor hasta realizar un trek por el Himalaya hasta Namche Bazaar o fotografiar en el remoto desierto Blanco de Egipto.

 

     Estas líneas, además de para hacer autoexamen de conciencia (y consciencia), sirve para plantear la situación a quien lo lea: si tienes algún sueño por cumplir no dejes que lo cotidiano te aleje demasiado de la posibilidad de alcanzarlo. Se realista y plantéate los más accesibles primero, la enorme satisfacción en el momento de cumplirlo y la recompensa del recuerdo son sensaciones muy placenteras, esto lo digo sólo un mes después de cumplir uno de mis sueños, con el recuerdo muy fresco de pasar la noche fotografiando en el desierto Blanco.

     


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Dejarse llevar por un desconocido

 

 

    Con la maletas aún a medio deshacer comienzo a escribir estas primeras líneas sobre el que ha sido, sin lugar a dudas, el viaje más complicado que haya realizado jamás: se trata de Egipto. Casi todo el mundo identifica indudablemente este destino con pirámides y la milenaria cultura egipcia, quién conoce un poco más tal vez haga referencia al crucero por el Nilo parando de templo en templo. Pero estos "convencionalismos", si se me permite la expresión,  no son mi estilo.

 

     Cuando viajo a un destino extranjero, especialmente en países en los que la cultura en tan diferente a la mía, me gusta salir de los circuitos turísticos; por lo general el Ministerio de Asuntos Exteriores suele dar una serie de recomendaciones que son totalmente opuestas a tener la oportunidad de integrarte, si existe alguna posibilidad, con la gente de ese lugar. 

 

     La mayoría de personas que visitan Egipto flotan sobre la superficie de una cultura profundamente rica, se mantienen en una burbuja de confianza, seguridad y confort para evitar a toda costa que asome el miedo, fundado o infundado por el desconocimiento y la desconfianza. Esta es la mayor barrera, la del desconocimiento, el miedo a "cualquier cosa" pero siempre, siempre, la experiencia me ha demostrado, y he podido comprobar en otras personas, que el hecho de conocer los peligros reales te hace: por una parte tener la confianza de que algo puede pasar o no, y por otra estar preparado y saber evitar el peligro real.

 

     Mi viaje a Egipto se ha salido de todos los estándares y, cuanto más me he alejado de estos, más profunda y enriquecedora ha sido la experiencia: dejarte llevar por un buscavidas que te ofrece cualquier cosa que te pueda llamar la atención con el único objetivo de obtener una recompensa económica puede ser interpretado como una molestia, un riesgo o un peligro, pero también supone una oportunidad. Mientras recorríamos una parte poco turística del bazar Jan el-Jalili en la zona antigua de Cairo nos "asaltó" uno de estos buscavidas ofreciéndonos una lista interminable de productos y servicios, pero hubo uno que me llamó la atención: visitar una antigua mezquita que no está abierta a turistas.

 

     Una mezquita con 700 años sobre sus muros que parecía sacada de una historia de Las mil y una noches: piedra y mármol negro, pasadizos estrechos y oscuros, madera que parecía llevar allí una eternidad... cualquier detalle que observamos mientras recorríamos ese lugar nos parecía transportar a una época lejana en la que la mezquita, ahora olvidada entre calles sucias y bulliciosas, ofrecía un remanso de paz y espiritualidad a los fieles.

 

     Terminamos subiendo al minarete: unas escaleras de caracol tan estrechas como oscuras se abrían en lo alto a un destartalado balcón de madera, que me ofreció la que para mi ha sido la mejor panorámica sobre Cairo. Espero no olvidar nunca las sensaciones que me invadieron al contemplar la trágica decadencia que se extendía ante mi, aquella extensión casi infinita de tejados constituía un paisaje tan decrépito que rozaba lo sublime, por suerte, creo que si observo esta foto y cierro los ojos puedo transportarme durante un instante a lo alto de aquel minarete para revivir aquella profunda experiencia.

 


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Una vuelta a Pirineos

 

    Desde enero hasta agosto he estado trabajando en la camperización de un Land Rover Discovery. La idea es viajar a África con él pero las circunstancias tanto personales como fronterizas (no quiero nombrar el maldito C**id) no eran las ideales, por eso decidimos hacer un recorrido de aproximadamente 1.500 km para explorar bosques y valles de los pirineos franceses. 

 

     Hay que comenzar desde la base que se trata de un coche muy pesado y con unos años a la espalda, por lo que la velocidad no es su fuerte. Salimos de casa al caer la noche para tratar de recortar camino y, a la mañana siguiente avanzar hasta dónde comenzaban las localizaciones que queríamos visitar, en Foix, al este de los Pirineos franceses. Dormimos esa primera noche en un punto indefinido entre Burgos y Logroño, una pista que entraba al bosque, un kilómetro hacia dentro y ese fue nuestro primer campamento ya casi entrada la madrugada.

 

     La comodidad de la noche no nos permitió madrugar mucho. La camperización no es gran cosa: tableros de madera de okume que forman módulos que encajan para formar cama o dos asientos; cojines de espuma de alta resistencia y viscoelástica; todo bastante sencillo y casero pero tras esa primera noche nos dimos cuenta que era realmente cómodo. Segundo día de camino en el que llegamos hasta Foix, pero los puertos de montaña fatigaban el coche y pasamos casi todo el día en la carretera, pocas paradas y pasando de largo por los sitios marcados para llegar casi de noche a nuestro destino.

 

     El tercer día de nuevo fue una constante de carretera para llegar de noche al aparcamiento del circo de Ansabere, en Lescún, y aquí es dónde comenzó la parte encantadora del viaje recorriendo puertos de montaña, espacios naturales y pueblos realmente encantadores. Disfrutamos de una sensación de libertad plena, caminando por los bosques, al despertar junto a un arroyo, desayunar con los primeros rayos de sol y sin otra preocupación que disfrutar del momento. 

 

     Hemos aprendido que el valor que aporta el viajar de este modo es que puedes hacerlo sin destino, sin poner metas, sin puntos de interés por los que pasar de manera obligada, esto solo hace que enturbiar la experiencia que se vuelve sublime cuando disfrutas de cada segundo. Os dejo esta pequeña galería que representa parte de las experiencias vividas aquellos días.

 

 


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Paisajes que dejaron de existir

     Uno de los peores defectos que pueden tener los que están buscando mejorar en fotografía es la impermeabilidad mental. Es algo que tenía muy claro hace años cuando decidí dar un salto en mi trayectoria fotográfica: leía artículos muy variados en cualquier tipo de publicación que me permitiera ir adquiriendo conocimientos nuevos y variados, así me encontré con un artículo en el blog de José Benito Ruiz en el que pone en valor los paisajes de las Hurdes, y es que muchas veces tienen que venir de fuera a decirte que lo que tienes en casa es muy valioso.

 

     Desde entonces he fallado muy pocos años a mi cita invernal con el valle de Batuecas. En enero, el río Batuecas y sus afluentes bajan cargados de agua, el valle se convierte en un lugar húmedo en el que tímidamente se cuela la luz del sol en las horas centrales del mediodía. Las cascadas y torrentes, junto a los viejos troncos recubiertos de musgo de las zonas más umbrías son una auténtica delicia para nuestras cámaras.

 

      En una de estas visitas me encontré con este grupo de ramas gruesas, encontrar una composición atractiva no me costó demasiado y el resultado fueron unas cuantas fotos que aportaban algo nuevo a mi repertorio. Al año siguiente volví al mismo sitio pero, a pesar de estar seguro que estaba en el mismo lugar, no conseguía encontrar este encuadre por ninguna parte. Miré al suelo y allí estaba caído uno de esos gigantescos alcornoques. Sentí una pena terrible, era un encuadre que de algún modo había dejado de existir pero volviendo al coche encontré muchos otros alcornoques caídos, levanté la vista hacia una ladera dominada por pinos quemados en el último incendio y rápido llegué a la conclusión de que aquel árbol había llegado al final de su vida, en su hogar y rodeado de los suyos; otros no tuvieron tanta suerte, el fuego o la motosierra habían acabado con ellos muchos años atrás.

 

 

 


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Mis 9 favoritas del 2023

 

 

     Resulta irónico que uno de los años que menos he viajado haya sido el mismo que he comenzado la gran aventura de mi vida: la paternidad. La llegada de mi hija ha sido la que ha marcado el camino este año y esto ha sido determinante en cómo, cuándo y dónde he viajado y fotografiado este año.

 

     El destino nos ha llevado en los últimos meses por partida doble hasta Italia, en el primer viaje recorrimos desde la Toscana hasta el sur en plena primavera, y fue al principio de verano cuando, aprovechando el buen tiempo, cuando recorrimos la isla de Cerdeña con nuestro Land Rover camper. Lo cierto es que, a pesar de que la Toscana tiene la fama como destino fotográfico de primer nivel, fue en Cerdeña dónde, tras muchas semanas de planificación fui recorriendo los "hotspots" de costa que yo mismo había localizado y planificado. Unos salieron mal, otros fatal, pero la experiencia con una cámara entre las manos es siempre enriquecedora.

 

     El comienzo del viaje de la paternidad ha hecho que mi atención esté muy centrada en lo que realmente me importa en este momento, por eso las escasas escapadas fotográficas las he hecho muy cerca de dónde vivo, siempre sin dejar atrás mi hogar fotográfico: la sierra del Espinazo, dónde este año he comenzado a poner en práctica una técnica nueva de captura inspirada en Stephen Wilkes, que estoy seguro que va a marcar el modo en que voy a fotografiar a partir de ahora.

     

     Espero que os guste esta selección que con tanto cariño he preparado, muchas gracias por leerme.

  


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Los anocheceres mágicos de África

 

      Namibia es uno de esos sitios en el que a cualquier fotógrafo le estalla la cabeza con la cantidad de lugares atractivos que tiene. En el viaje que hice a este país en 2019 tenía claro que no quería perderme "los grandes": Etosha, Dead Vlei y Spitzkoppe; pero también estaba convencido que, en un país en el que cualquier rincón es infinitamente atractivo y evocador, lugares muy conocidos pero menos populares tenían mucho que ofrecer.

 

     Uno de esos lugares es el llamado "Quiver tree forest" un conjunto de cerros en el que abundan estos árboles (Aloe dichotoma) y que está lejos de cualquier otro lugar de los itinerarios populares por este país. Las circunstancias de mi viaje no me permitieron llegar a este punto en las mejores condiciones fotográficas, arrastraba cansancio y una avería en el coche que nos tenía bastante preocupados, de hecho a punto estuvimos de saltarlo y seguir con el resto del viaje.

 

     Considero que visitar Quiver Tree ha sido de los mayores aciertos del viaje, sentí una acogida muy especial por la gente del campamento en el que está la colonia más atractiva de estos árboles, nos ayudaron con nuestra avería, nos acogieron y nos dieron todo tipo de facilidades para fotografiar. Cuando preguntamos porqué nos ayudaban tan tenazmente la dueña del campamento, de origen alemán, simplemente respondió: "En Namibia la gente se ayuda".

 

     Esta foto representa el escaso tiempo que pasé por la noche fotografiando, pude disfrutar de la soledad de este paisaje mientras observaba una delicada franja aún teñida del naranja sobre el horizonte, en el cénit, la vía láctea se mostraba en todo su esplendor, nunca había visto nada igual. Dicen que los atardeceres en África son mágicos, pero también lo son los anocheceres y, sobre todo, muchas de las personas que te encontrarás en tu camino.


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Un tipo con suerte

 

 

     Hace algunos años por estas fechas el tiempo anunció que nevaría en norte de la península en cotas muy bajas, hice la ecuación: "otoño + nevadas = oportunidades fotográficas". Elegí una zona que conocía poco sobre el terreno pero muy bien sobre el mapa, Vegabaño, al norte de la provincia de León. Al subir el puerto del Pontón, que delimita la vertiente norte de la sur comenzó a nevar, las predicciones estaban acertando con precisión. 

