Los árboles eternos

 

     Sales de casa y sabes que te quedan por delante 15 días disparando fotos en Namibia, para ser más concreto he hecho unas 4000. Sabes que hay una serie de localizaciones que tienen un potencial mucho mayor que otras, las has estudiado más o simplemente coincide que, en el momento que las visitas, es cuando muestran su mejor cara.

 

     Sabía que el desierto de Namib era una de las joyas del viaje y, dentro del Namib, más concretamente lo era Dead Vlei. Creo que nunca podré olvidar mis sensaciones al ver por primera vez este lugar: caminas por la arena durante unos 15 minutos y cuando terminas de subir una pesada duna aparece este lugar a lo lejos. Una explanada blanca de pocas hectáreas salpicada por algo menos de medio centenar de árboles. Bajas la duna para llegar a la superficie blanca, un lecho de lago seco de arcilla blanca cuarteada, una locura ¡sólo el suelo da para un día entero sin levantar la cámara! Levantas la cabeza y en el momento que ves el primer árbol la mente comienza a divagar, piensas Fondo oscuro, reflejos de la luz del sol del suelo, tangencia de ramas, atmósfera cargada de polvo, sol lateral, enmarcar con las ramas... si hubiera puesto en práctica todo lo que se me pasó por la cabeza en apenas un instante todavía seguiría haciendo fotos allí.

 

     En definitiva, en Dead Vlei se pueden hacer algunas fotos buenas, pero no son las fotos el tesoro más valioso que me he traído de allí. Aquí he podido vivir una de las experiencias más intensas del viaje a Namibia (una de tantas) y es una percepción del tiempo más allá de la existencia humana. Allá por el año 1200 crecían estas acacias de las que hoy sólo quedan troncos ennegrecidos por el abrasador sol del desierto, la arena, que un día las enterró llegó hasta aquí hace 5 millones de años arrastrada por un caudaloso río del que hoy no queda ni el nombre, y el lecho arcilloso nos lleva a una época mucho anterior, te das cuenta que el ser humano es sólo una pequeña fracción de tiempo en la existencia de este sitio, te sientes pequeño, insignificante, ante un lugar que es uno de los protagonistas de la eternidad de nuestro planeta.


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