Nuevos tiempos, buenas oportunidades

 

    Todos teníamos muy claro que este no iba a ser un verano como otro cualquiera. Parece que en estos días calurosos apetece más que nunca perderse en la naturaleza, disfrutar de la sombra de los árboles cuando más calor hace, refrescarse en el río después de una caminata; volver a sentir ese contacto del que nos hemos visto privados durante meses.

 

     Últimamente he realizado varias visitas al valle de Batuecas, lugar que he recorrido mil y una vez pero que parece haberse convertido en el refugio ideal para estas primeras semanas del verano. Allí, entre rutas, visitas y descanso he vuelto a pasar por un lugar geológicamente muy especial; una roca que durante miles de años, el río Batuecas, ha tratado con el mismo cariño que Miguel Ángel lo hiciera con los mejores bloques de Carrara, convirtiendo la roca en pura belleza.

 

 

     Cargado sólo con el 50 mm fijo he vuelto a fotografiar esta zona en las mismas condiciones en las que lo hice en 2015, retomando un camino de abstracción que ha despertado la chispa interior con la suficiente intensidad como para volver a trabajar en una idea que surgió hace 5 años: una serie abstracta basada en el río, cómo el agua y su corriente juega con la luz y la roca para abrirnos la puerta a un mundo tan misterioso como atractivo.

  

 

      Aún no tengo claro cómo unir estos dos conceptos para que surja algo coherente, pero el el hecho de volver a trabajar en esta zona y en estas ideas me motiva muchísimo. No tengo claro como lo haré, pero sé muy bien cómo quiero pasar estas tardes de verano: junto al río, en buena compañía y disfrutando del agradable abrazo que sólo lugares como Batuecas pueden ofrecernos.

 

 


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