 

     Al aparcar en Soto de Sajambre caía una lluvia muy fina, pero a medida que ascendía hacia Vegabaño se iba transformando en nieve gradualmente, llegado a un punto, esa nieve fina y húmeda se convirtió en una tormenta y me cobijé debajo de unos árboles.  Saqué la capa impermeable y empecé a proteger mejor el equipo. Cuando estaba debajo de los árboles me llamaron la atención estas ramas y disparé varias fotos combinando esas ramas con el fondo difuminado por la nieve.

 

     Os he contado esta batallita para poner de manifiesto la suerte que tuve aquel día al poder capturar algunas fotos en las que el invierno se combina con el otoño, pero muchas veces no se trata de suerte. En un artículo de El Paisaje Perfecto (www.elpaisajeperfecto.com) analicé hace tiempo las 5 características del fotógrafo con suerte, una especie de patrón que se repite en aquellos fotógrafos que consiguen capturas que han sido bendecidas por lo que parece un toque divino más que por el propio esfuerzo y capacidades del fotógrafo.     

     

 

 

     En el mundo de la fotografía cualquiera puede tener suerte, pero a los afortunados les sorprende trabajando. La mayoría de golpes de suerte están motivados por la preparación, la tenacidad, los conocimientos, la tenacidad y la capacidad para aprovechar las oportunidades más que por esa intervención divina.

 


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Figura humana en el paisaje

 

 


       En diciembre de 2014 publiqué la segunda edición de la revista digital "El paisaje perfecto", que recopilaba todos los artículos publicados a lo largo de ese año en el blog homónimo. De la página 98 a la 113 desarrollo el concepto de la figura humana en el paisaje como recurso compositivo y narrativo: desde una introducción de la mano de los referentes que se pueden tomar como inspiración, cómo influye la figura en el paisaje, para terminar con una recopilación de consejos sobre técnica y composición.

 

      No pude resistirme a desarrollar un tema que me causaba cierta controversia: en aquellos años me centraba exclusivamente en que mi fotografía fuera de paisaje natural, descartando cualquier elemento humano, pero era consciente del potencial de la figura humana en un paisaje, de este modo decidí superar lo que se suele llamar la zona de confort para estudiar este recurso que he ido aplicando posteriormente a lo largo de los años.

 

     Una de las maneras en las que influye una persona dentro de una escena paisajística es que puede dimensionar la escena para transmitir una aproximación de la escala del resto de elementos del paisaje. En el caso de las personas, casi minúsculas, que aparecen en la parte superior izquierda, tienen como objetivo que el espectador aprecie la dimensión de la duna por la que suben. Su posición también es determinante, tan cerca del margen crean desconcierto, pero además no es puramente intencionado, pues tuve que cerrar el encuadre para que no se viera nada de cielo, de este modo, con un fondo que es otra duna, si se interpreta como tal, la percepción del tamaño de esta última puede ser de monstruosidad.

     

 


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El terremoto de opiniones

 

 


       Recientemente se ha producido uno de los peores terremotos de la historia de Marruecos, un suceso que me ha impactado especialmente porque conozco la zona más afectada, pero sobre todo me ha impactado que justo un año antes del terremoto estaba viajando por la zona del epicentro.

 

     Cuando ocurren este tipo de desgracias la gente puede sacar su peor o su mejor cara. Pero pululando por redes sociales creo que existe una tendencia a decantarnos por manifestar la opinión más controvertida, posiblemente para atraer mayor flujo de interacciones. Sea por lo que sea, en lo que refiere a la ayuda que España pudiera brindarle a Marruecos en una situación tan terrible como esta, la gente parece que nuestra opción con país sería negar todo tipo de ayuda argumentando dos cuestiones: la primera, que su Rey es vergonzosamente rico y debería ayudarles él; y la segunda, que el porcentaje de marroquíes en cárceles españolas es mayor que el porcentaje de trabajadores en activo.

 

     Cuando justificamos nuestras malas acciones basándonos en otra lo único que estamos haciendo es colocarnos en un nivel más vil que la avaricia del Rey de Marruecos o de la criminalidad de los marroquíes que citan. Todos los que opinan esto deberían recorrer esas aldeas del Atlas, son gente humilde, de origen bereber; en esos pueblos, especialmente en los que tienen un tamaño considerable, tratan de exprimir a los turistas, es cierto, pero os puedo asegurar que he encontrado más hospitalidad y ayuda que en la mayor parte de los lugares del mundo que he visitado.

 

     Por eso, siento mucha rabia y desprecio hacia aquellos que lanzan este tipo de comentarios sin pensar que los afectados son ya víctimas, pero sobre todo son extremadamente hospitalarios y respetuosos. Y esto lo digo basándome en mi experiencia: perder un paquete de opacadores del camper y que te persigan durante 20 kilómetros para entregártelos sin que te den la oportunidad de pedir nada a cambio es un gesto muy honorable; que te vean perdido y un poco cohibido recorriendo las calles de Sidi-Ifni, y que llegue un anciano que recordaba hablar el castellano de época colonial para darte la bienvenida y que te sientas más a gusto en su ciudad es un gesto muy hospitalario.

 

     Marruecos es un país extremadamente rico en cultura, naturaleza y paisajes que tendemos a infravalorar, sin ser conscientes que los verdaderos perjudicados en esta valoración negativa somos nosotros mismos. Un ejemplo de los lugares mágicos de Marruecos es el lugar en el que hice esta foto: el valle de granito rosa de Tafraoute, muy cerca del epicentro del terremoto, un lugar tan mágico, especial y bello al que tengo que volver.

     

 


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El regalo del elefante

 

 


       Los términos medios en Escocia no son algo frecuente en lo que a clima se refiere. Cuando hice esta foto estaba llegando al final del viaje y sólo había encontrado dos extremos: cielos cubiertos, niebla y lluvia o cielos planos, sol y falta de oportunidades fotográficas. Aquella mañana, cuando salí de la autocaravana antes que el sol, ya sabía que en lo que al clima se refiere no iba a encontrar mi opción preferida.

 

     Me disponía a fotografiar esta conocidísima formación llamada Fiddle Rock, nombre que se le atribuye por su similitud con la punta del arco de un violín; por cierto, "Fiddle" significa violín en inglés ¿lo sabías? yo lo descubrí buscando información sobre este lugar. Pues bien, al llegar aquella mañana a la roca di unas vueltas improductivas antes de que llegara la luz atractiva que nunca llegó, tras dar unas vueltas descubrí que una buena perspectiva podía ser la única posición que estaba ocupada y en la que no había espacio para más de uno. Volví a mi segunda opción para tener una buena perspectiva de la roca y un grupo de franceses pululaba de un lado para otro sin dejarme la posibilidad de tener un buen encuadre. Todo conducía a una sesión improductiva.

 

     Mi resignación y yo nos sentamos en una roca a observar el extraño comportamiento del grupo de franceses, a imaginar que el fotógrafo que estaba en la posición que me gustaba estaría haciendo buenas fotos, a contemplar la roca y darme cuenta que para mi percepción era un elefante con la trompa en el mar; pero, sobre todo, allí sentado disfrutaba del sonido del mar, la brisa y los primeros rayos de sol sobre la roca.

 

    Con los primeros rayos el fotógrafo se levantó y se dispuso a marcharse, le había hecho varias fotos pero mientras recogía disparé varias ráfagas. Para mí, la más interesantes es esta, en la que parece enfrentado al elefante. Aunque siempre suelo mantener el jpg procesado lo más fiel posible a la captura, en esta ocasión he sido un poco permisivo conmigo mismo tratando de aplicar unos ajustes en el color para darle el aspecto de la película Kodak Chrome, tan popular entre los fotógrafos de naturaleza y viajes de hace años.

 

   

 

 

      

 


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El error predestinado

 

 


       Cuando exploramos un sitio del que no tenemos ninguna referencia fotográfica, es muy frecuente que nos topemos con localizaciones a las que llegamos por nuestra propia intuición. La experiencia para unos, la suerte para otros, nos ponen delante del encuadre ideal en kilómetros cuadrados pero nosotros mismos somos quienes nos empeñamos en desperdiciar una y otra sesión sin obtener buenos resultados.

 

     La imagen que ilustra este artículo muestra una perspectiva aérea de la mejor colonia de erizón que he encontrado en la sierra del Espinazo, con la cumbre homónima al fondo, estos erizones se encuentran en el lugar desde el que la discreta montaña nos muestra su mejor prominencia. Incluso me atrevería a afirmar que todo encaja hasta tal punto que está más que correctamente orientado el encuadre para poder conseguir excelentes luces de atardecer.

 

     Pues este verano he vertido mis escasos recursos fotográficos en tratar de obtener "la foto" de esta localización. Desde que fuera por primera vez en 2014, he ido repitiendo de paso y sin mayores pretensiones en este lugar, pero este año la idea era pillar la colonia en su climax de floración pero no pudo ser. Estaba predestinado a equivocarme, por algún motivo que no entiendo aún, estaba convencido que esta floración se iba a producir a mediados de julio, si a esto le sumamos un año que no ha sido especialmente cálido en esa zona decidí probar suerte el 20 de julio y, sin examinar detenidamente las plantas concluí que aún no había llegado el momento. Cuando volví 10 días más tarde esperando encontrar la floración es su estado óptimo fue cuando realmente me di cuenta que estaba equivocado, ya había pasado y había perdido la oportunidad.

 

     No se debe dar nada por sentado cuando hablamos de naturaleza, sigue sus propios ritmos y, salvo que contemos con conocimientos ténicos-científicos o podamos orientarnos por otras personas, debemos ser meticulosos cuando nuestras fotografías dependen de una etapa de floración, una otoñada o cualquier fenómeno similar. Equivocarme me ha servido para no dar por sentado ¿acaso este otoño esperarán los bosques al puente de noviembre para que las hojas muestren sus colores dorados?

 

   

 

 

      

 


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Las reglas del aire

 

 


       En el mundo de la fotografía cada disciplina cuenta con sus propias "reglas" para cada situación, pero cuando nos elevamos sobre el terreno todo adquiere una nueva dimensión y estas reglas son totalmente diferentes. Para los que fotografiamos siempre es muy motivante tener la oportunidad de explorar nuevas técnicas, escenarios y composiciones, pero para la fotografía aérea (en mi caso con dron) es todo tan diferente que parece que volvieras a comenzar desde cero.

 

     Me arriesgo a perder tu interés si digo que la primera regla de la fotografía aérea no es puramente fotográfica, el espacio aéreo está regulado por por unas normas propias y esto incluye cualquier aparatito, por muy pequeño que sea, que estemos utilizando para fotografiar. Áreas militares, espacios naturales y zonas de influencia de aeropuertos es sólo la punta del iceberg de los lugares que nos deben motivar a consultar la app Enaire antes de desplegar las hélices.

 

     Pero no son estas reglas las que me han motivado a dejar aquí estas palabras, si no las fotográficas y es que cuando elevamos nuestra cámara hacia los cielos, todo cambia. Desde la localización a la composición, motivado porque nuestro punto de vista es otro y esto es un reto que nos obliga desde un primer momento a cambiarlo todo para preparar una sesión: ya no vas al mismos lugares, sales a diferente hora, el equipo se reduce a una maletita de menos de un kilo...

 

     Te animo a que no tengas ningún reparo, si tienes la oportunidad, en fotografiar con dron. Mi primer consejo sería que consultes Enaire y, si vives en una zona en la que no hay restricciones permanentes o tienes fácil acceso a una zona de estas, en ese caso tienes acceso a un mundo nuevo y a ver el mundo desde una perspectiva nueva, motivadora y con infinidad de posibilidades para nuestras mentes fotográficas inquietas.

 

   

 

 

      

 


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Fotos para sentirnos orgullosos

 

 


      Hace mucho tiempo que aprendí a diferenciar entre las fotos que les pueden gustar a los demás y las que te gustan a ti mismo, y esto no es una lección fácil de aprender. Lo más lógico es valorar nuestras fotos desde dos extremos: por lo general nos encantan o las detestamos. Entre estos dos extremos se encuentra esa gran masa de fotos condenadas a pasar la eternidad en el olvido, de disco en disco, de copia de seguridad en copia de seguridad. Pero ¿te has preguntado porqué te puede llegar a gustar mucho una de tus propias fotos?

 

     Una de nuestras fotos nos puede encantar por dos motivos: el primero, y más banal, porque le guste a los demás o porque haya sido valorada positivamente por un jurado en algún concurso (de belleza); el segundo motivo por el que nos puede gustar es porque simplemente encaja a la perfección en nuestro criterio estético. Tu libertad creativa comienza en el momento que te dejen de gustar tus fotos simplemente porque le gusten a los demás, como fotógrafo estás condenado si te resulta satisfactoria la recompensa que puedas obtener en las redes sociales.

 

     Pero creo que hay fotos que nos pueden gustar o no, independientemente de esto hacen que nos sintamos orgullosos de ellas. Esta foto representa un hito para mi, pues es la culminación (o el comienzo de una nueva etapa) en el proyecto fotográfico que comencé hace unos 10 años en la sierra del Espinazo, al norte de Extremadura. Su luz, el encuadre, el momento... todo en esta foto está ahí para decirme: "te lo propusiste y lo conseguiste".  

 

   

 

 

      

 


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Grande-Pequeño

 

 


     Nunca busco este tipo de yuxtaposiciones en fotografía, siempre prefiero que surjan de manera subconsciente; a la hora de valorar mis fotos parece que me produce más satisfacción si encuentro estos recursos estilísticos a posteriori, en lugar de ser consciente de ellos durante la sesión. Cuando esto me pasa es como si le diera una palmadita en la espalda a mi subconsciente, como si le dijera: "bien hecho".

 

     Es imposible tomar constancia de todos los recursos técnicos, estéticos, estilísticos, compositivos,... que conocemos durante una sesión, ante esta situación yo, en mi opinión, es mejor dejarse llevar por lo que nos llama la atención, sin cuestionarnos porqué, sin estar pendientes de qué queremos hacer, simplemente hacer. De lo único que hay que estar pendiente, siempre, es de nuestra propia seguridad, el oleaje ese día en esta playa era tremendo y la piedra pequeña sólo quedaba al descubierto cuando las olas retrocedían y, con el mar agitado, eso significa que una ola de más de dos metros viene detrás. 

 

      

 


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Castillos, misterio y felicidad

 

 

 

    Han pasado unos meses desde el viaje a Escocia y, al repasar algunas fotos, me doy cuenta que ha predominado un aura de misterio y magia. Pero también recuerdo aquellos días con nostalgia y con la agradable sensación de haber vivido algunas experiencias únicas.

 

     Carreteras estrechas que cruzan montañas, rodean lagos, cruzan lagos y rodean montañas, un laberinto a lomos de nuestra casa con ruedas que siempre terminaba en paisajes de ensueño. Recorriendo aquellas carreteras, para ir de una a otra y otra de las localizaciones que había seleccionado, ahora siento que el viaje estuvo pasado por un tamiz de misterio, tal vez por nuestro ritmo de viaje pausado.

 

     Solíamos levantarnos sobre las 6:30 de la mañana muy cerca de alguna de las localizaciones que tenía preseleccionada para el amanecer. Desayuno de campeones en la autocaravana, recién cocinado al fuego y, con las primeras luces, sesión de amanecer. Recorríamos trayectos que discurrían por paisajes bucólicos con algunas paradas en algunos de los sitios que nos gustaban. Un sándwich a media mañana para almorzar y poco después llegábamos a lugar elegido para el atardecer, si !!el atardecer comenzaba sobre las 14:00!!

 

     Cuando se ponía el sol solíamos salvar un trayecto hasta el lugar en el que parábamos la autocaravana para dormir cerca de la siguiente sesión de amanecer. Las tardes las pasábamos en la autocaravana, muy tranquilamente, al contrario de lo que solemos hacer con otros viajes que se nos puede llegar olvidar comer y beber. Una cerveza, cena y listos para dormir y comenzar temprano al día siguiente.

 

     Para mi esta foto es el fiel reflejo de aquellos días en los que nuestra soledad, las largas noches, el misterio de los castillos, los paisajes bucólicos y la tranquilidad fueron el común denominador de un viaje inolvidable a Escocia.

      

 


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Fetichismo fotográfico

 

 

 

    La fotografía despierta pasiones, no se puede negar, pero la práctica es un mundo distinto para cada uno de los que nos lanzamos a la aventura con una cámara entre las manos. La foto que ilustra este artículo puede parecer un paisaje montañoso cualquiera, pero tiene detrás una historia de emociones intensas, te cuento.

 

     Este lugar es el valle de Tafraoute, en el Antiatlas marroquí, una zona muy remota entre las montañas que requiere al menos un día para llegar y otro para salir. En un viaje de dos semanas recorriendo Marruecos por libre no es tan descabellado incrustarlo en el itinerario. Desde un punto de vista fotográfico no es un lugar que pueda ofrecer  unos resultados extraordinarios, analizados desde una perspectiva objetiva pero, aquí viene el fetiche: no puedo resistirme a los paisajes graníticos, por eso, cuando leí que había un valle de granito rosa en Marruecos, sabía que iba a disfrutarlo demasiado.

 

     Fotografío recurrentemente en el Espinazo, en Extremadura, suelo ir a Gredos; una de mis mejores experiencias fotográficas ha sido el Spitzkoppe de Namibia, me lo he pasado como un enano en la Pedriza madrileña... todos los sitios que me resultan más atractivos están ligados al granito. Lo he pensado y es mi fetiche fotográfico, para mí, sobrepasa lo mundano y cuando tengo un paisaje granítico frente a mi cámara, las sensaciones que me invaden entran en un plano sobrenatural. Por eso, el día que tenga delante al Ben Amira o el Capitán el orgasmo fotográfico está asegurado.

 

      

 


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¿Cuánto tiempo necesita una foto?

 

 

   Si os planteo el reto de pensar cuánto tiempo requiere una foto es muy probable que comencéis a sumar a la factura la planificación (si es que la hacéis), viajes y trayectos a pie, el tiempo en el lugar e incluso, algunos añadiréis a la cuenta el tiempo de edición y postprocesado. Al preguntar por el tiempo de una foto me refiero exclusivamente a al tiempo que se necesitáis, tu subconsciente y tu, para llegar a un resultado. 

 

   Lo más sencillo es planificar, desplazarse, disparar, volver, editar y listo; pero en este proceso hay un tiempo muy variable y en que me gustaría indagar y el es tiempo que transcurre desde que llegas a un lugar, a un encuadre, una foto... desde que realizas el primer disparo hasta que lo agotas, por lo general, porque has obtenido el mejor resultado posible.

 

   Lo que más me sorprende al reflexionar sobre ese tiempo que hay unos factores que son muy variables en cada persona y en cada momento de esa persona. Dos fotógrafos en un mismo lugar con las mismas condiciones ambientales y un equipo fotográfico exactamente igual nunca van a agotar ese encuadre en el mismo momento ¿Quién terminará antes? influye como se encuentre (hambre, sueño, frío... cualquier factor que pueda alterar la concentración), su voluntad para trabajar en esa foto, el tiempo del que dispone (si vas en grupo y comienzan a marcharse el resto...) pero lo que más me interesa está más adentro por lo general terminará el que tenga menos bagaje fotográfico: su subconsciente tendrá un registro mayor al que recurrir para seguir innovando.

 

   Para mi, este es uno de los aspectos más mágicos de la fotografía, que hay algo que está dentro de ti que tiene que conectar de algún modo con lo que tienes delante. Las capacidades, influenciadas por una infinidad de factores, que cada cual tiene para conectar sus conocimientos con lo que fotografía creo que sería la definición más pura de creatividad o, más bien, capacidad creativa.

 

 


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Mis 9 favoritas del 2022

 

 

     Son sólo 9 imágenes, pero tienen la capacidad de transportarme de vuelta a los miles de kilómetros en carreteras y caminos, decenas de noches bajo las estrellas, frío, lluvia, el calor insufrible del desierto... pero sobre todo son capaces de recoger las memorias del año más intenso que recuerde, en cuanto a viajes y fotografía se refiere.

 

     Si tengo que resumir en dos palabras este 2022 lo tengo clarísimo: Land Rover. Nuestro Discovery camper ha sido el protagonista indiscutible de los viajes de este año. Las escapadas por la península han sido incontables: Duratón, Alentejo, Costa Occidental asturiana, Cantabria, Urbasa, Bosques de León, Costa vasca... y es posible que alguna me quede atrás. Pero la corona la tienen dos grandes viajes "Overlander". El primero de ellos por la costa Azul francesa, Provenza, Piamonte, Alpes, Suiza y vuelta; y el segundo, una vuelta de 5.000 km por Marruecos incluyendo las zonas más remotas del desierto. Me cuesta creer que el obturador continúe vivo después de los miles de disparos de este año, pues la guinda del pastel ha sido Escocia en noviembre, un viaje puramente fotográfico en autocaravana en el que he tenido la oportunidad de disfrutar de paisajes en los que me dolía el dedo de tanto disparar (también un poco por el frío).

 

    Pues aquí cierro el año fotográfico, no sin antes mencionar mi malogrado dron, que debe seguir encallado en un risco de la provincia de León, pero que antes de irse me ha dejado varios miles de fotos, una de ellas tiene cabida en esta selección. Afronto el 2023 con la sencilla esperanza de que, si es la mitad de bueno para mi que el 2022, ya será un gran año.

 

     Espero que os guste esta selección que con tanto cariño he preparado, muchas gracias por leerme.

 

 

 

 


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La última foto con mi dron

 

    Podría haber sido una sesión como cualquier otra, pero no, aquella tarde parecía que estaba destinada a ser la última tarde con mi dron. Fin de semana por los bosques del norte de la provincia de León y para el dron tenía preparada una sesión en la hoces de Vegacervera, un precioso cañón excavado por el río en un prominente monte calizo.

 

     La sesión en la hoces me dejó sin habla nada más comenzar, las tomas de vídeo eran tremendas: entre las paredes de roca  seguía al coche por la carretera sinuosa que recorre el fondo del cañón. El sol se colaba desde el fondo para crear un juego de luces que destacaba por el claroscuro pero suavizado por la luz que refleja la roca blanca de las paredes, la sesión me iba a dejar material de vídeo y fotos de un nivel buenísimo.

 

     Al final del cañón paramos para planificar la última toma, el dron pasaría entre dos curvas del cañón para intensificar la sensación de dramatismo grabando cerca de las paredes. Seguí la regla de oro al volar un dron marcha atrás: antes debes haber pasado hacia adelante y, sin desviar la trayectoria, realizar el vuelo hacia atrás. Cometí un error fatal.

 

     Justo antes de comenzar a volar hacia atrás, después de haber seguido la regla, moví el mando en un descuido pero volví a colocarlo en la misma posición, o al menos eso creía yo. Un minúscula desviación en el eje provocó que 100 metros más atrás se tradujera en que el dron se había desviado varios metros de su trayectoria hacia delante y chocó contra la pared. Es una sensación horrible ver la imagen del dron dar vueltas mientras intuyes que a 100 metros cae rodando pared abajo. El dron quedó enganchado en unas ramas (tal como se ve en la foto de abajo) y allí es posible que siga dos semanas después. Trataron de rescatarlo al día siguiente unos escaladores, pero no hubo suerte.

 

     Después de 200 horas de vuelo y más de 1000 fotos allí se separó mi camino con ese pequeño aparato. Parece mentira que pueda llegar a establecerse un vínculo emocional con una máquina inanimada pero ese dron ha sido el responsable de materializar mis ilusiones fotográficas y haberlo perdido de ese modo me deja un hueco creativo muy importante. 

 


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Con los pies en la tierra

 

 

     Todavía me cuesta creer que haya tanta gente que ignora que a sólo unas horas tenemos un paraíso para la aventura que se llama Marruecos. Recién llegado, aún me cuesta bajarme de la nube y poner los pies en la tierra, aún sigo en esa burbuja de evasión, libertad y horizontes infinitos; aún sigo con la mente a 1000 por hora tratando de resolver los inconvenientes que nos surgían cada día, días en los que sabíamos dónde comenzábamos pero no sabíamos dónde acabaríamos.

 

     Cuando planeamos el viaje por Marruecos teníamos clara cual era la primera premisa: no definir una ruta, simplemente resaltar en nuestro mapa los lugares más destacados e investigar un poco sobre cada uno de ellos para dejar que el resto vaya surgiendo de manera espontánea. En un lugar en el que las distancias no se miden en kilómetros, si no en tiempo, es fundamental no depender de un plan para que el plan sea perfecto.

 

     Han sido días de cansancio, calor (mucho calor) e, incluso a veces, incertidumbre; pero todas estas emociones empequeñecen ante los inmensos horizontes del desierto, las luces de tormenta en el Atlas, la bondad que te transmiten algunas personas que te cruzas en el camino y, sobre todo, la sensación de libertad: ese momento en el que no sabes cuántos días llevas viajando, cuantos te quedan ni qué día de la semana o del mes estás, es cuando realmente desconectas de la monotonía. 

 

 

 

    Hace sólo unos días estábamos durmiendo bajo las estrellas en medio del desierto de Erg Chegaga, cruzando Iriki subidos a la baca a toda velocidad, ensimismados con las manadas de camellos, burros, addax, gacelas... hemos conectado de algún modo con el aislamiento de los pueblos más remotos del alto Atlas, nos hemos puesto a prueba a temperaturas de hasta 45 grados y también hemos puesto a prueba a nuestro coche conduciendo durante más de 10 horas seguidas cruzando pedregales y campos de dunas. Todo lo bueno nos lleva a recuerdos agradables pero todo lo malo nos enseña a apreciar los pequeños lujos cotidianos como una botella de agua fría en la nevera o una ducha. Nuestros cuerpos han vuelto a lo cotidiano, pero nuestros corazones aún siguen suspensos en la libertad, la evasión y la aventura de estos días por los lugares más remotos de Marruecos.

 


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Cómo y cuándo fotografiar el arco de Mesquitero

 

 

     Lo cierto es que conseguí llegar al arco, muestra de ello es esta foto. Una foto a media mañana, una luz tan penosa que casi no se me ocurren condiciones peores, pero lo importante es la lección que me traigo: con la mar no hay margen de error, la marea marca cuando y cómo; el arco de Mesquiteros es el ejemplo ideal para esto.

 

     Sabía que hay un paso en el acantilado que sólo queda accesible con la marea a un nivel determinado. Con las mareas vivas y un índice muy alto de mareas sabía que se complicaba la cosa, además, estas mareas coinciden con el amanecer y atardecer, aún así me aventuré a ir. Al llegar allí vi pude ver como era imposible pasar a medida que el sol se acercaba al horizonte, esto es lo que llamo sufrimiento fotográfico, tener un acontecimiento extraordinario frente a tus narices y no poder fotografiarlo. Lo peor de todo era darme cuenta que por la mañana tampoco iba a poder pasar para el amancer, las indicaciones sobre las mareas de mi amigo Senén Cadenas se cumplian casi al minuto.

 

     Fotografié el crepúsculo, cuando apenas se podía intuir el arco recortado contra el cielo nocturno, allí me encontré a Marcus Medwed, que se ha venido desde Alemania en su autorcaravana para pasar 3 semanas fotografiando la costa norte de la península. A la mañana siguiente algo parecido, con el sol en lo alto pasé para conocer el sitio de día, pero al amanecer me encontré a otro pobre que había intentado llegar y no había podido.

 

     De vuelta a casa no dejaba de darle vueltas y me parecía muy cruel planificar un viaje y no poder hacer la foto por no contar con la información suficiente. Por eso, lo primero que creo que hay que tener en cuenta es dónde está el arco, límite de mareas, cuál es el paso y dónde dejas el coche en la zona de la playa de Campiecho:

 

 

 

    Pero mucho más importante que esto es saber cuándo se puede cruzar el punto en el que el acantilado corta el acceso. Para ello hay que saber que el paso queda libre en una marea de +0.25 m aproximadamente (si está subiendo no te arriesgues porque quedas atrapado 6 horas y si hay temporal tal vez no lo cuentes). Con esta premisa he calculado para los próximos meses cuándo queda el acceso libre y he contrastado esta información con la franja en la que se pueden encontrar luces favorables del amanecer y atardecer. Para ello he realizado la siguiente tabla: 

 

     Su interpretación es muy sencilla, por ejemplo, en la columna de la izquierda buscas el día que quieres fotografiar el arco: el 11 de septiembre. Ese día tienes luces favorables desde las 7:00 h a las 8:30 h pero la marea no te va a permitir pasar hasta las 8:00 h, vas a estar muy justo ¿verdad? Ese mismo día para el atardecer lo tienes un poco mejor pues las luces favorables comienzan a las 20:00 h el paso se abre a las 20:30 h. Pero si realmente quieres tener la certeza que puedes pasar debes hacerlo con las "mareas muertas".

 

     Para consultar las mareas yo siempre utilizo tablademareas.com, es muy sencillo y te muestra de forma visual la curva que toma la marea a lo largo de cualquier día, recuerda que para que puedas pasar la línea debe estar (aproximadamente) por debajo de cero. Esta información la contrastas con cualquier web que te indique la hora de puesta, salida de sol y amanecer/náutico (al menos) y ya tienes las herramientas para que no se te frustre una bonita sesión fotográfica en uno de los puntos estrella de nuestra costa.

 

 


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Los paisajes del corazón de Europa

 

 

     No puedo comenzar diciendo que el recorrido que seguimos fuera improvisado, viajamos con nuestro Land Rover camper y esto requiere en muchas ocasiones tener que programar (aproximadamente) dónde paramos a dormir. También sabíamos que queríamos ver la costa Azul francesa, tal vez Valensole en la Provenza, también tenía ganas de volver a Suíza... el resto fue improvisación y recurrir a los miles de localizaciones que tengo guardadas.

 

     El día que comenzamos realizamos una tirada larga hasta Pau, en el sur de Francia para dormir en el Bôis du Commander (Bosque del comandante pero mola más como suena en francés). A la mañana siguiente salimos temprano para llegar, en nuestro primer día real de aventura a visitar Arlés, la mítica ciudad de los pintores impresionistas, y el parque natural de Camargue, un paraíso para la observación de aves, especialmente flamencos. No sabíamos dónde pasar esa noche y vimos que nos quedaba cerca el parque natural de Alpilles y digo con casi total seguridad que ha sido el lugar más idílico en el que hemos pasado una noche en todo el viaje.

 

 

 

     Tercer día y tocaba el turno del parque nacional de Calanques, sitio que nos decepcionó: primero por la masificación y, segundo, por las amplias expectativas que teníamos. Decidimos continuar por la costa azul para llegar a la zona de Tolón, más concretamente a la playa de Estagnol, y esta si fue interesante: unas rocas preciosas para fotografiar y una playa idílica típica mediterránea: agua turquesa, arena blanca y grandes pinos alrededor. 

 

     Desde costa Azul hicimos una pequeña inmersión en la Plateau de Valensole para visitar los populares campos de lavanda. Desde que tengo uso de razón fotográfica quería tener frente a mi cámara estos campos y la verdad es que no decepcionaron, es imposible describir con palabras las sensaciones que se viven allí porque hay un factor que las letras o las imágenes no pueden reflejar con fidelidad: el olor a lavanda que invade el ambiente. La zona es muy agradable y las posibilidades para dormir eran muchas, nos apartamos a un bosque para seguir fotografiando a la mañana siguiente.

 

 

 

 

     Dejamos Valensole para avanzar por la costa, visitar Mónaco y retirarnos a dormir a Tende, en el Parque Nacional de Mercantour. No es un centro turístico de primer nivel pero el valle de río Roya, del que seguramente no habrás oído hablar en la vida parecía anclado en el tiempo, es como volver a los años 50. Agreste, genuino y con un aire de misterio que hizo que la experiencia en esta zona fuera especialmente intensa.

 

     Un derrumbamiento en un puente del valle del Roya hizo que tuviéramos que desandar camino para tratar de llegar al Piamonte y Turín por la costa pero esto nos permitió disfrutar de algún pueblo más de costa como San Remo. Turín nos decepcionó, poco que decir, con lo que tras una fugaz visita nos fuimos a pasar la noche más horrible de camper que recuerde: rodeados de campos de arroz, edificios tétricos abandonados, arañas del tamaño de un puño, millones de mosquitos tigre por todas partes... pero entre aquel infierno se erguían las ruinas del templo de la Madonna delle Vigne.

 

 

     Cansados de calor, insectos y noches tórridas decidimos orientar la siguiente etapa hacia el norte y el increíble lago Orta nos recibió con una zona camper increíble, monumentos, un pueblo tan acogedor como genuino y la bucólica isla San Giulio. Nos recreamos en el lago, casi más que en ningún otro sitio del viaje para la mañana siguiente afrontar el trayecto más complejo para nuestro Land Rover adulto: atravesar los Alpes. Lo hicimos por el paso de San Bernardino y lo cierto es que, incluyendo dos paraditas técnicas para disfrutar las vistas, se nos hizo sencillo. Pasamos la tarde en Liechtestein, su capital Vaduz, visita exprés pues tampoco da para mucho para terminar en una granja a orillas del lago suizo de Lucerna para pasar la noche.

 

     Aunque los días nos estaban cundiendo éramos conscientes que Suiza era nuestro último país, pero aún quedaba mucho camino por recorrer en este pequeño gran país. Visitamos Lucerna y nos dirigimos a Interlaken y de ahí a Kandesteg para coger el teleférico a Oeschinesee, lugar mágico que visité en mi infancia y que me trae grandes recuerdos. Pasamos la noche en un bosque cercano a Interlaken para consultar la meteo y decidir que el día siguiente pasaríamos el Fulka pass y visitaríamos el glaciar Aletsch, y así fue.

 

 

     Me equivoqué de teleférico, el mejor es el de Fiesch, sin embargo con el de Betten tuvimos la oportunidad de quedarnos a los pies del pico Bettmerhorn y subir los últimos metros hasta su cumbre. Vistas increíbles del glaciar y vuelta en un teleférico atestado de turistas. Bajamos por el valle hasta Martigny, un valle repleto de viñedos y con una luz de atardecer preciosa que se colaba entre las cumbres más altas de los Alpes. Al anochecer llegamos a Gruyéres, si, el pueblo del queso, que no sólo tiene una gran oferta gastronómica, si no que además es realmente encantador. Pasamos la noche en un bosque cercano al pueblo para repetir visita a la mañana siguiente. Tras Gruyéres pusimos rumbo a Berna, la capital, visita nostálgica a la ciudad en la que pasé varias temporadas de mi infancia y al caer la tarde nos fuimos dormir a orillas del lago Neuchatel, esto se acaba. 

 

     Nos quedaba el último día, o visto de otra manera, el día que emprendíamos la vuelta. Por la mañana visitamos las Gorges de L'Areuse y me sucedió una de las cosas más extrañas que he vivido en mi vida. El sitio es idílico, el río se encajona en un estrecho cañón de bosque atlántico, eso en otoño tiene que se una gozada pero aquel día nos encontramos varias señales (una de ellas de un chico que se había matado allí hacía pocos meses) que nos indicaron que no parecía buena idea estar allí. Visitamos el monasterio de Rommanmotier-Envy y de ahí nos fuimos a comer y dar un baño al lago Ginebra. Y llega el final, o el principio de la apoteósica vuelta de unos 1500 km hasta casa.

 

 

 

     Con tantos días rodando por sitios tan fotogénicos tengo que decir que muy mal se tiene que dar para no hacer alguna captura memorable. Me traigo algunas fotos buenas, pero sobre todo grandes recuerdos y la satisfacción de haber disfrutado una experiencia única, nómada y encantadora.


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El mes de las flores

 

 

     Algunas veces con más entusiasmo que otras, cada año por estas fechas retomo la recopilación de especies para mi herbario fotográfico. Este año, en lo que a la parte fotográfica se refiere, apenas he recopilado media docena de especies, el verdadero trabajo no está detrás de la cámara, si no detrás de la pantalla del ordenador para identificar la especie recopilada. Por eso me he lanzado a renovar las plantillas y a incluir una nueva categoría de fichas que, tengo que reconocer, que me resulta muy motivadora. Esta nueva plantilla, manteniendo la estética y la estructura general, incluye algunas novedades con respecto a la anterior:

 

 

 

1. A las categorías existentes de Cultivo, Forestal, Fungi, Herbáceas y Jardinería se incluye la de Botánico. Esta categoría, que podría incluirse en la de jardinería, prefiero diferenciarla para incluir especies que se encuentran en colecciones de Jardines Botánicos y centros de investigación, para de ese modo dejar la categoría jardinería exclusivamente para aquellas especies cultivadas en el ámbito doméstico o público exclusivamente con fines ornamentales.

 

 

2. He tenido constancia que, aunque no han llegado a ser con fines comerciales, hay algunas fichas de mi herbario que se han usado en el ámbito público sin citar la fuente y sin autorización. Mi única motivación a la hora de realizar este trabajo es la de disfrutar del proceso de creación, sin embargo, quiero dejar presente que si alguien quiere compartir el contenido debe informar y citar la fuente.

 

3. La estructura de la etiqueta se ha modificado para dejar espacio a más información. Especialmente en las fichas de botánico no tiene sentido hacer referencia a "Hábitat y protección"; considero más correcto hacer referencia al hábitat originario e incluir información sobre el Botánico o institución en la que se ha recolectado la especie.

 

4. ¿Cómo no? se trata de un herbario fotográfico y, como tal, debe aportar información sobre la técnica fotográfica (amigos aficionados a la fotografía que lo han consultado han echado de menos información en este sentido). Por eso, aunque sea información muy escueta, en una línea cuento el equipo y los ajustes básicos seleccionados para una de las imágenes, sin entrar en detalles sobre técnica o edición.

 

5. En la mayoría de las más de 130 fichas realizadas antes de esta modificación de la plantilla, las dos líneas reservadas para el apartado "Usos" me resultaban insuficientes. Esta modificación de la plantilla me permite incluir una línea adicional.

 

6. Por último, no tenía sentido realizar una serie basada en una cifra límite: el herbario comenzó con un principio y un final limitado a 120 fichas, pero me aportó tal satisfacción trabajar en él que me planteé alimentarlo cada año, aunque fuera con media docena de fichas. Esta referencia de ficha incluye la numeración seriada de tres dígitos 4 dígitos correspondientes a la fecha de realización de la ficha en formato AAMM, el código ISO de tres cifras que identifica al país, y tres letras que me permiten realizar una clasificación generalizada en mi archivo en función de los clados suprafamiliales: Angiosperma, Gimnosperma, Pteridofita...

 

Puedes consultar mi herbario en el siguiente enlace:

 

 https://www.pablossanchez.com/herbariofotográfico

 


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El oxígeno de las aventuras

 

 

     Me ha costado muchos años y mucho esfuerzo aprender que el mundo no se acaba porque las cosas no salgan como las habías planeado. Antes de comenzar un viaje puedes tener en mente varias fotografías que es muy probable que nunca llegues a hacer. Muchas veces serán causas ajenas, otras propias pero siempre hay un denominador común: la imprevisibilidad. Y me atrevo a afirmar que, aquello mismo que te deja sin conseguir las fotos que habías planeado, es lo mismo que te ayuda a encontrar las que no esperabas.

 

     Hemos hecho una escapadita de tres días por el centro de Portugal con nuestro Land Rover camper. Comenzamos por Tomar, Sintra, Cabo da Rocha, visita fugaz a Lisboa, Carrasqueira y la zona megalítica de Évora. Un plan de vértigo para pocos días en los que, además, tenía encajadas dos sesiones de atardecer: una en la famosa praia da Ursa, al oeste de Lisboa y otra en los muelles de Carrasqueira. Ni una ni otra sesión pude fotografiar.

 

     Para acceder a praia da Ursa se requiere un esfuerzo considerable: hay bajar el acantilado hasta el nivel del mar. Me atrevería a insistir en que mis cálculos estaban bien hechos, pero cuando llegamos el aparcamiento ¡faltaban 3 horas para que se pusiera el sol! ¿qué había fallado? debí hacerme un lío con nuestro reciente cambio de hora y el huso horario diferente de Portugal. La consecuencia fue renunciar a hacer esperar a Jenny esas 3 horas, más lo que se alargara la sesión tras la puesta de sol, más la vuelta de la subida del acantilado.

 

     A los muelles de Carrasqueira llegábamos por los pelos, con el tiempo justo para sacar la cámara para empezar a disparar, pero no pudo ser. A sólo 10 minutos del destino tuvimos que hacer una parada fisio-técnica en la cuneta, tras la cual, al volver a arrancar el coche se negó. En un primer momento no me preocupó demasiado, era el típico día gris plomizo que no prometía nada excepcional. Me equivocaba, mientras seguíamos tratando de arrancar al más puro estilo Sainz-Moya, el cielo se teñía de naranja intenso, las fotos que hubiera conseguido hubieran sido realmente espectaculares.

 

     Ya no sufro por estas cosas, se que lo realmente interesante es lo que te encuentras fortuitamente: el convento abandonado de la foto, un lugar que pudimos recorrer durante horas y en el que perdimos la noción del tiempo. No revelaré su localización para que los dueños no corten la entrada los visitantes esporádicos que se dejan caer por allí. Todo en el viaje forma parte de la vivencia: lo que planeas y no sale, pero sobre todo lo que no planeas y sale, y ese encuentro fortuito es la chispa que mantiene viva la llama de la aventura y la búsqueda de nuevas experiencias.

     

 


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Caminar por el filo

 

 

     Desde que comencé a cortar las primeras maderas, para camperizar el Land Rover Discovery con el que estamos viajando últimamente, surgieron las dudas con respecto a la legalidad vigente para pasar la noche en el coche. La normativa es muy extensa y se vuelve realmente compleja si tenemos en cuenta que está regulado a nivel autonómico. Por otra parte está la percepción popular sobre el mundo camper, en este sentido las opiniones varían desde los que lo ven como un modo de viajar más sostenible hasta los que nos demonizan tachándonos de ilegales.

 

     Hace pocos días nos dejamos caer por la zona de las hoces del Duratón en Segovia. La belleza del parque natural, el rico patrimonio de esa parte de la provincia de Segovia y la abundancia de montes y caminos públicos hace de esta zona un paraíso para los amantes del camper. Llegamos cerca del parque cuando caía el sol y "montamos campamento" a la orilla de un camino en un pinar. Cena tranquila, unas cervezas y un paseo a la luz de la luna llena para visitar el mirador del convento de la Hoz por la noche.

 

     A la mañana siguiente tenía en mente una foto desde esa misma localización, volví a recorrer el camino hasta el mirador y allí estaba aparcada una furgo camper (y pernoctando puesto que tenían las zapatillas a los pies de la puerta trasera), debió llegar en mitad de la noche pues cuando volvimos sobre la 1 de la madrugada no había ningún coche en el aparcamiento. Al llegar al mirador por la mañana era un auténtico espectáculo ver a los buitres posados en lo alto de la pared del cañón. Peleaban, volaban, pillaban térmicas, volvían a posarse ¡y todo esto a menos de 100 metros de mi!

 

     Al terminar la sesión volví a por Jenny para que pudiera ver a los buitres pero, para nuestra sorpresa, en lugar de buitres estaban las dos personas que habían pasado la noche en la furgo camper, a pesar del cartel que prohibía expresamente el paso para no molestar a la fauna. Era evidente que los buitres revoloteaban esperando que su posadero quedara libre de intrusos (puede verse uno de ellos en la esquina superior izquierda de la foto).

 

     La cuestión a la que quiero llegar es que viajar en modo camper requiere una dosis extra de civismo, cuando pernoctas de manera irregular, en una zona no habilitada o, incluso, como es este caso, te importa más tu experiencia (y la foto para Istagram) que respetar las normas del espacio natural que visitas, estás perjudicando a todos los que viajamos de este modo, tratando de ceñirnos a la estricta normativa que nos ahoga; normativa que, por otra parte, será cada vez más restrictiva mientras anden sueltos estos incivilizados ciber-aventureros de fin de semana que se pasan todo por su santo arco. 

     

 


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Creer en las casualidades

 

 

     Puedes pasar mil veces por un mismo sitio y no te fijas en los detalles, pasas de largo, absorto en tus pensamientos como si estuvieras aislado en una burbuja que te impide observar lo que tienes alrededor. Eso me ocurre en muchas ocasiones cuando salgo a correr: los mismos caminos, los mismos baches, charcos... e incluso te cruzas más o menos a la misma hora con las mismas personas.

 

     Un día como cualquier otro, pasando por el mismo sitio por el que paso varias veces todas las semanas, me llamó la atención una extraña acumulación de piedras a un lado del camino. Me acerqué y descubrí que se trataba de algo más complejo, premeditado y, sobre todo, enigmático. Lo recorrí y me recreé en su estructura durante un par de minutos en los que empezaron a surgir preguntas como ¿quién? ¿porqué? ¿cuándo? Pero sobre todo ¿Cómo será desde el arriba?

 

    Para dar respuesta a la última de estas preguntas me fui con el dron y las pilas bien cargadas a dar un vuelo por la zona ¿Cuál fue mi sorpresa? a lo lejos observé en lo alto de la colina una persona que acarreaba piedras. Lo que pensé que era una contrucción finalizada y abandonada en realidad no lo era, seguía viva y allí estaba Ricardo Nicolás, su creador. Durante la sesión de fotos con el dron compartimos charla, me contó cuando, porqué y, sobre todo, cuál era el verdadero significado de su obra.

 

     Siempre he sentido un vínculo especial con este tipo de manifestaciones artísticas, conocidas en el mundo académico como Landart. Me parece que están rodeadas de misterio, son algo espiritual que conectan al hombre directamente con el medio, curiosamente, no he sido el único al que le ha transmitido buenas sensaciones el lugar en el que está construido el Observatorio Vida Libre, tal como lo llama Ricardo Nicolás. Detenerme un instante en lo alto de esa colina cuando salgo a correr me ha aportado algo más que recuperar el aliento ¿pueden ser las vistas? es posible, pero es cierto que ese día descubrí que, por algún motivo, se trata de un sitio especial para muchas de las personas que pasamos por allí. 

 

    Las casualidades existen: Ricardo Nicolás se moría de ganas por observar su obra desde el aire y allí aparecí yo con mi dron. Mis incógnitas sobre aquella misteriosa construcción parecía que nunca iban a obtener respuesta y allí estaba su creador esperándome para contarme los detalles más íntimos de este lugar tan especial.

 

     

 


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Hacer volar la imaginación

 

 

     Hace más o menos un año que contaba por aquí cuales eran mis primeras impresiones con mi dron Dji Mini 2, pues bien, hasta ahora, en todo este tiempo no he encontrado una idea que me motive o un proyecto sobre el que trabajar. Durante el último mes ya he hecho más sesiones y fotos que en todo el año anterior ¿qué me ha motivado a fotografiar con el dron? ¿en qué consiste este proyecto?

 

     Desde hace varios años revolotean por mi cabeza imágenes de campos de cultivo invernales, no nos vamos a engañar: el invierno es muy largo y dónde resido habitualmente hay campos por todas partes, aprovechar estas circunstancias significaría encontrar un filón para fotografiar. Por otra parte ahí tenía el dron aparcado, pero lo que me despertó interés fue recopilar las fotos del 2021 y encontrar que una de las más trascendentes era una cenital de un campo de cultivo.

 

     He coqueteado con la abstracción en varias ocasiones pero ahora, cuando el dron sube por encima de los 100 metros y pongo la cámara en posición vertical, el campo se convierte en un lienzo que parece sacado de los sueños más profundos del propio Kandinsky. Ver las formas caprichosas de las parcelas del campo y como se mezclan en una sinfonía de colores sólo hace que me abstraiga y mi imaginación vuele durante los 20 minutos que dura la batería del dron.

 

 



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Mis 9 favoritas del 2021

 

 

     Si hay algo que para mi caracteriza este año y me ha marcado realmente es el comienzo de "el gran proyecto": la preparación de un vehículo que me permita viajar a cualquier sitio y me de libertad. Tenemos prácticamente finalizada la preparación y camperización de un Land Rover Discovery con el objetivo principal de poder viajar a África de manera autónoma, espero poder materializar ese sueño el próximo año, mientras tanto, el hecho de haber estado inmerso en el proyecto de adaptación y mejora del vehículo me ha limitado el tiempo que he podido dedicar a la fotografía, pero aún así, este 2021 ha sido un año muy interesante para mi desde el punto de vista fotográfico.

 

     Ha habido otra gran incorporación a mis posibilidades fotográficas, desde finales de 2020 he comenzado a fotografiar con el dron. Lo cierto es que, a pesar de las oportunidades que ofrece, apenas lo he incorporado a mi rutina fotográfica y no he planeado sesiones exclusivas encaminadas a este tipo de fotografía, a pesar de ello he conseguido varias fotos de calidad más que aceptable dentro de mis exigencias.

 

     Durante los primeros meses del año se dieron las condiciones idóneas para recorrer la sierra de Gredos y Candelario en varias ocasiones. No se trataba de salidas fotográficas estrictamente hablando, pero estar en un espacio natural de tal belleza con la cámara en la mano siempre va a dar como resultado encontrar buenas oportunidades fotográficas.

 

     El gran viaje de este año ha tenido como destino Egipto. El mayor potencial del país del Nilo es la milenaria riqueza cultural de su patrimonio arquitectónico, pero además esconde dos de los mayores tesoros naturales que siempre he soñado con visitar. El primero es el desierto Blanco, un punto de visita indispensable en este país. Desde que tengo uso de razón fotográfica era un sueño que tenía que cumplir en algún momento de mi vida pasar una noche en ese desierto tan maravilloso. El segundo tesoro natural en Egipto es el mar Rojo, un punto de biodiversidad marina de los más importantes del planeta.

 

     Más allá de eso hemos realizados dos viajes "inaugurales" con el Land Rover camper, en el primero de ellos recorrimos los Pirineos por la vertiente francesa. Allí visite varias localizaciones nuevas pero también volví a otros viejos conocidos como Iraty o el valle de Ansabere, un lugar realmente extraordinario pero que se me resiste para conseguir alguna foto que pase mis criterios mínimos. El segundo viaje era un destino que llevaba en mi lista de pendientes varios años: buscar lince en libertad en la zona de Andújar.

 

     Termina el año con la germinación de lo que será el proyecto más importante de mi trayectoria en el mundo de la fotografía (aún no puedo contar nada de nada). Ha sido un año en el que he conseguido algunas fotos de nivel más o menos aceptable, pero creo que en general, a pesar de los viajes y salidas fotográficas el resultado no ha estado a la altura de las grandes posibilidades que he tenido. Si fotográficamente no ha sido un año especialmente productivo, ha supuesto el punto de partida y despegue de mis proyectos fotográficos más ambiciosos.

 

Espero que disfrutes de esta selección que con tanto cariño he preparado, gracias por tu visita.

 

 

Luces y sombras del desierto Blanco.

Rayo de sol en el templo de Abydoss.

Riscos de la garganta de Bohoyo.

Arco de Arno en Otoño.

Perdido en el laberinto de hayas.

Atardecer en la sierra de Candelario.

Bosque mágico de Iraty.

Contemplando el universo en el desierto Blanco.

Alpenglow en As Torris.



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Buscando linces en Andújar

 

    Volvemos a la carretera y el viaje comienza con la incertidumbre sobre cómo nos afectará el frío en nuestro 4x4 camper. Las temperaturas para las noches de comienzos de diciembre en la zona de la sierra de Andújar eran bajas, muy tímidamente superarían los cero grados. El primer trayecto lo realizamos sin paradas, llegamos bien entrada la noche y dormimos junto al río Rumblar, la antesala de Andújar, donde la mañana siguiente amaneció con frío y niebla.

 

     El objetivo del viaje era observar al lince ibérico en libertad. El optimismo, que estaba muy empoderado por las instrucciones de amigos que habían estado en la zona, poco a poco se fue desvaneciendo a lo largo de la primera jornada de búsqueda. Tiramos la toalla cuando el crepúsculo apenas nos permitía distinguir sombras entre las ramas de los árboles, abandonábamos la zona lince pero un grupo de personas en el arcén nos indicaba algo muy claro: estaba por allí.

 

     Ni más ni menos que cuatro ejemplares acababan de pasar por allí. A más de 100 metros, cuando con mi propia vista apenas podía distinguir una sombra, con el ISO alto de la cámara pude fotografiar dos ejemplares. Sólo fueron unos segundos, pero la emoción estaba por las nubes al haber tenido frente a mi al fantasma de nuestros bosques, el felino más amenazado del planeta.

 

     Este encuentro no nos hizo más que ponernos los dientes largos y, a la mañana siguiente, pusimos rumbo a la zona en la que lo vimos el día anterior. La búsqueda fue infructuosa en esa segunda jornada, tal vez si hubiéramos esperado al crepúsculo podría haber habido suerte pero teníamos otros planes para ese viaje. Cruzamos el parque natural de la sierra de Andújar de sur a norte para observar las grandes manadas de ciervos y gamos, la experiencia de tener un gran macho a escasos metros y que te mire directamente hizo que se nos olvidara por un momento lo escurridizo que era el lince.

 

     Dejamos Andújar atrás y buscamos una buena zona para pernoctar, no podía faltar la hoguera para calentarnos y cocinar una deliciosa cena, a la brasa todo sabe mejor. Con las primeras luces del siguiente día y envueltos en una densa niebla partimos dirección Cáceres, dónde teníamos una cita con José María Benítez en el centro de recuperación de fauna Los Hornos, en Sierra de Fuentes. Allí vive Nautilus, un lince retirado del programa de cría en cautividad por un problema genético, aunque no hay nada como poder ver este animal en libertad, la mirada directa, profunda y penetrante de este animal tiene la capacidad de cortarte la respiración por momentos. 

 

 


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Porqué nunca me convertí en fotógrafo profesional

 

 

 

 

     Muchas personas cuando ven que haces buenas fotos y, sobre todo, cuando le transmites la pasión que sientes por la fotografía, te lanzan la eterna pregunta: — ¿Porqué no te dedicas a esto? Ante esta cuestión la respuesta la tengo más o menos clara, pero primero necesito contarte qué hice hace unos días.

 

     Como tantas veces que salgo a fotografiar me levanté a las 5 de la mañana, me vestí para la ocasión y un buen trayecto en coche para llegar a Urbasa. Allí elegí una zona que ya conozco pero que tenía ganas de explorar más a fondo. Con el color del otoño en pleno auge, el tiempo de perros ideal para este tipo de fotos y con todo el día por delante fotografiando en el bosque, las horas se convirtieron en minutos.

 

     Pasé el día literalmente perdido por el Laberinto de Katarri entre hayas, rocas, musgo y niebla. Volví al coche con la tarjeta de la cámara bien cargadita de buenas fotos, las baterías agotadas y esa inexplicable sensación de satisfacción por haber pasado un día increíblemente bueno para fotografiar.

 

     ¿Porqué nunca he querido ser fotógrafo profesional? es posible que jamás volvería a tener días como este, de hacer fotos cuando, dónde y cómo me apetece. En 2015 trabajaba con varios clientes y estaba en el camino para desvincularme de mi actividad laboral para dar el paso hacia la profesionalización en fotografía. Por una parte los ingresos no parecían proyectarse hacia niveles que me pudieran satisfacer y, por otra parte mucho más importante, la fotografía comenzaba a convertirse en una obligación, perdiendo así parte del significado que tenía para mi hasta ese momento.

 

     Cuando algo ocupa un lugar tan importante en tu vida, como es para mi la práctica de la fotografía de naturaleza, creo que es importante protegerla: si me hago profesional y la fotografía pasa a ser una obligación, dejándome de aportar esos valores emocionales y personales, estaría perdiendo una parte importante de mi. Proteger lo que significa para mi la fotografía y lo que me aporta es el verdadero motivo por el que nunca he querido convertirme en fotógrafo profesional.

 

 


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¿Cómo vas con lo de cumplir tus sueños?

 

 

 

     A la mayoría de las personas les resulta demasiado fácil ponerse excusas sobre porqué no está haciendo nada para cumplir sus sueños. Un coche, un tipo de casa, familia, viajes... todos, cuando comenzamos a tener uso de razón, empezamos a plantearnos unos objetivos que, en la mayoría de las ocasiones terminamos por dejar en el olvido y preferimos seguir una vida lineal, estándar y, en ocasiones, ajena a nuestros principios.

 

     Aunque parezca demasiado idealista, mi primer sueño, cuando comencé a madurar, fue realizar una travesía en bicicleta desde España hasta Kamchatka, Rusia ¿Porqué? no recuerdo bien los motivos y, ahora, desde el tipo de vida que llevo y aunque ese sueño no forme parte de mis prioridades me pregunto una y otra vez porqué, con 20 años, sin obligaciones y con la remota posibilidad que tenía para hacerlo ¿porqué no lo intenté?

 

     En esa época surgieron otros sueños, el primero y en el que más ilusión he puesto ha sido en encontrar a mi pareja ideal, alguien con quien compartir todo, lo que viene siendo una compañera de vida, en eso he tenido toda la suerte que he podido tener y sigo viviendo día a día en ese sueño. Pero, además, surgieron otros pequeños y grandes sueños: desde visitar los grandes monumentos de la humanidad como el Taj Mahal o Angkor hasta realizar un trek por el Himalaya hasta Namche Bazaar o fotografiar en el remoto desierto Blanco de Egipto.

 

     Estas líneas, además de para hacer autoexamen de conciencia (y consciencia), sirve para plantear la situación a quien lo lea: si tienes algún sueño por cumplir no dejes que lo cotidiano te aleje demasiado de la posibilidad de alcanzarlo. Se realista y plantéate los más accesibles primero, la enorme satisfacción en el momento de cumplirlo y la recompensa del recuerdo son sensaciones muy placenteras, esto lo digo sólo un mes después de cumplir uno de mis sueños, con el recuerdo muy fresco de pasar la noche fotografiando en el desierto Blanco.

     


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Dejarse llevar por un desconocido

 

 

    Con la maletas aún a medio deshacer comienzo a escribir estas primeras líneas sobre el que ha sido, sin lugar a dudas, el viaje más complicado que haya realizado jamás: se trata de Egipto. Casi todo el mundo identifica indudablemente este destino con pirámides y la milenaria cultura egipcia, quién conoce un poco más tal vez haga referencia al crucero por el Nilo parando de templo en templo. Pero estos "convencionalismos", si se me permite la expresión,  no son mi estilo.

 

     Cuando viajo a un destino extranjero, especialmente en países en los que la cultura en tan diferente a la mía, me gusta salir de los circuitos turísticos; por lo general el Ministerio de Asuntos Exteriores suele dar una serie de recomendaciones que son totalmente opuestas a tener la oportunidad de integrarte, si existe alguna posibilidad, con la gente de ese lugar. 

 

     La mayoría de personas que visitan Egipto flotan sobre la superficie de una cultura profundamente rica, se mantienen en una burbuja de confianza, seguridad y confort para evitar a toda costa que asome el miedo, fundado o infundado por el desconocimiento y la desconfianza. Esta es la mayor barrera, la del desconocimiento, el miedo a "cualquier cosa" pero siempre, siempre, la experiencia me ha demostrado, y he podido comprobar en otras personas, que el hecho de conocer los peligros reales te hace: por una parte tener la confianza de que algo puede pasar o no, y por otra estar preparado y saber evitar el peligro real.

 

     Mi viaje a Egipto se ha salido de todos los estándares y, cuanto más me he alejado de estos, más profunda y enriquecedora ha sido la experiencia: dejarte llevar por un buscavidas que te ofrece cualquier cosa que te pueda llamar la atención con el único objetivo de obtener una recompensa económica puede ser interpretado como una molestia, un riesgo o un peligro, pero también supone una oportunidad. Mientras recorríamos una parte poco turística del bazar Jan el-Jalili en la zona antigua de Cairo nos "asaltó" uno de estos buscavidas ofreciéndonos una lista interminable de productos y servicios, pero hubo uno que me llamó la atención: visitar una antigua mezquita que no está abierta a turistas.

 

     Una mezquita con 700 años sobre sus muros que parecía sacada de una historia de Las mil y una noches: piedra y mármol negro, pasadizos estrechos y oscuros, madera que parecía llevar allí una eternidad... cualquier detalle que observamos mientras recorríamos ese lugar nos parecía transportar a una época lejana en la que la mezquita, ahora olvidada entre calles sucias y bulliciosas, ofrecía un remanso de paz y espiritualidad a los fieles.

 

     Terminamos subiendo al minarete: unas escaleras de caracol tan estrechas como oscuras se abrían en lo alto a un destartalado balcón de madera, que me ofreció la que para mi ha sido la mejor panorámica sobre Cairo. Espero no olvidar nunca las sensaciones que me invadieron al contemplar la trágica decadencia que se extendía ante mi, aquella extensión casi infinita de tejados constituía un paisaje tan decrépito que rozaba lo sublime, por suerte, creo que si observo esta foto y cierro los ojos puedo transportarme durante un instante a lo alto de aquel minarete para revivir aquella profunda experiencia.

 


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Una vuelta a Pirineos

 

    Desde enero hasta agosto he estado trabajando en la camperización de un Land Rover Discovery. La idea es viajar a África con él pero las circunstancias tanto personales como fronterizas (no quiero nombrar el maldito C**id) no eran las ideales, por eso decidimos hacer un recorrido de aproximadamente 1.500 km para explorar bosques y valles de los pirineos franceses. 

 

     Hay que comenzar desde la base que se trata de un coche muy pesado y con unos años a la espalda, por lo que la velocidad no es su fuerte. Salimos de casa al caer la noche para tratar de recortar camino y, a la mañana siguiente avanzar hasta dónde comenzaban las localizaciones que queríamos visitar, en Foix, al este de los Pirineos franceses. Dormimos esa primera noche en un punto indefinido entre Burgos y Logroño, una pista que entraba al bosque, un kilómetro hacia dentro y ese fue nuestro primer campamento ya casi entrada la madrugada.

 

     La comodidad de la noche no nos permitió madrugar mucho. La camperización no es gran cosa: tableros de madera de okume que forman módulos que encajan para formar cama o dos asientos; cojines de espuma de alta resistencia y viscoelástica; todo bastante sencillo y casero pero tras esa primera noche nos dimos cuenta que era realmente cómodo. Segundo día de camino en el que llegamos hasta Foix, pero los puertos de montaña fatigaban el coche y pasamos casi todo el día en la carretera, pocas paradas y pasando de largo por los sitios marcados para llegar casi de noche a nuestro destino.

 

     El tercer día de nuevo fue una constante de carretera para llegar de noche al aparcamiento del circo de Ansabere, en Lescún, y aquí es dónde comenzó la parte encantadora del viaje recorriendo puertos de montaña, espacios naturales y pueblos realmente encantadores. Disfrutamos de una sensación de libertad plena, caminando por los bosques, al despertar junto a un arroyo, desayunar con los primeros rayos de sol y sin otra preocupación que disfrutar del momento. 

 

     Hemos aprendido que el valor que aporta el viajar de este modo es que puedes hacerlo sin destino, sin poner metas, sin puntos de interés por los que pasar de manera obligada, esto solo hace que enturbiar la experiencia que se vuelve sublime cuando disfrutas de cada segundo. Os dejo esta pequeña galería que representa parte de las experiencias vividas aquellos días.

 

 


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Paisajes que dejaron de existir

     Uno de los peores defectos que pueden tener los que están buscando mejorar en fotografía es la impermeabilidad mental. Es algo que tenía muy claro hace años cuando decidí dar un salto en mi trayectoria fotográfica: leía artículos muy variados en cualquier tipo de publicación que me permitiera ir adquiriendo conocimientos nuevos y variados, así me encontré con un artículo en el blog de José Benito Ruiz en el que pone en valor los paisajes de las Hurdes, y es que muchas veces tienen que venir de fuera a decirte que lo que tienes en casa es muy valioso.

 

     Desde entonces he fallado muy pocos años a mi cita invernal con el valle de Batuecas. En enero, el río Batuecas y sus afluentes bajan cargados de agua, el valle se convierte en un lugar húmedo en el que tímidamente se cuela la luz del sol en las horas centrales del mediodía. Las cascadas y torrentes, junto a los viejos troncos recubiertos de musgo de las zonas más umbrías son una auténtica delicia para nuestras cámaras.

 

      En una de estas visitas me encontré con este grupo de ramas gruesas, encontrar una composición atractiva no me costó demasiado y el resultado fueron unas cuantas fotos que aportaban algo nuevo a mi repertorio. Al año siguiente volví al mismo sitio pero, a pesar de estar seguro que estaba en el mismo lugar, no conseguía encontrar este encuadre por ninguna parte. Miré al suelo y allí estaba caído uno de esos gigantescos alcornoques. Sentí una pena terrible, era un encuadre que de algún modo había dejado de existir pero volviendo al coche encontré muchos otros alcornoques caídos, levanté la vista hacia una ladera dominada por pinos quemados en el último incendio y rápido llegué a la conclusión de que aquel árbol había llegado al final de su vida, en su hogar y rodeado de los suyos; otros no tuvieron tanta suerte, el fuego o la motosierra habían acabado con ellos muchos años atrás.

 

 

 


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Mis 9 favoritas del 2023

 

 

     Resulta irónico que uno de los años que menos he viajado haya sido el mismo que he comenzado la gran aventura de mi vida: la paternidad. La llegada de mi hija ha sido la que ha marcado el camino este año y esto ha sido determinante en cómo, cuándo y dónde he viajado y fotografiado este año.

 

     El destino nos ha llevado en los últimos meses por partida doble hasta Italia, en el primer viaje recorrimos desde la Toscana hasta el sur en plena primavera, y fue al principio de verano cuando, aprovechando el buen tiempo, cuando recorrimos la isla de Cerdeña con nuestro Land Rover camper. Lo cierto es que, a pesar de que la Toscana tiene la fama como destino fotográfico de primer nivel, fue en Cerdeña dónde, tras muchas semanas de planificación fui recorriendo los "hotspots" de costa que yo mismo había localizado y planificado. Unos salieron mal, otros fatal, pero la experiencia con una cámara entre las manos es siempre enriquecedora.

 

     El comienzo del viaje de la paternidad ha hecho que mi atención esté muy centrada en lo que realmente me importa en este momento, por eso las escasas escapadas fotográficas las he hecho muy cerca de dónde vivo, siempre sin dejar atrás mi hogar fotográfico: la sierra del Espinazo, dónde este año he comenzado a poner en práctica una técnica nueva de captura inspirada en Stephen Wilkes, que estoy seguro que va a marcar el modo en que voy a fotografiar a partir de ahora.

     

     Espero que os guste esta selección que con tanto cariño he preparado, muchas gracias por leerme.

  


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Los anocheceres mágicos de África

 

      Namibia es uno de esos sitios en el que a cualquier fotógrafo le estalla la cabeza con la cantidad de lugares atractivos que tiene. En el viaje que hice a este país en 2019 tenía claro que no quería perderme "los grandes": Etosha, Dead Vlei y Spitzkoppe; pero también estaba convencido que, en un país en el que cualquier rincón es infinitamente atractivo y evocador, lugares muy conocidos pero menos populares tenían mucho que ofrecer.

 

     Uno de esos lugares es el llamado "Quiver tree forest" un conjunto de cerros en el que abundan estos árboles (Aloe dichotoma) y que está lejos de cualquier otro lugar de los itinerarios populares por este país. Las circunstancias de mi viaje no me permitieron llegar a este punto en las mejores condiciones fotográficas, arrastraba cansancio y una avería en el coche que nos tenía bastante preocupados, de hecho a punto estuvimos de saltarlo y seguir con el resto del viaje.

 

     Considero que visitar Quiver Tree ha sido de los mayores aciertos del viaje, sentí una acogida muy especial por la gente del campamento en el que está la colonia más atractiva de estos árboles, nos ayudaron con nuestra avería, nos acogieron y nos dieron todo tipo de facilidades para fotografiar. Cuando preguntamos porqué nos ayudaban tan tenazmente la dueña del campamento, de origen alemán, simplemente respondió: "En Namibia la gente se ayuda".

 

     Esta foto representa el escaso tiempo que pasé por la noche fotografiando, pude disfrutar de la soledad de este paisaje mientras observaba una delicada franja aún teñida del naranja sobre el horizonte, en el cénit, la vía láctea se mostraba en todo su esplendor, nunca había visto nada igual. Dicen que los atardeceres en África son mágicos, pero también lo son los anocheceres y, sobre todo, muchas de las personas que te encontrarás en tu camino.


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Un tipo con suerte

 

 

     Hace algunos años por estas fechas el tiempo anunció que nevaría en norte de la península en cotas muy bajas, hice la ecuación: "otoño + nevadas = oportunidades fotográficas". Elegí una zona que conocía poco sobre el terreno pero muy bien sobre el mapa, Vegabaño, al norte de la provincia de León. Al subir el puerto del Pontón, que delimita la vertiente norte de la sur comenzó a nevar, las predicciones estaban acertando con precisión. 

 

     Al aparcar en Soto de Sajambre caía una lluvia muy fina, pero a medida que ascendía hacia Vegabaño se iba transformando en nieve gradualmente, llegado a un punto, esa nieve fina y húmeda se convirtió en una tormenta y me cobijé debajo de unos árboles.  Saqué la capa impermeable y empecé a proteger mejor el equipo. Cuando estaba debajo de los árboles me llamaron la atención estas ramas y disparé varias fotos combinando esas ramas con el fondo difuminado por la nieve.

 

     Os he contado esta batallita para poner de manifiesto la suerte que tuve aquel día al poder capturar algunas fotos en las que el invierno se combina con el otoño, pero muchas veces no se trata de suerte. En un artículo de El Paisaje Perfecto (www.elpaisajeperfecto.com) analicé hace tiempo las 5 características del fotógrafo con suerte, una especie de patrón que se repite en aquellos fotógrafos que consiguen capturas que han sido bendecidas por lo que parece un toque divino más que por el propio esfuerzo y capacidades del fotógrafo.     

     

 

 

     En el mundo de la fotografía cualquiera puede tener suerte, pero a los afortunados les sorprende trabajando. La mayoría de golpes de suerte están motivados por la preparación, la tenacidad, los conocimientos, la tenacidad y la capacidad para aprovechar las oportunidades más que por esa intervención divina.

 


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Figura humana en el paisaje

 

 


       En diciembre de 2014 publiqué la segunda edición de la revista digital "El paisaje perfecto", que recopilaba todos los artículos publicados a lo largo de ese año en el blog homónimo. De la página 98 a la 113 desarrollo el concepto de la figura humana en el paisaje como recurso compositivo y narrativo: desde una introducción de la mano de los referentes que se pueden tomar como inspiración, cómo influye la figura en el paisaje, para terminar con una recopilación de consejos sobre técnica y composición.

 

      No pude resistirme a desarrollar un tema que me causaba cierta controversia: en aquellos años me centraba exclusivamente en que mi fotografía fuera de paisaje natural, descartando cualquier elemento humano, pero era consciente del potencial de la figura humana en un paisaje, de este modo decidí superar lo que se suele llamar la zona de confort para estudiar este recurso que he ido aplicando posteriormente a lo largo de los años.

 

     Una de las maneras en las que influye una persona dentro de una escena paisajística es que puede dimensionar la escena para transmitir una aproximación de la escala del resto de elementos del paisaje. En el caso de las personas, casi minúsculas, que aparecen en la parte superior izquierda, tienen como objetivo que el espectador aprecie la dimensión de la duna por la que suben. Su posición también es determinante, tan cerca del margen crean desconcierto, pero además no es puramente intencionado, pues tuve que cerrar el encuadre para que no se viera nada de cielo, de este modo, con un fondo que es otra duna, si se interpreta como tal, la percepción del tamaño de esta última puede ser de monstruosidad.

     

 


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El terremoto de opiniones

 

 


       Recientemente se ha producido uno de los peores terremotos de la historia de Marruecos, un suceso que me ha impactado especialmente porque conozco la zona más afectada, pero sobre todo me ha impactado que justo un año antes del terremoto estaba viajando por la zona del epicentro.

 

     Cuando ocurren este tipo de desgracias la gente puede sacar su peor o su mejor cara. Pero pululando por redes sociales creo que existe una tendencia a decantarnos por manifestar la opinión más controvertida, posiblemente para atraer mayor flujo de interacciones. Sea por lo que sea, en lo que refiere a la ayuda que España pudiera brindarle a Marruecos en una situación tan terrible como esta, la gente parece que nuestra opción con país sería negar todo tipo de ayuda argumentando dos cuestiones: la primera, que su Rey es vergonzosamente rico y debería ayudarles él; y la segunda, que el porcentaje de marroquíes en cárceles españolas es mayor que el porcentaje de trabajadores en activo.

 

     Cuando justificamos nuestras malas acciones basándonos en otra lo único que estamos haciendo es colocarnos en un nivel más vil que la avaricia del Rey de Marruecos o de la criminalidad de los marroquíes que citan. Todos los que opinan esto deberían recorrer esas aldeas del Atlas, son gente humilde, de origen bereber; en esos pueblos, especialmente en los que tienen un tamaño considerable, tratan de exprimir a los turistas, es cierto, pero os puedo asegurar que he encontrado más hospitalidad y ayuda que en la mayor parte de los lugares del mundo que he visitado.

 

     Por eso, siento mucha rabia y desprecio hacia aquellos que lanzan este tipo de comentarios sin pensar que los afectados son ya víctimas, pero sobre todo son extremadamente hospitalarios y respetuosos. Y esto lo digo basándome en mi experiencia: perder un paquete de opacadores del camper y que te persigan durante 20 kilómetros para entregártelos sin que te den la oportunidad de pedir nada a cambio es un gesto muy honorable; que te vean perdido y un poco cohibido recorriendo las calles de Sidi-Ifni, y que llegue un anciano que recordaba hablar el castellano de época colonial para darte la bienvenida y que te sientas más a gusto en su ciudad es un gesto muy hospitalario.

 

     Marruecos es un país extremadamente rico en cultura, naturaleza y paisajes que tendemos a infravalorar, sin ser conscientes que los verdaderos perjudicados en esta valoración negativa somos nosotros mismos. Un ejemplo de los lugares mágicos de Marruecos es el lugar en el que hice esta foto: el valle de granito rosa de Tafraoute, muy cerca del epicentro del terremoto, un lugar tan mágico, especial y bello al que tengo que volver.

     

 


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El regalo del elefante

 

 


       Los términos medios en Escocia no son algo frecuente en lo que a clima se refiere. Cuando hice esta foto estaba llegando al final del viaje y sólo había encontrado dos extremos: cielos cubiertos, niebla y lluvia o cielos planos, sol y falta de oportunidades fotográficas. Aquella mañana, cuando salí de la autocaravana antes que el sol, ya sabía que en lo que al clima se refiere no iba a encontrar mi opción preferida.

 

     Me disponía a fotografiar esta conocidísima formación llamada Fiddle Rock, nombre que se le atribuye por su similitud con la punta del arco de un violín; por cierto, "Fiddle" significa violín en inglés ¿lo sabías? yo lo descubrí buscando información sobre este lugar. Pues bien, al llegar aquella mañana a la roca di unas vueltas improductivas antes de que llegara la luz atractiva que nunca llegó, tras dar unas vueltas descubrí que una buena perspectiva podía ser la única posición que estaba ocupada y en la que no había espacio para más de uno. Volví a mi segunda opción para tener una buena perspectiva de la roca y un grupo de franceses pululaba de un lado para otro sin dejarme la posibilidad de tener un buen encuadre. Todo conducía a una sesión improductiva.

 

     Mi resignación y yo nos sentamos en una roca a observar el extraño comportamiento del grupo de franceses, a imaginar que el fotógrafo que estaba en la posición que me gustaba estaría haciendo buenas fotos, a contemplar la roca y darme cuenta que para mi percepción era un elefante con la trompa en el mar; pero, sobre todo, allí sentado disfrutaba del sonido del mar, la brisa y los primeros rayos de sol sobre la roca.

 

    Con los primeros rayos el fotógrafo se levantó y se dispuso a marcharse, le había hecho varias fotos pero mientras recogía disparé varias ráfagas. Para mí, la más interesantes es esta, en la que parece enfrentado al elefante. Aunque siempre suelo mantener el jpg procesado lo más fiel posible a la captura, en esta ocasión he sido un poco permisivo conmigo mismo tratando de aplicar unos ajustes en el color para darle el aspecto de la película Kodak Chrome, tan popular entre los fotógrafos de naturaleza y viajes de hace años.

 

   

 

 

      

 


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El error predestinado

 

 


       Cuando exploramos un sitio del que no tenemos ninguna referencia fotográfica, es muy frecuente que nos topemos con localizaciones a las que llegamos por nuestra propia intuición. La experiencia para unos, la suerte para otros, nos ponen delante del encuadre ideal en kilómetros cuadrados pero nosotros mismos somos quienes nos empeñamos en desperdiciar una y otra sesión sin obtener buenos resultados.

 

     La imagen que ilustra este artículo muestra una perspectiva aérea de la mejor colonia de erizón que he encontrado en la sierra del Espinazo, con la cumbre homónima al fondo, estos erizones se encuentran en el lugar desde el que la discreta montaña nos muestra su mejor prominencia. Incluso me atrevería a afirmar que todo encaja hasta tal punto que está más que correctamente orientado el encuadre para poder conseguir excelentes luces de atardecer.

 

     Pues este verano he vertido mis escasos recursos fotográficos en tratar de obtener "la foto" de esta localización. Desde que fuera por primera vez en 2014, he ido repitiendo de paso y sin mayores pretensiones en este lugar, pero este año la idea era pillar la colonia en su climax de floración pero no pudo ser. Estaba predestinado a equivocarme, por algún motivo que no entiendo aún, estaba convencido que esta floración se iba a producir a mediados de julio, si a esto le sumamos un año que no ha sido especialmente cálido en esa zona decidí probar suerte el 20 de julio y, sin examinar detenidamente las plantas concluí que aún no había llegado el momento. Cuando volví 10 días más tarde esperando encontrar la floración es su estado óptimo fue cuando realmente me di cuenta que estaba equivocado, ya había pasado y había perdido la oportunidad.

 

     No se debe dar nada por sentado cuando hablamos de naturaleza, sigue sus propios ritmos y, salvo que contemos con conocimientos ténicos-científicos o podamos orientarnos por otras personas, debemos ser meticulosos cuando nuestras fotografías dependen de una etapa de floración, una otoñada o cualquier fenómeno similar. Equivocarme me ha servido para no dar por sentado ¿acaso este otoño esperarán los bosques al puente de noviembre para que las hojas muestren sus colores dorados?

 

   

 

 

      

 


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Las reglas del aire

 

 


       En el mundo de la fotografía cada disciplina cuenta con sus propias "reglas" para cada situación, pero cuando nos elevamos sobre el terreno todo adquiere una nueva dimensión y estas reglas son totalmente diferentes. Para los que fotografiamos siempre es muy motivante tener la oportunidad de explorar nuevas técnicas, escenarios y composiciones, pero para la fotografía aérea (en mi caso con dron) es todo tan diferente que parece que volvieras a comenzar desde cero.

 

     Me arriesgo a perder tu interés si digo que la primera regla de la fotografía aérea no es puramente fotográfica, el espacio aéreo está regulado por por unas normas propias y esto incluye cualquier aparatito, por muy pequeño que sea, que estemos utilizando para fotografiar. Áreas militares, espacios naturales y zonas de influencia de aeropuertos es sólo la punta del iceberg de los lugares que nos deben motivar a consultar la app Enaire antes de desplegar las hélices.

 

     Pero no son estas reglas las que me han motivado a dejar aquí estas palabras, si no las fotográficas y es que cuando elevamos nuestra cámara hacia los cielos, todo cambia. Desde la localización a la composición, motivado porque nuestro punto de vista es otro y esto es un reto que nos obliga desde un primer momento a cambiarlo todo para preparar una sesión: ya no vas al mismos lugares, sales a diferente hora, el equipo se reduce a una maletita de menos de un kilo...

 

     Te animo a que no tengas ningún reparo, si tienes la oportunidad, en fotografiar con dron. Mi primer consejo sería que consultes Enaire y, si vives en una zona en la que no hay restricciones permanentes o tienes fácil acceso a una zona de estas, en ese caso tienes acceso a un mundo nuevo y a ver el mundo desde una perspectiva nueva, motivadora y con infinidad de posibilidades para nuestras mentes fotográficas inquietas.

 

   

 

 

      

 


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Fotos para sentirnos orgullosos

 

 


      Hace mucho tiempo que aprendí a diferenciar entre las fotos que les pueden gustar a los demás y las que te gustan a ti mismo, y esto no es una lección fácil de aprender. Lo más lógico es valorar nuestras fotos desde dos extremos: por lo general nos encantan o las detestamos. Entre estos dos extremos se encuentra esa gran masa de fotos condenadas a pasar la eternidad en el olvido, de disco en disco, de copia de seguridad en copia de seguridad. Pero ¿te has preguntado porqué te puede llegar a gustar mucho una de tus propias fotos?

 

     Una de nuestras fotos nos puede encantar por dos motivos: el primero, y más banal, porque le guste a los demás o porque haya sido valorada positivamente por un jurado en algún concurso (de belleza); el segundo motivo por el que nos puede gustar es porque simplemente encaja a la perfección en nuestro criterio estético. Tu libertad creativa comienza en el momento que te dejen de gustar tus fotos simplemente porque le gusten a los demás, como fotógrafo estás condenado si te resulta satisfactoria la recompensa que puedas obtener en las redes sociales.

 

     Pero creo que hay fotos que nos pueden gustar o no, independientemente de esto hacen que nos sintamos orgullosos de ellas. Esta foto representa un hito para mi, pues es la culminación (o el comienzo de una nueva etapa) en el proyecto fotográfico que comencé hace unos 10 años en la sierra del Espinazo, al norte de Extremadura. Su luz, el encuadre, el momento... todo en esta foto está ahí para decirme: "te lo propusiste y lo conseguiste".  

 

   

 

 

      

 


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